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15 jun 2013

El Cairo, la ciudad que se movía como las dunas en el desierto.

El Cairo. A la derecha, las colinas de Mokattam y al fondo la Ciudadela.
El Cairo tiene una historia urbana muy particular. Su aparente caos tiene mucho que ver con el peculiar proceso de formación de la ciudad. El Cairo antiguo es un puzzle de piezas urbanas muy diversas que encajan con dificultad, porque, mientras que la mayoría de las ciudades evolucionaron referenciadas a un núcleo original que mantenía su papel central, en la capital egipcia se rechazaban las poblaciones preexistentes, sucediéndose diferentes fundaciones urbanas, a las que se trasladaba el centro neurálgico.
Cada nueva fundación, respondía a los criterios y aspiraciones de quienes tomaban el poder. Lo curioso es que los sucesivos asentamientos se situaban contiguos al anterior, aunque sin solaparse, siguiendo, en dirección norte, el “pasillo” geográfico que limitaban el río Nilo por el oeste y las colinas de Mokattam por el este. Así, El Cairo antiguo fue moviéndose como una duna en el desierto.
Cuando finalmente la ciudad se estabilizó (y dejó de ser esa sorprendente sucesión de ciudades “móviles”) fue “recolonizando” los  lugares ocupados anteriormente, aprovechando sus trazas y edificaciones principales, que fueron incorporados para formar el casco histórico que hoy conocemos.


El solar de El Cairo: un lugar estratégico con una topografía singular.
El territorio en el que se levanta El Cairo es estratégico y por eso fue una ubicación privilegiada desde la antigüedad. Allí finaliza el curso medio del rio Nilo y comienza  el extenso delta que se forma en su desembocadura. Era, por tanto, el punto de articulación entre el Alto y el Bajo Egipto y desde él se podían gobernar los dos mundos del antiguo imperio.
Pero aparte de estas conexiones norte-sur, esa localización también permitía controlar las rutas comerciales entre el este y el oeste, rutas que comunicaban el norte mediterráneo de África con el mundo del próximo oriente a través de la península del Sinaí. Tanto las caravanas que transportaban mercancías como los ejércitos que buscaban conquistas pasaban por ese lugar.
Y, además, la extraordinaria fertilidad de la región aportaba recursos más que suficientes.
En ese territorio se fundó, hacia el año 3.050 a.C., Menfis, la ciudad que sería la capital del Antiguo Egipto durante muchos siglos (se encontraba a unos 29 kilómetros al suroeste del actual Cairo). Finalmente, Menfis perdió su privilegio tras la fundación de Alejandría que la relevó como ciudad principal del país. La histórica capital fue decayendo hasta ser definitivamente abandonada en el año 641 (y sus materiales utilizados en la construcción del incipiente El Cairo). Menfis no fue la única ciudad fundada por los egipcios en esa atractiva región: Gizeh, a unos 20 kilómetros, también en el suroeste (hoy está integrada en El Cairo) o Heliópolis a unos 14 kilómetros en dirección noreste, son las más relevantes.
Además de esas consideraciones estratégicas, el solar de El Cairo es una localización geográfica especial, ya que configuraba un “pasillo” que estaba delimitado por el oeste por el rio Nilo, cuyas riberas se encontraban mucho más al este que las actuales, y tenía como límite oriental las abruptas laderas de las colinas de Mokattam.
La peculiar evolución urbana de El Cairo antiguo se manifiesta en la fundación sucesiva de ciudades que evitaban a las anteriores desplazándose por el corredor que dejaban los dos accidentes geográficos, en una carrera hacia el norte que recuerda el movimiento de una duna en el desierto.
Desde el primer asentamiento persa y romano en la denominada fortaleza de Babilonia en el sur del solar comentado, hasta la fundación final de Al-Qahira, fueron naciendo, muriendo y resucitando diferentes asentamientos que otorgaron un carácter muy singular al casco antiguo del Cairo.
A la izquierda, esquema con la ubicación de las ciudades sucesivas que avanzaban hacia el norte por el “corredor” topográfico. A la derecha, esquema del periodo “bicefálico” entre Al-Fustat y Al-Qahira.

