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28 oct 2011

Modernidad, Postmodernidad y Sobremodernidad

Si hay una idea que caracteriza a la Modernidad, ésta es la idea de “Progreso”, noción que indica una evolución hacia un destino predeterminado. Esto supone que cada etapa es mejor que la anterior, y por eso el progreso se opone al estancamiento y a la regresión hacia épocas anteriores. Se fundamenta en la esperanza, implica al tiempo, y menosprecia el pasado para reivindicar un futuro mejor.
La crisis de esta idea puso en marcha su contestación. Postmodernidad o Sobremodernidad son algunas de las propuestas.
La Modernidad partió de la constante progresión de la Ciencia, la Técnica y, en definitiva del bienestar humano. Pero más allá de lo material, que fue su impulso inicial, pronto se asentó en un conjunto de creencias fuertemente arraigadas sobre el valor del individuo y sus posibilidades. Necesitó mitos ideológicos nuevos que justificaran el plano espiritual y dieran sentido a los avances hacia un ideal de perfección futura. Con la idea de progreso, la utopía se consideraba alcanzable y en su persecución se fundamentó todo el sentido de la Historia.
La Razón, se convirtió en motor y conductor, anulando los mitos del pasado y fragmentando los colectivos originando individuos desagregados y libres, aparentemente.
El Pensamiento Moderno
Descubrir un mundo desconocido (el continente americano), re-iniciar la cultura en el Renacimiento o reformular la religión (reforma protestante) son las bases sobre las que se comenzará a construir un “nuevo mundo”.
La ciencia aportará los cimientos que serán finalmente recogidos por el pensamiento a partir del siglo XVIII, cuando se comienza a definir un “Pensamiento Moderno”.
El Pensamiento Moderno se basará en dos tesis: la tesis del Sujeto forjando seres individuales más allá de las masas clasificadas de épocas anteriores y la tesis de la Historia con la que se da un sentido al discurrir de los acontecimientos humanos. Todo ello desembocará en la noción de Progreso hacia un determinado fin.
Y este objetivo marcará los criterios sobre lo que impulsa o lo que estorba en ese discurrir orientado. Con ello nace el discurso de la modernidad, en el que grandes relatos darán sentido a la vida, ocultando o haciendo desaparecer cualquier intento de diversificar la línea troncal de los acontecimientos.
La construcción de un Pensamiento Moderno arranca en Descartes y su llamada a la Razón  y va tomando cuerpo hasta que adquiere entidad desde Kant a Hegel. Es la Ilustración la que definirá finalmente una forma de pensar que se distingue claramente de los postulados de una antigüedad claramente rechazada.
El “edificio intelectual” del pensamiento moderno va matizándose hasta constituir un cuerpo que tendrá el canto del cisne en los planteamientos lógicos de principios del siglo XX. Pero en ellos mismos, empieza a advertirse una cierta deriva decadente que culmina con las propuestas nihilistas del existencialismo que llevan hacia un callejón sin salida.
A partir de ellas, surge como reacción un conjunto de ideas más preocupadas por la metodología que por el contenido, como los estructuralistas y sus epígonos franceses, que replantearan la forma de pensar occidental dando paso a algo que tiene que ver más con un estilo, una condición que con una teoría formulada.
Postmodernidades, contra un Pensamiento Moderno
La idea de Progreso, surgida en el siglo XVIII, sostenida sin oposición hasta mediados del siglo XX, comienza a desaparecer a partir de la Segunda Guerra Mundial. Fue entonces, a partir del desencanto generado por el fracaso de los mitos del futuro, cuando comenzó a cuestionarse el Progreso,
La noción de postmodernidad surgió de la crisis de la idea moderna y pretendía aglutinar esa nueva visión crítica sobre el pensamiento moderno. La postmodernidad atacará el discurso moderno, monolítico y orientado, planteando un relativismo que desembocará en la subjetividad de las interpretaciones. Esto se mostrará en la filosofía y también en el arte, que ironizará sobre el discurso de las vanguardias intentando derribar los valores que las crearon.
Además, la consecución de algunas metas, lleva a algún pensador (Fukuyama) a decretar el “fin de la historia”, entendida no como fin de los eventos sino como final de la historia de las ideas, dado que todo parece desembocar final y definitivamente en una economía de mercado y una democracia generalizada.
Tres pensadores destacan en el enfrentamiento a la modernidad:
Jean-François Lyotard (1924-1998) comenzó poniendo en cuestión los “metarrelatos”, los grandes discursos que intentan dar un sentido a la marcha de la historia, como son el cristianismo, el marxismo o el capitalismo entre otros. Proponía un discurso experimental, desprovisto de excesivos intereses por la verdad, ya que consideraba que la época de las grandes verdades había pasado, arrastrada por el fracaso práctico de esos grandes planteamientos. La posmodernidad no trata de proponer un sistema alternativo.. El criterio actual es tecnológico y no el juicio sobre lo verdadero y lo justo. Lyotard defendía la pluralidad cultural y la riqueza de la diversidad.
