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9 nov 2013

Los Elefantes Blancos en las ciudades y el caso del Cuartel del Conde Duque en Madrid (2, Entorno Urbano).

El entorno del Conde Duque es el triángulo formado por la calle Alberto Aguilera, que discurre por el norte con dirección este-oeste;  la calle San Bernardo, que es su límite oriental marcando la dirección norte-sur;  y la calle Princesa (junto a la parte final de la Gran Vía) que lo cierra por el oeste.
En la caracterización como “elefante blanco” del edificio Conde Duque de Madrid, tiene mucho que ver su compleja inserción urbana, que ha sido y es un hándicap importante para su desarrollo y proyección como centro cultural metropolitano.
Para conocer las circunstancias que lo envuelven examinaremos su entorno próximo. El Conde Duque es el emblema de un “triángulo urbano” delimitado por tres importantes vías madrileñas: la calle San Bernardo, la calle Alberto Aguilera y la calle Princesa (con la parte final de la Gran Vía).
En este segundo artículo nos aproximaremos a las claves de la formación del barrio que explican su particular idiosincrasia, así como a los principales espacios urbanos que lo componen. Dejaremos para una tercera entrega el acercamiento arquitectónico.

Antiguamente, el sector noroeste del casco histórico madrileño carecía de la importancia urbana actual.
Su ascensión comenzó en el siglo XIX, con la construcción de los contiguos Ensanches de Argüelles y Castro (sector Chamberí). En el siglo XX, la ubicación de la Ciudad Universitaria madrileña reforzó su consideración, pero, sobre todo, su papel se consolidó a partir de que el Plan General de Ordenación de Madrid aprobado en 1946 (conocido como Plan Bidagor) modificara los accesos tradicionales a la capital y marcara esta zona como punto de conexión con la nueva carretera Nacional VI, que comunicaría el centro del país con las regiones noroccidentales de la península. Desde entonces, su status urbano adquirió gran relevancia incrementándose también al ubicarse allí uno de los principales puntos de intercambio de transporte (Intercambiador de Moncloa).
Antes de tan trascendentales transformaciones en la estructura urbana de Madrid, el barrio se encontraba más cercano a la idea de “fondo de saco”. Tanto la puerta de San Joaquín (posteriormente San Bernardino) como la del Conde (finalmente Conde-Duque) eran accesos  secundarios a la Villa (las conexiones con el noroeste y con el norte se realizaban desde otras puertas). Esa situación, alejada de las circulaciones principales de la ciudad, dejaba al barrio un tanto marginado respecto de la intensa vida de la Villa.
El “triángulo” según el plano de 1656 realizado por Pedro de Texeira. El cuartel del Conde Duque todavía no estaba construido.
Sobre esa base, la construcción del Cuartel del Conde Duque marcaría definitivamente el rumbo de la evolución urbana de la zona. Situado en el centro del “triángulo”, el inmenso edificio se convirtió en una barrera que dividió el barrio en dos partes radicalmente distintas y atrajo usos institucionales y militares, poco dados a fomentar la vida a su alrededor, ocultándolo todavía más.
El edificio era un gigante autista que no se relacionaba con su entorno. Su escala y la falta de articulación con su contexto, lo convirtió en un “cuerpo extraño” que no dialogaba ni con el modesto barrio residencial vecino ni se relacionaba con los usos institucionales ubicados a sus espaldas.
El “triángulo” según el plano de 1769 realizado por Antonio Espinosa de los Monteros, con el cuartel del Conde Duque ya presente.
Paradójicamente, la posterior potenciación de la calle Princesa y del Paseo de Areneros (hoy Alberto Aguilera), y la elevación del rango urbano de la zona Moncloa-Argüelles aumentó el aislamiento del interior del “triángulo” que parecía una “isla” dentro de la ciudad. Las intensas corrientes de estas vías perimetrales relegaron todavía más a un interior lastrado por su topografía de acusadas pendientes, por la estrechez de su trama residencial y, desde luego, por la presencia de los usos militares que eran refractarios a la vida urbana en su entorno. También actuó en detrimento del barrio del Conde Duque, la pujanza de los nuevos ensanches que nacieron a su lado y que fueron los destinatarios de la creciente actividad urbana.
Todavía en el siglo XXI, el interior del barrio del Conde Duque sigue manteniendo unas altas dosis de “invisibilidad” para el resto de la ciudad, lo cual es un hándicap importante para que este “elefante blanco” pierda su negativa etiqueta.

