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31 ene 2015

Entre la conservación y el olvido: Posturas ante el patrimonio heredado en cinco Ciudadelas históricas.

La Ciudadela de Lille es uno de los grandes ejemplos de fortificación ideados por el Marques de Vauban. Se conserva perfectamente integrada en un gran parque urbano.
Una de las construcciones características de los siglos XVI al XVIII fueron las Ciudadelas, recintos militares que dominaron algunas ciudades que se convirtieron en “plazas fuertes” dentro de un periodo de intensos conflictos bélicos. Con el tiempo esas espectaculares y geométricas fortificaciones perdieron su razón de ser y las ciudades se encontraron frente al dilema de qué hacer con ellas.
El debate de fondo expresa el posicionamiento ante el patrimonio histórico heredado y, particularmente, ante un legado que no se adapta con facilidad a los requisitos de la ciudad contemporánea.
Como ejemplo, vamos a aproximarnos a cinco casos muy distintos respecto a la consideración de esas antiguas Ciudadelas. Las diferentes posturas van desde la conservación, manteniendo en cierta medida el uso original (la Ciudadela de Jaca), hasta la eliminación radical borrando cualquier rastro en el trazado urbano (la Ciudadela de Turín), pasando por diversas posiciones intermedias: el mantenimiento de lo esencial con amputaciones parciales (como es el caso de la Ciudadela de Pamplona); el reciclado drástico para adaptar los espacios útiles a nuevos usos (como se hizo en la Ciudadela de Montpellier); o la desaparición relativa, puesto que la supresión física no evita su recuerdo, tanto por su influencia en la trama del entorno como por la conservación de algún resto (como sucedió con la Ciudadela de Barcelona).

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Desde el Renacimiento, los avances de la artillería modificaron las dinámicas de la guerra, exigiendo una reformulación de las fortalezas defensivas medievales. A partir de ese momento y hasta el siglo XVIII, se produjo una época de intensos conflictos bélicos y, en consecuencia, algunas ciudades y puntos estratégicos de los territorios recibieron una nueva tipología de fortificación militar: las Ciudadelas.
La ingeniería militar alumbró una nueva disposición que apoyada en trazados fuertemente geometrizados se poblaba de bastiones o baluartes, fosos, glacis y muros que condicionaron de forma muy importante los desarrollos urbanos posteriores. Esos recintos militares, que en función de su tamaño podían alojar en su interior un amplio programa arquitectónico, pasaron a ser conocidos como Ciudadelas, palabra procedente del italiano cittadella, un diminutivo de ciudad.
Los planteamientos y trazados comenzaron a ser explorados durante el Renacimiento (por Leonardo y Miguel Angel, por ejemplo) elaborándose la conocida como “traza italiana”, que con una fuerte base geométrica (pentagonal habitualmente y desarrollada como una estrella) sería “exportada” a toda Europa por autores como Francesco Paciotto (que alcanzaría gran celebridad con el diseño de las Ciudadelas de Turín o Amberes), Francesco di Giorgio o la familia de los Sangallo (Antonio y Giuliano da Sangallo).
Las Ciudadelas alcanzarían una maestría modélica en el siglo XVII, con figuras señeras como el mariscal e ingeniero militar francés Sébastien Le Prestre, marqués de Vauban, quien construyó alguna de las más complejas y espectaculares para Luis XIV (como la Ciudadela de Lille, levantada entre 1667 y 1670 y bien conservada en la actualidad como parte de un extenso parque urbano).
Esquema de la Ciudadela de Lille, mostrando la complejidad de los diseños de Vauban.
Pero los avances técnicos de la guerra continuaron y también acabarían por dejar obsoletas esas Ciudadelas que ya no podían satisfacer las misiones para las que fueron creadas. Las ciudades se enfrentaron entonces al dilema de qué hacer con ese patrimonio construido que no encajaba con los nuevos requisitos urbanos.
Las circunstancias de cada edificación y de cada ciudad, sumadas a la visión de cada sociedad respecto al legado recibido ofrecen diferentes casos (cambios de uso, transformaciones físicas, eliminación, etc.), pero el debate de fondo expresa una discusión recurrente en el cuerpo disciplinar urbano sobre el papel de las edificaciones monumentales heredadas. Muchas de ellas resultan difíciles de adaptar a la ciudad contemporánea, ocupando lugares privilegiados en los centros históricos idóneos para otros usos, con importantes gastos de mantenimiento y en algunos casos, particularmente los vinculados a temas militares, evocadores de recuerdos negativos.
Como ejemplo, vamos a analizar cinco casos muy distintos respecto a la consideración de esas antiguas Ciudadelas. El primer ejemplo, la Ciudadela de Jaca, responderá a la conservación ya que, a pesar de la pérdida de su sentido defensivo, continuó siendo un acuartelamiento militar (función que todavía conserva parcialmente conviviendo con espacios museísticos). El segundo, la Ciudadela de Turín, es el caso contrario, puesto que el desarrollo de la ciudad optó por la eliminación radical de la antigua fortaleza, borrando cualquier rastro en el trazado urbano, quedando olvidada fuera de los libros de historia. Entre estas dos posiciones extremas se pueden encontrar opciones intermedias como el caso de la Ciudadela de Pamplona que sufrió una transformación parcial, derribando una parte de la misma, pero manteniendo lo esencial; también el caso de la Ciudadela de Montpellier cuyo drástico reciclado como centro educativo es bastante sorprendente; o el caso de la Ciudadela de Barcelona, que padeció una desaparición relativa, ya que la supresión física no evita su recuerdo, tanto por su influencia en la trama del entorno como por la conservación de algún edificio original (como el Parlamento de Cataluña) o el testimonio de su existencia en el nombre del actual Parque de la Ciudadela.

