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17 dic 2016

El nacimiento de Filadelfia: el “Santo Experimento” de los cuáqueros.

Filadelfia en el siglo XVIII (frente al rio Delaware grabado por George Heap desde la orilla de Jersey)
Filadelfia fue una ciudad pionera, tanto en su planteamiento urbano (fue una de las primeras ciudades planificadas por los británicos en el Nuevo Mundo); como, sobre todo, socialmente, ya que nació para demostrar que una nueva forma de organización política era posible.
Su fundador, William Penn, había sido perseguido por sus creencias religiosas (cuáqueras) y alumbró la idea de crear una comunidad basada en las ideas de igualdad y tolerancia. Su visión, que recibió el nombre de Holy Experiment (Santo Experimento), se plasmó en 1682 con la creación de Filadelfia (que significa “amor fraternal”).
El Santo Experimento funcionó durante casi cien años, pero acabaría desapareciendo tras el empuje de la enorme prosperidad de la ciudad (llegaría a ser la más poblada de la Norteamérica británica y ejercería de capital de los Estados Unidos independientes). También el trazado original (una retícula ortogonal finita) sufriría importantes variaciones en los siglos siguientes porque, aunque se respetó su espíritu geométrico, se fueron modificando dimensiones y programas, sustituyendo edificaciones o incorporando grandes vías rodadas. Hoy, el sueño de Penn es difícil de reconocer en el centro histórico de Filadelfia, que ofrece una sorprendente amalgama de estilos, tamaños y escalas.

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Una nueva idea de sociedad (el “Santo Experimento” de Filadelfia).
Las reformas establecidas por Enrique VIII en la Iglesia de Inglaterra tras su repudio a la autoridad del Papa en 1534, abrirían un periodo de fuertes controversias religiosas. No solamente entre los católicos y los reformistas, sino también entre estos últimos. Por eso, frente a la corriente protestante mayoritaria, los anglicanos, fueron naciendo numerosas disidencias que la discutían. Los enfrentamientos entre los distintos credos convertirían a la Inglaterra de los siglos XVI, XVII y XVIII en un lugar turbulento en cuestiones religiosas.
Uno de los grupos disidentes que tuvo una gran difusión en el siglo XVII fue la Sociedad Religiosa de los Amigos (Religious Society of Friends) que el reformador George Fox había fundado a mediados de la centuria. Los “amigos” serían conocidos popularmente como “cuáqueros” (quakers) como burla de sus enemigos ante las exhortaciones del fundador, quien llamaba a “temblar ante la palabra del Señor” (quake significa temblor en inglés). La doctrina de Fox buscaba “encontrar la verdad” y proclamaba que cada persona podía tener un contacto directo con la divinidad, sin intermediación de sacerdotes ni la necesidad de sacramentos. A partir de esas bases, los cuáqueros buscaban revivir las experiencias del cristianismo primitivo, y su fe les invitaba a llevar una vida sencilla, defendiendo la justicia, la honradez y el pacifismo (cuestión que les llevaría a oponerse frontalmente a la esclavitud, por ejemplo).
Muchos de esos grupos disidentes, que eran perseguidos en Gran Bretaña (encarcelados e incluso quemados), optaron por buscar una nueva vida en el Nuevo Mundo que se había descubierto al otro lado del Atlántico. Uno de ellos fue, precisamente, un grupo de cuáqueros que, dirigidos por William Penn, fijaría su rumbo hacia Norteamérica.
William Penn (1644-1718) fue un personaje singular. Nacido en una influyente familia de rígido comportamiento (su padre fue almirante británico), pronto mostró su disconformidad con el orden establecido. Encontraría su camino en la senda del cuaquerismo, lo cual le ocasionaría muchos problemas, como el rechazo familiar (fue desheredado), la expulsión de la universidad o diversos encarcelamientos. No obstante, se mantuvo firme en sus convicciones y se dedicó a escribir obras teológicas en las que defendía la tolerancia y rechazaba las leyes discriminatorias. En sus textos criticaba las actitudes de los grupos religiosos dominantes en la Inglaterra del siglo XVII (anglicanos, católicos o puritanos) lo que le llevó a emigrar y a ejercer de misionero por diversos países europeos.
