El cine ha mostrado
visiones distópicas de la ciudad futura, como en el caso de Los Angeles en la
película Blade Runner.
|
Utopía era el mundo perfecto concebido en la ficción por
Tomás Moro y cuya denominación, hizo fortuna para acabar representando inspiradores
horizontes ideales para la sociedad. Por el contrario, las distopías muestran escenarios
negativos en los que se manifiestan con crudeza los temores existentes en una
comunidad.
La Smart City ya no es una utopía sino una
realidad (aunque incipiente) pero también cuenta con sus distopías, que
expresan los miedos de nuestra sociedad sobre la ciudad futura. En ellas,
aparecen pesadillas basadas en la Tecnología y en la Participación, que son las
claves subyacentes de las Smart Cities.
Esas distopías nos invitan a formularnos preguntas. ¿Se
convertirá la tecnología en el instrumento de control de un “Gran Hermano” para
anular la libertad y subyugar a los
ciudadanos?, ó ¿llegará un grado de automatismo
(inteligencia artificial) que elimine el
albedrío de los seres humanos como sucedió con la computadora HAL 9000 de
la odisea espacial de Kubrick?, o en otra línea ¿la participación ciudadana podría conducir a un caos organizativo, como en Babel, originando
situaciones inmanejables como la que representaron los Hermanos Marx en su
conocido camarote de “Una noche en la ópera”?
Las tres cuestiones (aparición de una oligarquía tecnológica,
pérdida del albedrío humano y descontrol organizativo) tienen que ver con la
toma de decisiones. Son futuros indeseables, pero es positivo reflexionar sobre
ellos, ya que las distopías son avisos a
navegantes y es responsabilidad de todos trabajar para evitarlas.