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21 jun 2014

Los rascacielos estalinistas de Moscú: Las “siete hermanas” y el fallido Palacio de los Soviets.

Los siete rascacielos estalinistas de Moscú.
A principios de la década de 1930, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) sufrió una involución, que fue política (la democracia fundacional dio paso a la dictadura estalinista) y también cultural y artística.
La incipiente vanguardia rusa, que había soñado con crear un nuevo mundo, fue abortada dando paso a un eclecticismo reaccionario que retornaba a los anacronismos del final del siglo XIX. En 1931, el concurso para el Palacio de los Soviets de Moscú marcó el punto de inflexión, ya que su polémico resultado, premió el monumentalismo historicista y desdeñó las propuestas más avanzadas. La Segunda Guerra Mundial paralizó su proceso de construcción, pero una vez finalizada la contienda, Stalin ansiaba mostrar el poderío del régimen comunista. Por eso, en 1947, puso en marcha la edificación de ocho rascacielos que celebrarían el octavo centenario de Moscú.
El Palacio no llegaría a construirse nunca pero sí lo hicieron sus siete hermanas (la octava no llegó a nacer). Entre 1953 y 1955, en plena Guerra Fría, los rascacielos estalinistas de Moscú fueron surgiendo y lo hicieron con diferencias radicales respecto a sus competidores occidentales, principalmente porque su razón de ser no fue económica, sino simbólica. Durante décadas, estos edificios, de imagen tan característica, serían los más altos de Europa.

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Podría interpretarse como una paradoja el hecho de que el socialismo real ruso se lanzara a construir rascacielos. Estos edificios colosales habían nacido en Norteamérica (concretamente en Chicago y en Nueva York). Surgieron gracias a las capacidades ofrecidas por diferentes tecnologías (estructuras de acero, ascensores, etc.) que recogieron y solucionaron el reto lanzado por el capitalismo inmobiliario: obtener el máximo aprovechamiento (y beneficio económico) al suelo.
Pero desde 1918, en la Unión Soviética se había abolido la propiedad privada del suelo y, además,  la capacidad de construir quedó como una atribución exclusiva de los soviets. Así pues, en un país inmenso, cuyo suelo era de titularidad pública y la evolución urbanística estaba en manos de la Administración, no parecía lógico ver aparecer el modelo que representaba el máximo nivel de especulación sobre el suelo urbano.
Pero los rascacielos no son solamente la consecuencia arquitectónica de un entorno económico particular. Son el sueño de la ambición. Son torres que ascienden orgullosas hacia los cielos, mostrando una escala “sobrehumana” que parece transformar a sus promotores en dioses. El rascacielos es, también, un símbolo.
Y es esta cuestión, precisamente, la que movió a Stalin a proponer los grandes edificios que transformarían Moscú (y otras ciudades de la órbita soviética). Los rascacielos moscovitas nacieron como una alegoría del socialismo triunfante y, como veremos más adelante, mostrarían importantes diferencias respecto a sus competidores occidentales, entre las que destacan su particular y extemporáneo estilo, los usos diversos a los que fueron destinados o su distribución urbana por la ciudad.