El origen de la “duna móvil”: la Fortaleza romana de Babilonia y la ciudad judeocristiana (116-641)
La elección de ese lugar concreto correspondió a los persas, que se habían hecho con el control de Egipto. Apreciando su valor estratégico, lo escogieron para ubicar una fortaleza aunque finalmente acabó abandonada y en ruinas hacia el siglo IV a.C.
Por eso, el primer asentamiento importante, la “primera duna” fue levantada por los romanos.
En el año 116, el emperador Trajano ordenó el construir una fortaleza en la misma localización que habían seleccionado los persas varios siglos atrás, cerca del canal faraónico que conectaba el rio Nilo con el Mar Rojo. Esta fortaleza romana fue conocida como “Babilonia”, denominación que, según los historiadores, surgió como deformación del nombre anterior,.
Este campamento militar fue a la postre el origen del primer asentamiento civil, ya que en su alrededor surgieron los primeros barrios residenciales, que se fueron consolidando a su vera en torno al siglo IV. El primer núcleo alojaba a una comunidad cristiana, que allí se denominaron coptos (parece que esta denominación podría surgir de la deformación árabe de la palabra griega "Aigyptos," que a su vez podría ser una corrupción de Hikaptah, uno de los nombres de la ciudad de Menfis). También surgió un importante barrio judío.
El actual Barrio Copto, con sus iglesias y sinagogas, da testimonio de aquellos primeros pobladores, porque además de las ruinas de la fortaleza romana, se encuentran, entre otras, la Iglesia Colgante, el templo cristiano más antiguo de la ciudad, la iglesia de San Sergio, o la iglesia y monasterio de San Jorge, así como la sinagoga Ben-Ezra.
La tranquila existencia de aquel Viejo Cairo, integrado dentro del imperio bizantino, iba a verse perturbada por los hechos que estaban gestando en la península arábiga a principios del siglo VII.

El sur del Cairo antiguo, con los restos de la Fortaleza de Babilonia, el Barrio Copto y la gran mezquita de Amr. (la línea de puntos indica la ubicación aproximada de la ribera del Nilo en aquellos tiempos).
El “primer movimiento”de la “duna”: Al-Fustat (641-750/905-969)
La tradición musulmana fija en el año 610 la revelación que tuvo Mahoma y que impulsó al profeta a iniciar una nueva religión y a la creación del nuevo estado árabe. En el momento de su muerte, en 632, Mahoma había logrado unificar toda la península arábiga. Sus sucesores comenzarían la expansión conquistando nuevos territorios y en el año 639, los musulmanes aparecieron en Egipto.
La conquista fue rápida. Las fuerzas bizantinas de Alejandría capitularon y los egipcios no opusieron mucha resistencia. Egipto cayó bajo el control de los árabes en solo dos años. Los árabes también fueron sensibles al valor estratégico de la ubicación de la Fortaleza de Babilonia ya que instalaron a su lado el campamento base para la conquista del país. Tras consolidar la ocupación, el general conquistador Amr Ibn Al-As, que se convertiría en el primer gobernante árabe de Egipto, decidió fundar una nueva ciudad que recibiría el nombre de Al-Fustat (ó simplemente Fustat)
Al-Fustat significa en árabe “el campamento” haciendo referencia a su origen. Corría el año 641 y la “duna cairota” realizaba su primer movimiento. Olvidando las preexistencias romanas y judeocristianas, el nuevo núcleo urbano se trasladó hacia el norte, siguiendo el “pasillo” topográfico entre el rio y las colinas.
Amr Ibn Al-As determinó los límites de esa ciudad-cuartel y nueva capital del territorio del Egipto musulmán y distribuyó los terrenos entre sus capitanes para que éstos a su vez repartieran diferentes lotes entre los soldados que servían a sus órdenes.
En Fustat se levantó la primera mezquita del continente africano (la Mezquita de Amr, de la que actualmente no se conserva ningún resto original debido a sus múltiples remodelaciones). La nueva ciudad se convertiría en la capital del nuevo territorio musulmán. Actualmente, junto al Barrio Copto, esta inmensa mezquita forma el Viejo Cairo.
Al-Fustat fue la capital de Egipto durante casi doscientos años, aunque en dos periodos,  ya que a pesar de perder esa condición en el año 750 a favor de Al-Askar y Al-Qattai, la destrucción de esta última en 905 supuso la recuperación de ese estatus que le duró hasta la fundación de Al-Qahira (969).

El “segundo movimiento” de la “duna”: Al-Askar (750-868)
En el año 750 se produjo la caída de la dinastía de los Omeyas que habían gobernado el imperio musulmán prácticamente desde sus orígenes. La nueva dinastía, los abasíes, modificaron costumbres anteriores y una de sus decisiones fue el traslado de la capital desde Damasco a Bagdad (el único Omeya que sobrevivió, Abd al-Rahman, huyó a occidente, terminando en Al-Andalus, donde instauró un nuevo Califato con capital en Córdoba)
Los abasíes también decidieron desplazar la capitalidad egipcia desde Al-Fustat a una nueva ciudad que debía fundarse para que sirviera de sede para sus representantes en Egipto. El gobernador Suleiman comenzó su construcción al norte de Al-Fustat, contigua pero sin superponerse. El nuevo asentamiento se denominó Al-Askar (El ejército) y su trazado en retícula ortogonal recordaba la distribución de los campamentos militares.
Al-Askar decaería cuando perdió su condición de capital, quedando actualmente pocos restos del asentamiento original.