Imagen aérea de la Ciudadela de Jaca.
Jaca, la ciudadela conservada.
Jaca es un pequeño municipio situado en el Pirineo aragonés. A pesar de tener poco más de 13.000 habitantes (2014) la ciudad es internacionalmente reconocida por su relación con los deportes de invierno y particularmente por las cercanas pistas de esquí.
Plano actual de la ciudad de Jaca en el que destaca la presencia de la Ciudadela conservada.
Su ubicación es estratégica ya que se sitúa en la salida española de uno de los pasos pirenaicos más importantes desde la antigüedad, el Puerto de Somport, el “summus portus” de la época romana que mantendría su importancia como entrada frecuente de peregrinos que se dirigían hacia Santiago de Compostela (el camino aragonés).
Esa posición privilegiada llevaría a que, a finales del siglo XVI, dentro de una estrategia de defensa de la frontera española con Francia, se levantarían varias fortalezas, torres defensivas y puntos fuertes militares entre los que destacaría la Ciudadela de Jaca.
Grabado de la época con el trazado de la Ciudadela de Jaca.
Las obras de la Ciudadela comenzaron en 1592 bajo la dirección del ingeniero militar italiano Tiburzio Spannocchi que se encontraba al servicio del rey Felipe II, el promotor de la iniciativa.
Acceso a la Ciudadela de Jaca.
La Ciudadela de Jaca nunca ha perdido la presencia militar e incluso en la actualidad todavía existe un discreto acuartelamiento dentro de la misma. Por esa razón, la Ciudadela ha conservado perfectamente todos sus elementos.
El espacio es visitable al público y cuenta con varias propuestas museísticas gestionadas por un consorcio que reúne a las diferentes instituciones políticas y militares implicadas.

