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30 jun 2012

Itinerarios para una Arquitectura del Paisaje. (III.5. Plantas y Espacio, acercamiento al potencial paisajístico y espacial de las plantas)


 “Itinerarios para una Arquitectura del Paisaje” ofrece los contenidos principales de la asignatura que fue impartida en la Escuela de Arquitectura de la Universidad CEU San Pablo de Madrid por José Antonio Blasco y Carlos Martínez-Arrarás. El índice del contenido, que sirve de clave para su ordenación, se actualiza conforme se van incluyendo capítulos nuevos.
En esta entrega (III.5. Plantas y Espacio) se profundiza en el potencial paisajístico y espacial de las plantas, como complemento a los aspectos morfológicos presentados en el capítulo III.3.

III.5. Plantas y Espacio, acercamiento al potencial paisajístico y espacial de las plantas.
Esta sesión es una iniciación a la capacidad espacial de las plantas, tomando como base los aspectos morfológicos presentados en el capítulo III.3. Las imágenes siguientes pretenden sugerir los cometidos principales con un cierto carácter conceptual, que será complementado en futuras sesiones dedicadas a presentar especies adecuadas para cada una de las misiones asignadas y a analizar ejemplos concretos de paisajistas reconocidos.
Partiendo de la clasificación en tres niveles de ajardinamiento, presentada en la sesión sobre taxonomía desde criterios paisajísticos (III.2.), se enumeran las misiones fundamentales de las plantas para la conformación espacial.
Las imágenes son una selección que muestra los planteamientos espaciales esenciales. Las leyes compositivas de los espacios arquitectónicos y urbanos tienen plena validez con las plantas, que se convierten en un nuevo “material” para la generación de espacios.
Nivel 1 (hierbas y plantas)
El estrato inferior agrupa a las especies sin porte o porte bajo, concretamente las hierbas y plantas (con o sin flores). La misión fundamental de este  nivel es el tratamiento de superficies. En este sentido, podemos hablar de jardinería horizontal (suelos) y vertical (muros-vallas).
Aunque generalmente la jardinería de superficies se centra en cuestiones de revestimiento y composición de las mismas, las especies de menor porte también pueden tener misiones más “técnicas”, como la sujeción de tierras (particularmente en terrenos con pendiente).
Las composiciones ofrecen un amplio catálogo de posibilidades. Los tratamientos pueden ir desde lo abstracto, con ejemplos como praderas de césped o trepadoras en vallas y fachadas; hasta lo concreto, con un alto contenido pictórico, encontrando casos como los parterres de flores ó los jardines verticales.
Así pues las tareas principales son:
·         revestimiento
·         composición de superficies
·         sujeción de tierras
Los criterios de utilización atienden fundamentalmente a la valoración de texturas y colores.
Si hablamos de jardinería horizontal, es decir del revestimiento de suelos, deben considerarse, en primer lugar, los aspectos funcionales derivados de si son superficies transitables o simplemente actúan como acompañamiento o exposición. Estas decisiones son determinantes. También es relevante la relación con el resto de pavimentaciones (tierra, piedra, madera, cerámica, continuos, etc.) y el mobiliario.
Son muy habituales las propuestas con especies cespitosas o con plantas tapizantes (del tipo cobertoras o rastreras), y cada vez más, con gramíneas. Cada caso presenta circunstancias muy diferentes (por ejemplo en cuanto consumo de agua, o aptitudes del espacio). La jardinería más convencional suele proponer superficies de césped como plano base sobre la que destacar plantas de flor de temporada en arriates o borduras que aportan juegos de color (al margen de otros juegos espaciales con arbustos y árboles).
La jardinería vertical se orienta hacia el mismo objetivo cobertor (en este caso de paredes, pilares o vallas). Las plantas denominadas trepadoras (o enredaderas) protagonizan estas propuestas, aunque también puedan servir algunas especies tapizantes. La actuación en muros o pérgolas permiten muchas opciones de modificación del espacio arquitectónico (con los posibles juegos de color, cambios estacionales, creación de sombras, etc.)
En los últimos años, se están ampliando las propuestas más tradicionales con muestras como los jardines verticales (en la línea de las realizaciones de Patrick Blanc), o con la integración de elementos verdes en la constitución de fachadas arquitectónicas (como reguladores térmicos por ejemplo).
También hay casos de jardines singulares que, basados en las plantas de este primer nivel de ajardinamiento, tienen sus propias claves (desde jardines acuáticos, de hierbas, hortícolas o incluso dedicados a especies concretas como los cactus).
Nivel 2 (arbustos)
Este estrato recoge las especies de porte medio (vegetación arbustiva) y su misión fundamental  es crear planos o, simplemente, sugerirlos. Los arbustos, en esta línea de estructuración espacial, pueden:

·         delimitar espacios de una manera más o menos rotunda,
·         modelar visualmente el relieve, o
·         protagonizar espacios (focalizaciones).  
En cualquier caso, estas directrices no agotan las posibilidades paisajísticas de los arbustos.
Las delimitaciones y envolventes espaciales suelen constituirse con arbustos de hoja perenne, para garantizar su función durante todo el año. Las funciones limitadoras tienen diferentes grados según el tamaño de las especies. Pueden ser simplemente direccionales, marcando un determinado recorrido a través de borduras, pueden insistir en este aspecto remarcando además una determinada perspectiva visual, o puede ser auténticos elementos de conformación espacial, creando “muros” vegetales y configurando recintos. En estos casos, los setos y pantallas, permiten en función de tamaños, espesores o especies elegidas, ofrecer protección con diferentes grados y objetivos (visual, acústica, cortavientos e incluso defensiva con setos espinosos). Las leyes de la composición arquitectónica son una base para la conformación de setos.
Una clasificación habitual es la siguiente:
  • bordura                40 cm.        (define el espacio pero no aísla visualmente)
  •  seto bajo              70 cm.         (define y separa)
  •  seto medio           120 cm.      (aísla visualmente estando sentado, aporta sensación de seguridad)
  • seto alto               180 cm.      (aislamiento total)
  • pantallas             300 cm.      (aislamiento total, envolventes)

Los arbustos tienen una gran capacidad de modelado de terrenos. La plantación de masas arbustivas posibilita acentuar o amortiguar diferencias de cota, pudiendo modificar los relieves percibidos y corregir visualmente los niveles del suelo. 
La Topiaria es una técnica jardinera que proporciona una determinada forma a los arbustos (e incluso en ocasiones a los árboles) a través de la poda selectiva. Es, en cierto modo, la consideración de estas plantas como material de base para esculpir. Estamos acostumbrados al recorte de setos como topiaria convencional, pero hay todo un campo expresivo (topiaria ornamental) que, a veces, ofrece ejemplos muy polémicos, al forzar a las especies vegetales a convertirse en caricaturas escultóricas.
Ornamentalmente, los arbustos pueden aportar una gran riqueza visual: por su forma, natural o forzada por la topiaria; por su follaje; por la floración, o por la presencia de frutos de color que pueden resultar decorativos. Esto les otorga una gran capacidad de focalización (pudiendo estructurar composiciones más amplias), bien como ejemplares aislados o bien formando conjuntos. El atractivo suele reforzarse gracias a los cambios temporales que experimentan advirtiendo del momento del año en que se encuentran.
Nivel 3 (árboles)
El estrato superior trabaja con las especies de porte alto, es decir, los árboles. Su misión fundamental es la de crear espacios. Los árboles son elementos arquitectónicos de primer orden para el paisaje ocupándose de:
·         estructurar espacios (recintos, recorridos, cubiertas, etc.)
·         delimitación
·         focalización
Al igual que el nivel anterior, los árboles también cumplen un papel ornamental, en el que se trabaja con una mayor dependencia del carácter de la hoja (persistente o caduca) y de las transformaciones que conllevan los crecimientos y sus tamaños finales. También hay que considerar el potencial escultórico de algunas especies y, por supuesto, temas como texturas, colores, etc.
Al margen de las consideraciones morfológicas, los arboles también se convierten en fuente de aromas y sonidos, en reguladores térmicos, tamizadores de luz ó pulmones urbanos. Pero también hay que conjugar sus riesgos (afecciones respiratorias de algunas especies, compatibilidades con infraestructuras, adaptabilidades a medios, etc.). Con todo ello pueden aportar nuevas claves a los espacios.
La capacidad estructural de los árboles y su extraordinaria presencia los lleva a convertirse, por lo general, en protagonistas de los espacios donde su ubican. El valor “columnar” de los troncos o de su porte, especialmente enfatizado en algunas especies, los ha llevado a ser el acompañamiento habitual de recorridos y paseos. El deseo de refuerzo de perspectivas lleva, en ocasiones, a acudir a la topiaria para potenciar la direccionalidad de las alineaciones (aunque esto solo es posible en determinadas especies).
Los paseos arbolados pueden formalizar auténticos salones urbanos, en los que los árboles llegan a ofrecer un techo que, a modo de pérgola, protege al viandante (del sol, de la lluvia, etc.). Precisamente, esta capacidad tridimensional para generar techos y cubiertas, permite utilizarlos para crear auténticas salas hipóstilas.
La gran variedad de especies, con diferencias morfológicas, de foliación, floración o frutos, genera un amplio catálogo de portes, texturas y colores, ofreciendo su capacidad, tanto para focalizar la atención de una composición, como para establecer fondos sobre los que destacar otros elementos u ocultar vistas indeseadas.

En general, es imprescindible conocer la idiosincrasia de cada especie.

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