Jürgen Habermas (1929), se orienta hacia la construcción de una teoría social adaptada a los tiempos actuales y plantea la postmodernidad como una antimodernidad. Se rebela contra la rigidez moderna que asume un credo y rechaza todo lo que no se ajusta a sus indicaciones. Habermas reivindica la diversidad y la subjetividad fundamentando las bases de un nuevo pensamiento en la dispersión producida, enfrentada a la línea a seguir marcada por la modernidad.
Sobre estas bases establece también Gianni Vattimo (1936) su discurso, oponiéndose a la inflexibilidad de “lo moderno”, que presenta concepciones unívocas, grandes verdades que crean modelos cerrados. Contra ello postula la tolerancia y la diversidad que lleva desde un “pensamiento fuerte” con una cosmovisión muy perfilada a un “pensamiento débil”. El resquebrajamiento del “edificio” moderno ha sido provocado en gran parte por el desarrollo de los medios y la tecnología de la comunicación, que han propiciado la presencia de realidades ocultas durante la modernidad.
Sobremodernidad, la Modernidad en exceso
Marc Augé (1935) propone el término Sobremodernidad como sustitución de la Modernidad, pero no por rechazo, sino por todo lo contrario, por exceso.
Para ello, su reflexión profundiza en tres movimientos complementarios que, sin ser distintos, privilegian determinados puntos de vista:
El primero enfatiza el TIEMPO analizando el paso de la Modernidad a la Sobremodernidad
El segundo enfatiza el ESPACIO y analiza el paso de los Lugares a los No-Lugares
El tercero enfatiza la IMAGEN y analiza el paso de lo Real a lo Virtual
TIEMPO y ESPACIO han sido las coordenadas que han definido nuestra realidad. Pero ha surgido entre ambos un híbrido, la IMAGEN, capaz de suplantarlos y por lo tanto de crear una realidad paralela.
El paso de la Modernidad a la Sobremodernidad
El Tiempo es la Historia y se percibe en el discurrir de acontecimientos. La repetición anula el tiempo. La Modernidad creó un nuevo escenario, el histórico, en el que el tiempo se orientaba alejándose del estancamiento cíclico para emprender un recorrido lineal hacia delante.
Y la Historia se asentaba en la existencia de individuos frente a colectivos, capaces de descubrir y crear acontecimientos novedosos (inventos o hechos) y del conocimiento del mundo geográfico.
Augé reniega de los análisis que proclaman el fin de la Modernidad y propugna un pensamiento inverso. No es el fin de la Modernidad sino todo lo contrario, es la multiplicación y aceleración de los factores constitutivos de la misma. Este exceso de Modernidad determinado por la superabundancia de causas le lleva a proponer un neologismo para identificar la época: la Sobremodernidad.
Y la define a partir de tres excesos.
El primero, relacionado con la superabundancia de acontecimientos que llega a cada uno de nosotros a través de un exceso de información. Esto ocasiona una uniformidad en nuestra evaluación de eventos muy diferentes y obliga a una capacidad de olvido rápido de los mismos. (La Modernidad creó la historia como discurso y basada en los acontecimientos).
El segundo, se relaciona con la superabundancia espacial, surgida como consecuencia de la velocidad de los medios de transporte y las tecnologías de la comunicación que han “achicado” el planeta y posibilitado recorrerlo. (La Modernidad derribo fronteras y puso en contacto civilizaciones).
El tercero es el exceso de individualización. Se individualizan las referencias, es decir, las interpretaciones individuales frente a los sentidos definidos por los grupos. Los medios de comunicación suplantan a los “cuerpos intermedios” responsables del “nexo social” (escuelas, sindicatos, familia, etc.). Esto genera en los individuos, pasividad, soledad e individualización. (La Modernidad creo al individuo, razonable y libre, frente a los miembros indiferenciados de ciertos grupos sociales).
El paso de los Lugares a los No-lugares
Un segundo movimiento paralelo al anterior es el paso de los Lugares a los No-lugares.
El Lugar es un espacio fuertemente simbolizado. Los No-lugares son los espacios donde esta lectura no es posible. Son cada vez más numerosos y responden a espacios de circulación, de consumo o de comunicación.
El paso de lo Real a lo Virtual
La realidad muta con el tiempo y el espacio, pero la aparición de lo virtual no habla de transformaciones sino de suplantaciones. No es lo mismo ficción que virtualidad.
Las imágenes percibidas (sobre todo por la televisión) igualan acontecimientos, igualan personas y hace incierta la distinción entre lo real y la ficción.
Se está produciendo una sustitución de la realidad por la imagen. Augé cree que es en la imagen donde se encuentra el desafío esencial de nuestro futuro.

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