Imagen aérea de la Ciudadela de Pamplona.
Pamplona, la ciudadela amputada pero viva.
Pamplona, la capital del Reino de Navarra que se había integrado en España, ocupaba una posición estratégica en el norte del país. Su situación, expuesta a posibles invasiones desde Francia, recomendó en el siglo XVI la renovación y el refuerzo de sus fortificaciones. Por esta razón, en 1571, el rey Felipe II encargó su diseño y construcción al ingeniero militar italiano Giovan Giacomo Palearo “El Fratin” y a Vespasiano Gonzaga, noble italiano y persona de confianza del monarca, quien lo había nombrado Virrey de Navarra.
Esquema de la Ciudadela de Pamplona con indicación de sus partes desaparecidas.
La Ciudadela de Pamplona es un pentágono que se desarrollaba como una estrella de cinco puntas, que se ubicó en la esquina suroeste de la ciudad de entonces, siguiendo el estilo de los modelos renacentistas italianos. Además, el municipio pamplonés fue también reforzado por una muralla perimetral que quedaba conectada con la Ciudadela. El conjunto defensivo (con las extensas superficies perimetrales reservadas como zona de seguridad militar) se mantendría durante más de trescientos años hasta que a finales del siglo XIX, el crecimiento de la ciudad (impedido hasta entonces por las restricciones y limitaciones obligadas por el ejército) se convirtió en una necesidad imperiosa.
Plano de Pamplona en 1845 en el que destaca la presencia de la Ciudadela.
La ampliación inicial de la ciudad se concretó en el Primer Ensanche, un modesto desarrollo interior, que se limitaba a cinco manzanas irregulares entre la actual calle Navas de Tolosa y la propia Ciudadela. El proyecto definitivo fue redactado por el arquitecto municipal Julián Arteaga en 1889 y se situaba en el glacis de la Ciudadela que quedaba en el interior de la ciudad. No obstante, para facilitar su desarrollo se acabarían derribando los baluartes de San Antón y La Victoria, cuya demolición comenzaría en 1891. Complementariamente a las viviendas, sobre el lugar de los bastiones derribados se edificarían varios cuarteles militares. El mismo arquitecto Julián Arteaga construiría en 1892, en una de esas cinco manzanas del Ensanche Viejo, el edificio de la antigua Audiencia, uno de los referentes arquitectónicos de Pamplona (el edificio sirvió como palacio de justicia hasta 1996 y hoy se encuentra reconvertido en Parlamento de Navarra tras la reforma en el año 2002 dirigida por Juan Miguel Otxotorena, Mariano González Presencio, Javier Pérez Herreras y José Vicente Valdenebro).
Plano del Primer Ensanche pamplonés que se levantó sobre el glacis interior de la Ciudadela.
Finalmente, el ejército cedió la Ciudadela y sus zonas perimetrales de reserva al Ayuntamiento de Pamplona desde 1964 (oficialmente en 1966). El municipio aprovechó los nuevos espacios para reordenarlos como parque (el parque de La Ciudadela en el interior y la Vuelta del Castillo exterior) dotando a las edificaciones de nuevos usos culturales.
En 1971 se trazó la Avenida del Ejército que obligó a redefinir el límite norte de la fortaleza (demoliendo varios de los cuarteles que se habían construido allí a finales del siglo XIX). En el cruce de esta nueva avenida con la de Pio XII se levantaría entre 1971 y 1976 el Edificio Singular, uno de los hitos de la Pamplona moderna (con proyecto de Manuel Jaén Albaitero, Manuel Jaén de Zulueta, Miguel Ángel Ruiz-Larrea y Luis Lozano Giménez, que contaron con la colaboración de Javier Guibert). Sobre el espacio del Baluarte de San Antón se levantaría en 2003 el Palacio de Congresos y Auditorio de Navarra “Baluarte”, según el proyecto de Francisco Mangado. Finalmente entre 2005 y 2007, soterrada bajo los glacis de la Ciudadela, se construiría la nueva Estación de Autobuses (con proyecto de Manuel Blasco, Luis Tabuenca y Manolo Sagastume, y la colaboración en la Dirección de Obra de Jesús Armendáriz).
La Ciudadela de Pamplona es un referente del paisaje urbano de la ciudad que articula el casco histórico con los barrios nuevos del sur y del oeste (Iturrama, San Juan, etc.). Con una utilización ciudadana intensa (como espacio cultural, musical, de esparcimiento y deporte) ocupa un lugar destacado en el imaginario emocional de la ciudad.