El concurso del Palacio de los Soviets, cambio de rumbo estilístico.
La década de 1920 pareció poner fin a los interminables años de sufrimiento que el arranque del siglo XX había hecho padecer al pueblo ruso. A la Primera Guerra Mundial, se le había sumado la Revolución de 1917, que desencadenaría una Guerra Civil que no finalizaría hasta 1922, con la creación de la URSS. El advenimiento del régimen comunista fue un acontecimiento recibido con gran esperanza por una parte de la población, tanto rusa como internacional, que veía en él la alternativa ideal frente a los excesos del modelo capitalista. Existía la sensación de que se iniciaba un nuevo mundo, llegando a creer que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas sería la utopía realizada.
Los artistas se lanzaron con entusiasmo a crear el nuevo escenario que debía acompañar a la nueva vida. Durante la década de 1920, poetas y novelistas, pintores y escultores, ingenieros y arquitectos pusieron en marcha, con deslumbrante creatividad, un movimiento que se posicionaría entre los más avanzados de las vanguardias artísticas del siglo XX.
Pero esa expectativa sería abortada radicalmente en la siguiente década. Tras la muerte de Lenin (1870-1924), el líder fundacional, se sucedieron las maniobras políticas de Stalin (1878-1953) hasta que consiguió alzarse con el poder absoluto e instaurar una dictadura oscura e incontestable, echando por tierra el idealismo inicial. El mundo del arte también sufrió las consecuencias de este cambio. Los planteamientos del nuevo régimen eran diametralmente opuestos a los que habían inspirado la refundación soviética y certificaron la defunción de la modernidad rusa a la vez que daban paso al denominado “clasicismo proletario”. La vanguardia sería eliminada, y sus artistas y sus obras, denostados e incluso perseguidos.
La nueva imagen del régimen optó por el academicismo, retornando al lenguaje clásico. La decisión no era casual ya que el convencionalismo de las formas clásicas era reconocible para los ciudadanos, ya que había representado a la élite de la Rusia zarista. Se intentaba trasladar esa estética al pueblo, de forma que la arquitectura “hablara de la grandeza del proletariado” como escribió Anatoli Lunacharski. La imagen grandilocuente que había acompañado a los magnates del antiguo régimen zarista debía ser ahora disfrutada por el pueblo (otra cuestión es que eso fuera una realidad, más allá de las clases privilegiadas de la nomenklatura soviética, porque la masa social se tendría que conformar con edificios prefabricados, repetitivos y anodinos que serían a la postre los que determinarían el nuevo paisaje urbano que se adueñaría de las ciudades soviéticas).
(Tanto la vanguardia soviética como el “clasicismo proletario”  y sus repercusiones urbanas serán tratados en próximos artículos).

