En 1940, la
Alemania nazi arrasó el corazón de Rotterdam para forzar la rendición del
gobierno holandés. Las cifras de la destrucción fueron desoladoras. La ciudad
vio desaparecer su centro histórico y se enfrentó a su reconfiguración. Las
primeras propuestas, realizadas todavía durante la contienda, y que abogaban
por la reconstrucción, darían paso finalmente a un plan que transformaría radicalmente el núcleo original desde el
ideario funcionalista.
El Plan,
diseñado por Cornelis van Traa en 1946, sería la primera actuación integral del
racionalismo en un casco antiguo
(aunque en este caso hubiera sido arruinado por las bombas y los incendios) y,
en consecuencia, Rotterdam se convirtió
en una guía para la intervención moderna en centros históricos. El cambio
afectó a la estructura urbana, que rechazó mucho del trazado anterior; a los
usos, que quedaron perfectamente zonificados, priorizando la actividad
económica y el ocio; y a la arquitectura, que siguió el Estilo Internacional.
Entre las
piezas destacables se encontraba el área comercial Lijnbaan, un nuevo concepto
diseñado por Jacob Bakema y Jo van den Broek en 1953, que se convertiría en
la primera calle peatonal comercial europea e influiría notablemente en el
desarrollo de otras ciudades.