Plano de Barcelona en 1847 en el que destaca la presencia de la Ciudadela.
Barcelona, la ciudadela desaparecida pero presente.
Como consecuencia de la Guerra de Sucesión española, la Barcelona “conquistada” por Felipe V en 1714 se convirtió en una “plaza fuerte” militar. Reunía las condiciones ideales como base de partida para la defensa de los intereses mediterráneos de la corona, aunque seguramente en la decisión también influyó el hecho de que la presencia del ejército permitiría controlar a una población que se había mostrado muy hostil a la causa borbónica.
Grabado de la época con el trazado de la Ciudadela de Barcelona.
La pieza más relevante del nuevo sistema defensivo fue la gran Ciudadela. El proyecto fue encomendado a Joris Prosper Verboom (españolizado como Próspero de Verboom), ingeniero militar de origen flamenco que había sido discípulo de Vauban, el gran maestro francés en el diseño de fortificaciones. Las obras de la Ciudadela comenzaron inmediatamente, en 1715. La ubicación escogida requirió el derribo de gran parte del Barrio de la Ribera, la zona más densamente poblada de la ciudad por su cercanía al puerto.
Maqueta de la Ciudadela de Barcelona.
La Ciudadela era una construcción pentagonal compuesta por cinco baluartes  en forma de punta de lanza (de la Reina, del Rey, del Príncipe, de Don Felipe y de Don Fernando) que ocupaba algo más de 60 hectáreas y alojaba a unos 8.000 soldados. La fortificación se rodeó de un foso que se acompañaba además de un talud de protección. Asimismo, el uso militar exigía la eliminación de cualquier obstáculo que pudiera perjudicar la cobertura visual en su entorno próximo, por lo que se habilitó una gran explanada vacía perimetral. En su interior se levantaron diferentes edificaciones como el Palacio del Gobernador, un hospital, una cárcel, una capilla, el arsenal y diversos almacenes. Las obras fueron concluidas en 1725.
Superposición del trazado de la Ciudadela de Barcelona sobre el plano actual de la ciudad.
La Ciudadela existiría hasta la revolución de 1868, fecha en la que se inició el derribo del odiado símbolo (hubo un primer intento en 1841 pero no logró su objetivo). Sobre su solar se celebró la Exposición Universal de 1888 y, gracias a esta elección, aquel espacio baldío fue recuperado como parque para Barcelona, el Parque de la Ciudadela (Parc de la Ciutadella) que redefinió sus límites. Solamente se mantienen en su interior tres edificios originales aunque remodelados: la capilla, que es la actual parroquia castrense;  el Palacio del Gobernador, reconvertido en el instituto de enseñanza  IES Verdaguer; y el arsenal, que tras varios destinos se reformó como Parlamento de Cataluña en 1977.
Imagen aérea de la zona que ocupó la Ciudadela de Barcelona, en la que se aprecian sus influencias en el trazado del entorno.
La Ciudadela de Barcelona ya no existe, aunque su mera evocación histórica provoca sentimientos controvertidos. Pero a pesar de su desaparición, sigue presente en el imaginario colectivo de la ciudad. Primero porque el Parque de la Ciudadela rememora en su denominación su antigua presencia, más aún que los edificios conservados (que fueron intensamente remodelados). Pero también la trama urbana refleja la ausencia de aquella Ciudadela, ya que su situación condicionó el trazado del ferrocarril durante el siglo XIX, cuya línea a Granollers y Zaragoza, se vio obligada a circunvalarla dejando una huella circular perdurable. Más trazas vinculadas se encuentran en el Carrer del Comerç, en la zona del Born, o en la conformación de actuaciones posteriores como las de la Villa Olímpica de los Juegos de 1992 que afirmaron esa directriz curva.

Plano de Turín en 1704 en el que destaca la presencia de la Ciudadela.
Turín, la ciudadela olvidada.
Las luchas entre el Imperio francés y el español de principios del siglo XVI tuvieron consecuencias para el Piamonte italiano, ya que su territorio se convirtió en zona de paso y de lucha entre los dos contendientes. Turín, su ciudad principal, caería en manos de los franceses, hasta que en 1559 se logró su expulsión y la recuperación de la soberanía de la Casa de Saboya sobre ese territorio. Entonces, la capital del Ducado se trasladaría desde la histórica Chambéry hasta Turín y la ciudad se expandiría definitivamente más allá de la Torino Quadrata que definieron los romanos. El  duque Manuel Filiberto con el objetivo de proteger la ciudad de eventuales ataques y garantizar su independencia ordenaría la construcción de una Ciudadela que se levantó entre 1564 y 1577 con la dirección de Francesco Paciotto.
Grabado de la época con el trazado de la Ciudadela de Turín.
La Ciudadela se ubicaría en el suroeste de aquella Turín Cuadrada enlazando con las reforzadas fortificaciones de la ciudad. El edificio sería un pentágono de base que se extendía con los baluartes hasta adoptar la característica forma estrellada de la “traza italiana” de estas fortalezas. Los posteriores crecimientos de la Turín Barroca asumirían la presencia de la Ciudadela, que presidió la ciudad hasta mediados del siglo XIX.
Superposición del trazado de la Ciudadela de Turín sobre el plano actual de la ciudad (en negro la ubicación del Maschio conservado).
Napoleón Bonaparte ordenó el derribo de la muralla turinesa, aunque conservó la Ciudadela. Pero la imponente edificación fue quedando obsoleta con la evolución de las técnicas militares y acabó convertida en un cartel de los carabineros. En 1856 la Ciudadela fue demolida completamente (solo permaneció en pié una torre, el Maschio, integrado en los jardines de Andrea Guglielminetti  y aloja el Museo Histórico Nacional de Artillería).
Imagen aérea de la zona que ocupó la Ciudadela de Turín, indicando su trazado que fue negado en los crecimientos que se realizaron en esa zona.
El gran vacío dejado por la demolición fue aprovechado en para el crecimiento de la ciudad que siguió la trama reticular que la acompañaba desde tiempos romanos y había sido confirmada por las extensiones barrocas. Hoy la Ciudadela de Turín no es más que un recuerdo en los libros de historia y en los grabados que reflejaban el estado de la gran capital del Ducado de Saboya, pero la ciudad ha olvidado su presencia y no ha quedado rastro (más allá del minúsculo Maschio) de la misma.

