La gran Avenida 9 de Julio o la Diagonal Norte, son
algunas de las transformaciones realizadas en Buenos Aires que se contraponían
al modelo colonial.
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Uno de los
tópicos habituales relaciona a los argentinos (y particularmente a los
porteños) con el psicoanálisis. Este es un lugar común, no exento de humor, que
aprovechamos para caracterizar la etapa
postcolonial de Buenos Aires, en la que la ciudad intentó desvincularse de sus
raíces españolas.
En el
comienzo de su andadura autónoma, la ciudad pretendió desligarse del modelo hispano,
planteando transformaciones radicales a su trazado en cuadrícula, que fue
considerado como un “pecado original”. Este rechazo dirigió su mirada hacia
nuevos referentes y, particularmente, hacia la capital francesa. Buenos Aires quiso ser París y, para
ello, debía “eliminar al padre”. La fascinación por la ville lumière se concretó en nuevos ejes, vías diagonales o plazas
(aunque muchas propuestas no se llevaron a cabo) y fue fuente de inspiración para
la arquitectura.
En una
entrega anterior sobre la capital argentina nos acercamos a las circunstancias
de su fundación e “infancia”, que corresponderían con su época colonial, concluida en 1810. En esta
segunda entrega, nos aproximaremos a su evolución tras la emancipación, recorriendo el camino hasta la creación de
la gran metrópoli del sur iberoamericano, consolidada hacia 1930.
Dividiremos el periodo en dos etapas separadas por el año 1880, fecha en la que
la ciudad se asentó como capital federal de la emergente República Argentina.