El “tercer movimiento” de la “duna”: Al-Qatai (868-905)
En el año 868, Egipto se rebeló contra los califas abasíes y declaró su independencia. El instigador de la rebelión fue Ahmad Ibn Tulún, fundador de la dinastía de los Tuluníes. Egipto recuperaba una independencia que no disfrutaba desde la época Ptolemaica.
También Ibn Tulún decidió crear su ciudad para lo cual se alejó de las anteriores y fundó Al-Qatai. Nuevamente, la urbanización se desplazó hacia el norte, quedando la ciudad recién fundada contigua a las anteriores.
Al-Qatai significa “los lotes” debido al sistema empleado para distribuir los solares de la nueva ciudad.
En el año 905, el Califa abasí envió sus tropas contra Egipto, logrando finalmente el control de la capital y del territorio, que perdió nuevamente su independencia. Al-Qatai fue destruida, excepto la gran mezquita levantada por Ibn Tulún que se conserva actualmente como la más antigua en estado original. La capitalidad volvió a la antigua Al-Fustat y los abasíes colocaron como gobernadores de la región recuperada a la dinastía de los ijsidas.
La calle Al-Moez una de los ejes principales de la antigua Al-Qahira.

El “cuarto movimiento” de la “duna”: Al-Qahira (969-1250)
En el año 969 una nueva dinastía subió al poder en Egipto: los fatimíes. El califato fatimí dominaba el occidente musulmán desde el año 909, cuando instauraron su reino (Ifriqiya) que seguía los preceptos del chiísmo (enfrentados al sunismo de los califas abasíes). Originarios de Túnez, comenzaron a expandir sus territorios, enviando a Egipto tropas al mando del general Jawhar al-Siqilli. Los ejércitos fatimíes derrotaron a los abasíes (y a sus delegados ijsidas) y se hicieron con el control del territorio sumándolo a Ifriqiya. Comenzaba una nueva era para Egipto.
En ese mismo año 969, el conquistador Jawhar fundó una nueva ciudad, Al-Qahira, nuevamente al norte de la anterior Al-Qatai, que había sido destruida años atrás. En 971, el califa fatimí decidió trasladar la capital de su reino, desde Al-Mansuriya, en Túnez,  a la nueva ciudad egipcia, cambiando el centro de gravedad del Califato.
Al-Qahira significa “la victoriosa” y con este nombre advertía de que iba a ser el último de los traslados de los asentamientos cairotas. De hecho, la denominación “El Cairo” deriva directamente de  Al-Qahira.
Se produjo entonces una situación bicefálica, porque mientras que Al-Qahira era la sede para el Califa y su corte y la residencia del ejército, Al-Fustat mantenía su liderazgo económico y administrativo. Entre ambas quedaba el vacío de las ruinas de Al-Askar y Al-Qatai.
Un hecho trascendental para la solución de esa competencia urbana, sucedió en 1168, cuando el visir Shawar tomó la decisión de incendiar Al-Fustat para evitar que cayera en manos de los ejércitos cruzados cristianos. Esta circunstancia puso en franquicia el futuro de Al-Qahira.

Imagen de la Ciudadela del Cairo hacia 1800.
Una “duna” particular: la Ciudadela
La dinastía fatimí terminó en 1171 con la muerte del último califa, Al-Adid. Entonces, Saladino (el legendario caudillo musulmán protagonista de la mítica Tercera Cruzada) recuperó Egipto para el Califato abasí, retornando a la rama suní del Islam (los fatimíes eran chiitas). Saladino se convirtió en Sultán de Egipto, iniciando la dinastía ayubí que duró hasta 1250 cuando fueron derrocados por los mamelucos.
En 1176, en una zona elevada de las colinas de Mokattam, levantó la Ciudadela, la última pieza del Cairo antiguo. La Ciudadela, una fortaleza imponente situada entre Al-Fustat y Al-Qahira, fue la residencia de los gobernantes de Egipto desde Saladino hasta Mehmet Alí en el siglo XIX (la Ciudadela no dejó de ser la sede del gobierno hasta que el Jedive Ismail se trasladó al nuevo Palacio Abdin, en la década de 1860). Mehmet Alí amplió el recinto de la Ciudadela y la dotó de nuevos y espectaculares edificios como la Mezquita de Alabastro o la mezquita de Muhammad Alí.

La particular evolución urbana de El Cairo antiguo, esa “duna móvil”, se estabilizó definitivamente con la llegada de la dinastía de los mamelucos (que gobernarían desde 1250 hasta 1517, cuando caerían ante la conquista otomana). Desde entonces, el crecimiento de la ciudad se realizó a partir de Al-Qahira, recuperando las ubicaciones anteriores en un desarrollo que la llevó, a finales del siglo XIII, a ser una de las ciudades más pobladas del mundo. Esta nueva evolución es conocida como El Cairo Islámico, frente al Viejo Cairo que recoge el Barrio Copto y los restos de la antigua Fustat.

Desde entonces su historia responderá a otras claves, como por ejemplo los desplazamientos de la ribera del Nilo, tan determinantes en la construcción del Cairo Moderno.

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