Los tres lados del triángulo: calle Princesa, calle Alberto Aguilera y calle San Bernardo.
Cada una de las tres calles que definen el triángulo, cuentan con su particular historia. Por el norte, la calle Alberto Aguilera era uno de los tradicionales (y desaparecidos) “bulevares” de la ciudad. El recorrido noroeste-sureste está determinado por la calle Princesa, una vía conformada en el siglo XIX, además de por la Plaza de España y la parte final de la Gran Vía (ambas definidas en el siglo XX). El tercer lado lo delimita la calle de San Bernardo, la más antigua de las tres, que surgió como consolidación de un camino medieval que conectaba Madrid con el pueblo de Fuencarral.

El “triángulo” según el plano de 1872 realizado por Ibáñez Ibero. Desde nuestra actualidad, llama especialmente la atención el desaparecido Barrio de Pozas (el triángulo de la equina noroccidental) y la ausencia de la Gran Vía-Plaza de España por el sureste.
Calle San Bernardo
El camino que llegaba desde el norte de la península, en su aproximación a Madrid se bifurcaba en dirección a la Puerta de Fuencarral y la Puerta de los Pozos de la Nieve (esta división se producía en el punto donde actualmente se encuentra la Glorieta de Quevedo). La primera de ellas daba acceso a la calle de San Bernardo que se adentraba hacia la Plaza de Santo Domingo. La segunda, la Puerta de los Pozos de la Nieve, conectaba con la calle Fuencarral y llegaba al centro neurálgico de la capital, la Puerta del Sol. Por esta razón, este último itinerario tuvo una importancia mayor en la jerarquía urbana madrileña.
Inicialmente, por ser el camino que conducía hasta el pueblo de Fuencarral, la calle de San Bernardo era conocida como calle de “Fuencarral baja” (Foncaral tal como recoge el plano de De Witt de 1635). Posteriormente, pasaría a llamarse “de los convalecientes de San Bernardo” (como consta en el Texeira en 1656). Este nombre surgió debido al Hospital de Convalecientes que hubo en la esquina que formaba la calle con la actual Antonio Grilo. Este edificio acabó alojando el Convento de Santa Ana dirigido por monjes cistercienses de San Bernardo y sería derribado en 1846 como consecuencia de las medidas desamortizadoras de 1836. La calle cambió de nuevo su nombre denominándose “Ancha de San Bernardo” y en un último bautismo, quedó simplemente como calle de San Bernardo.
La calle fue la vía principal del noroeste madrileño del Madrid antiguo, hecho que sería refrendado por los numerosos edificios públicos que la eligieron como ubicación. La calle acoge iglesias como la de Montserrat, conventos como el de las Salesas Nuevas, palacios como el Bauer, el Parcent o el de la Marquesa de Sonora, y grandes equipamientos públicos como el edificio de la Universidad Central.
A pesar de tan ilustre nómina arquitectónica, la calle de San Bernardo no se encuentra en su mejor momento. Su pendiente y la progresiva estrechez de la calle conforme se acerca al Centro, que dificultan el tráfico rodado, o la infrautilización y decadencia de algunos de sus edificios, son algunos de los argumentos que juegan en su contra.

