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28 may 2022

De San Petersburgo a Washington: un viaje por las aportaciones de un siglo de urbanismo ilustrado.

San Petersburgo y Washington son el inicio y el final del viaje propuesto por las aportaciones de una centuria de urbanismo ilustrado. Esta meta y destino del viaje urbano por el siglo XVIII tienen muchas cosas en común, pero también albergan diferencias muy significativas.

La Ilustración y las revoluciones económicas, políticas y sociales acontecidas en el siglo XVIII sembraron las semillas que acabarían creando el mundo contemporáneo. Las ciudades reflejaron los cambios que transformarían la ciudad antigua en la ciudad industrial. La aparición de necesidades desconocidas y requisitos insólitos plantearon retos imposibles para las ciudades existentes en aquel momento. La planificación urbana fue adaptándose y evolucionando hacia urbes diferentes, pragmáticas, mercantilizadas y reguladas que se desarrollarían en plenitud durante el siglo XIX. La metamorfosis fue un viaje urbanístico realizado durante el Siglo de las Luces, con aportaciones y mutaciones que se convirtieron en auténticos embriones de la Ciudad Moderna.

Proponemos un itinerario por la historia urbana del siglo ilustrado, con etapas en ciudades que protagonizaron el cambio década a década. El recorrido parte de San Petersburgo y concluye en Washington con paradas en Karlsruhe, Nueva Orleans, Jaipur, Savannah, Nancy, Cincinnati, las Salinas de Chaux, Edimburgo, Lisboa, Londres, Bath o Guatemala.

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Durante el siglo XVIII se sembraron las semillas que acabarían creando el mundo contemporáneo. Se asistió a la primera “Revolución Industrial”, que inició una metamorfosis decisiva. Hubo, además, otras dos sublevaciones tardías de las que saldrían nuevos contextos socio-políticos y se sumarían al shock económico de la industrialización. La primera fue política, la “Revolución americana”, que desembocaría en la independencia de los Estados Unidos y daría origen a nuevas fórmulas de gobierno. La segunda tuvo un carácter social, la “Revolución francesa”, que iniciaría el derribo del Antiguo régimen. Estos trascendentales acontecimientos políticos, sociales o, económicos fueron, en gran medida, inspirados por un movimiento intelectual que tendría una fe ciega en el poder de la Razón y en el progreso científico de la Humanidad: la Ilustración.

Culturalmente, el Siglo de las Luces fue complejo, como sucede con todas las transiciones trascendentales. La música lo certifica con las maravillosas cumbres barrocas de Johann Sebastian Bach y de Haendel, el clasicismo de Haydn y Mozart, o el incipiente romanticismo de un joven Beethoven que abriría nuevos caminos. Las ciudades reflejaron también la transformación que llevaría desde la ciudad antigua a la ciudad industrial. La aparición de necesidades desconocidas y requisitos insólitos plantearon retos imposibles para las ciudades existentes en aquel momento. La planificación urbana fue adaptándose y evolucionando hacia urbes diferentes, pragmáticas, mercantilizadas y reguladas que se desarrollarían en plenitud durante el siglo XIX. La metamorfosis fue un viaje urbanístico realizado durante el Siglo de las Luces, con aportaciones y mutaciones que se convirtieron en auténticos embriones de la Ciudad Moderna.

El viaje ilustrado de San Petersburgo a Washington.

Desde el punto de vista urbano, el siglo XVIII se inicia con la fundación de una ciudad espectacular: San Petersburgo, concebida como capital del Imperio ruso; y concluye con un acontecimiento similar, la creación de otra capital, Washington, en este caso para unos incipientes Estados Unidos de América. Los dos extremos son muy significativos ya que podría interpretarse que la vieja Europa estaba dando el relevo al “Nuevo Mundo”.