Ortofoto de la Ciudadela de Montpellier hoy convertida en el complejo educativo Lycée Joffre en la que se aprecia el proceso de “reciclado”, particularmente en sus bastiones
Montpellier, la ciudadela reciclada.
Montpellier es una de las grandes ciudades del sureste francés que cuenta con un largo historial de rebeldía frente al poder establecido. De hecho, cuando en 1621 la población de religión protestante se rebeló contra el rey de Francia Luis XIII de Borbón, éste decidió construir una Ciudadela a las afueras de la ciudad con el objetivo de controlar a sus ciudadanos y a los habitantes de la levantisca región.
La Ciudadela de Montpellier se construyó entre 1624 y 1627 siguiendo los planos de Jean de Beins y siendo dirigida la obra por Charles Chesnel. La edificación era un cuadrilátero con bastiones en sus esquinas, separada de la ciudad por una amplia explanada. Los cuatro bastiones eran los del Rey (noroeste) y de la Reina (suroeste) que miraban hacia la ciudad y el bastión de Montmorency (noreste) y el de Ventadour (sureste) vueltos hacia el exterior. Las edificaciones de su interior fueron transformadas numerosas veces hasta finales del siglo XIX para adaptarse a sus diferentes cometidos, ya que la Ciudadela se convertiría finalmente en un cuartel del ejército y centro de reclutamiento.
Plano de Montpellier en 1724 en el que destaca la presencia de la Ciudadela.
Tras la Segunda Guerra Mundial la Ciudadela perdió su carácter militar y asistiría a un proceso de reciclado urbano muy particular, ya que los espacios militares darían paso a un gran complejo educativo en 1947.
El Grand Lycée Impérial de Montpellier era una institución educativa que había sido inaugurada en 1804 y que tenía problemas de espacio por lo que se decidió su traslado a las instalaciones de la abandonada Ciudadela. Inicialmente contó con un internado masculino (hasta 1959) fecha en la que fue ampliando sus instalaciones hasta la situación actual. Su denominación actual es la de Lycée Joffre (en honor al mariscal Joseph Joffre) y sus instalaciones muestran una inusitada adaptación y reciclado de las construcciones existentes: los dos bastiones meridionales (de la Reina y Ventadour) siguen unidos por la muralla, delante de la cual se plantó un palmeral que mira al barrio Antigone. El primero acoge en su interior el Centre Régional de Documentation Pédagogique (CRDP). El bastión noroeste (del Rey) se encuentra desaparecido por las múltiples modificaciones sufridas para posibilitar el trazado de vías de acceso rodado, aparcamientos y algunas construcciones necesarias para el centro académico. En cambio el bastión noreste (Montmorency) se mantiene en perfecto estado exterior y ha sido cubierto para alojar en su interior una piscina olímpica, gimnasio e instalaciones deportivas.
El lado oeste queda determinado por la línea ferroviaria que transcurre en trinchera y sobre la cual está el puente con conecta el Lycée con la ciudad. En el interior del recinto (aunque solamente se conserva la muralla sur) se han construido numerosos edificios para dar servicio a las diferentes instalaciones docentes, algunos adaptando las viejas construcciones existentes.
Imagen aérea de la Ciudadela de Montpellier hoy convertida en el complejo educativo Lycée Joffre.
Así pues, la antigua Ciudadela militar, tras su transformación en Ciudad Escolar, mantiene una gran vitalidad e importancia dentro de Montpellier. A ella acuden unos 4.000 alumnos repartidos entre el collège, el lycée y los cursos de preparación para determinadas Facultades y Escuelas Universitarias (CPGE  o prepas). 

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