El giro copernicano de la arquitectura rusa comenzó a escenificarse en el Palacio de los Soviets, un grandioso edificio que debía construirse a poca distancia del Kremlin.
El Congreso de la recién creada URSS, celebrado en diciembre de 1922, había acordado construir en Moscú un gran complejo arquitectónico que acogiera todos los usos necesarios para la administración del nuevo Estado.  En él se integrarían las numerosas oficinas ejecutivas y salas de reuniones del amplio programa, además de dos inmensos auditorios (para 15.000 y 6.500 personas), bibliotecas, espacios para conferencias, y un gran espacio exterior en el que pudieran reunirse unas 50.000 personas. El conjunto aspiraba a ser la materialización constructiva de la nueva era que comenzaba entonces.
El proceso para su diseño fue largo y tortuoso. Tras una consulta interna se acabó lanzando, en 1931, una convocatoria internacional a la que acudieron 160 arquitectos. La expectación que suscitó fue inusitada, evidenciada por la asistencia de grandes maestros como Le Corbusier, Walter Gropius, Hans Poelzig o Erich Mendelshon entre otros, y por supuesto, los principales arquitectos rusos.
Proyectos del concurso para el Palacio de los Soviets. Arriba la historicista propuesta “veneciana” de Vladimir Shchuko. En el medio el proyecto de Le Corbusier. Debajo la idea de Auguste Perret.
El fallo del jurado fue polémico, ya que premió el monumentalismo historicista desdeñando las propuestas más avanzadas. Se argumentó que muchos participantes habían prestado más atención a la presentación de formas novedosas o al encaje del extenso programa de usos que al requisito fundamental de crear un edificio-hito, cuya belleza y proporciones expresaran la representatividad que deseaba el régimen. En la mente de las autoridades soviéticas estaba la idea de que el edificio simbolizara el triunfo del comunismo soviético sobre el capitalismo y esto les llevaba a preferir las garantías del monumentalismo constatado frente a los experimentos inciertos. Se estaba fraguando el cambio de rumbo hacia la visión reaccionaria. El resultado soliviantó al mundo intelectual que tildó la decisión de insulto al espíritu de la Revolución.
El proyecto vencedor Palacio de los Soviets de Boris Iofan, en su formalización final (con la gigantesca estatua de Lenin). Algunas críticas se refieren irónicamente a él como el “pastel de boda”.
La ronda final adjudicó la victoria al proyecto de Boris Iofan (o Yofan) (1891-1976), quien concibió su edificio como un extraordinario pedestal que sería la base para una estatua al “trabajador libre”. El proyecto seleccionado se sometió a una intensa revisión, siguiendo las sugerencias directas de Stalin. El dictador deseaba alcanzar una altura superior y también la sustitución de la estatua de coronación por otra mucho mayor, dedicada a Lenin. Las modificaciones fueron realizadas por un equipo constituido por el propio Iofan junto a Vladimir Shchuko (1878-1939) y Vladimir Gelfreikh (1885-1967). La versión final fue presentada en 1934 y crecía notablemente en altura, desde los 260 metros hasta los 415 metros, además de magnificar el “pedestal” para la gigantesca escultura de Lenin (que dejaba pequeña a la Estatua de la Libertad neoyorquina) y de aumentar el aforo del gran auditorio principal que podría llegar a albergar 21.000 asistentes.
Planta y Sección de la propuesta final para el Palacio de los Soviets.
El lugar escogido para levantar ese colosal edificio se encontraba próximo al Kremlin, aunque entonces estaba ocupado por la Catedral de Cristo Salvador. La iglesia fue considerada un “lujo innecesario” por los gobernantes soviéticos (que, además vieron la posibilidad de aprovechar su gran cantidad de oro para los maltrechos fondos del régimen). Se decretó su derribo y la catedral, que se había levantado entre 1839 y 1883, fue demolida en 1931.
La cimentación del Palacio de los Soviets se completó en 1939 y, en 1941, se encontraban levantados los primeros niveles de la imponente estructura de acero. Pero la invasión alemana de la Unión Soviética y la entrada de ésta en la Segunda Guerra Mundial paralizó la obra. Además, las necesidades de acero obligaron a desmantelar las estructuras para ser utilizadas en la defensa de Moscú.
El proyecto del Palacio de los Soviets acabaría muriendo y, años después, en 1958, la gran excavación sería utilizada para la construcción de una inmensa piscina pública que, con un vaso circular de 129,5 metros de diámetro, era la mayor al aire libre del mundo. Finalmente, con la caída de la Unión Soviética, las continuas reclamaciones de la iglesia ortodoxa rusa fueron atendidas y la piscina sería desmontada para recuperar el lugar de culto original. Tras un minucioso trabajo de reconstrucción histórica, la Catedral de Cristo Salvador volvió a tomar forma entre 1994 y 2000.
Arriba la inmensa piscina que ocupó la excavación del fallido palacio de los Soviets y debajo la reconstruida Catedral del Cristo Salvador (antes de la apertura en 2004 del puente peatonal del Patriarca)

