Strøget, el peatonalizado eje principal de la ciudad
antigua de Copenhague, antes y después de la transformación.
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Copenhague ocupa invariablemente las
primeras posiciones de los rankings sobre las ciudades con mejor calidad de vida (en 2013 y 2014 fue elegida la mejor
por la revista Monocle). Entre las
razones que justifican tal distinción se encuentra la extraordinaria reconversión
realizada en sus espacios públicos.
A partir de
la década de 1960, Copenhague se convirtió en un laboratorio urbano
implementando una innovadora política de
recuperación del espacio urbano de su casco antiguo, que tuvo su expresión
más conocida en la peatonalización de calles y plazas y en la apuesta por la movilidad
ciclista en detrimento del automóvil. El arquitecto danés Jan Gehl fue uno de sus abanderados. Gehl, que había denunciado la
“ciudad invadida” por los coches que usurpaban el territorio a las personas y
la consecuente “ciudad abandonada” provocada por la emigración de muchas
familias hacia las periferias huyendo del centro, proclamaría la necesidad de
“reconquista” de la ciudad, devolviendo al espacio público su valor como lugar
de encuentro ciudadano. Hoy Copenhague “vive la calle” y muestra orgullosa el
resultado de una experiencia que ha supuesto
un modelo para sus nuevas áreas urbanas y ha influido en muchas ciudades
europeas y de otras partes del mundo, que iniciaron procesos similares.