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16 sept 2017

Asociaciones identitarias: la “glamurosa” conjunción de tres ciudades con tres pintores (Cadaqués/Dalí, Sitges/Rusiñol, Arlés/van Gogh)

El café Van Gogh en Arlés en una muestra de la recuperación de los paisajes del pintor.
Los procesos de generación de identidad urbana son, a veces, imprevisibles. Desde luego, todas las ciudades tienen un “mínimo común” que las iguala, pero hay algunas que cuentan con cualidades particulares que les permiten sobresalir. Estos rasgos singulares pueden tener expresiones muy diversas.
Una de ellas es la cultura, que en ciertas ciudades se ha apoyado en la asociación con algún artista genial que vivió en ellas y les transmitió parte de ese halo casi mágico que asignamos a los creadores. Sobre esa base, y aprovechando también otras virtudes, esas ciudades han logrado construir una imagen sofisticada y glamurosa muy apreciada.
En esta línea, vamos a aproximarnos a tres casos que tienen muchos puntos en común, tanto por su ubicación mediterránea, como por sus atractivos entornos y, sobre todo, por ese halo cultural que las ha convertido en lugares fascinantes para un turismo que busca algo más que playa y sol. Se trata de tres parejas de ciudad/artista: en la Costa Brava española, Cadaqués y Salvador Dalí; en la costa del Garraf, próxima a Barcelona, Sitges y Santiago Rusiñol; y, en la Provenza francesa, Arlés y Vincent van Gogh.

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Asociaciones identitarias: ciudades y pintores.
Los procesos de generación de identidad urbana son, a veces, imprevisibles. Desde luego, todas las ciudades tienen un “mínimo común” establecido en una serie de funciones y características que las igualan. Pero hay algunas que, además de compartir esas bases imprescindibles, sobresalen por ciertas cualidades particulares (entiéndase cualidades positivas). Son ciudades “bendecidas” por algún don que les permite destacar sobre el resto. Entonces, ese rasgo emerge como identitario y les ayuda a diferenciarse, una cuestión que produce diversos beneficios como el de potenciar el sentimiento de pertenencia de sus ciudadanos o el de presentarse con una “identidad clara” para los foráneos (que suele ser muy apreciada por la industria turística, uno de los pilares de la economía de nuestro tiempo).
Estos rasgos singulares pueden tener expresiones muy diversas. A veces proceden de la localización o del paisaje, otras de la existencia de algún elemento arquitectónico o urbano diferencial, también pueden haber protagonizado hechos históricos, ser la cuna de personajes ilustres o haber acogido temporalmente a alguno de ellos. En esta última línea, hay ejemplos que se asientan en la cultura y más concretamente en el mundo del arte y de la pintura en particular. Esto sucede con algunas ciudades que llevan asociado el nombre de algún artista que vivió en ellas y les transmitió parte de eso halo casi mágico que asignamos a los creadores. A partir de esa referencia, estas ciudades han logrado consolidar una intensa vida cultural expresada en la oferta de museos, galerías de arte, eventos relacionados con el arte, etc.
En esta línea, vamos a aproximarnos a tres casos que tienen muchos puntos en común. Se trata de tres parejas ciudad/artista: en la costa brava española, Cadaqués y Salvador Dalí; en la costa del Garraf, próxima a Barcelona, Sitges y Santiago Rusiñol; y, en la Provenza francesa, Arlés y Vincent van Gogh.
Situación de Arlés, Cadaqués y Sitges en la costa noroccidental mediterránea.
Las coincidencias comienzan, primero, por compartir un entorno geográfico, vinculado al Mar Mediterráneo, lo cual les proporciona unas condiciones climáticas y ambientales excelentes. En segundo lugar, y en parte consecuencia de lo anterior, es ser localidades de gran proyección turística, visitadas por miles de viajeros todos los años, con especial intensidad en el periodo estival. Y, en tercer lugar, el que quizá sea el rasgo principal de su singularidad diferencial respecto a otras que también participan de las virtudes anteriores: el hecho de unir al turismo estacional (vinculado al sol y al mar) la identificación con un pintor muy reconocido. Esta favorable asociación se ha convertido en base sustancial para el desarrollo de una importante actividad cultural que, además, proporciona una fascinación que las eleva sobre el resto.
No son las únicas coincidencias entre ellas, porque, además, las tres ciudades cuentan con espacios dedicados a la memoria y obra de sus respectivos artistas icónicos. La casa en la que vivió Dalí en Port Lligat, una de las calas de Cadaqués, es hoy un museo dedicado a su recuerdo (la Casa-Museo Salvador Dalí). En Sitges, Cau Ferrat es un espacio expositivo que alberga obras de Rusiñol y de otros artistas sobresalientes, así como sus colecciones de hierros forjados. Y, en Arlés, la Fundación van Gogh es un centro de creación artística y animación cultural.
No obstante, aunque las tres compartan todas estas características, también presentan diferencias, sobre todo por su tamaño. Sin embargo, esta disparidad cuantitativa no ha impedido que las tres hayan conseguido preservar sus núcleos históricos que, cada uno con su estilo y ambiente particulares, emergen como uno de sus principales atractivos.
Cadaqués es un pequeño municipio de casi 3.000 habitantes, aunque multiplica su población en verano para sobrepasar los 20.000 habitantes. A pesar de esta circunstancia, que ocasiona no pocas tensiones infraestructurales, Cadaqués ha logrado salvaguardar su paisaje esencial, su personalidad y la imagen del pueblo. Por su parte, Sitges es una ciudad mayor, con casi 30.000 personas (cuyo crecimiento mayoritario se ha producido en las últimas décadas, debido al impulso turístico), y que también incrementa notablemente su población veraniega, llegando hasta los 100.000 residentes. En el caso de Arlés, la ciudad ha alcanzado un tamaño medio (algo más de 50.000 habitantes) y es centro de una importante región agrícola donde se celebran ferias y mercados. Además, la ciudad hace gala de su pasado y muestra con orgullo los antiguos monumentos conservados, ocho de los cuales se encuentran inscritos como Patrimonio de la Humanidad (destacando el extraordinario Anfiteatro romano).
En los tres ejemplos, la fusión entre un entorno urbano y paisajístico seductor y una actividad cultural de gran intensidad ha generado una muy atractiva conjunción para crear un ambiente singular, sofisticado y lleno de glamour, muy apreciado por un turismo que busca algo más que playa y sol (hay que recordar que, como nos indica la Real Academia de la Lengua, tener glamour es contar con un encanto sensual fascinante).

