26 ene 2013

El transporte urbano colectivo en Nueva York: del caballo al metro

Esquema con los diferentes sistemas de transporte urbano colectivo de Nueva York a lo largo de su historia.

Conforme Nueva York iba creciendo, y lo hacía de una forma muy acelerada, comenzaron a aparecer los problemas de desplazamiento dentro de la ciudad. Principalmente porque  las distancias se hicieron muy grandes y por la proliferación de vehículos de todo tipo que congestionaban las calles.
La gran mayoría de ciudadanos no contaban con vehículo propio y surgió la necesidad de un transporte urbano colectivo que les permitiera desplazarse con la mayor rapidez posible. Esto espoleó a los empresarios privados que vieron una interesante oportunidad de negocio.
En la actualidad estamos acostumbrados a que el transporte urbano sea gestionado (o concesionado) por el municipio, pero en muchos casos, y Nueva York se encuentra entre ellos, las primeras propuestas fueron realizadas por esa iniciativa privada. De hecho, en Nueva York,  durante el siglo XIX y hasta casi mediados del XX, la evolución del transporte en la ciudad fue consecuencia de una competencia empresarial que pugnaba por conseguir cuota de mercado. Pero un servicio tan esencial para el funcionamiento de la ciudad, no podía depender de los vaivenes económicos a los que suelen verse sometidas las empresas privadas. Y por eso, esas compañías acabarían siendo adquiridas por el municipio, pasando así el sector público a encargarse de la gestión integral del transporte urbano.
Por Nueva York circularían en diferentes épocas, coches y ferrocarriles tirados por caballos, tranvías eléctricos, máquinas de vapor o vehículos a motor, y utilizarían la superficie, el subsuelo o lo harían elevados por encima de las calles. Hoy el metro subterráneo y los autobuses en superficie (y los renovados tranvías en otros casos) protagonizan un transporte urbano colectivo que comenzó en diligencias tiradas por caballos.

19 ene 2013

Praga y la unidad de los fragmentos: cuatro ciudades en una.

Praga en 1858 según un plano alemán de la época, en el que se identifican los cuatro núcleos originales (AltStadt, Ciudad Vieja-Stare Mesto; NeuStadt, Ciudad Nueva-Nove Mesto; KleineSite, Barrio Pequeño-Mala Strana; Hradschin, Hradcany). En la Ciudad Vieja se identifica el barrio judío (JosefStadt).

Praga se sitúa en una de las principales encrucijadas de la Europa Central y, seguramente por ello, se ha visto zarandeada por las idas y venidas de la historia. Estos vaivenes fueron creando realidades contradictorias cuyo único punto en común era compartir el mismo espacio. El gran reto de Praga fue conseguir crear un ser unitario a partir de la composición de fragmentos muy distintos.
Y lograrlo es su gran triunfo. Porque Praga es una ciudad que, aunque nació de cuatro asentamientos muy diferentes, supo fundir sus distintos espacios.  Como también fusionó el tiempo, enlazando de forma inseparable  tiempos góticos con barrocos. Las escisiones también se manifestaron en su composición social (con elementos germánicos, eslavos ó judíos) y en su esencia religiosa (con católicos, protestantes ó hebreos) con enemigos irreconciliables que acabarían entendiéndose.
Praga también es un símbolo. Tantas veces quebrantada políticamente entre una realidad cruel y el deseo de unos habitantes que soñaban primaveras, allí nacieron el Golem del rabino Löw, el Gregorio Samsa de Kafka o los robots de Karel Capek, creaciones fantásticas en las que la materia inerte toma vida o en las que la materia vital sufre inexplicables metamorfosis.
Pero si las fracciones de Praga fueron capaces de articularse hasta formar una unidad, no fue sin sufrimiento.  Praga se ha formado desde las sombras, con oscuros procesos alquímicos capaces de unir elementos incompatibles, con dolor, con violencia, con crueldad. Y aunque ahora se muestre “dorada”, en una complaciente y radiante luminosidad, mucha sangre discurrió por sus calles.
Pero Praga siempre ha renacido de sus destrucciones para vivir nuevas vidas mostrando con orgullo las costuras de su cuerpo.

12 ene 2013

El Plan General de Madrid de 1997: un repaso de sus intenciones ante su próxima caducidad.

Imagen general del Plan General de Ordenación urbana de Madrid de 1997

El vigente Plan General de Ordenación Urbana de Madrid (PGOUM 1997) va a cumplir dieciséis años y, actualmente, se encuentra en un proceso de revisión que desembocará en el nuevo modelo para la ciudad de los próximos años.
Los gobiernos democráticos iniciales del Ayuntamiento de Madrid, de orientación socialista, alumbraron un primer modelo urbano que se aprobó en 1985. Desde 1991, con la transformación de las circunstancias socio-económicas y el cambio de orientación política de los regidores de Madrid (hacia el centro-derecha) este Plan sería duramente criticado. Entonces, arrancó la maquinaria encargada de sustituirlo y que acabaría definiendo otro modelo para el Madrid de comienzos del siglo XXI. Este nuevo Plan sería aprobado definitivamente en 1997.
Es, por tanto, un buen momento para revisar las intenciones con las que nació el Plan actual y contrastarlas con la realidad del 2013 que acaba de comenzar.

5 ene 2013

Los palacios urbanos de la alta burguesía en la Viena Imperial: 35 joyas en la Ringstrasse.

El Palais Erzherzog Wilhelm, en el tramo 1 de la Ringstrasse, frente al Stadtpark, es en la actualidad la sede de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo).

En la conformación de la identidad urbana intervienen múltiples factores, entre los que destaca la arquitectura. La singularidad de las edificaciones suele aportar un grado diferencial que proporciona a las ciudades una idiosincrasia especial. Si además estas construcciones generan un “tipo” que se repite a lo largo de la ciudad, la intensidad del mensaje transmitido es mucho mayor.
Los palacios urbanos son uno de esos modelos capaces de caracterizar el espíritu de una ciudad o de una zona de la misma. Por ejemplo, los palacios medievales de Toledo, los renacentistas de Florencia o los barrocos de Roma y Praga, proyectan una imagen reconocible de esas ciudades.
Viena tiene el privilegio de contar con un buen número de palacios urbanos (los Palais) construidos por una alta burguesía y una nobleza triunfante con fuertes deseos de representatividad.
La época imperial fue un periodo fecundo en la construcción de estas espectaculares residencias urbanas. Creados desde el historicismo ecléctico característico de la segunda mitad del siglo XIX, fueron el canto del cisne de una sociedad que iba a desaparecer. Los Palais serían su testimonio.
Presentamos las 35 joyas que se pueden encontrar a lo largo de la Ringstrasse vienesa, a modo de guía de viaje, con su localización, autoría y destino actual.