Las siete torres “hermanas”.
La victoria en la Segunda Guerra Mundial dio impulso a la política de Stalin, que acabó enfrentado con sus antiguos aliados. La tensión surgida entre el occidente capitalista y el bloque comunista oriental fue alimentando una Guerra Fría que, afortunadamente, no fue más allá de los gestos. Una de las múltiples escenificaciones de este conflicto se escenificó en la arquitectura. El “socialismo real” triunfante no podía carecer de grandes edificios en altura, mientras que sus enemigos los presentaban con orgullo como la quintaesencia de la tecnología y de los logros del sistema capitalista.
Se atribuye a Stalin la frase siguiente: “Ganamos la guerra y ahora los extranjeros vendrán a Moscú, caminarán por ella y no verán rascacielos. Si comparan nuestra ciudad con las capitalistas será un golpe moral para nosotros”.
La solución vino con la excusa que proporcionaba el octavo centenario de la ciudad. Moscú había sido fundada en 1147 y, en 1947, habían transcurrido ocho siglos que motivarían ocho colosales edificios que se unirían al Palacio de los Soviets, sobre el que todavía se mantenían las esperanzas de construirlo. Los rascacielos estalinistas pretendían demostrar el poderío soviético y se convertirían en el símbolo que se enfrentaría a los rascacielos que identificaban a las grandes ciudades occidentales, particularmente las norteamericanas, como Nueva York o Chicago. Pero el Palacio de los Soviets y una de esas ocho torres no llegarían a construirse.
Las otras siete torres sí se construyeron y el hecho de hacerlo a la vez, sumado a sus similitudes estilísticas, llevó a que fueran conocidas como las “Siete Hermanas”.  Durante décadas estos rascacielos serían los edificios más altos de Europa (la mayor de las torres, la de la Universidad Estatal de Moscú, fue el más elevado del continente hasta 1991). Los siete rascacielos se levantaron entre 1948 y 1955 y Stalin, que murió en 1953, no pudo ver su sueño arquitectónico totalmente cumplido.
La fallida octava torre estaba ubicada en el barrio Zaryadye, junto a la Plaza Roja, el Kremlin y la Catedral de San Basilio. Era un edificio administrativo diseñado por Dmitry Chechulin (quien también se encargaría del rascacielos residencial de Kotélnicheskaya Náberezhnaya). Pero el proyecto fue retrasándose porque su ubicación siempre ofreció muchas dudas. Se pensaba que su proximidad al Kremlin perjudicaría la imagen del centro de gobierno soviético que se vería empequeñecido ante una mole de tal tamaño. Por eso, cuando murió Stalin, fue abandonado, dejando definitivamente en siete el número de rascacielos estalinistas. En la ubicación del malogrado rascacielos, se encargó al mismo arquitecto el diseño del edificio sustituto: el gigantesco Hotel Rossiya, construido entre 1964 y 1967 y que fue el hotel más grande del mundo hasta 1990. Este hotel fue demolido en el año 2006 e, inicialmente, en su inmenso solar se iba a construir un nuevo hotel diseñado por Norman Foster, pero este proyecto también fue cancelado. En la actualidad se prevé la construcción de un gran parque, cuya ejecución seguirá el proyecto ganador del concurso que se anunció en noviembre de 2013, habiendo recaído en los arquitectos Diller Scofidio + Renfro (los autores del High Line Park de Nueva York). Zaryadye Park será la alternativa verde a la Plaza Roja de Moscú.
Arriba el Hotel Rossiya construido en el solar de la fallida “octava” hermana. Debajo el centro de Moscú en 2003, con la Plaza Roja, el Kremlin y la Catedral de San Basilio junto a la mole del desaparecido Hotel Rossiya (remarcado en amarillo), en cuyo solar se realizará el Zaryadye Park.
No obstante, los moscovitas no reconocen la denominación de “Siete Hermanas” para referirse a sus rascacielos estalinistas (algo parecido a lo que sucede con la “ensaladilla rusa”). Pero, al margen de su etiqueta, ese conjunto disperso de grandes torres, levantadas a la vez, marcó la evolución de la capital. Son las siguientes:
  • Universidad Estatal de Moscú
  • Hotel Leningrado (Hilton Moscow Leningradskaya)
  • Hotel Ucrania (Radisson Royal Hotel)
  • Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia
  • Edificio Administrativo de la Plaza de la Puerta Roja
  • Edificio de viviendas en Kotélnicheskaya Náberezhnaya
  • Edificio de viviendas en Plaza Kúdrinskaya 

Los siete rascacielos estalinistas de Moscú nacieron con importantes diferencias respecto a sus competidores occidentales. El estilo anacrónico que adoptaron, los usos diversos a los que fueron destinados o su distribución urbana, fueron algunas de sus señas de identidad propias.