Cadaqués
Cadaqués/Dalí.
Cadaqués es una de las referencias principales del turismo que se dirige a la Costa Brava. Uno de sus atractivos es, desde luego, encontrarse un enclave repleto de encantos naturales en el cabo de Creus, el más oriental de la península ibérica. Pero este no es su único reclamo. Lo que distingue a Cadaqués de otras seductoras localidades de esa zona de la costa mediterránea es su halo cultural, tan vinculado a la figura de Salvador Dalí, el genial pintor que eligió ese lugar como su residencia habitual. También atrajo a unos cuantos de los principales artistas del siglo XX que acudieron allí por su estímulo inspirador (como Picasso, Miró o Marcel Duchamp, entre otros destacados creadores).
Salvador Dalí en 1972, fotografía de Allan Warren tomada en el Hôtel Meurice de Paris.
Salvador Dalí (1904-1989) nació en Figueras, una ciudad situada a 39 kilómetros de Cadaqués, en el Ampurdán gerundense. Desde allí partió hacia Madrid, donde estudiaría en la famosa Residencia de Estudiantes (junto a personajes como García Lorca o Buñuel). Posteriormente dirigiría sus pasos a París, estableciendo contacto con el grupo surrealista y comenzando su proyección internacional.
A pesar de las polémicas que acompañaron su vida, su posición como uno de los artistas más destacados del siglo XX es incontestablemente reconocida. Dalí fue un creador multifacético (pintor, dibujante, grabador, escultor, fotógrafo, escenógrafo o escritor), provocador intelectual (que a veces se contradecía a sí mismo con alambicadas argumentaciones), y también un consumado showman (narcisista y megalómano, son muy conocidas sus boutades y sus excesos destinados a atraer la atención de todo el mundo). La historia del arte lo ha etiquetado como un pintor surrealista cuando, en verdad, superó los límites, tanto de la disciplina como de ese movimiento, para mostrar un mundo muy imaginativo, ecléctico y personalísimo, caracterizado por impactantes imágenes oníricas, expresadas con un virtuosismo técnico extraordinario.
Detalle de la pintura “Muchacha en la ventana”, en la que Dalí pintó a su hermana observando la bahía de Cadaqués en 1925.
En 1930, Dalí fijaría su residencia en Port Lligat, un pequeño puerto pesquero ubicado en una cala perteneciente al municipio de Cadaqués, donde en su juventud había disfrutado de estancias veraniegas con su familia. Atraído por la luz, por el paisaje, y por la sensación de asilamiento, Dalí adquirió una casita de pescadores en Port Lligat en la que viviría y trabajaría desde entonces (salvo la mayor parte de la década de 1940 que pasaría en Estados Unidos) hasta el fallecimiento de Gala, su mujer, en 1982. A aquella barraca se le irían sumando otras contiguas que se verían transformadas por el excéntrico genio de Dalí, hasta crear un conjunto irrepetible que, según palabras del pintor era “una verdadera estructura biológica [...]. A cada nuevo impulso de nuestra vida le correspondía una nueva célula, una habitación”. Hoy, esta casa, que muestra el peculiar mundo daliniano y almacena muchos de sus recuerdos, se ha transformado en la Casa-Museo Salvador Dalí.
Detalle de la casa de Dalí en Port Lligat.
Con la muerte de Gala, Dalí se instalaría en el Castillo de Púbol, en el Bajo Ampurdán, un edificio medieval que, actualmente, se encuentra abierto al público como Casa-Museo Castillo Gala Dalí. Aunque el gran espacio dedicado al pintor se encuentra en Figueras, su localidad natal: el Teatro-Museo Dalí, inaugurado en 1974 y que está consagrado a la obra del genio, quien, además, se implicó mucho en su creación. El pintor, fallecido en 1989, se encuentra sepultado en el propio museo. Este Teatro, junto a los mencionados edificios de Púbol y Port Lligat constituyen el imprescindible “triángulo” daliniano ampurdanés.
Teatro-Museo Salvador Dalí en Figueras.
Cadaqués reúne así arte y naturaleza, siendo destino de muchos artistas de todo el mundo, algunos de los cuales establecerían su residencia en la ciudad. El ambiente cultural se manifiesta en las numerosas galerías de arte, centradas en la pintura, la escultura y la fotografía, que proporcionan a la ciudad ese halo artístico tan particular. Paisaje y cultura se fusionan en una amalgama inseparable que hace de Cadaqués un lugar especial.