Reconciliado con su padre (que lo restituyó como heredero) recuperó su elevada posición social, circunstancia que le permitiría impulsar su plan para crear nuevas comunidades regidas por el ideario y la fe que defendía. La oportunidad definitiva se presentó gracias al rey Carlos II, que había sido apoyado en su retorno al trono por el padre de Penn y con quien había adquirido una importante deuda económica. William Penn propuso al monarca saldar la deuda a cambio de terrenos en las colonias británicas de Norteamérica. El rey aceptó los términos propuestos y concedió la propiedad de unos extensos territorios boscosos situados al sur de la colonia de Nueva Jersey. Aunque Penn denominó a su posesión inicialmente “Nueva Gales” y luego “Sylvania” (tierra de bosques), el rey, en deferencia al almirante Penn, la rebautizó en los acuerdos firmados en 1681 como “Pennsylvania” (los bosques de Penn), algo que no gustó a William Penn, porque podría parecer que se homenajeaba a sí mismo, aunque ya no pudo hacer nada.
William Penn y el rey Carlos II acuerdan el nacimiento de Pensilvania (“The birth of Pennsylvania 1680” obra del pintor norteamericano Jean Leon Gerome Ferris, 1863-1930)
El objetivo de William Penn era que aquellas tierras se convirtieran en el lugar que demostraría que una comunidad humana presidida por la justicia y la paz era posible. De hecho, a pesar de haber recibido la propiedad de las tierras, Penn negoció con los indígenas acuerdos de compra con la intención de mantener unas buenas relaciones con los nativos (hecho que se lograría y se mantendría durante casi un siglo).
Penn sería el primer gobernador de Pensilvania y una de sus primeras decisiones sería fundar una nueva ciudad que fuera el escenario urbano de ese nuevo modelo social al que aspiraba. Así, en 1682, nacería Filadelfia (Philadelphia) que significa “amor fraternal”.
Antes de ser planificada, Filadelfia estaba concebida conceptualmente en la mente de Penn. La nueva ciudad debía ser la demostración al mundo de sus ideas. Penn denominó la experiencia como Holy Experiment, el Santo Experimento.
La capital del Santo Experimento comenzó siendo regida por una asamblea en la que participaban todos los residentes (siguiendo el ideal cuáquero de igualdad humana). De hecho, el gobernador (que era el propio Penn) era un cargo con un poder limitado y la gestión política se encomendaba a “funcionarios”, en consonancia con el antiautoritarismo cuáquero. En el Santo Experimento habría libertad de culto y ninguna creencia religiosa sería perseguida. También se estableció la libertad de comercio en el interior de la colonia, así como el respeto a las libertades civiles e igualdad de derechos para todos los colonos. También sería destacable la reivindicación de la dignidad de las mujeres, que tendrían una participación activa en la vida pública. Pensilvania carecería de ejército propio, cuestión que se vio favorecida por las cordiales relaciones existentes con los indígenas americanos, que tenían libre circulación por la colonia y disfrutaban de unos tratos comerciales favorables.
Idealización de la llegada de Penn al Nuevo Mundo (“The Landing of William Penn” obra del pintor norteamericano Jean Leon Gerome Ferris, 1863-1930)
Impregnada del espíritu cuáquero, la solidaridad y la generosidad caracterizaron los primeros tiempos de la nueva colonia, lo que la convirtió en una “utopía hecha realidad”, atrayendo a numerosos inmigrantes de otras partes de Europa (y también del resto de colonias norteamericanas) que profesaban otras religiones y, en muchos casos, se encontraban perseguidos en sus lugares de origen. El propio Penn se encargaría de la publicitar por todas partes las virtudes de su colonia y las favorables condiciones de cesión de terrenos para su explotación (además de la filantropía, Penn también atendía a sus intereses económicos).
Pero el gran éxito de Pensilvania y de Filadelfia comenzaría a plantear problemas para aquel “paraíso social”. El Santo Experimento funcionaría durante un tiempo, pero el aumento de población y su diversidad, obligarían a cambiar algunas de las reglas originales. Por ejemplo, surgieron problemas de orden público que pusieron en cuestión el pacifismo cuáquero (comenzó a haber disputas entre colonos, y entre estos y los indígenas, ya que algunos de los colonos no cuáqueros no estaban por la labor del respeto a los nativos) y hubo que nombrar un cuerpo de policía. También el régimen asambleario dejó de ser efectivo y acabó nombrándose un consejo de representantes que comenzaron a tomar decisiones sin las “preceptivas” consultas ciudadanas.
