La Plaza
de España de Madrid se encuentra actualmente en el foco de atención urbana
y social de la capital.
Algunos de sus grandes edificios, vacíos desde hace tiempo, parecen orientar su
futuro hacia el mundo hotelero, pero el espacio de la plaza sigue siendo un
lugar que reclama una reconsideración (en 2011 llegó a anunciarse una
remodelación que finalmente no se produjo).
La plaza es
un espacio de grandes dimensiones (casi 160 x 300 metros) que ha ido perdiendo el protagonismo que tuvo en
la ciudad. Las dificultades topográficas, el intenso tráfico rodado, la
problemática de sus edificaciones, la falta de apreciación ciudadana o su
carácter de isla desconectada de su espacio central, son algunas de las
cuestiones que hacen de este lugar un entorno con problemas. Nunca tuvo un
proyecto de conjunto (la plaza proyectada en 1910 no llegó a ejecutarse) sino
que sus diferentes fachadas o el propio espacio interior surgieron en momentos
diferentes
Nos
acercaremos a la Plaza de España en tres etapas. En esta primera revisamos su pasado y la forma en la que fue
configurándose. En la segunda exploraremos el presente, con
especial atención a las circunstancias arquitectónicas. En la última,
abordaremos algunos de los principales retos a los que se enfrenta la plaza en
su futuro próximo y nos aproximaremos a los proyectos anunciados.
Una topografía
difícil: La cornisa de Madrid y el barranco de Leganitos.
La Cornisa
de Madrid es una de las imágenes más difundidas de la capital a lo largo de
su historia. Ha
ejercido durante siglos el papel de silueta o fachada “oficial” de la ciudad y
como tal ha sido reflejada por dibujantes, pintores y fotógrafos. En ella se
aprecia la vista urbana desde el oeste, desde el valle del rio Manzanares, en la que destaca el
protagonismo desde las alturas del Alcázar-Palacio Real, de la Catedral de la
Almudena o de la extraordinaria cúpula de la iglesia de San Francisco El
Grande.
Imágenes de la cornisa de Madrid. Arriba detalle del
dibujo de Anton van den Wyngaerde y debajo detalle del cuadro “La Pradera de
San Isidro de Francisco de Goya.
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Su existencia
es una consecuencia geográfica, ya que en el occidente madrileño, el rio Manzanares había excavado, en su ribera
izquierda, unas cortadas con un gran desnivel, que fueron definitorias para el
paisaje y condicionaron la evolución de la ciudad desde sus inicios. Esta “cornisa”, está formada por tres
elevaciones. En el norte se encuentra la denominada Montaña del Príncipe Pío; en el centro, el Cerro del Palacio; y en el sur, el de San Francisco. Estas tres emergencias del relieve se
individualizaban gracias a los barrancos que las separaban. Entre las dos
primeras discurría el barranco de San
Vicente, que recogía las aguas de los arroyos de Leganitos y del Arenal. Y
entre las dos últimas, el barranco de San
Pedro, sobre el que se trazó la calle Segovia
(que pasa por debajo del viaducto de la calle Bailén). Ambos desembocaban en el rio Manzanares.
Topografía del oeste madrileño indicando los tres cerros
que determinaban la cornisa de la ciudad en el valle del rio Manzanares.
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La Cuesta de San Vicente se urbanizó sobre
el barranco del mismo nombre y fue uno de los accesos a Madrid desde el momento
en que se dominaron los cauces fluviales. Su prolongación por el arroyo de Leganitos fue un camino muy habitual
entre el centro urbano y las huertas de la vera del rio (la etimología indica
que la denominación “leganitos” procede del árabe “alganet” que significa “huertas”). No obstante, este recorrido mantendría
un uso muy local hasta que se produjeron una serie de modificaciones en la
estructura de la ciudad que lo convertirían en una de sus principales entradas.
En este
entorno de complicada topografía surgiría con el tiempo el gran espacio de la Plaza de España, un lugar que fue inicialmente
un límite urbano y que se iría transformando en un nodo central de la ciudad. Pero
la plaza nunca llegaría a tener un
proyecto unitario (solamente hubo un intento que resulto fallido) y el espacio
se iría conformando a impulsos, definiendo
cada una de sus fachadas y el propio espacio interior en diferentes momentos.
Esquema de la Plaza de España indicando las fachadas
tal como se presentan en este artículo y las calles principales.
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Un borde urbano como
alineación sureste de la plaza.
