En la Exposición Universal de Chicago
celebrada en 1893 se levantó un edificio que inicialmente estaba previsto para
la exhibición de ganado (de ahí su nombre, Live-Stock
Pavilion), pero que acogió otros usos, entre ellos algunos deportivos.
Aquella construcción recuperó e hibridó
tipologías casi olvidadas (como el estadio griego o el anfiteatro romano) y
supuso un primer paso hacia el modelo de escenario que caracterizaría al gran
encuentro deportivo periódico que arrancó durante esos mismos años: los Juegos
Olímpicos de la era moderna.
En aquella llamada “Ciudad Blanca” de
Chicago se produjo, aunque de forma inconsciente y rudimentaria, el
renacimiento del estadio. Tras diversos
e importantes ajustes realizados en otras citas (Atenas, París, St. Louis),
quince años después, otra exposición internacional también conocida como
“ciudad blanca”, aunque ocurrida esta vez en Londres, presentó el White City Stadium, que sería el auténtico embrión del futuro. Desde
aquel 1908, aun quedaría recorrido hasta fijar el modelo definitivo del estadio
olímpico moderno, pero ese edificio, hoy desaparecido, señaló el camino a
seguir.
En la Exposición Universal de Chicago
celebrada en 1893 se levantó un edificio que inicialmente estaba previsto para
la exhibición de ganado (de ahí su nombre, Live-Stock
Pavilion), pero que acogió otros usos, entre ellos algunos deportivos.
Aquella construcción recuperó e hibridó
tipologías casi olvidadas (como el estadio griego o el anfiteatro romano) y
supuso un primer paso hacia el modelo de escenario que caracterizaría al gran
encuentro deportivo periódico que arrancó durante esos mismos años: los Juegos
Olímpicos de la era moderna.
En aquella llamada “Ciudad Blanca” de
Chicago se produjo, aunque de forma inconsciente y rudimentaria, el
renacimiento del estadio. Tras diversos
e importantes ajustes realizados en otras citas (Atenas, París, St. Louis),
quince años después, otra exposición internacional también conocida como
“ciudad blanca”, aunque ocurrida esta vez en Londres, presentó el White City Stadium, que sería el auténtico embrión del futuro. Desde
aquel 1908, aun quedaría recorrido hasta fijar el modelo definitivo del estadio
olímpico moderno, pero ese edificio, hoy desaparecido, señaló el camino a
seguir.
La gestación fue larga, pero acabaría
produciendo uno de los iconos urbanos más importantes de la ciudad contemporánea.
La World´s Fair
de Chicago de 1893: la White City y
el Stock Pavilion.
La extraordinaria y rápida reconstrucción
de Chicago, tras el Gran Incendio de 1871, atrajo las miradas arquitectónicas y
urbanas del país. En ese contexto, la ciudad buscó trascender sus fronteras
aprovechando la oportunidad que le brindaba ser la sede de una celebración
internacional: el cuarto centenario del descubrimiento de América, que se iba a
conmemorar en 1892. Tras una intensa y ardua actividad política y empresarial frente
a otras ciudades candidatas, Chicago fue escogida para albergar la gran Exposición Universal Colombina (World's Columbian Exposition) que
continuaba la tradición que se había iniciado en Londres, en el año 1851.
Los trabajos comenzaron encargando al
reconocido paisajista Frederick Law Olmsted la selección de la ubicación
adecuada para el evento. Olmsted propuso la zona de Jackson Park, un lugar al sur de la ciudad, a la orilla del lago Michigan,
donde ya había trabajado antes, diseñando una ordenación en la que destacaban
las superficies acuáticas. Olmsted colaboraría con Daniel H. Burnham, uno de
los arquitectos más famosos de Chicago, a quien se le había encargado la misión
de comandar todo el proceso.
