El downtown de Chicago en primer término, destacando sobre
la inmensa cuadrícula de su trazado.
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Hay ciudades que destacan más allá de los datos de población
o ratios económicos que las han encumbrado a los puestos altos de las
jerarquías urbanas. Estas ciudades han logrado instalarse en un “Olimpo urbano”
que alberga a las urbes determinantes en el devenir histórico de nuestra
sociedad. Chicago es, sin duda, una de
estas ciudades especiales.
Chicago es
una ciudad relativamente joven (fue fundada en 1833), pero en su corta historia
ha acumulado méritos suficientes para ingresar en ese selecto club de ciudades
singulares. Para el acervo occidental, la sola evocación de la palabra “Chicago”
es capaz de sugerir múltiples escenarios: la ciudad del Jazz, el legendario
territorio de los gánsteres, el lugar donde nacieron los rascacielos, etc.
Pero, además, para muchos, representa la aplicación a la gran ciudad del
espíritu estadounidense y la concreción materialista del sueño americano.
También es una muestra increíble de resiliencia urbana, sobreponiéndose a las
desgracias y a los problemas con soluciones asombrosas, y es una ciudad
brillante e innovadora que se ha convertido en un referente cultural
internacional, especialmente en el campo de la arquitectura y de las ciencias
sociales.