La Vía del Corso, una de los primeros casos de
“rectificación” urbana.
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Roma salió malparada de la Edad Media. El largo periodo de
los Papas de Aviñón (Cisma incluido) la dejó en un estado precario. Por eso, cuando
en 1417 se restableció definitivamente el papel exclusivo de Roma como sede pontificia
se inició un plan para recuperar el prestigio perdido por la ciudad. Pero,
nuevamente, en 1517 Martín Lutero volvió a poner en jaque a la Iglesia católica
con el lanzamiento de sus tesis y el inicio de la Reforma Protestante.
Entonces, aquellos trabajos de recuperación urbana que habían
comenzado a mediados del siglo XV, fueron relanzados con el espíritu de la Contrarreforma,
en una auténtica estrategia de City Marketing dirigida a devolver a Roma su papel simbólico como
primera ciudad de la cristiandad. El Jubileo y el impulso a las
peregrinaciones (particularmente el itinerario de las Siete Basílicas) fueron
motores que, además, tuvieron gran trascendencia urbanística.
La Arquitectura y el Urbanismo fueron
los grandes instrumentos de los pontífices. Se construyeron
imponentes edificios (tanto públicos como privados) y sobre todo, se realizaron
numerosas operaciones urbanas que reestructuraron la ciudad creando una “Seconda Roma” (que alcanzaría su
esplendor en el Barroco).
Los Papas del
Renacimiento se obsesionaron con la línea recta como directriz de las nuevas
calles, pretendiendo “enderezar” con su voluntad lo que el tiempo había
“torcido”. En las actuaciones sobre la ciudad existente destacó el sventramento, con el que se operaba sobre los trazados antiguos, que
se consideraban inapropiados, para transformaban mediante derribos y realineaciones
drásticas. También se intervino en las colinas, cuyos espacios libres
presentaban fuertes desniveles. Allí, las nuevas vías rectilíneas se
solucionaron con enormes movimientos de tierras.