Burnham realizó la programación de los
trabajos, dirigió la elaboración del plan urbanístico y distribuyó los
edificios más importantes entre algunos de los arquitectos más relevantes del
momento, residentes principalmente en Nueva York, como Richard Morris Hunt, McKim,
Mead & White, George Brown Post, Charles Atwood, Peabody & Stearns, o Van
Brunt & Howe.
Toda la ciudad, encabezada por sus
políticos y los grupos financieros que fomentaron el proyecto, era consciente
de que se encontraba ante un acontecimiento cultural y económico de primer
nivel que podía dar un impulso definitivo a Chicago. La cita expositiva debería
servir para mostrar al mundo el prestigio de los Estados Unidos y su carácter
de vanguardia en la cultura urbana, además de consolidar a Chicago como su
“segunda ciudad” (tras Nueva York). Por eso, la feria era algo más que una
iniciativa comercial, y su escenario debería representarlo. Se aspiraba a crear
una propuesta urbana innovadora que anticipara el futuro de la planificación de
las ciudades, de sus espacios y de sus edificios. Los arquitectos fueron
exhortados para conseguir algo nuevo, algo que impresionara al mundo. El
análisis de las exposiciones anteriores fue un punto de partida. Sobre todo, de
la Exposición de 1889 de París, una referencia a la que miraban con admiración,
particularmente a su icónica Torre Eiffel,
destacada en el centro de una planta clásica rodeada de edificios de todos los
estilos.
Plano de la Exposición colombina de 1893 mostrando sus instalaciones y el Midway Plaisance (el rectángulo que sale hacia el oeste). El punto rosado señala la ubicación del Stock Pavilion.
|
En consecuencia, la exposición fue el
laboratorio desde el que Daniel H. Burnham, centrado en su nueva faceta de
urbanista (tras ser uno de los protagonistas de la “Escuela de Chicago” que construyó los primeros de los rascacielos),
lanzaría al mundo el movimiento de la “Ciudad
Bella”, la City Beautiful, que hundía
sus raíces en las ciudades europeas y que reclamaba una nueva forma de hacer
ciudad.
Finalmente, tras diversos avatares, la
exposición se celebró en 1893. El resultado propagandístico fue extraordinario y
tendría una importante influencia en las décadas posteriores.
Aquella “Ciudad Bella” recibió otro
apelativo que la identificó popularmente: la “ciudad blanca” (white city) debido al color de sus
edificios. El blanco era el color mayoritario de los enfoscados (hubo poca
piedra) que recibieron unos edificios neoclásicos y grandilocuentes, que
contrastaron radicalmente con la arquitectura habitual de la ciudad. Los
esfuerzos de iluminación nocturna (para favorecer el uso tras la caída del sol)
reafirmaron la etiqueta. El paisajismo, protagonizado por el agua y la
vegetación, completaría un escenario que asombró a propios y extraños.
Como sucedía en aquellas ferias
mundiales de finales del siglo XIX, además del contenido expositivo principal
que reflejaba los avances tecnológicos, había una gran variedad de atracciones para
el público visitante. En Chicago destacó el Midway Plaisance, un
espacio rectangular de una milla de longitud en el que se ofrecían entretenimientos
diversos (uno de los más exitosos fue la Ferris
Wheel, la noria de 80 metros de altura que sería uno de los iconos de la
feria) además de alguna muestra sorprendente, juegos extravagantes, e incluso
la posibilidad de disfrutar de comidas exóticas. Este espacio sigue teniendo
protagonismo en la ciudad actual (aunque conocido simplemente como el Midway) al formar parte del sistema
verde de Chicago, enlazando Washington
Park y Jackson Park.
Complementando a esa colección de
variados espectáculos hubo otro edificio que también presentó atracciones,
aunque de otro tipo. Ubicado en el límite meridional de la feria, detrás de los
grandes contenedores que albergaban la muestra mecánica y agrícola, el
denominado Live-Stock Pavilion estaba inicialmente previsto para la
exhibición de ganado (de ahí su nombre), pero acogió otros usos, desde
maniobras militares hasta demostraciones deportivas (como la presencia de
gimnastas alemanes) y alguna competición (desde fútbol a lacrosse, un deporte de moda en aquel tiempo).