La primera diferencia se aprecia en la imagen extemporánea de los edificios. El rumbo que adoptó la arquitectura soviética a partir de los años treinta, eliminando las propuestas de vanguardia y optando por un historicismo monumental y ecléctico, determinaría el estilo de los nuevos rascacielos.
Arriba, el Manhattan Municipal Building concluido en 1914 y proyectado por McKim, Mead & White. Abajo a la izquierda, el Woolworth Building terminado en 1913 según el proyecto de Cass Gilbert. Ambos edificios fueron fuentes de inspiración de los rascacielos estalinistas. Abajo a la derecha, el Edificio Seagram diseñado por Mies Van der Rohe entre 1954 y 1958 es contemporáneo de las “siete hermanas” moscovitas, evidenciando el anacronismo de estas torres.
Algunos críticos se han referido al estilo de las siete grandes torres como “gótico estalinista” y, aunque las autoridades soviéticas destacaron, en su momento, la originalidad de sus edificios, el paralelismo de esos rascacielos con algunos ejemplos norteamericanos es revelador (baste, por ejemplo, fijarse en el Woolworth Building neoyorquino que había sido terminado en 1913 o en el Manhattan Municipal Building finalizado en 1914, que habían sido construidos casi medio siglo antes). El anacronismo de las siete hermanas se evidencia al compararlas con otros edificios de su tiempo, como puede ser el Seagram Building, el icono que construyó Mies van der Rohe en Nueva York entre 1954 y 1958 o las realizaciones de la contemporánea Segunda Escuela de Chicago.

Otro rasgo particular es que frente a los rascacielos occidentales, mayoritariamente destinados a oficinas, los moscovitas albergaron usos diversos. Dos edificios fueron destinados para hoteles, dos para la Administración del Estado, otros dos para viviendas y uno para uso universitario.
Las Siete Hermanas de Moscú. Los dos hoteles (Izda., Leningrado; dcha., Ucrania)
Dos hoteles: Hotel Leningrado (Hilton Moscow Leningradskaya) y Hotel Ucrania (Radisson Royal Hotel)
Entre 1949 y 1954 se construyó el Hotel Leningrado diseñado por el arquitecto Leonid Polyakov (1906-1965). Su altura alcanza los 136 metros y domina la plaza Komsomolskaya, en el noreste moscovita, junto a una de las vías radiales que se dirigen al centro de la ciudad. En 2008 se reinauguró, tras una intensa rehabilitación, como establecimiento asociado a la cadena Hilton (Hilton Moscow Leningradskaya)
El Hotel Ucrania fue construido entre 1953 y 1957, en la ribera del rio Moscova, al oeste de la ciudad. Fue proyectado por los arquitectos Arkady Mordvinov (1896-1964) y Vyacheslav Oltarzhevsky (1880-1966). Es la segunda torre más alta de las “Siete Hermanas” llegando hasta los 198 metros. Durante veinte años fue el hotel más alto del mundo. En 2010, tras tres años de profunda remodelación, abrió de nuevo sus puertas como Radisson Royal Hotel.
Las Siete Hermanas de Moscú. Los dos edificios administrativos (Izda., Ministerio de Asuntos exteriores; dcha., Edificio de la Puerta Roja)
Dos edificios administrativos: Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia y Edificio de la Plaza de la Puerta Roja
El rascacielos del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética permanece cumpliendo esa misma misión para la actual Federación Rusa. Fue construido entre 1948 y 1952 con proyecto del arquitecto Vladimir Gelfreikh (1885-1967). Sus 172 metros de altura dominan la plaza Smolenskaya-Sennaya en el distrito Arbat de Moscú.
Por su parte, la otra torre administrativa fue creada para alojar el Ministerio de la Industria Pesada soviético y construida entre 1948 y 1953, alcanzando los 133 metros de altura. Fue diseñado por los arquitectos Alexey Dushkin (1904-1977) y Boris Mezentsev (1911-1970) en el punto más alto del cinturón verde moscovita, en el noreste de la ciudad. En la actualidad acoge dependencias del Ministerio de Transporte, de la Bolsa rusa y de otras instituciones. El cambio de uso lo ha redenominado, siendo hoy conocido como el Edificio de la Plaza de la Puerta Roja dada la proximidad de este acceso histórico.
Las Siete Hermanas de Moscú. Los dos complejos de apartamentos (arriba, Kotelnicheskaya; debajo, Kudrinskaya)
Dos edificios de Viviendas: Edificio de viviendas en Kotélnicheskaya Náberezhnaya y el de Plaza Kúdrinskaya
También las viviendas fueron destino para alguno de los rascacielos estalinistas, aunque sus residentes fueron altos funcionarios del estado y personas de las clases privilegiadas soviéticas (estos apartamentos se encuentran en la actualidad muy solicitados).
La primera torre, situada en el este de la ciudad, junto al rio Moscova es la conocida como Torre del muelle Kotelnicheskaya  (Kotélnicheskaya Náberezhnaya). Los 176 metros de altura de la torre principal del edificio acogen 32 plantas residenciales. Fue construido entre 1947 y 1952 según proyecto de los arquitectos Dmitry Chechulin (Tchetchouline) (1901-1981), que también fue diseñador de la gran piscina del solar del Palacio de los Soviets y arquitecto jefe de Moscú entre 1945 y 1949, y Andreï K. Rostkovski.
Por su parte, el edificio residencial de la Plaza Kúdrinskaya fue levantado entre 1949 y 1954 alcanzando los 160 metros. El proyecto fue redactado por Mikhail Posokhin (1910-1989), quien sería arquitecto jefe de Moscú entre 1961-1980.
Las Siete Hermanas de Moscú. Los Universidad Estatal de Moscú
Un edificio universitario: Universidad Estatal de Moscú
Entre 1947 y 1953 se levantó el impresionante edificio de la Universidad Estatal de Moscú (Universidad Estatal M.V. Lomonósov) según proyecto del arquitecto Lev Rudnev (1885-1956). Es el mayor de todos los rascacielos estalinistas ya que la torre alcanza los 240 metros de altura. Se encuentra ubicado en la colina de los gorriones (Vorobióvy Gory) en el suroeste de la ciudad.