Esta meta y destino del viaje urbano del siglo ilustrado tienen muchas cosas en común, pero también albergan diferencias muy significativas. Las dos ciudades nacieron para ser capitales de grandes estados, aunque San Petersburgo no se consolidaría en su papel fundacional ya que Moscú acabaría recuperando la distinción; en cambio, Washington, elevada en 1800 a lo más alto de la jerarquía urbana estadounidense, mantiene su condición en la actualidad. Las dos se construyeron utilizando bases geométricas complejas, pretendiendo que los sistemas relacionales de grandes perspectivas y la presencia de poderosos nodos representativos expresaran la magnificencia que debería asociarse a las ciudades que encabezan los estados. Pero a pesar de compartir herramientas, hicieron un uso muy diferente de ellas, al menos simbólicamente. San Petersburgo fue una ciudad creada desde la aristocracia y para la aristocracia, como expresión de un sueño cuya materialización reflejaba las aspiraciones de las clases altas del “Antiguo Régimen”. En cambio, Washington nació con ideas de democracia y libertad, pretendiendo representar ante el mundo el nuevo orden establecido y las aspiraciones de la naciente sociedad burguesa.

San Petersburgo nació como paradigma aristocrático mientras que Washington fue el canto del cisne del urbanismo ilustrado. Las dos se construyeron utilizando bases geométricas complejas, pretendiendo que los sistemas relacionales de grandes perspectivas y la presencia de poderosos nodos representativos expresaran la magnificencia que debería asociarse a las ciudades que encabezan los estados.

Entre esos dos hitos, las etapas del viaje propuesto concretan, década a década, diferentes aportaciones que determinaron la evolución de la planificación de las ciudades. Por una parte, el espíritu barroco alcanzaría expresiones de sofisticación muy refinada (como en el caso de Karlsruhe para una nueva ciudad o el de Nancy para articular tejidos preexistentes). Por otra parte, ese exaltado esteticismo, que tenía al embellecimiento urbano como objetivo, se fue atenuando para dar paso a una nueva forma de entender la ciudad, más eficaz y en la que primaba la racionalidad. Esto sucedería en ciudades de nueva creación, con las colonias americanas como laboratorios de experimentación, tanto en la órbita francesa (Nueva Orleans), como británica (Savannah) o española (Nueva Guatemala). Incluso hubo muestras muy alejadas de occidente, como la india Jaipur. El espíritu ilustrado también tomaría forma en las ampliaciones de urbes existentes, como en el caso de la New Town de Edimburgo, o en la remodelación de cascos históricos, con ejemplos tan brillantes como la reconstrucción del centro de Lisboa o en las invenciones morfológicas inglesas, particularmente en Bath o Londres. El siglo también propuso modelos proto industriales (Salinas de Chaux) o la seriación urbanística indiscriminada, con las Land Ordinances norteamericanas.

1700-1710. San Petersburgo, el paradigma de la ciudad aristocrática.

El zar Pedro I el Grande soñaba con una Rusia diferente. Recelaba de Moscú y de los grupos de presión que allí actuaban. Por eso, buscó un lugar para erigir otra capital desde la que poder gobernar y desarrollar sus ideas sin cortapisas. La decisión recayó en el Golfo de Finlandia, en la desembocadura del Nevá. La nueva ciudad, bautizada San Petersburgo en su honor, miraría hacia el futuro, señalando un nuevo horizonte, más occidentalizado y moderno, frente a Moscú, la vieja capital anclada en un pasado vinculado con oriente, lo eslavo y lo bizantino.

