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7 dic 2013

Ciudades en Blanco y Negro: La particular visión británica del urbanismo colonial en África.

En 1931, el arquitecto y urbanista británico Stanley Adshead declaró: “Sería un error tratar a los africanos como si fueran europeos (…) sería estúpido ofrecerles las comodidades que ellos nunca han conocido y que, después de generaciones y generaciones, han llegado a ser necesarias para el hombre blanco”.
Toda una declaración de intenciones que justificaba el elitismo y la segregación presentes en las ciudades coloniales creadas por los británicos de África.
Las ciudades coloniales británicas muestran una imagen en Blanco y Negro. En esas ciudades “dobles”, la sociedad colonizadora se mantuvo al margen de la vida de los nativos planificándose espacios diferentes para cada comunidad. Barrios trazados con una fuerte base geométrica, estructurados por grandes avenidas, con amplios espacios libres, bien equipados y con lujosas mansiones coloniales se oponían a barrios orgánicos, casi espontáneos, cercanos a la infravivienda y con graves carencias dotacionales.


La época del imperialismo europeo en África tuvo un denominador común en la explotación económica de los territorios colonizados, pero también mostró rasgos particulares en función de cada potencia metropolitana. Las diferencias se manifestaban fundamentalmente en las diversas fórmulas de organización política y también en la distinta relación personal entre colonos e indígenas.
Puede resultar paradójico pero, en líneas generales, las metrópolis coloniales latinas tendieron a una administración directa aunque con el deseo de lograr la asimilación de los pueblos colonizados; mientras que, por el contrario, la colonización británica, tendió a una administración indirecta fomentando la autonomía y la asociación, pero alejada de la idiosincrasia de los pueblos colonizados.
Estas vocaciones también se manifestaron en las ciudades. Las ciudades de colonización portuguesa, española o francesa, por ejemplo, muestran estructuras muy diferentes a los nuevos asentamientos británicos. Las primeras proponen estructuras unitarias o ampliaciones que consideran la importancia de las preexistencias, mientras que las segundas planteaban ciudades “dobles”, con dos trazados desconectados casi totalmente, apareciendo una parte planificada y bien dotada (para los blancos) que se oponía a otra espontánea, desatendida y con graves déficits infraestructurales (para los negros).
En este artículo nos acercaremos a la particular visión urbana de los británicos.

El denominador común de todas las potencias coloniales fue la explotación económica del territorio africano.
Modelos políticos coloniales.
Inicialmente, las primeras incursiones en el continente se realizaron por medio de compañías comerciales de carácter paraestatal que disponían de capacidad militar. Este tipo de compañías, como la British East Africa Company, implantaban factorías, conquistaban territorios y los explotaban económicamente rindiendo cuentas a sus respectivos gobiernos, pero acabaron desbordadas por las rebeliones locales. Entonces los estados coloniales  tuvieron que tomar el control. Hubo cuatro modelos de gobierno administrativo.
En primer lugar las Colonias, propiamente dichas. En esta modalidad, los territorios eran totalmente dependientes del gobierno externo ejercido por la potencia colonizadora y los objetivos iban poco más allá de la mera explotación económica del territorio colonizado. Los indígenas eran menospreciados y considerados únicamente como mano de obra para extraer los recursos naturales de cada región. En algún caso, como el del Congo Belga, ese aprovechamiento alcanzó cotas delirantes.
En segundo lugar, estaban los Protectorados. Los Protectorados surgían de un pacto entre colonizador y colonizado. La metrópoli permitía el gobierno de los nativos (aunque solía seleccionar los grupos más afines) y respetaba la mayoría de las instituciones existentes. No obstante, la potencia colonizadora mantenía un férreo control militar y por supuesto se reservaba la explotación económica de la región. Un ejemplo pueden ser los Protectorados de España y Francia sobre Marruecos, en los que la autoridad recaía en el Sultán pero tutelado por los ejércitos de los países protectores.
La tercera opción, fueron los denominados Territorios Metropolitanos, en los que el territorio colonizado se integraba como una parte más del país colonizador, constituyendo un departamento del mismo o, como solían denominarse desde Europa, una “provincia de ultramar”. Estos territorios eran en todo equiparables a las diferentes provincias de la metrópoli y, de hecho, los ciudadanos tenían la misma nacionalidad. Es el ejemplo de Argelia y Francia o de Guinea Ecuatorial y España (provincia entre 1959 y 1968).
El cuarto y último tipo de relación eran los Mandatos. Este modelo surgió a partir de la Primera Guerra Mundial e implicó la redistribución de las colonias de los vencidos, que pasaron a manos de los vencedores de la contienda (todo ello articulado a través de la recién creada Sociedad de Naciones). El Mandato reconocía la personalidad política del país colonizado, aunque lo sometía a la “tutela” de la nueva potencia dominante. No obstante los mandatos presentaban matices en función de cada caso, siendo diferentes, por ejemplo, los casos de Siria, Líbano, Palestina, Transjordania e Irak, países surgidos de la desmembración del Imperio Otomano, de los propuestos para las colonias que habían dependido del Imperio Alemán del África Central como Togo, Camerún, Tanganica y Ruanda-Burundi .