Grabado y
fotografía de la época mostrando el exterior del Stock Pavilion.
|
El Stock
Pavilion (como sería denominado habitualmente) fue un híbrido entre el anfiteatro romano y el estadio griego, que recuperó unas tipologías
arquitectónicas olvidadas desde tiempos remotos y de las cuales solamente las
ruinas clásicas daban testimonio de su existencia (con la excepción de las
plazas de toros como únicas herederas). El nuevo edificio tomó de los anfiteatros
la volumetría, con graderíos envolviendo completamente la arena central, y su
vocación de lugar para espectáculos. Del segundo extrajo la proporción alargada,
su focalidad y su cometido vinculado a actividades deportivas. Construido con
madera y estuco, enlazaba con la interpretación del estadio realizado en el
imperio romano (en particular con el único estadio que tuvo Roma, el de
Domiciano, ubicado en la actual Piazza
Navona).
La arena de 400 pies de longitud (unos
120 metros) era el escenario central al que vertía un graderío de dos pisos con
capacidad para acoger hasta 15.000 espectadores. Aquel edificio sobrepasó su
destino inicial ganadero y se demostró como un buen escenario para las pruebas
deportivas, lo que le proporcionaría la relevancia necesaria para convertirse
en un nuevo comienzo tipológico como contenedor de reuniones multitudinarias de
asistentes a las competiciones.
Entre las ciudades blancas: del pasado hacia el futuro.
El Stock
Pavilion fue el primer edificio de nueva planta que recuperaba tipologías
olvidadas, pero no fue el único que miró a los antecedentes clásicos para crear
un escenario vinculado al deporte, aunque en Atenas más que innovación hubo
reconstrucción.
Allí no estaban en el “Nuevo Mundo”,
carente de referencias, sino en el viejo y disponían de numerosos ejemplos de
los grandes escenarios de la antigua Grecia, aunque estuvieran en estado de
ruina. El antiguo y decrépito estadio Panathinaikó
fue rehabilitado buscando ese enlace con el pasado mítico. Allí se celebrarían,
en 1896, los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna. Su gran mérito fue
ejercer de enlace a través de los siglos con una tradición abortada más de mil
años atrás. Pero esta importante cuestión simbólica no logró esconder sus
deficiencias para acoger muchas de las pruebas del deporte moderno. Su forma,
su proporción, o su funcionalidad no eran las más adecuadas y por eso, se hizo
necesario repensar su configuración de cara a la segunda cita que se produciría
cuatro años después. Hubo diferentes puntos de vista de partida, pero la
experiencia híbrida de Chicago, que mantenía el espíritu griego pasado por el
tamiz romano, se vio como una buena base para crear un nuevo tipo de edificio. Donde
sí hubo un acuerdo generalizado fue en mantener la simbólica denominación de
“estadio”, aunque el resultado formal no tuviera que ver con el tipo original.
El siguiente paso se dio en París en
el contexto de una nueva exposición universal. Hay que tener en cuenta que los
incipientes juegos todavía no tenían la fuerza suficiente para constituir un
evento único y tuvieron que ser apoyados desde aquellas muestras
internacionales. Por eso, París, que había sido seleccionada para albergar la Exposition Universelle de 1900, acogería
durante la feria la celebración de los Juegos de la Segunda Olimpiada.