Domenico Trezzini trazó el plan urbano inicial y construiría alguno de los edificios más emblemáticos de aquella ciudad que aspiraba a representar la renovación del alma rusa. Pero no todas las ideas cuajaron, hubo renuncias y alternativas dentro de un desarrollo urbano controvertido (por ejemplo, la urbanización de la isla Vasilievski como una nueva Amsterdam quedó en una pequeña muestra). El trazado de novedosas retículas ortogonales con grandes avenidas y tridentes diagonales (como la famosa Perspectiva Nevsky) se completó con edificaciones monumentales (como el Palacio de Invierno, hoy integrado en el Museo Hermitage) El impulso definitivo le llegó a San Petersburgo con el gobierno de Catalina II la Grande, que reinaría durante 34 años, hasta 1796. Con todo, la ciudad aparecería como un producto exquisito del despotismo ilustrado ruso, algo imperdonable para los revolucionarios que la marginaron y devolvieron la capital a Moscú en el siglo XX.

1710-1720. Nuevas fundaciones: entre el espectáculo y el pragmatismo (Karlsruhe y Nueva Orleans)

Las nuevas ciudades creadas a principios del siglo XVIII tuvieron planteamientos muy diferentes si se fundaban en Europa o lo hacían en el “Nuevo Mundo”. Mientras que el viejo continente exaltaba la singularidad y la imaginación de las formas barrocas dotándolas de mucho simbolismo y representatividad; en las todavía colonias europeas de Norteamérica, los planteamientos empezaban a cambiar con rapidez impulsados por la provisionalidad y la necesidad de resultados inmediatos. Las fundaciones basculaban entre el espectáculo y el pragmatismo en función del lado del Atlántico en el que se encontraban.

Europa, tenía ciudades muy consolidadas. Las grandes intervenciones en ellas eran muy complicadas, costosísimas y muy traumáticas para la población. Quizá por eso, nobles y monarcas promovieron nuevos asentamientos periféricos, mucho más libres para acoger sus deseos, por lo general, tendentes a la grandilocuencia. Esta pretensión de espectacularidad del diseño fundamentaría una de las propuestas mas personales del siglo ilustrado: Karlsruhe. En 1715, el margrave de Baden-Dürlach, Karl III Wilhelm, colocó la primera piedra del que sería su “lugar de descanso” (ese es el significado de Karlsruhe). El futuro palacio ejercería de punto central de la composición para la nueva ciudad que acabaría siendo capital del Gran Ducado de Baden. Como una metáfora del sol irradiando la energía necesaria para la vida, del palacio del margrave partirían una serie de vías radiales (32 concretamente) potenciadas por una inmensa circunferencia. Esta estricta geometría, planificada, perfeccionista y enfática, contrasta con la sencillez y la espontaneidad transatlántica, donde los problemas de composición se resolvían sin demasiadas preocupaciones.

Karlsruhe y Nancy son hitos en la sofisticación espacial del último Barroco. La ciudad “irradiada” muestra la fuerza de una traza tan singular y espectacular como la que ofrecen círculos y radios. Por su parte, en Nancy se creó un prodigio de articulación y escenografía urbana mediante una sucesión de espacios diferentes que unían un mundo medieval con otro renacentista.

Esto fue así porque las colonias norteamericanas se planearon sin ambiciones estéticas ni representativas. Respondieron al pragmatismo del reparto de tierras y propiedades entre los colonos inmigrantes. Las eficaces tramas ortogonales fueron los trazados más habituales, como fue el caso de una de las principales fundaciones francesas de la época: Nueva Orleans. La ciudad nació en 1718 como una cuadrícula planificada en la orilla septentrional del rio Mississippi. La estructura inicial, conocida como Barrio Francés, fue creciendo de una forma muy peculiar: adaptando sucesivas tramas rectangulares a los giros que la orilla del rio realizaba en esa zona. El viraje de las retículas siguiendo la curvatura del cauce fluvial provocó encuentros irregulares entre las mismas que se fueron solucionando sin premeditación, simplemente deformando las manzanas limítrofes que “chocaban”. No hubo ni anticipación ni esfuerzos geométricos como en el viejo continente. Las bisectrices de los encuentros, que proporcionan esa falsa apariencia de ciudad radial, eran más bien la solución espontanea a cada situación.