Sitges
Sitges/Rusiñol.
Sitges, a unos cuarenta kilómetros al sur de Barcelona, en la costa del Garraf, es otra de esas ciudades que ha logrado unir la atracción turística con la propuesta la cultural. Sitges fue originalmente un pequeño municipio pesquero que se transformó en una importante localidad turística, apoyándose, desde luego en su costa mediterránea, pero también en ese resplandor cultural que la distingue de los lugares de su entorno. En esa deriva cultural influyó la decisión de Santiago Rusiñol, un artista polifacético, que la seleccionó para ubicar en ella una casa-taller en la que organizar exposiciones y eventos artísticos.
Retrato de Santiago Rusiñol, realizado por Ramón Casas hacia 1900.
Santiago Rusiñol (1861-1931), barcelonés de nacimiento, encontró en Sitges su refugio. Había llegado allí por recomendación de su amigo Ramón Casas que había estado en la población pintando. Rusiñol fue uno de los artistas importantes del Modernismo, con una pintura que iría adquiriendo las técnicas del impresionismo, centrando su objetivo en la pintura de paisaje (principalmente jardines) al aire libre. 
“Jardín de las Elegías. Son Moragues”, obra de Santiago Rusiñol de 1903.
Tras una estancia en París, volvió a España y recaló en Sitges, donde compró, en 1893, una casa de pescadores para albergar una extensa colección de piezas de hierro forjado y de arte antiguo que había ido adquiriendo a lo largo de sus viajes (el coleccionismo fue una de las pasiones de Rusiñol). Esa casa y la contigua que adquirió poco después, serían remodeladas para convertirlas, no solo en espacio de trabajo y depósito de sus colecciones sino también en un lugar de encuentro para poetas (Rusiñol fue también un apreciable escritor) y artistas. Bautizó el lugar como Cau Ferrat (una “madriguera de hierro”, en referencia al material de los numerosos objetos de forja recopilados). Pronto se convirtió en un lugar de referencia para la cultura (se harían célebres sus “Fiestas Modernistas” a las que acudían personalidades destacadas de la intelectualidad catalana y española). A la muerte del pintor, Cau Ferrat, pasó, por deseo del artista, a ser propiedad del municipio. El Ayuntamiento lo convirtió en un museo abierto al público desde su inauguración en 1933.
Cau Ferrat en Sitges, fachada e interior.
Sobre esa base, Sitges fue incrementando su oferta cultural con nuevos museos temáticos, galerías de arte, y eventos artísticos diversos. Entre estos destaca un acontecimiento de relevancia internacional, como es el Festival de Cine Fantástico de Sitges, que celebra este año 2017 su edición número cincuenta (entre el 5 y el 10 de octubre). Además, Sitges también se ha destacado como un espacio de libertad desde hace muchos años, acogiendo a la comunidad gay, que ha elegido esa ciudad como un lugar predilecto para disfrutar sus vacaciones.