Imagen aérea
del velódromo de Vincennes, que alojó varias disciplinas en los Juegos de la
Segunda Olimpiada e inspiró un cambio en las dimensiones de los estadios.
|
La nueva versión del estadio olímpico vino
impulsada por la consolidación de una nueva actividad, el ciclismo, que se
había convertido en el deporte rey en Francia. Para practicarlo, se habían
empezado a construir unos circuitos para los que la inspiración vino,
nuevamente, del pasado clásico, aunque en este caso de los hipódromos griegos y
de los circos romanos. Los denominados velódromos
recogieron aquel legado ampliando su anchura para adaptarla a los giros de las bicicletas
y mejorar su rendimiento en las carreras. En 1896, en el Bois de Vincennes, se levantó el que sería el velódromo de referencia
y que acogería buena parte de las disciplinas de aquellos Juegos de 1900. El
aumento de anchura tuvo una feliz consecuencia: el espacio central podría
acoger un campo de futbol, deporte incipiente en aquellos años, aunque con una
proyección extraordinaria. No obstante, las pruebas de atletismo se celebraron
en la pista “Croix-Catelan” que
poseía el Racing Club de France en el
Bois de Boulogne (un óvalo de 500
metros al que se le adosaron unas modestas gradas provisionales de madera en la
recta)
Otra propuesta se produjo al año
siguiente en los Estados Unidos. Estaba asociada también a una exposición, que
en este caso reunía a países americanos en Buffalo (la Exposición Panamericana,
Pan-American
Exposition, de 1901). El denominado Stadium
sería el escenario de funciones variadas (como simulaciones de batallas históricas),
y también ofrecería demostraciones deportivas, aunque sin vinculación con el
mundo olímpico y sus disciplinas. Las gradas, con una capacidad para 12.000
espectadores, adoptaban una forma de “U” sin cerrar, recordando los precedentes
clásicos, pero aportando bastante ampulosidad arquitectónica, sobre todo en los
accesos. En su interior se desarrolló una pista de un cuarto de milla (unos 400
metros) que tenía la forma de rectángulo alargado con sus lados pequeños
sustituidos por semicírculos, indicando el trazado que se acabaría imponiendo
en el futuro.
La hibridación entre terreno de juego
central y perímetro para la velocidad que se propuso en París creó escuela. No
obstante, en la siguiente experiencia, ocurrida en St. Louis, Missouri, Estados
Unidos (donde se celebraron en 1904 tanto la Exposición Universal
correspondiente como los terceros Juegos Olímpicos), hubo cambios, porque la
pista de velocidad acogería solamente carreras humanas y el campo central sería
polideportivo, incluyendo el atletismo. El nuevo estadio, construido en 1902 en
el campus de la Washington University,
sería el primero realizado en hormigón armado y acabaría siendo bautizado como Francis Fields, en homenaje a David
Rowland Francis, el político que impulsó la candidatura de St. Louis para ambos
eventos. La amplitud del nuevo espacio y la moderada expectativa de público
hizo que el graderío perimetral quedara limitado a una construcción lateral cubierta
parcialmente. Eso era algo que procedía de los primeros estadios de fútbol y de
beisbol, que contaban solamente con una pequeña grada de tribuna que resultaba
suficiente para acoger al público.
Todo estaba preparado para establecer una
nueva síntesis que llegaría en Londres en 1908 con los Juegos de la IV
Olimpiada, cuyo estadio señalaría la senda que habría que recorrer en el
futuro.
Londres, 1908: la White
City y el Stadium.
Londres fue el primer lugar donde se
celebró una exposición universal. La gran feria de las naciones de 1851 inauguró
una práctica que acabaría siendo periódica y que tendría multitud de réplicas
de menor escala, con exhibiciones bilaterales entre dos países o muestras
interregionales en las que se unía el espíritu comercial con el afán de
demostrar el poderío económico y tecnológico alcanzado por los intervinientes.
Tras Londres, otras ciudades sirvieron de escenario para aquellas muestras
internacionales (particularmente París, que acaparó las de 1855, 1867, 1878,
1889 y 1900).