El Madrid antiguo
fue creciendo en círculos tangentes desde la cornisa del rio Manzanares, dada la dificultad para
superar las escarpadas laderas de esa parte del valle. Por esa causa, sus
diferentes recintos habían ido extendiendo la superficie urbana en todas las
direcciones excepto por el oeste (donde se encontraría el punto teórico de
“tangencia”, aproximadamente en el Palacio Real). Hacia 1600, el crecimiento de
la ciudad por el noroeste había alcanzado el
barranco de Leganitos, que se
convirtió durante años en un límite geográfico frente al que se creó un borde
urbano. Unas décadas antes se había levantado la penúltima muralla de la
ciudad, planteada por Felipe II en 1566, pero ésta había sido rápidamente desbordada
por la construcción de un importante cinturón de arrabales extramuros motivados
por el ímpetu de la nueva capital de España (Madrid había sido designada como
tal en 1561). Ante el extraordinario crecimiento de la ciudad, se construiría
la última muralla madrileña, la de 1625, que integraba, dentro del recinto, a
aquellos barrios exteriores. La zona del barranco de Leganitos se convirtió entonces en un límite de la ciudad.
Este borde urbano noroccidental,
perfectamente conformado desde principios del siglo XVII, será la primera
fachada (la sureste) de la futura Plaza
de España (aunque
sus edificios serían renovados durante los siglos XIX y XX). El efecto de
límite intransitable que ocasionaba la presencia del arroyo de Leganitos se comprueba por la existencia
de una pequeña calle que discurría por detras esa manzana final, la calle del Rio, que era el camino seguido
entonces para dirigirse hacia el rio Manzanares,
evitando así el complicado barranco.
El plano de
Texeira refleja la estructura de aquel Madrid de mediados del siglo XVII (1656).
En esa época, el acceso a Madrid desde el noroeste, se producía por la Puerta
de San Bernardino, desde la que se llegaba hasta la plaza de los Afligidos (actual plaza Cristino
Martos) y, desde ésta, se descendía por la calle del Pardo (hoy calle del Duque de
Osuna, que es la calle cortada y elevada que acompaña el inicio de Princesa por la derecha) hasta el Puente
de Leganitos (levantado en 1616 sobre
el arroyo del mismo nombre, que resultaba bastante peligroso en época de
lluvias). Este puente facilitaba el paso hacia la calle de Leganitos que comunicaba con la Plaza de Santo Domingo en dirección al centro de la ciudad.
El encauzamiento
y soterramiento del inicio del barranco-arroyo hizo innecesario el puente, de
manera que en ese mismo lugar se explanó un pequeño espacio público que sería
bautizado como Plaza de Leganitos. Al desaparecer el puente, todo el eje viario que
unía la histórica plaza de los Afligidos
y la de Santo Domingo pasó a
denominarse calle de Leganitos,
dejando la nueva plaza del mismo nombre en mitad de la misma.
Este sería el
primer paso para ir acometiendo la urbanización del barranco de San Vicente, que con el tiempo se
convertiría en el “camino que sube al Palacio Real” (la actual Cuesta de San Vicente), desde la
remodelada Puerta de San Vicente, situada
casi a orillas del rio. Esta reestructuración aparece en el plano de Espinosa
de los Monteros, dibujado en 1769.
La
urbanización del barranco de Leganitos,
que se integró como parte alta de la Cuesta
de San Vicente, sería la causa de que
la arquitectura de este borde urbano experimentara notables mejoras conforme iba
desapareciendo su carácter de extremo y
se iba consolidando como un punto importante para la ciudad. Allí, ocupando
los números del 1 al 8 de la actual plaza, acabarían implantándose grandes edificios
terciarios (como la antigua sede de la Real
Compañía Asturiana de Minas, levantada en la esquina con la calle Bailén entre 1891 y 1899.
Un periodo de
transición: lugar militar con el Cuartel de San Gil y la Plaza de San Marcial.
En el citado
plano de Madrid de Espinosa de los Monteros aparece, en esta zona, una pequeña
calle, dedicada al Duque de Osuna, que
va a tener importancia en la conformación de la futura calle de la Princesa, en la que quedaría integrada.
Esta calle Duque de Osuna no debe ser
confundida con la actual, comentada anteriormente y que aparece como una
“terraza” elevada sobre la calle Princesa.
En su entorno, correspondiendo con la vertiente contraria del arroyo de Leganitos situada frente al “borde
urbano” que estamos analizando, iría configurándose un heterogéneo conjunto de
edificaciones vinculas en algunos casos a las huertas cercanas y en otros a
fincas de recreo, sobre las que se levantaría, en el siglo XIX, el Ensanche de Argüelles, como veremos más
adelante.
Junto a estas
construcciones, en el irregular espacio de la ladera del arroyo, que era
conocido como Prado de Leganitos, se
decidió levantar un gran edificio que iba a ser destinado para albergar un nuevo
convento de los padres franciscanos de San Gil. Pero los monjes no llegaron a
ocupar nunca el edificio porque el rey José Bonaparte dispuso su habilitación
como cuartel para la Guardia de Corps, pasando a ser conocido como el Cuartel
de San Gil.