1720-1730. Racionalidad extraeuropea: planificación con mandalas en Oriente (Jaipur)

Vastu Shastra es el gran “tratado” hindú sobre la arquitectura, aunque también contiene recomendaciones para la ciudad. Un mandala es algo diferente, porque del mundo de las letras nos trasladamos al de la imagen, siendo representaciones gráficas que pretenden expresar de una manera abstracta la perfección del universo según la visión del hinduismo. Entre los mandala son reseñables, los Vastu Purusha Mandala, de forma cuadrada y que contienen directrices muy precisas para la arquitectura o las ciudades.

Cuando el maharajá de Rajastán optó por fundar una nueva capital en 1727 quiso solucionar los problemas que tenía la antigua siguiendo la racionalidad y el simbolismo que le proporcionaba la sabiduría india en planificación. La nueva ciudad sería Jaipur, y su trazado siguió los principios generales de los Shastra, poniendo también en práctica las indicaciones organizativas del Vastu Purusha Mandala, a partir del trazado de un gran cuadrado dividido en nueve partes también cuadradas.

A pesar de que la realidad presentaría algunas dificultades, forzando a ciertas excepciones, y de que el recinto inicial sería desbordado por un crecimiento que no seguiría las trazas iniciales, aquel núcleo original de Jaipur es la muestra de que la racionalidad del siglo XVIII también tuvo ejemplos muy lejos del ámbito occidental.

En Oriente, también se activó la racionalidad, aunque con una idiosincrasia particular que la conjugaba con un intenso simbolismo. Es representativo el trazado y el proceso que dio origen a Jaipur, basado en los tratados indios y en los mandala como referencia física. En Occidente, la racionalidad fue mucho más pragmática, descubriendo fórmulas tan eficaces como las células de Savannah, que acabarían influyendo en la planificación urbana del siglo XX.

1730-1740. La invención del organismo modular: la ciudad “celular” (Savannah)

En 1733, la fundación de Savannah, en Georgia, la última de las Trece Colonias de la Norteamérica británica, significó una singularidad maravillosa en las estrategias de planificación urbana de la primera mitad del siglo XVIII. La ciudad no fue creada como un proyecto completo y acabado desde su origen, ni tampoco como un trazado extensible sin límite, sino que surgió a partir de una “célula”, que iría replicándose conforme fuera necesario. Ese módulo original combinaba las necesidades residenciales con una notable presencia de edificios comunitarios y espacio público, y su repetición crearía una espectacular estructura de plazas que hicieron de la ciudad un ejemplo de espacio “humanizado”.

Savannah, fue en cierto modo, una ciudad con vocación utópica que planteaba una de las innovaciones más destacadas del siglo: la consideración de la ciudad como un organismo compuesto por células que se replicaban. La base conceptual de Savannah puede rastrearse en un proyecto fallido: la propuesta de Newcourt para la reconstrucción del centro de Londres tras el devastador incendio de 1766. Sin embargo, la influencia de Savannah fue escasa en la planificación norteamericana y sus planteamientos no volverían con fuerza hasta entrado el siglo XX, cuando los funcionalistas recuperaron esa idea de la ciudad modular.

1740-1750. Escenografía y articulación ilustrada entre el mundo medieval y renacentista (Nancy)

El rápido crecimiento de la pequeña ciudadela medieval de Nancy llevó a la decisión de levantar, a finales del siglo XVI, una nueva ciudad al lado de la antigua, pero separada de ella para no alterar las costosas fortificaciones existentes. Nancy se convirtió así en una ciudad doble. En el norte estaba la ciudad antigua, medieval y orgánica, y en el sur la ciudad nueva, renacentista y racional, existiendo una discontinuidad entre ambas.

