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8 dic 2012

Madrid, la utopía real. Barcelona, la realidad ficticia. Actitudes para el fin del siglo XIX (Paralelismos y Divergencias entre Madrid y Barcelona, 7)

A la izquierda, imagen de la Expo 1888 de Barcelona, una realidad ficticia. A la derecha, una de las ofertas residenciales de la Ciudad Lineal de Madrid, una utopía que se convirtió en realidad.

El final del siglo XIX se debate entre la realidad y la utopía. En aquellos tiempos, se estaba constatando la desaparición definitiva de un mundo que quedaba atrás gracias a las revoluciones políticas e industriales, y se comenzaba a entrever un orden nuevo, imprevisible, que abría expectativas extraordinarias.
La realidad ofrecía caras diversas que iban desde la dulzura aparente de la imagen ofrecida por una burguesía prospera  y encantada de su escalada social, hasta la crudeza descarnada que se reflejaba en una nueva clase proletaria que luchaba por sobrevivir. Madrid y Barcelona contaban con ambos ingredientes pero los interpretaron de forma diferente.
Barcelona priorizaba la cara amable del triunfo burgués escenificándolo a través del Modernismo, y se entregaba optimista a la creación de un escenario ficticio (la Exposición Universal de 1888) donde representar su ascenso al Olimpo Urbano.
Madrid, sin una burguesía tan aparente, padecía las consecuencias de una inmigración descontrolada y, huyendo de sí misma, inventaba una utopía urbana que llegaría a convertirse en real, la Ciudad Lineal, un modelo de hábitat alternativo que había ideado Arturo Soria.


Actitudes “fin de siglo” (Utopías reales y realidades ficticias)
El final del siglo XIX español fue una época contradictoria. Tras revoluciones y experiencias republicanas, con la restauración monárquica (1874) comenzó un periodo bastante estable políticamente. Pero bajo esa apariencia, subyacían fuertes tensiones sociales y contrastes sorprendentes como la convivencia entre un gran florecimiento cultural y una decadencia cada vez más evidente (identificada con el año 1898).
Madrid y Barcelona, en ese final de siglo, contaban con un Casco Histórico inadecuado y pendiente de reformas estructurales, con un Ensanche que encontraba dificultades para su desarrollo y con un extrarradio espontáneo, especialmente relevante en el caso de la capital. La emigración rural hacia las ciudades era cada vez más mayor, y éstas, se veían incapaces de alojar dignamente a esas masas inmigrantes. Surgió el problema de la “vivienda obrera” que alimentaba la creciente tensión social entre una burguesía con elevadas aspiraciones y la emergente clase proletaria que reivindicaba sus derechos.
Pero ambas ciudades interpretaron la realidad de forma diferente.
Barcelona había logrado una base industrial importante y de ella había surgido una alta burguesía deseosa de representar su triunfo, una clase social que bailaba valses en los salones de los grandes edificios que estaban levantando. Barcelona, reconciliada con la realidad, inicia uno de sus periodos más esplendorosos, el modernismo, que supondrá una cierta “edad de oro” y llegará a convertirse en la imagen de la ciudad actual.
El modernismo fue el vehículo para expresar el sueño colectivo de esa ambiciosa élite que, para mejorar su posicionamiento internacional, también construyó un decorado de película, una realidad que resultará ficticia pero efectiva: La Exposición Universal de 1888. Fue entonces cuando Barcelona descubrió el poder de los grandes eventos como catalizadores de las transformaciones urbanas.
Las circunstancias de Madrid eran muy diferentes. No había logrado consolidar una clase social similar y, además era la capital del país, lo que la convertía en el escenario donde se magnificaban dramáticamente todas las problemáticas.
Pero de la dura realidad madrileña emergerá una utopía que buscaba transformar el modo de habitar de las personas. Una utopía que trascenderá pronto los límites de la ciudad para convertirse en una referencia del urbanismo internacional: la Ciudad Lineal.
Uno de sus grandes valores es que no se quedó en el papel, sino que esa utopía fue capaz de convertirse en realidad, superando muchas dificultades y adaptaciones, para  mostrar al mundo una innovadora visión. La Ciudad Lineal madrileña tuvo un promotor: Arturo Soria, que fue un personaje extraordinario cuyo legado ya ha sido tratado en este blog: La Ciudad Lineal no existe (pero sí el legado de Arturo Soria) y que se ha convertido en un referente ideológico de la historia internacional del urbanismo.