Al margen de las cuestiones estilísticas y de las derivadas del programa de usos, la principal diferencia entre las propuestas occidentales y los rascacielos moscovitas es su inserción urbana.
En las ciudades norteamericanas, los grandes edificios se alinean unos junto a otros siguiendo las habituales retículas del trazado urbano y, sobre todo, siguiendo la lógica de concentración del sistema capitalista, llegan a constituir núcleos con gran densidad de los mismos (los denominados Downtown, que tomaron su nombre de la proliferación de edificios altos en la parte baja de la isla de Manhattan y acabó designando a los centros de negocios de las grandes ciudades, caracterizados por esa concentración de rascacielos).
En Moscú, la estrategia urbana fue diferente ya que los rascacielos se encuentran en posiciones muy distantes, en lugares estudiados para convertirse en hitos estructurales de la ciudad. La intención escenográfica y propagandística es muy directa. Su ubicación los situaba como fondos de perspectiva en una clara alusión a la ciudad barroca y, en particular, a aquella Seconda Roma de los Papas, en la que se implantaron obeliscos en ciertos espacios públicos para actuar como focos que reestructurarían la imagen de la ciudad.
Arriba, esquema de 1947 del Moscú central con la ubicación de las siete torres(los siete primeros números que puede identificarse en la correspondencia con la imagen inferior). Con el número 8 aparece la “octava hermana” que nunca se llegó a construir (en su solar se construiría el Hotel Rossiya y ahora espera el Zaryadye Park). Con el número 9, el Palacio de los Soviets, que en 1947  todavía no había sido descartado. Debajo, plano del Moscú actual con la ubicación de las “siete hermanas”. 
La evolución urbana de Moscú era un tema de intenso debate que había producido diferentes propuestas en los primeros años tras la Revolución (1918, 1922 y 1925) e incluso había suscitado el interés internacional durante los primeros años treinta con la participación de Ernst May o Hannes Meyer. Pero a mediados de esa década cuando se confirmó el rumbo ideológico estalinista, la ciudad también replanteó sus estrategias. En 1935 se aprobó el Plan que finalizaba con los debates urbanos y las propuestas experimentales, poniendo encima de la mesa el “realismo” socialista como “arte de Estado”, siendo la única vía a seguir (y que había arrancado con el concurso para el Palacio de los Soviets). Con este Plan, Moscú consolidaría su idea de ciudad compacta, potenciando su estructura radioconcéntrica, con grandes arterias orbitales y radiales que convergían en el Kremlin. Sobre esta base, y con el objetivo de reforzarla, se ubicarían las Siete Hermanas como grandes hitos referenciales.