A pesar de ser la obra de su vida, William Penn pasó poco tiempo en su colonia. Llegó en 1682 y retornó a Inglaterra en 1684 para resolver algunos problemas con el patrimonio familiar. Volvería a Pensilvania en 1699 para encontrar una próspera colonia que alcanzaba los 18.000 habitantes, de los cuales 3.000 residían en Filadelfia, pero también para constatar algunos de esos cambios que se desviaban del ideario del Santo Experimento. Paradójicamente, el tolerante Penn, en su intento de reconducir el rumbo de la colonia, se convirtió en un rígido gobernante, adoptando leyes y decisiones autoritarias. Penn regresaría a Inglaterra en 1701 para resolver temas financieros (descubrió que sus asesores le estaban estafando) y familiares (alguno de sus hijos mayores estaba descarriado generando deudas muy elevadas). Los graves problemas económicos que padecía le llevaron a intentar vender Pensilvania a la Corona Inglesa, sin conseguirlo. Acabaría sufriendo un infarto cerebral en 1712 que lo incapacitaría y moriría arruinado en Inglaterra en 1718.
Penn negoció con los nativos para garantizar las buenas relaciones de la nueva colonia con los indígienas (“Penn's Treaty with the Indians at Shackamaxon”, obra de 1771 del pintor Benjamin West, 1738-1820)
Aunque la familia Penn mantendría la propiedad de la colonia hasta la Revolución Americana, tras la muerte del fundador, se iría apartando del ideal igualitario y solidario para adoptar criterios bien distintos. Por ejemplo, con el militarismo (en 1756 el gobernador declaró la guerra a los indígenas), la insolidaridad e intolerancia derivadas de la diferente prosperidad de los colonos, o con agresivo espíritu comercial que había sustituido a la serenidad religiosa. Así, casi un siglo después de su implantación, el Santo Experimento tendría su final definitivo: los ideales originales habían desaparecido.
No obstante, el legado conceptual de Penn no desapareció totalmente y algunas de sus ideas serían recogidas por los padres fundadores de los Estados Unidos en la Constitución del país (no solamente los ideales, como la igualdad entre las personas, sino también aspectos operativos como la estrategia de las enmiendas que adaptan la Carta Magna a las circunstancias sobrevenidas).
Filadelfia prosperaría hasta convertirse en la ciudad más poblada de la Norteamérica británica, que sería referencia cultural, política y económica, y uno de los focos principales de la Revolución estadounidense. Cuando las Trece Colonias declararon su independencia en 1776, Filadelfia contaba con 30.000 habitantes (aunque sería superada poco después por Nueva York) y llegaría a ejercer como capital del nuevo país hasta 1800 fecha en la Washington asumió ese rango principal.

El sitio de Filadelfia.
En 1609, la nave Half Moon, fletada por los holandeses y comandada por Henry Hudson, llegaba a las costas norteamericanas. Era el tercer viaje que realizaba el capitán en busca del ansiado “paso del Noroeste”. No lo encontró, pero en su intento, exploró dos cauces fluviales que serían trascendentales en la futura evolución de la región. El primero, que sería denominado inicialmente “rio norte”, es el actual Hudson River (bautizado en honor a su descubridor). Hudson remontaría el río y descubriría la isla de Manhattan, aunque ya había sido vista en 1524 por el navegante Giovanni da Verrazzano quien, al servicio de Francisco I de Francia, también buscaba el mismo paso hacia las Indias. Pero lo que Verrazzano no encontró fue la amplia bahía que se abría algo más al sur, en la que desembocaba otro rio, que sería identificado como “rio sur” (el actual rio Delaware).
Los holandeses centraron sus esfuerzos colonizadores en el norte, en la isla de Manhattan, en la que, en 1625, fundarían un asentamiento al que denominarían Nueva Amsterdam (la futura Nueva York). Esa atención prioritaria a la región septentrional les llevó a descuidar aquel cauce meridional que se mantuvo casi olvidado hasta que en 1638 una expedición sueca levantó Fort Kristina, el primer establecimiento construido en la bahía de Delaware (aunque acabaría bajo control holandés en 1655 y posteriormente, a partir de 1664, bajo dominio británico). Hasta entonces esa zona, la futura Pensilvania, era un territorio boscoso, escasamente poblado por tribus indígenas del pueblo leni-lenape, que formaba parte del grupo lingüístico algonquino.
Las tribus Leni-Lenape se extendían por la región del rio Hudson y del rio Delaware.