Londres sentía que había perdido el
paso, especialmente frente a la capital francesa. Y por eso organizó una gran
exhibición franco-británica que ocurriría en Londres en 1908. La capital del
Reino Unido intentaba recuperar protagonismo. La cita no tenía el carácter de
exposición universal, pero recibiría notoriedad al acoger simultáneamente los Juegos
de la IV Olimpiada que debían celebrarse ese año. La ciudad inicialmente
escogida había sido Roma, pero la erupción del Vesubio que afectó a Nápoles
requirió la atención exclusiva (y la financiación) obligando a Roma a renunciar
a la organización del evento. Londres se ofreció como escenario y con los dos acontecimientos
volvió a sentir esa sensación de ser el foco de atracción de todas las miradas
internacionales.
Plano de
Londres en 1841. El área rosada (a la izquierda) indica la situación de
Shepherd’s Bush, la zona donde se levantaría la “White City” en las, entonces, afueras
de la capital británica.
|
Ahora bien, su propuesta escenográfica
debía estar a la altura de las circunstancias y por eso se seleccionó un lugar
apropiado en las,
entonces, afueras de la capital británica. El solar lo formaban eran unos
campos de labranza situados en Shepherd’s
Bush, al oeste de North Kensington
y Notting Hill. Allí se levantaría un
escenario fastuoso que, aunque sería inicialmente identificado como Shepherd’s Bush Exhibition, acabaría reconocido
popularmente como la “Ciudad Blanca” (White
City), debido al mármol blanco que revestía los diferentes pabellones. El
estadio que se construyó también supuso un hito, especialmente para la sociedad
londinense debido a que su escala era algo inédito en la capital británica.
Imágenes de la
época de la exposición Franco-británica del 1908 que dio origen a la
denominación de “ciudad blanca” para la zona.
|
Las construcciones, tanto expositivas
como deportivas, perduraron algún tiempo. Por la parte de expositiva, la “White City” sería utilizada para otras muestras
posteriores hasta el año 1914 (1909, Imperial
International Exhibition; 1910, Japan-British
Exhibition; 1912, Latin-British
Exhibition; 1914, Anglo-American
Exhibition). La interrupción provocada por la Primera Guerra Mundial
precipitaría su abandono y su consiguiente deterioro. Finalmente, las
edificaciones irían siendo demolidas para dar paso a los desarrollos
residenciales que existen en la actualidad (solamente queda algún mínimo
testimonio).
Postal de 1908
y planta del gran estadio de la “ciudad blanca” londinense.
|
Por su parte, el Great Stadium Shepherd’s Bush, que sería bautizado finalmente como White
City Stadium, marcaría un hito en la gestación de los estadios
modernos. Estaba situado al noreste del ámbito, con una capacidad de 66.000
espectadores. La pista de atletismo, formada por las dos rectas y los dos
semicírculos, ya canónicos, tenía un recorrido de un tercio de milla
(aproximadamente 535 metros) y estaba rodeada por un velódromo. En el terreno
central (de algo más de 200 metros en el eje mayor por unos 90 de ancho) se
dispuso también una gran piscina de 100 metros de largo y 15 de ancho, junto a
una de las rectas de la pista atlética.
El nuevo estadio olímpico asombró a
los visitantes y las competiciones olímpicas fueron una atracción más de la
exposición, aunque parece que su éxito fue moderado. Tras los Juegos, seguiría
en uso esporádicamente, acogiendo desde pruebas atléticas hasta carreras de
galgos, siendo utilizado también como campo de fútbol. De hecho, albergó los
campeonatos de atletismo amateur entre 1932 y 1970 y fue una de las sedes de la
copa mundial de fútbol de 1966. Su existencia se truncó debido a las
necesidades de la BBC (British
Broadcasting Corporation, la compañía pública de radio y televisión del
Reino Unido) que se había ubicado en la zona desde los años cincuenta. La
ampliación de las instalaciones de la cadena, que requerían una superficie
considerable, provocó el derribo del estadio en 1985.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
urban.networks.blog@gmail.com