Calle Alberto Aguilera
La muralla que se levantó en Madrid en 1625 era más bien un conjunto de cercas que limitaban la ciudad administra y fiscalmente, aprovechando, en muchas ocasiones, tapias de huertos preexistentes o muros de viviendas a los que se obligaba al cegado de puertas y ventanas. Por estas causas, su trazado era muy irregular y sufrió constantes modificaciones, realineaciones y reformas para mejorar su falta de calidad general.
Por el norte, como era habitual, fue consolidándose un camino de ronda, que unía exteriormente las diferentes puertas de la ciudad, aunque en este caso presentaba un tortuoso trazado que seguía la irregular muralla. Con el tiempo, y principalmente gracias a las reformas emprendidas en tiempos del rey Carlos III, como las nuevas puertas de Alcalá o San Vicente, o los paseos de ronda, rectilíneos y arbolados, la muralla fue mejorando y, en algunos tramos, trasladada acoplándose a esos nuevos paseos.
Estas rondas, acabarían consolidándose tras el derribo de la muralla como “bulevares”. El primero de ellos, que unía la Puerta de Fuencarral con la de San Bernardino, fue denominado Paseo de Areneros ya que se iniciaba en lo alto de la “Cuesta de Areneros” (actual calle del Marqués de Urquijo) que comunicaba con el rio Manzanares a través de un camino de fuertes pendientes. La denominación arenenos no está clara, hay investigadores que defienden que era una corrupción lingüística de harineros, debido al molino que se encontraba en la orilla del rio.
La calle cambió de nombre para ser dedicada a Alberto Aguilera, alcalde madrileño y ministro de la Gobernación de España. El bulevar, con su paseo central arbolado, sería finalmente fagocitado por la intensa red de circulación madrileña, convirtiéndose en una vía esencialmente dedicada al tráfico rodado, dejando una mínima y testimonial mediana central con un discreto arbolado.

Calle Princesa (y Plaza de España / tercer tramo de la Gran Vía)
La calle Princesa no existía, al menos con el trazado actual, hasta las reformas realizadas a mediados del siglo XIX debido a la construcción del nuevo Ensanche de Arguelles.
El acceso a la ciudad desde la puerta de San Joaquín-San Bernardino serpenteaba levemente hasta llegar a la antigua Plaza de los Afligidos, un punto nodal importante para el barrio. Desde allí se bifurcaba y seguía hacia el sur por la calle del Pardo-Leganitos y hacia el este por la calle de San Joaquín (actual calle de San Bernardino).
La construcción de la primera fase del Ensanche de Arguelles (entre las actuales calles Quintana y Ventura Rodriguez) produjo la alineación de la calle Princesa. Pero la vía no iba más allá por ninguno de sus lados. Años después, las siguientes fases de ese Ensanche prolongaron la nueva vía hacia el exterior y ya en el siglo XX, gracias a complejos trabajos de nivelación topográfica se conectaría con la Plaza de España.
La calle Princesa y la Plaza de España estaban conectadas con dificultad debido a una loma que las separaba. Desde la calle Princesa, se ascendía a la Plaza de los Afligidos y desde ese lugar elevado partía la calle Leganitos hacia la Plaza de España. La conexión era más directa por la calle Duque de Osuna, pero su estrechez y fuerte pendiente dificultaba enormemente el tráfico por ella.
Imagen de Madrid en 1947. Se observa la parte sur del entorno. Llaman la atención el Palacio de Liria (que solo mantenía sus fachadas) y los solares vacíos del Edificio España y de la Torre de Madrid, que todavía no habían sido construidos.
La finalización de la Gran Vía en 1932 y la creación de la Plaza de España (posibilitada gracias el derribo del Cuartel de San Gil en 1911) pusieron en marcha la remodelación del encuentro de  la calle Princesa con la plaza, pero no fue hasta el final de la Guerra Civil cuando pudo acometerse. El proyecto fue realizado por el ingeniero municipal Mariano García Loygorri. Tras los importantes desmontes realizados, la antigua Plaza de los Afligidos, rebautizada como Plaza de Cristino Martos, vería reducida su extensión y rebajado su papel urbano al quedar marginada en lo alto de la antigua loma. Para conectarla con la calle Princesa se construyó una escalinata de acceso diseñada por el arquitecto municipal Luis Pérez-Mínguez.
Las obras de nivelación de la calle Princesa. Al fondo, el final de la Gran Vía.
Los trabajos finalizaron en 1948, otorgando a este eje urbano (Princesa-Gran Vía) una importancia jerárquica de primer orden en la estructura madrileña.

