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14 jul 2019

Cuando Johann Sebastian Bach paseaba por Leipzig componiendo cantatas.

Johann Sebastian Bach residió en Leipzig sus últimos veintisiete años, componiendo allí una parte importante de su obra. En la imagen, estatua frente a la Iglesia de Santo Tomás de Leipzig (Thomaskirche) [Fuente; Apaloosa / Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported]
Bach es uno de los emblemas de Leipzig, una ciudad alemana que cuenta con una muy notable tradición musical. Allí residió Johann Sebastian los últimos veintisiete años de su vida y compuso una parte muy importante de su obra.
En una época de músicos viajeros, la actividad de Bach estuvo centrada en un limitado territorio y en unas pocas ciudades entre las que destacaría Leipzig, donde fue contratado como kantor y director musical de sus iglesias principales. El traslado a esa ciudad sajona coincidió con un momento de cambio personal que se reflejaría también en lo profesional.
Nos aproximamos al Bach de Leipzig (y a sus cantatas religiosas como núcleo fundamental de su producción de aquella época) y al Leipzig de Bach, una ciudad próspera económicamente, un centro intelectual de primer nivel en el ámbito germánico gracias a su universidad, y uno de los puntos fuertes de la Reforma Protestante iniciada por Lutero.

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Bach de Leipzig.
Bach es uno de los emblemas de Leipzig, una ciudad alemana que cuenta con una muy notable tradición musical, representada en la prestigiosa orquesta de la Gewandhaus (cuyo nacimiento se remonta a 1743) o en el hecho de contar con el tercer teatro de ópera más antiguo de Europa (que se abrió en 1693, aunque el edifico actual fue inaugurado en 1960 en sustitución del anterior, que fue derribado durante la Segunda Guerra Mundial)
Además de Bach, otros grandes músicos residieron en la ciudad sajona afirmando la filarmonía de esta. Allí vivió y murió Felix Mendelssohn (1809-1847) quien había llegado para dirigir la Gewandhaus y donde fundó el Conservatorio de música (el primero de Alemania). En Leipzig residió igualmente Robert Schumann (1810-1856). El compositor acudió a la ciudad para cursar derecho en su universidad, pero abandonaría los estudios para dedicarse a la música y acabaría casándose con una lipsiense ilustre: Clara Wieck, la hija de su maestro, que era una pianista excepcional. En Leipzig también nacería Richard Wagner (1813-1883).
Pero el caso de Johann Sebastian Bach (1685-1750) es especial. En una época de músicos viajeros, su actividad estuvo centrada en un limitado territorio y en unas pocas ciudades noreuropeas, entre las que destacaría Leipzig. Además, el reconocimiento artístico de sus contemporáneos fue muy moderado y no sobrepasó aquellos estrechos confines. Tras su muerte estuvo prácticamente olvidado, hasta que, a comienzos del siglo XIX fue “rescatado” gracias al empeño de figuras como Felix Mendelssohn. Desde entonces, la importancia de Bach no ha parado de crecer hasta ser reconocido internacionalmente como uno de los más grandes compositores de la historia.
La reducida geografía que lo acompañó está marcada por varias ciudades: Eisenach, donde nació; Ohrdruf y Lüneburg, donde se formó; Weimar, Arnstadt, Mühlhausen o Köthen, en las que desarrollaría su estilo para llegar a Leipzig donde vivió su madurez como artista hasta su muerte. Por eso, y porque residió en ella durante los últimos veintisiete años de su vida, Leipzig es la que quizá pueda identificarse mejor con Bach. Allí recaló en 1723, con treinta y ocho años recién cumplidos, para hacerse cargo del puesto de Kantor de la Thomasschule. El cambio fue importante porque en Köthen era Kapellmeister, maestro de capilla, es decir un empleado de la corte que componía y dirigía música de todo tipo para la nobleza (príncipes, reyes e incluso el emperador). Por el contrario, Kantor, era un puesto al servicio de la iglesia, cuya obligación principal se centraba en instruir a los jóvenes, especialmente en el canto. También debía componer, pero solamente música religiosa. Complementariamente, Bach fue nombrado Director Musices Lippsiensis, empleo que conllevaba controlar todas las instituciones musicales de la ciudad y, en particular, sus iglesias. Así, Bach se convirtió en organista, director de coro y supervisor de las iglesias principales de Leipzig, las iglesias luteranas de Santo Tomás (Thomaskirche) y de San Nicolás (Nikolaikirche), incluso también de la de San Pablo (Paulinerkirche, hoy desaparecida y que fue la iglesia de la universidad). Esa ocupación exigía la composición de música para las diversas y numerosas celebraciones litúrgicas (exigiendo un esfuerzo descomunal como comentaremos más adelante). En consecuencia, pasó de componer música instrumental cortesana-mundana a producir música sacra, tarea a la que se lanzó con entusiasmo.