Las ciudades africanas de colonización británica.
La frase referida de Stanley Adshead (1868-1946), citada por Peter Hall en su libro “Ciudades del Mañana”, expresa y pretende justificar el planteamiento de las nuevas ciudades que construirían los británicos en sus colonias africanas.
A la hora de seleccionar el lugar para levantar la nueva ciudad colonial, los criterios principales fueron de carácter higienista. Hay que tener en cuenta que la exposición a las enfermedades tropicales fue muy perjudicial para los europeos, que carecían de defensas ante ellas. Por eso, las decisiones sobre los nuevos asentamientos tenían muy en cuenta las recomendaciones de los  servicios médicos (que además eran militares y también consideraban otras cuestiones tácticas). En consecuencia, las nuevas ciudades no mezclarían a los colonos con los nativos (fuera de las horas de servicio, of course) y los barrios blancos se ubicarían en sitios elevados, bien ventilados.
La topografía sobre la que se asienta Kampala, con las colinas emergiendo sobre los fondos de marismas cercanas al Lago Victoria. La colina central alojó a la inicial ciudad “blanca. Hoy las infraviviendas se extienden por los intersticios existentes entre los cerros en cuyas cimas habitan los ciudadanos que pueden permitírselo.
En general, el trabajo de los urbanistas británicos se asentaba sobre una base irreal, sin atención a la realidad social del territorio. Las concesiones a las costumbres del lugar se limitaron a temas anecdóticos. La población africana negra no participaba en la nueva ciudad, eran la población “invisible”, que daba servicio pero que debían desplazarse a sus residencias situadas en “reservas” o en los poblados cercanos.
La segregación de poblaciones definió la estructura de los diferentes asentamientos y ciudades. Las nuevas ciudades británicas serían ciudades en “blanco y negro”, mostrando dos configuraciones bien diferentes.
En la zona blanca, generalmente dispuesta en los puntos más elevados del entorno, destacaba el núcleo central con los edificios del gobierno y el área de oficinas administrativas. Cercano a esta área de centralidad se ubicaba el centro comercial. La base del trazado era muy geométrica, con grandes avenidas que solían unir grandes plazas-rotonda circulares para distribuir el tráfico. En las áreas que surgían entre las avenidas se instalaban las villas residenciales para los europeos, con un modelo de muy baja densidad en el que esas viviendas unifamiliares (bungalows) se encontraban rodeadas de grandes jardines. Estas residencias se encontraban suficientemente alejadas unas de otras para permitir una adecuada ventilación y alejar así el riesgo de eventuales contagios. Las áreas residenciales fueron presentadas como  “ciudad jardín” en un ejemplo de incomprensión sobre las ideas que Ebenezer Howard había lanzado pocos años atrás.
El modelo urbano aplicado en Nueva Delhi estaba presente en la mente de los diseñadores de las nuevas asentamientos coloniales africanos, aunque éstos presentan diferencias con la ciudad india. En primer lugar porque los complejos trazados geométricos de Lutyens van a verse muy simplificados en los casos africanos. Además, la imponente presencia de los elementos de gobierno indios será muy rebajada en el caso africano (quizá porque no se pretendía impresionar a unos nativos que eran invisibles a los ojos británicos).
Lejos de la “ciudad jardín”, como mandaban los cánones de la segregación social, se ubicaba la “ciudad negra” que, en la mayoría de los casos, quedaba separada de la “ciudad blanca” por alguna infraestructura importante que ejercía de “barrera física”, como por ejemplo el ferrocarril. La “zona africana” tenía una gran autonomía de funcionamiento corriente, contando incluso con sus propios espacios comerciales para evitar la mezcla de públicos.
Comparación de las tramas urbanas de dos barrios de Nairobi a la misma escala. La densidad y el desorden de Kibera, contrasta con la espaciosidad de Lavington. Kibera es un inmenso barrio informal de infravivienda que alberga a más de un millón de personas. Lavington es un barrio residencial cuyas grandes mansiones acogen a para clases altas de la ciudad.