Y prácticamente así lo encontraría unos años después William Penn, cuando se dirigió a aquellos territorios que había obtenido del rey y en los que quería crear la comunidad ideal que soñaba.
Penn había reflexionado sobre las organización física y política que debía tener Pensilvania. Comenzó estructurando su territorio en condados y distribuyendo tierras entre los primeros colonos (en seis meses había concedido más 300.000 acres, 1.200 km2, a unos 250 pobladores iniciales). Entre sus primeras decisiones, quizá la más trascendente sería fundar un nuevo asentamiento para lo que procuró seleccionar la ubicación más adecuada. Filadelfia estaba a punto de nacer.
En 1681, Penn envió con ese cometido a tres delegados que conducirían al primer grupo de colonos y explorarían la zona con el fin de seleccionar el lugar idóneo para la implantación de Filadelfia. Les entregó una serie de instrucciones muy precisas en las que detallaba las condiciones que debería reunir la ubicación. Debía situarse junto al rio Delaware, en algún lugar que garantizara una buena navegabilidad debido a la importancia que se le otorgaba el puerto. Esto implicaba un determinado calado que permitiera a las naves fondear junto a la orilla para evitar que los barcos tuvieran que descargar por medio de barcazas y botes. Pero complementariamente se debía buscar un lugar que estuviera suficientemente elevado para evitar inundaciones y que por tanto se mantuviera seco y salubre. Más aún, pedía que se comprobara la calidad de las aguas y la fertilidad de las tierras, así como la facilidad de provisión de víveres. Las instrucciones también se referían a la selección de la superficie necesaria para la construcción de la futura ciudad. Penn advertía que, si se localizaba el lugar adecuado y contaba con residentes nativos, habría que negociar con ellos su salida comprándoles los terrenos necesarios.
Localización de Filadelfia en el istmo de la península formada junto a la desembocadura del rio Schuylkill en el Delaware.  
A pesar de las muchas condiciones, se encontró el lugar que respondía a todas ellas, en el istmo de una península que se había formado junto a la desembocadura del rio Schuylkill en el Delaware. En esa localización, el rio Delaware había excavado un canal que proporcionaba la profundidad necesaria y además permitiría el acceso de las naves hasta la tierra. Por otra parte, el terreno de la margen derecha del rio en ese punto ofrecía una elevación continua junto a la orilla que garantizaba la defensa frente a inundaciones y mareas. Además, existía una pequeña ensenada que penetraba en la península que podría funcionar con un pequeño puerto fácilmente protegible. Se comprobó la existencia de otras condiciones que refrendaban la elección, la calidad del agua dulce, los bosques en las cercanías y las posibilidades agrícolas del suelo, además de ser relativamente llano para facilitar la urbanización.
El siguiente paso sería el trazado de la ciudad, para lo cual Penn, que todavía permanecía en Inglaterra contaría con la colaboración del capitán Thomas Holme que fue designado topógrafo general. Holme llegó a Pensilvania en junio de 1682 y aunque no pudo intervenir en la elección del sitio llevaba también instrucciones precisas sobre el trazado que debería tener Filadelfia, realizando un primer plano para la ciudad, del que se tienen referencias, pero no se conserva ninguna copia.

Filadelfia, la ciudad finita.
El plano inicial dibujado por Thomas Holme abarcaba solamente la mitad del istmo peninsular, la contigua al rio Delaware, pero Penn, que llegó a Pensilvania en octubre de 1682, ordenó su prolongación hasta el rio Schuylkill para que la nueva ciudad tuviera dos frentes fluviales.
Las instrucciones iniciales de Penn describían una ciudad de calles rectas, con parcelas alineadas y una gran plaza central para almacenes y mercado. Las viviendas deberían construirse en el centro de las parcelas dejando espacio para huertos y jardines. El objetivo de esta medida era doble: por una parte, incrementar las zonas verdes de la ciudad y por otro separar las edificaciones para evitar la propagación de eventuales incendios (Penn había vivido el terrible incendio de Londres de 1666). Es probable que la influencia londinense fuera más allá y que uno de los proyectos propuestos para la reconstrucción de la capital británica, concretamente el planteado por Richard Newcourt, se convirtiera en un modelo para el trazado de Filadelfia (los dos planos muestran planteamientos similares)
Proyecto para la reconstrucción de Londres tras el incendio de 1666 realizado por Richard Newcourt. Pueden apreciarse las similitudes con el planteamiento realizado para Filadelfia en 1683.