Retrato de Johann Sebastian Bach en las vidrieras de la Iglesia de Santo Tomás de Leipzig (Thomaskirche) [Fuente: Membeth / Creative-Commons-Lizenz CC0 1.0]
De todas formas, Bach no acabó de encontrarse a gusto con ese puesto (que previamente habían rechazado Georg Philipp Telemann y Christoph Graupner) porque sus patronos nunca fueron conscientes de su valía y no le permitieron desarrollar su arte con libertad (sus obligaciones eran muchas y variadas y el sueldo no era alto). De hecho, intentó trasladarse a otro lugar, pero no lo logró. No obstante, Leipzig también le permitió encauzar alguno de sus anhelos, gracias a que dirigió el Collegium Musicum, conjunto fundado años atrás por Telemann, que le permitió experimentar más allá de los deberes de su cargo; o a los conciertos celebrados en el Café Zimmermann, un afamado establecimiento situado junto a la plaza del mercado, en la Katharinenstrasse, que era entonces la calle más elegante de la ciudad (allí, con el Collegium, estrenó cantatas profanas y obras instrumentales).
En el momento de la llegada a Leipzig, Bach se encontraba en un punto de inflexión de su vida. El compositor había enviudado en 1720 de su primera esposa, Maria Barbara, con la que tuvo siete hijos (cuatro de los cuales fallecieron en la infancia). En diciembre de 1721 se había casado con Anna Magdalena con la que tendría trece nuevos vástagos, además de criar a los tres supervivientes del primer matrimonio, entre los que estaban los futuros músicos Wilhelm Friedemann (1710-1784) y Carl Philipp Emanuel (1714-1788). El primero de los hijos de Johann Sebastian y Anna nacería en Leipzig y sería una niña que murió a los tres años. Entre estos descendientes destacarían los también músicos Johann Christoph Friedrich (1732-1795) y Johann Christian (1735-1782).
Así pues, Leipzig significó para Bach un cambio radical en lo personal, pero también en lo profesional. Mientras que en Köthen había alumbrado algunas de las cimas de su obra instrumental (como los conciertos de Brandeburgo, las sonatas y partitas para violín solo, las suites para violonchelo, o la primera parte del Clave bien temperado), en Leipzig llegaría al clímax de su obra vocal y religiosa, con las numerosas cantatas, las misas (especialmente la Misa en sí menor), los oratorios y particularmente las Pasiones (según San Juan y según San Mateo).
En la última década de su vida, Bach se dedicó a profundizar en el conocimiento de los maestros del pasado y a la experimentación contrapuntística. En cualquier caso, Bach no fue un compositor revolucionario que propusiera innovaciones rompedoras; más bien fue un músico de síntesis, que utilizó lo existente para componer una obra que es reconocida como la cumbre del barroco alemán.
Bach fue un virtuoso instrumentista de órgano, un improvisador inigualable y un compositor multifacético que abordó muchos géneros, con especial significación en las piezas vocales religiosas: las cantatas, que constituyen el núcleo fundamental de su obra. Hoy más de doscientos cincuenta años después de su muerte, Bach ha vencido al tiempo y su apreciación sigue creciendo.

Las cantatas de Johann Sebastian Bach.