La formación del barrio del Conde Duque
La formación urbana del interior del “triángulo” estuvo, en primer lugar, muy condicionada por su topografía. Los bulevares (calle Alberto Aguilera) son un punto alto mientras que la Plaza de España se encuentra en una cota muy inferior, evidenciada por las fuertes pendientes de calles como Mártires de Alcalá ó Amaniel.
Pero la intervención decisiva para la estructura urbana de la zona fue la implantación del Cuartel del Conde Duque, que supuso un obstáculo insalvable para el desarrollo convencional que se podía suponer a partir del plano de Texeira (1656).
Con esa presencia se fue conformando un barrio de “doble cara”, mostrando dos partes bien diferenciadas separadas por la mole del Conde Duque, charnela y barrera que las separa.
Geometrización del entorno analizado, en el que se aprecian claramente las diferencias estructurales entre el sector occidental y el oriental que quedan separados por el Cuartel del Conde Duque.
El sector oriental
La parte oriental del barrio, la que va desde el Conde Duque hasta la calle San Bernardo, es la más antigua y ofrece un carácter eminentemente residencial, con una estructura que, en cierto modo, es continuidad de la del barrio de Malasaña.
También este sector oriental presenta dos zonas: la más antigua y tradicional, al norte de la línea marcada por la calle de San Bernardino y el lado meridional de la gran manzana de la Universidad; y al sur de este eje, un área muy transformada por diversas intervenciones urbanas.
La subzona septentrional, presenta una trama densa y abigarrada, con calles estrechas y en general poco articuladas, que sufren, además, las consecuencias de una topografía adversa. Es un barrio íntimo, con pocos espacios públicos y una limitada vida comercial. La calle Amaniel es el eje norte-sur que lo vertebra y va encontrándose perpendicularmente con las vías este-oeste. La calle Conde Duque que acompaña al gran centro cultural es otra de las referencias de la zona.
Plaza de las Comendadoras
La Plaza de las Comendadoras, contigua al convento del mismo nombre es el mayor espacio estancial de la zona. La otra plaza reseñable es la de la Guardia de Corps, que se encuentra casi enfrentada a la entrada principal del Centro Cultural y fue surgiendo con el tiempo a partir de las demoliciones de varios edificios del afilado triángulo que conforma la manzana que separa la calle del Conde Duque de la calle Limón.
Plaza de la Guardia de Corps 
También es remarcable la actual Plaza de Cristino Martos, la antigua Plaza de los Afligidos, pero reducida y marginada en un alto de difícil accesibilidad, tras la comentada nivelación de la calle Princesa.
No obstante, el mayor espacio libre de la zona se sitúa en el norte del antiguo cuartel. Originado por la demolición de espacios anexos al cuartel, es un espacio verde, mal formalizado, con dificultades de relieve y acceso, y ocupado por varias pistas deportivas que aportan poco al entorno.
Escalinata de acceso desde la calle Princesa a la Plaza de Cristino Martos.
Por su parte, la zona sur ha sufrido transformaciones tan importantes que queda poco de la trama tradicional: por ejemplo con la apertura de la Gran Vía, particularmente del tercer tramo que se trazó en parte sobre esta zona, originando derribos muy numerosos de la trama antigua;  con la creación de la Plaza de España, la nivelación de la calle Princesa y la construcción del singular Edificio España, intervenciones que modificaron radicalmente las relaciones existentes en el tejido primitivo; o con las sucesivas remodelaciones del entorno del antiguo Convento de los Mostenses (a las que nos referiremos más adelante) que dejaron como resultado un irregular conjunto de calles.