Sorprendentemente, tras el final de la dominación británica, los gobernantes de los nuevos estados independientes se convirtieron en una nueva “aristocracia” alejada de su propio pueblo. Esa recién creada élite africana pasó a vivir en las villas que habían dejado los europeos  manteniendo el espíritu segregado de la ciudad. Aunque esta política ha ido cambiando con el tiempo, las ciudades se han visto desbordadas por otros problemas más graves. Sobre todo los derivados de la extraordinaria migración recibida desde las áreas rurales. En general, el acelerado crecimiento ha provocado extensísimas superficies de infravivienda que dominan sobre la ciudad anterior. En muchos casos, los centros históricos encarnados por las antiguas ciudades coloniales británicas han quedado reducidos a un pequeño espacio, un tanto autónomo del funcionamiento real de las grandes áreas urbanizadas.

Algunos ejemplos.
Los territorios de dominación británica se encontraron principalmente en el este y en el sur de África. Allí crearon ciudades como Kampala, Nairobi, Salisbury (que en 1982 pasaría a llamarse Harare) o Lusaka, que tras la independencia política se convertirían en las capitales de los nuevos estados de Uganda, Kenya, Zimbabue y Zambia respectivamente.

El centro de Kampala antes de la independencia de Uganda.
Kampala, la capital de Uganda.
Frederick Lugard (1858-1945) fue el administrador colonial británico que había sido destinado a la región de la actual Uganda con la misión de controlar ese territorio. En 1890 seleccionó una ubicación para construir un fuerte militar para la Compañía Británica del África Oriental (British East Africa Company). El sitio se encontraba en lo alto de un cerro (Kampala Hill), cercano al Lago Victoria, en un paisaje de altas colinas que alcanzan más de 1.200 metros de altitud y entre las que se extendían terrenos pantanosos que serían, con el tiempo, drenados.
Kampala había sido uno de los lugares principales del reino de Buganda, el territorio del pueblo Ganda. En 1962, Kampala se convirtió en la capital del nuevo estado de Uganda, frente a la cercana Entebbe que había sido la sede del gobierno del Protectorado de Uganda.
El crecimiento de la ciudad se fue asentando en las cimas de las colinas quedando en general los lugares bajos ocupados por las infraestructuras o las clases sociales más desfavorecidas. Esta situación se mantiene en la actual capital puesto que el crecimiento urbano ha generado inmensas extensiones de infravivienda que ocupan los intersticios entre las colinas.