La Reforma religiosa iniciada por Lutero en el siglo XVI afectó al fondo y a las formas. Respecto a estas últimas cuestiones puede destacarse la transformación realizada en los cantos eclesiásticos. El objetivo era distanciarse de las prácticas católicas, en las que la música sacra había adquirido una notable sofisticación y complejidad, que la alejaba del sentir de los fieles comunes. Lutero pretendía que las canciones religiosas fueran comprensibles para los feligreses y que en consecuencia se convirtieran en un instrumento pedagógico, una especie de recurso para orientar la actuación individual. Para conseguirlo, lo primero fue eliminar el latín y utilizar el alemán para los textos. En segundo lugar, se recurrió a melodías sencillas, que podían ser aprendidas con facilidad y recordadas posteriormente. La relación entre texto y música debía ser también simple, por lo que se ajustó la palabra con la melodía a través de un canto silábico. Así, además de entender los mensajes de las canciones, se conseguiría la participación de los devotos en las ceremonias, fortaleciendo el sentimiento de comunidad. Lutero pretendía que, con el recuerdo de las melodías cantadas, la “palabra de Dios” siguiera “viva” en los corazones de los fieles y sirviera de guía didáctica para su vida cotidiana. Ese fue el nacimiento de los corales, un nuevo género musical que se convirtió en un instrumento propagandístico del nuevo espíritu de la Reforma Protestante.
De esos corales reformistas, surgiría la cantata del Barroco alemán. Con esa denominación italiana se conocían las piezas cantadas frente a las instrumentales (tocatas o sonatas) pero el ámbito germánico la convirtió, a comienzos del siglo XVIII, en una forma musical propia de las celebraciones litúrgicas del protestantismo. La influencia italiana no quedó solamente en el nombre, sino que también se dejaría notar en la estructura interna de las piezas (particularmente en la organización de las sucesiones de recitativos y arias).
Iglesia de Santo Tomás (Thomaskirche) con la Thomasschule de Bach al fondo (hoy desaparecida) en un grabado de 1735 de autor desconocido [Fuente: dominio público]
Estas cantatas se interpretaban habitualmente entre la lectura del Evangelio y el sermón y sus textos solían hacer referencia a los mensajes escuchados en los pasajes bíblicos, por lo que solían estar compuestas para fechas específicas (por eso, casi podrían etiquetarse como música “funcional”).
Así pues, la cantata religiosa alemana tenía ya una larga historia cuando Bach comenzó a componer esas piezas religiosas. Los tres elementos característicos de las cantatas, el coral, el recitativo de textos bíblicos y las arias, estaban asumidas no sin cierta polémica surgida entre poetas y músicos por un lado y teólogos y pastores por otro. Para estos últimos se corría el riesgo de que la música del templo se parecieses a la del teatro y trataban de evitarlo recordando que el objeto de la música era servir a las ideas religiosas transmitiendo de forma agradable el mensaje de los Evangelios. Johann Sebastian entendió perfectamente esas directrices y asentó las bases estructurales de una forma que no debía extenderse más allá de los veinte minutos (aunque hay excepciones). Habitualmente, Bach arrancaba con un coral como primer número, cantado por un coro numeroso y sugiriendo los motivos melódicos que serían reelaborados en la sucesión de pasajes (recitativos o arias) que desarrollaban el mensaje evangélico. Por lo general, la cantata terminaba con otro coral breve. No obstante, Bach no seguiría siempre ese esquema y además aplicaría una gran variedad musical interna con diferentes pautas de interpretación (con aparición de diferentes instrumentos, muchas veces obligado por los músicos disponibles para la ocasión; arias para voces a solo; transformación de las mismas en dúos-diálogos; composiciones para tres o más voces; o articulaciones distintas en la integración de los coros en el conjunto). En cualquier caso, las cantatas religiosas de Bach conservaron ciertos rasgos casi invariables, como son el aria da capo (un aria ternaria en la que la tercera parte es repetición de la primera), el inevitable coral o la austeridad de los recitativos.
Desde luego, Bach ya había compuesto algunas cantatas antes de llegar a Leipzig, pero sería en esta ciudad donde lograría la formalización de un modelo, tanto por coincidir con su madurez creativa como por las exigencias de su puesto de Kantor que le obligaba a componer sin descanso (una cantata cada semana, además de atender a otras muchas funciones administrativas y docentes de su cargo). El esfuerzo sería titánico durante los primeros años, cuando las composiciones se organizaron en ciclos (un ciclo incluye la totalidad de cantatas requeridas para todos los oficios religiosos de domingos y fiestas de guardar de un año litúrgico). Siguiendo las cantatas de Bach se puede apreciarse la evolución del género desde los motetes originales hasta los grandes oratorios finales.