El nuevo plano, preparado entre Penn y Holme en 1683, presentaría una ciudad rectangular, con los lados cortos pegados a cada uno de los dos ríos. A partir de esa forma general la distribución interior se organizaba con gran rigor. Los ejes del rectángulo estaban formados por las dos calles principales de la ciudad: la que unía los dos frentes fluviales cruzando la ciudad de este a oeste recorriendo una distancia de unos tres kilómetros de largo, la “calle mayor” (High Street); y la perpendicular a esta por su centro que discurría de norte a sur a lo largo de un kilómetro y medio, la “calle ancha” (Broad Street). Ambas tenían 30 metros de anchura y en su cruce se ubicaba la gran plaza, de 4 hectáreas, que debía acoger los principales edificios de la ciudad (mercado, asamblea, escuela, etc.). Además, esas dos grandes calles dividían la ciudad en cuatro cuartos, cada uno de los cuales contaba con su propia plaza de 3 hectáreas cada una.
El plano de Filadelfia trazado por William Penn y Thomas Holme en 1683.
La trama se completaba con la serie de calles de norte a sur, dos de la cuales cumplían la misión de acompañar a los muelles, las “calles frontales” (Fronts Streets) y otras veinte de menor anchura, de quince metros. En la dirección perpendicular, se trazó otra serie de ocho vías de este a oeste, también de quince metros de anchura. Las manzanas resultantes se agrupaban en varios tipos, siendo las más habituales las de 130 por 205 metros y las de 130 por 150 metros.
Filadelfia en 1777 donde se aprecia la basculación del crecimiento hacia la orilla del rio Delaware.
Filadelfia en 1807 mostrando el desequilibrio entre los dos frentes fluviales.
El desarrollo urbano fue rápido: a los tres años ya se habían construido 600 casas y al final del siglo XVII ya eran unas 2.000. Pero la consolidación de Filadelfia no siguió las previsiones que tenía Penn, que deseaba un crecimiento equivalente en todas las partes de la ciudad. Las diferencias surgieron del distinto peso económico de los dos muelles. El puerto del rio Delaware se consolidó como el principal de la ciudad con mucha diferencia respecto al Schuylkill. De hecho, la ciudad iría adquiriendo una forma aproximadamente triangular con la base en el frente fluvial del Delaware y su altura siguiendo la High Street. En 1794, la plaza central no estaba consolidada todavía y de las plazas residenciales solo funcionaba la sureste. Filadelfia prosperaría con rapidez y desatendería las instrucciones de su fundador. Si bien la trama general se mantuvo, se trocearon las parcelas y se plantearon nuevas calles intermedias para obtener mayores aprovechamientos, construyéndose los edificios públicos donde se creyó conveniente (fuera de las plazas previstas por Penn para esos equipamientos). 
Filadelfia en 1824, extendiéndose fuera de los límites originales junto a la orilla del Delaware, antes de completar el trazado inicial marcado por Penn.
A mediados del siglo XIX, Filadelfia parecía una media luna que seguía la curva del rio Delaware. Se había comenzado la urbanización fuera de los límites de la ciudad original junto a ese río y el rectángulo de Penn tenía completada solamente su mitad oriental. Hasta finales del siglo XIX, Filadelfia no completaría su trama original, aunque ya presentaba importantes desarrollos exteriores a la misma. Sería entonces cuando esa parte de la ciudad funcionaría de una forma más cercana a las previsiones originales. La gran plaza (Central Square), aunque quedaría “descentralizada” respecto a la localización inicialmente prevista, se convirtió en el nodo urbano principal, construyéndose allí el nuevo ayuntamiento, que ejerció de reclamo para compañías que se situarían en su entorno llegando a configurar un distrito central de negocios.

Filadelfia en 1898, el trazado original se difumina ante el gran crecimiento de la ciudad
Filadelfia en su evolución sufriría cambios importantes en el trazado. Aunque mantuvo su espíritu geométrico se fueron modificando dimensiones y programas, sustituyendo edificaciones o incorporando grandes vías rodadas. Hoy, el sueño de Penn es difícil de reconocer en el centro histórico de Filadelfia, que ofrece una sorprendente amalgama de estilos, tamaños y escalas.
El actual centro histórico de Filadelfia es una amalgama sorprendente de estilos, tamaños y escalas (Broad Street desde el norte hacia el Ayuntamiento).

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