A mediados del siglo ilustrado, el Duque Stanislas (antiguo monarca desposeído de su corona en Polonia y reconvertido en Duque de Lorena) quiso recuperar el esplendor de una Corte como la que había perdido y, llevado por sus aires de grandeza, decidió integrar ambos núcleos en un monumental organismo único. Emmanuel Héré sería el responsable de la intervención articuladora y haría gala del eclecticismo característico de aquella época que aunaba influencias barrocas italianizantes con el clasicismo francés y conjugaba también las derivas hacia un exuberante rococó con la incipiente austeridad neoclásica. Héré asimiló todas las influencias y las fue combinando sobre la rígida estructura que proporcionaban dos ejes perpendiculares de muy diferente carácter: uno sería una calle y el otro un espectacular sistema espacial, formado por una escenográfica y modélica sucesión de plazas que sigue fascinando a quien la visita.

1750-1760. Crecimiento y reforma interior con criterios ilustrados (Edimburgo y Lisboa)

Edimburgo es una sorprendente ciudad con dos “rostros” que representan dos concepciones muy distintas del hecho urbano: la Old Town medieval, espontánea, orgánica y congestionada, frente a la planificada New Town, racional y elegante, escenario de la Ilustración escocesa que alzaría a Edimburgo como foco intelectual de primer nivel. La conocida como “New Town” de Edimburgo abarca en realidad una serie de crecimientos desarrollados en el tiempo desde la emblemática primera ampliación de la ciudad. El nuevo barrio ilustrado planteó una trama ortogonal paralela a la ciudad antigua siguiendo las sugerencias topográficas, con una gran calle central rematada por hitos arquitectónicos en sus extremos, que actuaban como puntos de fuga de la perspectiva, y parques laterales que articulaban la propuesta con el entorno. Las manzanas quedarían edificadas en su perímetro, mostrando la fuerte personalidad de la arquitectura georgiana, y dejando el interior ajardinado. La adición de los desarrollos subsiguientes, con un elenco de formas geométricas, configuraría un conjunto de gran riqueza espacial. Edimburgo señaló el camino ilustrado para los crecimientos urbanos y, en la misma época, Lisboa mostró una manera novedosa para remodelar los cascos históricos.

Edimburgo y Lisboa propusieron trazados, manzanas y edificaciones novedosas. Además, las regulaciones aplicadas serían ejemplo de cómo afrontar la arquitectura desde la incipiente modernidad. La New Town escocesa inspiró crecimientos a otras muchas ciudades y la nueva Baixa lisboeta fue referencia para las remodelaciones interiores.

El día 1 de noviembre de 1755, un terremoto de intensidad nueve, junto a varios tsunamis e incendios posteriores, devastaron Lisboa, especialmente la Baixa, que quedó arrasada. La capital portuguesa se enfrentó a un terrible dilema: reconstruirse en ese lugar o cambiar su ubicación hacia un sitio más seguro. La decisión fue levantarse en los mismos terrenos, pero haciéndolo de forma diferente. Se trabajó para conseguir un triple objetivo: una ciudad más segura, una ciudad más funcional y una ciudad con mayor identidad. Y se hizo con un procedimiento novedoso que conjugaba el racionalismo y la funcionalidad con el pragmatismo, inaugurando una forma de actuar que abría las puertas a la ciudad moderna. La sistematización de procesos, el planteamiento de tipologías, la producción estandarizada, la organización comercial o los mecanismos de regulación y redistribución de la propiedad son alguno de sus rasgos característicos. La nueva Lisboa que emergió del cataclismo deslumbró al mundo mostrando los valores del urbanismo ilustrado y convirtiéndose en una referencia.

1760-1770. Nuevas morfologías en la Inglaterra georgiana: squares y crescents (Londres y Bath)

A finales de la Edad Media, Londres era una ciudad bipolar. La City y Westminster eran municipios rivales entre los cuales quedaba un gran territorio vacío que se iría consolidando a lo largo de los siglos XVII y XVIII logrando la fusión (física, pero no administrativa) de los dos núcleos. El impulso lo daría la aristocracia londinense, que fue abandonando la City tras la epidemia de peste y el gran incendio de 1666. Se dirigieron a ese lugar intermedio para construir en él sus residencias, dando origen a barrios como St. James, Marylebone o Mayfair.