Iglesia de San Nicolás (Nikolaikirche) en Leipzig [Fuente: Apaloosa / Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported]
No hay un acuerdo sobre las cantatas que compuso Bach. En su necrológica, su hijo habló de cinco ciclos (que contendrían unas trescientas cantatas) pero se conservan unas doscientas cantatas sacras y unas veinte profanas. Aceptando que pueden haberse perdido bastantes cantatas, a partir de las conservadas, los musicólogos suelen mencionar tres ciclos (o cuatro en algún caso) en lugar de cinco. El primer ciclo, iniciado nada más llegar a la ciudad, comienza con la BWV 75 (Die Elenden sollen essen, Los pobres comerán hasta saciarse, representada por primera vez en la Nikolaikirche, el primer domingo después del Domingo de Trinidad, que en 1723 cayó el 30 de mayo). Para este ciclo habría compuesto unas cuarenta nuevas y habría reelaborado unas veinte que eran antiguas. El segundo ciclo arrancaría con la BWV 20 para 1724, y tendrían textos escritos sobre todo por Christian Friedrich Henrici, más conocido con el seudónimo de Picander. El tercero (para algunos musicólogos, tercero y cuarto) sería el más complejo y no ofrecería series ininterrumpidas como en los dos anteriores. Además, sería el más pausado en su composición: comenzado con la BWV 110 de 1725 y acabado en 1729 (para algunos serían dos ciclos, 1725-1727 y 1728-1829). El esfuerzo realizado sería excesivo y por eso Bach acabaría utilizando cantatas de otros compositores y repitiendo las propias.
[El catálogo de la obra de Bach, Bach-Werke-Verzeichnis, BWV fue creado por el musicólogo alemán Wolfgang Schmieder en 1950. No está ordenado cronológicamente sino por tipo de obra. Por ejemplo, las cantatas religiosas reciben desde el número 1 al 200 y del 201 al 215 son cantatas profanas, aunque esto requeriría ciertos matices]

Leipzig de Bach.
Leipzig es la ciudad más poblada de Sajonia (Freistaat Sachsen), uno de los 16 estados federados de Alemania cuya capital se encuentra en Dresde. Este Land se ubica en el este del país, en las laderas septentrionales de los Montes Metalíferos que separan Alemania de la República Checa. El rio Elba con su valle, que atraviesa los montes, es el eje central de la región.
En la llanura que sigue al piedemonte, en la confluencia de los ríos Elster y Parthe, cauces pertenecientes a la cuenca del Elba, se fue configurando, en fechas inciertas de la Edad Media, un asentamiento llamado Lipzk, originalmente eslavo y posteriormente controlado por los sajones, del que se tendría la primera constancia documental sobre su existencia en 1015. En el año 1065 recibiría su fuero municipal y el privilegio para celebrar mercados.
Esas concesiones y su ubicación estratégica, en una encrucijada de rutas del norte europeo, favorecerían que la ciudad se convirtiera en la principal del Electorado de Sajonia (estado establecido en 1356). En 1409, Leipzig recibiría otra de sus enseñas trascendentales: la Universidad, la segunda más antigua de Alemania tras Heidelberg. Esta institución tendría un gran protagonismo en el establecimiento de la Reforma Protestante de Lutero.
Perspectiva de Leipzig hacia 1637 (desde el vértice suroriental) aparecida en el Theatrum Europaeum, el atlas editado por Matthäus Merian [Fuente: dominio público]
Sajonia ganaría peso político cuando sus Electores se convirtieron también en reyes de Polonia, en una unión personal de los dos estados que duró de 1697 a 1763 (con Federico Augusto I, que reinó en dos ocasiones entre 1697 y 1733, con una interrupción forzada por los suecos entre 1704 y 1709; y con Federico Augusto II, Elector de Sajonia y rey de Polonia entre 1734 y 1763).
El fuerte impulso mercantil, con las tres ferias comerciales anuales que se convocaban y la existencia de la Bolsa (que sería fundada en 1679), así como el hecho de ser un centro intelectual de primer nivel gracias a su universidad, haría prosperar económicamente a Leipzig, aunque la población crecería con lentitud. En ese contexto social, su adinerada burguesía invirtió en el embellecimiento de la ciudad, que en 1701 era conocida como la “pequeña París” dado que también contaba con alumbrado público. Como dato demográfico puede reseñarse que a finales del siglo XV su población rondaba los 10.000 habitantes, alcanzando los 32.000 habitantes en 1800.