La Exposición Universal de 1888 de Barcelona y su repercusión urbana (planteamientos desde la realidad “ficticia”)
La Ciudadela, problema y oportunidad.
Barcelona. La trama punteada expresa la extensión de la Ciudadela. La trama negra los edificios derribados del Barrio de la Ribera.
La Guerra de Sucesión española, que enfrentó a principios del siglo XVIII a los partidarios de Felipe de Borbón con los del Archiduque Carlos de Austria, tuvo importantes consecuencias negativas para Barcelona, ya que apoyó con fervor al candidato derrotado. La fuerte resistencia que ofreció la ciudad contra el vencedor Felipe V fue una de las causas que llevaron al rey Borbón a decretar la construcción de una ciudadela militar que estaría dotada de un destacamento para garantizar el orden y el control de los ciudadanos.  Tras realizar numerosos derribos de viviendas populares en el barrio de la Ribera, entre 1716 y 1718 se construyó la gran fortaleza, siguiendo el diseño del ingeniero militar Joris Prosper Van Verboom.
La aparición de la Ciudadela supuso un trauma para la ciudad. Obligó a la demolición de una parte muy arraigada y extensa del tejido urbano histórico, dejando a miles de ciudadanos sin casa y sin compensación alguna (unos 4.500) y, además, su imponente presencia era el recuerdo permanente de la derrota sufrida. Pronto se convirtió, para muchos ciudadanos, en un símbolo de opresión.
Finalmente tras la revolución de 1868, se consiguió el derribo definitivo de la fortificación, respetándose únicamente tres edificios: la capilla (hoy Parroquia Castrense), el palacio del gobernador (actual IES Verdaguer) y el arsenal (convertido en sede del Parlamento de Cataluña).
Barcelona: Superposición entre la trama de la Ciudadela y el Parque.
El espacio baldío fue recuperado como parque para la ciudad gracias a su elección para albergar la Exposición Universal de 1888.