El sector occidental
La construcción del Cuartel del Conde Duque determinaría el desarrollo urbano de la zona occidental del barrio, que va desde este edificio hasta el cruce de las calles Princesa y Alberto Aguilera. Las extraordinarias dimensiones del inmueble y su posición central impedirían la continuidad urbana del trazado procedente de Malasaña. El efecto barrera provocado por este edificio sería aumentado por la extensa finca del Palacio del Liria que se adosó al cuartel.
Por ello, en este área no se consolidó el ambiente ciudadano residencial, teniendo una formalización vinculada a la implantación de grandes edificios institucionales. A partir de la implantación del Conde Duque, allí se ubicarían desde el Palacio de Liria y sus jardines hasta el desaparecido Seminario de Nobles o los numerosos edificios militares que todavía permanecen en la actualidad. También se acabarían sumando los edificios de la Universidad Pontifica de Comillas (ICAI e ICADE).
El antiguo Barrio de Pozas (del que nos ocupamos en el siguiente apartado) fue, durante poco más de cien años, una excepción residencial dentro de ese carácter mayoritariamente institucional. Su sustitución por el complejo comercial del El Corte Inglés y los hoteles contiguos acabaría por consolidar el marcado carácter dotacional del sector occidental.
El espacio urbano de la zona es consecuencia de todo ello. Las pocas calles existentes presentan un gran protagonismo del tráfico rodado (Serrano Jover, Mártires de Alcalá o Santa Cruz de Marcenado, la única que discurre por los dos sectores del barrio). La intensa actividad comercial de las calles exteriores (Princesa y Alberto Aguilera) contrasta con la ausencia, casi total, de esa actividad en las interiores que, además, se ven lastradas tanto por las entradas y salidas de los túneles que conectan subterráneamente la red circulatoria y proporcionan acceso al parking del gran centro comercial, como por la reiteración de los muros de vallado o las refractarias plantas bajas de los edificios dotacionales.
El particular ambiente urbano, caracterizado por el movimiento, se manifiesta igualmente en la ausencia de lugares de estancia. Las plazas no han encontrado su sitio en una trama dominada por la circulación.
El “triángulo” según la planimetría actual.

La transformación histórica de las esquinas del “triángulo” (Memoria de espacios desaparecidos).
Mientras que el interior del barrio mantiene, más o menos, su idiosincrasia tradicional, sus “esquinas” (los vértices del “triángulo”) han sufrido intensas remodelaciones, principalmente durante el siglo XX. Estas transformaciones, superaron el marco de lo arquitectónico para modificar tanto el trazado urbano como el ambiente de su entorno. Encontramos el caso de viviendas que dejaron paso a un complejo comercial, el de un hospital sustituido por viviendas, o el de un convento que acabó desplazado por un mercado y por la nueva Gran Vía.

Imagen de Madrid en 1943. En el centro se observa el desaparecido Barrio de Pozas que se encontraba en el gran solar triangular que ahora ocupa El Corte Inglés de Princesa y los hoteles contiguos.
Del Barrio de Pozas al complejo comercial y hotelero (El Corte Inglés de Princesa).
El vértice noroeste del triángulo destaca ya en el plano de Texeira. Allí aparece dibujado un curioso solar triangular, ubicado en las afueras de la ciudad, próximo a la Puerta de San Bernardino (entonces de San Joaquín). Sobre ese peculiar terreno el promotor Angel Pozas levantaría, en 1863, el barrio que sería conocido con su nombre (delimitado por las actuales calles Princesa, Alberto Aguilera y Serrano Jover).
El Barrio de Pozas mantuvo esa formalización triangular tan particular y se convirtió en la “proa” noroeste del casco madrileño. En ese tiempo, faltaba poco para el derribo de las murallas (1868), y el Ensanche de Castro había iniciado su larga andadura (1860). También se estaba construyendo la primera fase del Ensanche de Arguelles, que arrancó en 1857, diseñado igualmente por Castro sobre la extensa finca del Príncipe Pío.
Durante sus poco más de cien años de existencia, fue un barrio modesto, habitado principalmente por clase obrera, pero que alcanzó gran popularidad. Finalmente el barrio fue demolido en 1972, en una controvertida operación inmobiliaria que tuvo bastante resistencia ciudadana, aunque al final acabó claudicando. En ese solar se construyó un nuevo centro de El Corte Inglés (el de “Princesa”) y varios hoteles de lujo.

Del Hospital de la Princesa a las viviendas del Patronato Militar.
En la esquina de la calle Alberto Aguilera y San Bernardo se situaba el Hospital de la Princesa, que fue levantado en 1857 con el impulso de la reina Isabel II.
Durante la Guerra Civil española, dada su proximidad al frente en el que se estaba librando la batalla por Madrid, el Hospital fue trasladado al Colegio del Pilar del Barrio de Salamanca. Aunque volvería a su ubicación original, sería por poco tiempo, ya que debido al deteriorado estado del edificio, el hospital sería reubicado definitivamente en uno nuevo que se construyó en la calle Diego de León.
El antiguo hospital, abandonado y decadente acabaría siendo derribado y en su solar se levantaron, en 1975, las viviendas para el Patronato Militar que proyectaron Fernando Higueras (1930-2008) y Antonio Miró (1931-2011). El conjunto destaca por su tratamiento del hormigón visto y la omnipresencia de la vegetación que cuelga de sus terrazas, siendo uno de los hitos de la arquitectura española de la década de 1970.