Arlés: entorno del Anfiteatro romano.
Arlés/van Gogh.
Arlés es una de las ciudades importantes de la antigüedad. Durante el Imperio Romano llegó a ser capital de la prefectura de las Galias (que incluía también a Hispania) e incluso fue candidata a primera ciudad imperial (distinción que finalmente recaería en Constantinopla). Su importancia histórica tenía mucho que ver con su estratégica ubicación en la Provenza francesa, junto a la desembocadura del Ródano. Pero Arlés sufrió mucho tras la descomposición del imperio romano occidental, hasta estar casi a punto de desaparecer. Afortunadamente, tras siglos de letargo, la ciudad fue rescatada gracias a su luz mediterránea.
Porque a Arlés llegarían pintores buscando su luminosidad como un motor de inspiración para sus obras. Arlés volvería a “aparecer” en el mapa aupada por esos artistas, entre los cuales destaca especialmente Vincent van Gogh.
Autorretrato de Vincent van Gogh (1887)
Vincent van Gogh (1853-1890) fue un holandés errante. Tras una ajetreada vida luchando por su arte y contra sus propios demonios, van Gogh recaló en Arlés en 1888, huyendo del ajetreado norte y buscando el color y la impresionante luz provenzal. Allí le acompañaría Gauguin, otro de los maestros de la pintura con quien tendría una relación tormentosa.
No estuvo mucho tiempo en la ciudad, pero dejó una huella imborrable, que Arlés supo aprovechar tiempo después. El artista disfrutó de un periodo muy fecundo, realizando más de 300 obras en los quince meses que residió en la ciudad (entre ellas se encuentran algunas de las más emblemáticas de su producción como “Los Girasoles”, “Le café Le Soir” o “la Casa Amarilla”). 
“La casa amarilla”, obra de Vincent van Gogh de 1888, y estado actual del entorno. En aquella casa, le pintor intentó crear una comunidad de artistas.
En el periodo arlesiano ocurrirían algunos de los hechos más recordados de su atormentada biografía, como la automutilación del lóbulo de su oreja izquierda (no la oreja completa como algunos creen equivocadamente). Su deteriorado estado de salud mental obligó a ingresarlo en un hospital de la ciudad y posteriormente en el psiquiátrico Saint Paul-de-Mausole en la vecina Saint-Rémy-de-Provence. Finalmente se trasladaría a Auvers-sur-Oise, una localidad cercana a París, en la que residiría hasta que, a finales de julio de 1890, el pintor se disparó con un revolver en el pecho, muriendo como consecuencia de la herida que se infligió.
En 1983 se creó la asociación vinculada a la figura de van Gogh (desde 2010, institucionalizada como Fundación Vincent van Gogh Arles) con el objetivo de promover actividades culturales y artísticas en torno a la obra del pintor, potenciando Arlés como un centro internacional para la creación artística, siguiendo, en cierto modo, el deseo del pintor quien quiso crear en la ciudad una comunidad de artistas (en la famosa “casa amarilla” desaparecida bajo las bombas de la Segunda Guerra Mundial).

Acceso a la Fundación Van Gogh en Arlés.
La potencia de su patrimonio histórico, sumada a las extraordinarias cualidades ambientales de la Provenza y a ese fulgor cultural que se manifiesta con la presencia de artistas, exposiciones y las numerosas galerías de arte (sobre todo de fotografía) ha consolidado una atracción que ha hecho de Arlés uno de los destinos principales turísticos del suroeste francés.

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