La Exposición Universal de 1888.
La celebración de muestras internacionales para presentar los logros tecnológicos alcanzados, comenzó en Londres, con la  Exposición Universal de 1851. Desde entonces se habían celebrado varias en diferentes ciudades. Estas exposiciones fueron una gran estrategia de visibilidad para las ciudades que las acogían y por eso fueron deseadas por algunas ciudades “segundas” que buscaban reivindicarse. Así Bruselas en 1882, Amsterdam y Niza  en 1883 o Amberes en 1885 habían podido mostrar al mundo occidental su capacidad organizativa y, además, pusieron en marcha importantes operaciones de su desarrollo urbano. Amsterdam se abrió al mar a través del eje del rio Ij o Amberes logró demoler su ciudadela en la parte sur de la ciudad.
Se era muy consciente de que la celebración de un evento de tanta repercusión ofrecía una doble ventaja: una tenía carácter externo, ya que posicionaba a la ciudad en el panorama de las grandes urbes mejorando sus posibilidades comerciales y políticas; y la otra era interna, ya que catalizaba procesos de transformación urbana de la ciudad, que sin ese impulso serían lentos o incluso imposibles. Además, la ciudad recibía el apoyo financiero del Estado, e incluso, si se recibía una afluencia masiva de visitantes se podría ganar dinero, recuperando la inversión (hecho poco habitual de todas formas).
Plano de la Exposición Universal de 1888 de Barcelona.
La iniciativa de la Exposición fue privada pero no tuvo la fuerza necesaria hasta que el Ayuntamiento se implicó de lleno, consciente de que los empresarios no serían capaces de culminar con éxito una operación de esa envergadura, comprometiendo el prestigio de la ciudad. El entonces alcalde de la ciudad, Francesc Rius i Taulet se puso al frente del grupo impulsor, implicando también a diferentes poderes de la ciudad y recabando el apoyo de la Corona. Este hecho modificó radicalmente el  proyecto inicial dándole un enfoque más ambicioso. La rapidez de su ejecución, realizando un alarde organizativo, fue un escaparate excepcional sobre las capacidades de Barcelona.
Para su ubicación se escogieron los terrenos ocupados anteriormente por la Ciudadela. El espacio se transformaría en un gran parque que alojaría temporalmente a los pabellones de los países participantes para consolidarse, tras la muestra, como el mayor espacio verde de la ciudad. El proyecto corrió a cargo de Josep Fontseré.
El Arco de Triunfo y el antiguo restaurante de la Exposición Universal de 1888.
Un gran Arco de Triunfo proyectado por Josep Vilaseca daba acceso al recinto de la Exposición. El Arco, de 30 metros diseñado siguiendo el estilo neomudéjar y con aportaciones de diferentes escultores, es una de las obras que se conservan de aquel evento. También permanece el restaurante proyectado por Lluís Domènech i Montaner (conocido como Castell dels Tres Dragons que actualmente, tras el traslado del Museo de Zoología, alberga instalaciones científicas del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona,). Tras el Arco se abría el Salón de San Juan (actual Paseo Lluís Companys) que se prolongaba estructurando el interior del parque dirigiendo los flujos hacia el centro de la Exposición (la plaza sobre el antiguo patio de armas de la Ciudadela) donde se encontraba el principal edificio de la muestra, el Palacio de la Industria.
El impulso urbano de la Exposición se notaría más allá de su recinto con operaciones como la urbanización del frente marítimo entre la Ciudadela y las Ramblas (Paseo de Colón con la instalación del Monumento a Colón, y el  Moll de la Fusta), la articulación con el Barrio de la Ribera con nuevas viviendas o la construcción del Mercado del Born.
Con la celebración de esta Exposición, Barcelona comprendería el poder de los grandes eventos para impulsar las transformaciones urbanas utilizando esta estrategia en el futuro con gran inteligencia (Exposición de 1929, Juegos Olímpicos de 1992, Fórum de las Culturas 2004)