La urbanización de esos terrenos se realizaría con un innovador planteamiento urbano cuyo motor eran las denominadas squares. Estas eran unas plazas (cuadradas o rectangulares) con un espacio central ajardinado privado para los residentes de las viviendas unifamiliares en hilera (terraced houses) que las delimitaban. Las squares se convertían en el corazón de pequeños desarrollos inmobiliarios siguiendo la geometría dictada por la plaza. Hubo un precedente inspirador en el proyecto para Covent Garden que realizó el arquitecto Inigo Jones. Jones reinterpretó las plazas italianas y las places royales parisinas desde una fuerte influencia palladiana.

Las squares, se convertirían en una seña de identidad de la capital británica. Pero las innovaciones urbanas de la Inglaterra georgiana no acabaron allí. Otros tipos, como los crescent o los circus (con ejemplos muy destacados en la ciudad de Bath), completarían unas morfologías muy influyentes en el urbanismo posterior.

El periodo georgiano fue muy fructífero en Inglaterra, creando nuevas morfologías urbanas que resultarían muy influyentes: squares, crescents o circus. A la izquierda, el Royal Crescent y el Circus de Bath. A la derecha, Hannover Square (arriba) y Fitzroy Square, ambas en Londres.

1770-1780. Formas ilustradas para la colonización y la industrialización (Nueva Guatemala y las Salinas de Chaux)

Los frecuentes seísmos sufridos por la sede de la Capitanía General de Guatemala (Antigua Guatemala) recomendaron su traslado a un nuevo emplazamiento más seguro, donde se refundaría. En 1776, se trazó el primer plano de esa nueva ciudad que sería el proyecto más destacado de la última hornada de ciudades coloniales españolas. El planteamiento de Nueva Guatemala recogía la experiencia secular en planificación urbana del imperio junto a algunas novedades derivadas de los ideales ilustrados de orden y racionalidad característicos del Siglo de las Luces. El damero indiscriminado se transformaba en un juego más sutil, con manzanas de tamaños diversos. Las calles se disponían según una jerarquización inédita y la gran plaza central se veía complementada por otras plazas secundarias que aparecían en cada cuadrante. Además, la ciudad ofrecía un borde delimitado por unos paseos de ronda arbolados que contaban con exedras, también arboladas, en los extremos de las calles que delimitaban la plaza central. Pero, estas aportaciones serían aplicadas solo parcialmente porque este proyecto, que desplazó a más de 35.000 personas, sufriría modificaciones notables en su desarrollo.

En la misma época en la pequeña comuna francesa de Arc-et-Senans (en la región del Franco Condado) se levantó un modelo de ciudad proto industrial. Fue conocida como las Salinas de Chaux por su vinculación a la industria de la sal y su proximidad al bosque del mismo nombre. El proyecto corrió a cargo de Claude Nicolas Ledoux, que aplicó la ingenua óptica de la Ilustración, ignorante de lo que iba a deparar la industrialización años después. La ordenación sigue un patrón circular. La edificación se sitúa cerca del perímetro y en un diámetro central, dejando grandes espacios libres interiores. En esa geometría rotunda se distribuyó elegantemente el programa urbano que mostraba una caballerosidad paternal que pronto desaparecería. La actuación estaba presidida por los espacios de trabajo; estaban también las residencias para los trabajadores y las viviendas para los directivos; además, complementando los espacios libres, se dispusieron parcelaciones, tanto de carácter comunitario como privadas, con huertos para proveer de alimentos a la población. Las circunstancias llevaron a que se desarrollara únicamente una de las mitades del gran círculo previsto.