Las siete “hermanas” de Stalin ya no son los únicos rascacielos de Moscú. En los últimos años se han ido construyendo nuevas torres. Por ejemplo, el Triumph Palace, un rascacielos de 264 metros que alberga 1000 apartamentos y fue inaugurado en 2003 siguiendo una estética pseudoclasicista. Otros, en cambio, han seguido el estilo internacional imperante del acero y el vidrio, como los que se están levantando actualmente en el Centro Internacional de Negocios de Moscú, que se convertirán, una vez concluidos, en algunos de los más altos de Europa (como la Torre Federación que liderará el ranking con sus 360 metros sin contar la antena).

El Hotel Ucrania y detrás, al otro lado del rio, los emergentes rascacielos del MIBC (Centro Internacional de Negocios de Moscú).
Pero los rascacielos estalinistas conservan ese halo mágico que evoca una época pasada, de recuerdo nostálgico para unos y lúgubre para otros. Y desde luego, su imponente presencia sigue siendo trascendental para el paisaje urbano de la ciudad, en el que emergen como emblemas de un periodo clave de la historia de Moscú.

5 comentarios:

  1. con todo el respeto, no se donde ve usted las similitudes entre los rascacielos historicistas de moscú y varsovia con los historicistas estadounidenses, para empezar los moscovitas eran una mezcla entre el gótico (aguja y azotea) y neoclásico (fachada) además de que la forma es abosoltamente e indiscutiblemente original, única, no existente en ningun otro edificio hasta entonces, me refiero a la composición de volumenes claro está, no puedes comparar las torres estadounidenses con los "castillos" moscovitas, estas hablando con alguien que entiende de arte, que se ha pasado mucho tiempo buscando rascacielos de eeuu del pasado, demolidos, etc. asi que no hagas copypaste, copiar y pegar textos de otras paginas, los rascacielos moscovitas solo tienen su parecido con los estadounidenses en la ambición de construir simbolos con el objeto de igualar las proezas de eeuu. punto.

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    1. Anónimo del 3/10/2014: creo que la observación de las fotos que ilustran el artículo (Manhattan Building y Woolworth) son suficientemente elocuentes de la idea que se quiere expresar respecto a la relación estilística. No obstante cada uno apreciará en ellas lo que desee. Respecto a llamar "copypaste" al hecho de compartir ideas con otras personas, me parece excesivo, pero nuevamente, cada uno puede opinar lo que estime oportuno. No obstante, gracias por la lectura y el comentario.

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  2. Interesantísimo reportaje. Al margen del acierto que pudiera tener el comentario de " anónimo", sus formas groseras de "listillo" es lo más desagradable de esta página. Muchas gracias por publicar tan interesante reportaje,...... y para quitarse el sombrero su respuesta a "anónimo del 3/10/2014.

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  3. Extraordinario Blog y artículo. Todo un descubrimiento. Gracias y felicidades

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  4. Gracias por toda la información, hoy mismo estoy en uno de los siete edificios, el de viviendas de la plaza Kudrinskaya , en uno de sus apartamentos y me he leído su artículo, me ha gustado mucho. Saludos desde Moscú.

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