Esquema de Nairobi en 1927, con la indicación de los barrios segregados para las diferentes etnias.
Nairobi, la capital de Kenia.
Fue fundada en 1899 por los británicos en un lugar pantanoso, como un asentamiento para dar servicio a la línea de ferrocarril que unía el estratégico puerto de Mombasa, en el Océano Índico con Kampala, en el lago Victoria.
La ciudad fue planificada siguiendo una zonificación funcional (por ejemplo, el Central Business Distric CBD quedaba separado de las áreas residenciales) y, sobre todo, desde la segregación étnica  que estableció barrios diferentes para los europeos, para los asiáticos y para los africanos.
La prohibición de la segregación, publicada en 1923 (Command Paper) tampoco logró inicialmente la convivencia interétnica, ya que continuaron separados por motivos económicos, particularmente los negros que difícilmente lograban acceder a la propiedad.
Nairobi tuvo diferentes planes urbanísticos como el de 1927 o el de 1948 que fueron definiendo el carácter de la capital colonial, que crecería hasta formar una importante área metropolitana.

El centro de Salisbury-Harare con dos de sus tramas principales, la orgánica frente a la retícula racional.
Harare (Salisbury), la capital de Zimbabue.
Cecil Rhodes fue un personaje importante para entender la colonización británica del África austral. Rhodes, instalado en Sudáfrica, triunfó en el mercado de los diamantes (fue fundador de la compañía De Beers, que casi llegó a monopolizar el mercado del diamante en bruto y actualmente sigue controlando el 60%). Ambicioso y visionario trazó un plan para unir el continente a través de un ferrocarril El Cairo-Ciudad del Cabo, y poder controlar las ricas tierras del interior. En ese empeño colonizó la región que finalmente recibiría su nombre y se convertiría en un estado: Rodesia.
Las espectaculares avenidas arboladas de la antigua Salisbury (hoy Harare)
Este territorio se organizaría finalmente en dos: Rodesia del Norte (actual Zambia) y Rodesia del Sur (actual Zimbabue). Las nuevas denominaciones serían adoptadas tras la independencia conseguida en 1964.
La capital de Rodesia del Sur, Salisbury, también cambió su nombre por el de Harare en 1982, pero la ciudad había sido fundada cien años atrás, en 1890, como un fuerte militar por la "Columna Pionera", el grupo mercenario organizado por Cecil Rhodes para colonizar aquellos territorios al norte de Sudáfrica.
Salisbury se convertiría en una ciudad reconocida con sus espectaculares avenidas arboladas.

Lusaka, tras ser nombrada capital, fue replanteada con los criterios geométricos característicos de las zonas “blancas” de las ciudades de colonización británica.
Lusaka, la capital de Zambia.
La antigua Rodesia del Norte, cambió su nombre por el de Zambia en 1964, tras obtener la independencia y mantuvo su capital en Lusaka, la ciudad que había sido fundada en 1905 por colonos europeos en el lugar de un poblado anterior, para abastecer una parada del ferrocarril que enlazaba Rodesia y Tanzania. El pequeño asentamiento se convirtió en capital de la colonia británica de Rodesia del Norte reemplazando a Livingstone en 1935 gracias a su mejor ubicación estratégica en el centro del territorio.
Para asumir su nuevo papel de capital, la pequeña Lusaka fue planeada (al menos en su zona “blanca”) como una “garden city” construyendo grandes avenidas y extensas zonas ajardinadas que acompañaban  a los edificios coloniales.

No obstante, al igual que las grandes ciudades africanas, Lusaka ha tenido una evolución vertiginosa (siendo una de las ciudades que más rápido se han desarrollado en la África postcolonial). Este crecimiento espectacular ha generado un desarrollo sin control con graves problemas de infravivienda.
Lusaka ha mostrado en los últimos años un crecimiento vertiginoso del que han surgido inmensas extensiones de infravivienda.

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