Si las salinas de Chaux marcaron un inicio relativo al ser una reflexión sobre la ciudad proto industrial (aunque sus buenas intenciones no serían secundadas por la industrialización salvaje), Nueva Guatemala significó el final de un ciclo, como brillante ejemplo de la última versión de la colonización española.

Las salinas de Chaux en Arc-et-Senans marcaron un inicio relativo porque, supuso una reflexión sobre la ciudad proto industrial, pero sus buenas intenciones no serían secundadas por la industrialización salvaje. Por su parte, Nueva Guatemala significó un final de ciclo porque es uno de los ejemplos más destacados de la última versión de la colonización española. 

1780-1790. Las Land Ordinances de 1785, una centuriación moderna y pragmática (Cincinnati)

Los incipientes Estados Unidos de Norteamérica necesitaban la apropiación masiva y urgente de los territorios occidentales situados más allá de los Apalaches. Este propósito no era compatible con una planificación territorial y urbana contextualista, sometida a la lentitud de las decisiones derivadas de la especificidad y de la atención a los detalles. Para solucionarlo adoptaron la retícula ortogonal tradicional, pero revisada con criterios innovadores que buscaban la eficacia igualitaria. Las Land Ordinances de 1785 fueron unas ordenanzas muy genéricas que se vinculaban geográficamente y fijaban de manera casi mecánica el reparto de propiedades. Gracias a ellas se logró distribuir tierras a distancia y crear ciudades remotas. Aquella posesión rápida y efectiva del territorio, proporcionó medios de subsistencia a la gran cantidad de inmigrantes que llegaban al nuevo país y financiación para las nacientes instituciones públicas e infraestructuras estatales.

Una de las primeras ciudades en aplicar las innovadoras reglas fue Cincinnati, fundada en 1788, aunque su trazado original estuvo determinado por las características del entorno. La trama se adaptó a la orientación que aconsejaba el cauce del rio Ohio, como sucedió en el caso mencionado anteriormente de Nueva Orleans. Pero, con la consolidación de las nuevas leyes de planificación, sus ampliaciones se realizaron siguiendo lo establecido por la estricta cardinalidad y la modulación de las Land Ordinances. Este contraste de tramas es un rasgo característico del plano de la ciudad.

Nueva Orleans y Cincinnati mostraron en su origen una estrategia de trazado similar (retícula adaptada al cauce del rio), pero el desarrollo de ambas fue muy diferente. A principios de siglo, Nueva Orleans creció siguiendo el mismo criterio contextualista. A finales de la centuria, las ampliaciones de Cincinnati respondían a la estricta cardinalidad de las Land Ordinances.

1790-1800. El canto del cisne del urbanismo ilustrado (Washington)

Al final de la centuria, la ciudad industrial estaba en ciernes y los criterios de planificación se encontraban lejanos de los que fundamentaron la aristocrática capital rusa. Pero antes de que la ciudad se lanzara por la pendiente vertiginosa que le tenía preparada el siglo XIX, todavía hubo tiempo para recordar la brillantez pasada. En la antigüedad se creía que los cisnes entonaban una bella canción antes de morir. Ese supuesto canto se adoptó como metáfora para referirse al último y brillante acto de algo o alguien antes de desaparecer.

Esto sucedió en 1790, en los recién constituidos Estados Unidos de América, cuando afrontaron la necesidad de establecer una capital de nueva creación. Washington sería esa ciudad que debía representar, tanto a un nuevo país, como a los revolucionarios ideales que defendía. Inaugurada en 1801, la nueva capital nacía en un mundo que estaba cambiando a una velocidad acelerada. Paradójicamente, su trazado no fue innovador y recurrió a fórmulas conocidas que fueron llevadas al límite. El resultado fue un prodigioso ejercicio geométrico que culminaba los logros del clasicismo. El Plan L’Enfant fue una magistral muestra de anacronismo y sus sofisticados trazados y complejos simbolismos supusieron el canto del cisne para una época que llegaba a su fin.

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