La ciudad
es una compleja mezcla entre lo objetivo y lo subjetivo. Es una noción difusa en la que se
mezclan realidades y fantasías, se combinan sensaciones y pensamientos, se
conjugan percepciones propias y ajenas, y que se nos ofrece con múltiples
apariencias. Las ciudades reales son interpretadas individualmente, sumando a
las impresiones directas un impreciso imaginario colectivo que se nutre de urbes
ficticias, teóricas, inventadas o imaginadas. Todas estas diferentes ciudades mentales conviven con nosotros,
formando un magma que condiciona nuestra comprensión del entorno.
Las Ciudades
Metafísicas de Giorgio De Chirico o las Ciudades Invisibles de Italo Calvino
forman parte de ese acervo cultural urbano. Tanto el pintor como el escritor eran
buscadores de esencias y los dos recalaron en la ciudad para obtenerlas, aunque
fuera en una ciudad irreal, onírica y poética. Ambos crearon ciudades mentales que se convertían en alegorías vitales,
porque los ambientes de De Chirico o las poéticas descripciones de Calvino son
territorios donde indagar acerca de nuestra alma.