La acomodada Leipzig resplandecería culturalmente. En ella se estableció la primera imprenta alemana en 1481 iniciando una potente vocación editorial. Allí nacería el filósofo y matemático Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) y en su universidad estudiarían personajes tan ilustres como Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), “el más grande hombre de letras alemán” en palabras de George Eliot, o Friedrich Nietzsche (1844-1900).
El centro histórico, que estuvo envuelto por las fortificaciones desaparecidas, fue el entorno en el que se desenvolvió Bach, particularmente entre sus dos iglesias principales la Thomaskirche y la Nikolaikirche, separadas unos 400 metros entre sí. En esa ciudad bulliciosa constreñida por unas poderosas murallas y con unos modestos suburbios exteriores, Bach compondría una parte importante de su obra.
Plano de Leipzig en 1749, antes del derribo de las fortificaciones [Fuente: dominio público]
El centro histórico de Leipzig es bastante similar al que pase-o Bach dado que, salvo varias zonas concretas que sufrieron bombardeos en la Segunda Guerra Mundial, se logró conservar en gran medida. El casco presenta un trazado bastante ordenado con una retícula cercana a la ortogonalidad en cuyas murallas se abrían cuatro puertas-
En ese recinto, casi cuadrado (con un lado cóncavo), destacaría el espacio urbano principal de la plaza del mercado (Marktplatz) donde se levantó el antiguo ayuntamiento (Alte Rathaus) y adonde llegaba por el norte la elegante Katharinenstrasse. El cuadrante suroccidental estaba presidido por la Thomaskirche (y su vecina Thomasschule) mientras que en la zona suroriental emergía la Nikolaikirche, junto a los centros de la universidad (hoy se levanta el Paulinum-Aula y la Iglesia de la Universidad St. Pauli en el lugar donde estuvo la Paulinerkirche derribada en 1968). La tercera iglesia a de la ciudad era la Iglesia de San Pedro (Alte Peterskirche) que había sido construida en 1507 (fue demolida en 1886 para dejar lugar a la actual iglesia neogótica)
Tras la muerte de Bach, Leipzig cambiaría de aspecto. Lo haría su núcleo original, porque tras la Guerra de los Siete años (1756-1763) las fortificaciones de la ciudad serían demolidas preparando el terreno para la aparición posterior del denominado anillo interior de la ciudad: el “Innenstadtring” o simplemente “Ring”, que envuelve la ciudad antigua a lo largo de sus 3,6 kilómetros de perímetro caracterizados por una vía rodada de circunvalación y parques lineales que la acompañan, así como por la extensa Augustusplatz en la que se reconstruirían tras la Segunda Guerra Mundial, el teatro de Opera y la Gewandhaus (y se levantaría, entre 1968 y 1972, el rascacielos más alto de la ciudad, el City-Hochhaus).
Vista aérea de la Augustplatz con el teatro de Opera, la Gewandhaus y el City-Hochhaus. En el interior se aprecia la Nikolaikirche. Imagen de 2009 [Fuente: Sven Scharr / Creative Commons Attribution 3.0 Unported}
Y también cambiaría porque, tras años contenida dentro de las murallas, Leipzig comenzaría una extensión extraordinaria. La inmensa cuenca de lignito en la que se asienta Leipzig, en la que se trazó la primera línea de ferrocarril interregional alemana en 1839, sería la base de una intensa industrialización, acelerada sobre todo a partir de 1870 cuando la ciudad contaba con poco más de 100.000 habitantes. Desde ese momento, el crecimiento de la ciudad sería explosivo, alcanzando su punto álgido en 1930 con 720.000 habitantes, aunque la Segunda Guerra Mundial castigó a la ciudad y la población se redujo notablemente. En la actualidad, Leipzig es una floreciente ciudad de unos 590.000 habitantes que, si bien se vio lastrada en su periodo prosoviético por una industria obsoleta, ha recibido un nuevo impulso (sobre todo en su tradición universitaria) dentro del seno de la Alemania reunificada (de hecho, las primeras manifestaciones de alemanes que forzarían el cambio de régimen en 1989 salieron de la plaza del mercado de Leipzig)

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