El primer Mercado de los Mostenses que fue demolido en 1925.En primer término los solares vacíos dejados por los edificios derribados para la construcción del tercer tramo de la Gran Vía.
Del Convento de los Mostenses a los dos mercados del mismo nombre.
El vértice sur del triángulo será el más afectado por las transformaciones. En primer lugar, por la estrategia de “esponjamiento” de la densa trama madrileña que puso en marcha el rey José Bonaparte, que ocasionó la desamortización y posterior derribo del antiguo convento de los Mostenses (oficialmente denominado Convento de los Padres Premostratenses de San Norberto). En 1810 cayó el convento y un año después lo hizo la Iglesia, que había sido proyectada por Ventura Rodriguez en 1754.
No obstante, el objetivo inicial de creación de espacio libre fue olvidado, ya que sobre el gran solar resultante se construiría décadas después un nuevo mercado de abastos para la ciudad. Esa primera construcción, que recibió el nombre de Mercado de los Mostenses fue un ejemplo sobresaliente de la arquitectura de acero y vidrio del siglo XIX. Proyectado por el arquitecto Mariano Calvo Pereira siguiendo el estilo de Les Halles de París, fue inaugurado en 1875 (este mercado era “hermano” del antiguo Mercado del Cebada, proyectado por el mismo arquitecto).
Ese mercado también acabaría demolido en 1925 justificando su incomprensible derribo en las exigencias del último tramo de la Gran Vía, aunque el edificio no interfería en su trazado, como puede comprobarse en los planos del trazado inicial de la calle. El solar resultante de su derribo fue reordenado, levantando un bloque residencial en el frente de la Gran Vía (verdadero motivo del derribo) y un nuevo mercado, un anodino y poco interesante edificio de ladrillo que se construyó detrás de las viviendas en 1946.
Plano del tramo final de la Gran Vía en su encuentro con la Plaza de España. Se superponen tres tramas. La línea fina y rallado indica la trama antigua. La línea negra gruesa, el trazado inicial de ese tercer tramo de la Gran Vía (no existía la Plaza de España y el primer Mercado de los Mostenses se conservaba).La línea roja indica el estado actual, es destacable la ampliación de 10 metros en el lado sur de la Gran Vía (desde los 25 hasta los 35), la Plaza de España y la transformación de la zona de los Mostenses.
Del Seminario de Nobles al complejo militar.
A pesar de no situarse en posición de esquina, considerando el ámbito actual, el Seminario de Nobles ocupó esa posición de vértice durante muchos años (como puede apreciarse en el plano de 1769 de Espinosa de los Monteros), hasta que el Barrio de Pozas extendió el “triángulo” urbano.
El Seminario de Nobles fue una institución docente destinada a educar a los hijos de la nobleza en los niveles preuniversitarios, con el objetivo de ir formando a la élite que necesitaba la monarquía. Creado en 1725 por Felipe V y dirigido por la Compañía de Jesús, se mantuvo bajo su órbita hasta que en 1767, los jesuitas fueron expulsados de España.
La institución siguió funcionando regida desde la Corona hasta 1836, con el paréntesis de la invasión francesa que lo convirtió temporalmente en cuartel. Desde ese año, alojó provisionalmente la Universidad Complutense que procedía de Alcalá y que finalmente se alojaría en el nuevo edificio de la calle San Bernardo (como Universidad Central).
A partir de 1841 el edificio pasó a titularidad del Ministerio de la Guerra que lo destinó a Hospital Militar. En 1889, sufrió un incendio que motivo la construcción del nuevo Hospital Militar de Carabanchel (que con el tiempo y numerosas reformas se convertiría en el actual Hospital Gómez Ulla). Definitivamente, el antiguo Seminario de Nobles  fue derribado y en su extenso solar se instalaron nuevos inmuebles vinculados a usos militares (entre ellos el Laboratorio de Ingenieros del Ejército, la Biblioteca Central Militar y el Servicio Histórico Militar).

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