La “Ciudad Lineal” de Madrid: la alternativa urbana de Arturo Soria (planteamientos desde la utopía “realizable”)
Arturo Soria (1844-1920) fue un personaje polifacético, político, empresario, intelectual, inventor, escritor, periodista, cuyas reflexiones le acercaron al urbanismo. En 1892, Arturo Soria propone su idea de Ciudad Lineal como alternativa a la existente. “Es mejor hacer una  ciudad nueva que remendar una vieja” llegó a decir.
Es una de las aportaciones más destacadas del urbanismo español al corpus teórico internacional, que tuvo gran predicamento entre los funcionalistas que surgirían años más tarde. Rivalizó con la propuesta anglosajona sobre la Ciudad Jardín que Ebenezer Howard realizó en 1898.
La disposición lineal no era una novedad en la ciudad pero lo que si resultó innovador, fue hacerlo con racionalidad, de forma planificada, partiendo de una reflexión sobre las necesidades de la sociedad. La Ciudad Lineal se fundamenta en el transporte y las comunicaciones que sugieren su formalización, pero es también una propuesta ideológica, eliminando la noción de centro para pasar a ser una estructura policéntrica o proponiendo la convivencia entre sus ciudadanos (de diferentes clases sociales) eliminando la segregación de la ciudad antigua.
La Ciudad Lineal aspiraba a convertirse en una fórmula para “colonizar el mundo” ya que las líneas urbanas (que podrían conectar Cádiz y San Petesburgo como dijo Soria) podrían tramar el territorio de forma que los vértices fueran las ciudades “viejas” (las invertebradas) y los lados, las ciudades lineales (vertebradas). La propuesta para Madrid proponía la limitación de la “ciudad vieja” y el crecimiento urbano a través una Ciudad Lineal que conectaría los municipios satélites de la capital.
La idea básica es un eje o calle principal recorrido por un medio colectivo de transporte (ferrocarril o tranvía). Su anchura era de 40 metros y su longitud ilimitada. A lo largo del eje se iban disponiendo las manzanas (de 300 m. de longitud y 200 m. de anchura), separadas por ejes transversales de 20 m. de anchura. Las grandes manzanas resultantes se dividían en lotes para acoger tipologías variadas. Se proponían desde grandes parcelas frente al eje principal hasta medianas en los ejes laterales y pequeñas en la parte trasera.
Sobre estas parcelas, en función de su superficie, se levantarían edificaciones (con edificabilidad y ocupación limitada) acordes al poder adquisitivo de cada propietario. La tipología arquitectónica no era el tema prioritario para Soria, para quien era más importante la estructura urbana. Trabajando con arquitectos preocupados por las viviendas sociales llegó a ofrecer un catálogo de soluciones arquitectónicas para cada usuario. Las parcelas fueron ocupadas por casas unifamiliares aisladas de dos o tres alturas con una ocupación reducida (el 20% de la parcela) y que deberían respetar unos retranqueos a la calle. “Para cada familia, una casa; en cada casa, una huerta y un jardín” era uno de los lemas publicitarios de la ciudad lineal.
El centro de las grandes manzanas se reservaba para equipamientos o espacios de actividades productivas. Algunas de las manzanas también podrían ser utilizadas completamente para equipamientos de infraestructuras, de ocio, de servicio. La línea-eje principal era el soporte racional desde el que se distribuirían los suministros (agua, luz) y el de contendría servicios como kioscos de venta de productos.
Esquema genérico de grandes manzanas de la Ciudad Lineal. En el centro el gran eje principal.
Arturo Soria realizó una crítica profunda a Madrid, describiéndola como una ciudad muy insatisfactoria y sobre esa base propuso su alternativa. Uno de los grandes valores de la Ciudad Lineal es que no quedó en un planteamiento teórico, Arturo Soria llevó a cabo su idea. Fundó la Compañía Madrileña de Urbanización (C.M.U.) y adquirió unos terrenos fuera del término municipal de aquel Madrid, más allá del Arroyo Abroñigal (lo que lo alejaba de sus gobernantes y reglamentaciones y también de los altos precios del suelo). Allí marcó el eje de su Ciudad Lineal sobre, aproximadamente, el camino de la cuerda (línea de cumbrera de la divisoria entre la vertiente del Jarama y del Abroñigal).
El primer proyecto presentado (aprobado en 1894) formalizaba un eje de 5.200 metros de longitud y 40 metros de anchura.
Tipologías diversas para cada clase social. A la derecha las modestísimas viviendas para obreros.
A pesar de un cierto éxito inicial, la Ciudad Lineal tuvo problemas económicos en su desarrollo. Entre las causas que los propiciaron puede encontrase en primer lugar, la situación. Su ubicación, más allá de la vertiente este del Arroyo Abroñigal fue inicialmente una ventaja pero se convirtió en un grave inconveniente como consecuencia del altísimo coste de ejecución de las infraestructuras. Además hay que tener en cuenta el hecho de que la lejanía y el tener que traspasar el Arroyo Abroñigal (difícil en aquel entonces) no fue bien recibido por la ciudadanía. En segundo lugar pudo resultar perjudicada por la proximidad de zonas obreras que presentaban alta tensión y que produjo rechazo en la clase media y media alta que era la principal destinataria de la promoción. Una tercera causa pudo ser la preferencia de esta burguesía por los parques urbanizados que se están construyendo siguiendo la idea de ciudad jardín en las inmediaciones de la gran ciudad.
En 1914 la Compañía Madrileña de Urbanización suspendería pagos, muriendo su fundador en 1920. Pese a todo, la construcción de la Ciudad Lineal continuó y aunque en la actualidad la arquitectura original prácticamente no existe, la calle Arturo Soria sigue dando testimonio de ella.

La serie sobre los Paralelismos y Divergencias entre Madrid y Barcelona cuenta con las siguientes entradas:

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