La obra de
este edificio se acometió durante el último cuarto del siglo XVIII (entre 1789
y 1797) y obligó a importantes movimientos de tierras para crear el solar
adecuado. Parece que las trazas del edificio monacal fueron efectuadas por
Francisco Sabatini, pero la transformación en cuartel se realizaría siguiendo
el proyecto del arquitecto Manuel Martín Rodríguez (que era sobrino del afamado
Ventura Rodríguez). El
inmenso caserón era una construcción de planta rectangular, de tres pisos
(planta baja más dos superiores), articulada en torno a tres patios interiores,
que habilitaba una plaza muy longitudinal delante de él (una especie de
ensanchamiento de la parte final de la Cuesta
de San Vicente, sobre el antiguo barranco de Leganitos)
Finalmente,
el edificio acogería al regimiento de San Marcial de la Guardia Real (aunque
mantendría el título de Cuartel de San
Gil). La denominación del regimiento originaría el nombre que recibió aquella
primera plaza que ejercía de antesala del mismo: la Plaza de San Marcial. Allí se produjo en 1866 la trágica sublevación
de los sargentos contra la monarquía de Isabel II que preludió la Revolución de
1868. La conocida como “sargentada” fue sofocada y los suboficiales, fusilados,
pero puso sobre el tapete la posibilidad del traslado de los militares.
La marcha del
regimiento sería determinante para el futuro urbano de la zona ya que, al ser
derribado el Cuartel de San Gil, su solar
se incorporó a la plaza existente, ampliando considerablemente el espacio
público. Puede decirse que la Plaza de San Marcial fue el embrión de
la actual Plaza de España.
La configuración de
la fachada noroeste de la plaza (el remate sur del Ensanche de Argüelles)
A mediados
del siglo XIX, la densidad y congestión del casco de Madrid era terrible. En
esos años centrales de la centuria se decidió el derribo de las murallas y el
“ensanchamiento” de la ciudad. El Ensanche de Argüelles fue una de las
primeras extensiones de Madrid que respondieron a esta estrategia, ya que
se inició unos años antes de acometer la gran ampliación de la capital con el
conocido Plan Castro. El autor del
proyecto en ambos crecimientos fue el mismo: Carlos María de Castro.
El Ensanche de Argüelles (denominado así en
homenaje al político español, Agustín Argüelles Álvarez) se organizó en la zona
alta de las laderas de la montaña del
Príncipe Pío, que eran mucho menos abruptas. El Ensanche se realizaría en
varias etapas, la primera de las cuales
es el cuadrilátero formado por las calles de
la Princesa, Quintana, Ferraz y
una irregular calle Quitapesares (posteriormente
regularizada y rebautizada como calle de
Ventura Rodriguez). El Ensanche definió la nueva calle de la Princesa como la vía principal de
aquel occidente madrileño estableciendo la alineación de la misma. El trazado interior
planteó una serie de calles paralelas que aprovechaban las líneas de nivel de
escasa pendiente (desde la calle Ferraz
siguiendo en sentido ascendente por las calles Juan Alvarez Mendizábal, Martín
de los Heros, Tutor y rematando
en la calle Princesa), que eran
cruzadas por otras transversales que se abrían en un curioso abanico cuyo
objetivo era prolongar su longitud para reducir su pendiente. En esa primera
etapa, las calles transversales urbanizadas fueron Luisa Fernanda, Evaristo San
Miguel, Rey Francisco y Quintana (la calle Ventura Rodríguez, inicialmente denominada de Quitapesares, se trazaría definitivamente tras la resolución de la
conflictiva articulación con el conjunto de caseríos, quintas, huertas y
jardines que se había formado al otro lado de la vertiente del arroyo Leganitos, del que hemos hablado
anteriormente)
El remate occidental
de este Ensanche quedaría
condicionado por la presencia del Cuartel
de la Montaña, edificado entre 1860 y 1863. Este cuartel, que fue uno de
los lugares de gran protagonismo durante la Guerra Civil española, acabaría
siendo demolido en 1937 y en su solar se encuentra hoy el egipcio Templo de Debod (regalado en 1968 por el
gobierno de Egipto como compensación a la participación española en la
operación de protección de varios templos, como los de Abu Simbel, que se encontraban en peligro debido a la construcción
de la gigantesca Presa de Asuán).
Plano de 1872 de Carlos Ibañez Ibero. Las líneas rojas
corresponden a la delimitación actual del espacio de la Plaza de España.
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El Ensanche de Argüelles se completaría en
otras dos etapas. En la segunda se ampliaría por el oeste hasta el Paseo de Rosales y el Parque del Oeste y, por el norte, se
continuaría hasta la calle Marqués de
Urquijo. La tercera etapa partiría desde esta vía hasta rematarlo
septentrionalmente en el Paseo de Moret.
El definitivo
remate del Ensanche de Argüelles por
el sur no llegaría hasta la desaparición del Cuartel de San Gil, con la prolongación, sobrepasando la
transversal calle de Ventura Rodriguez,
de las calles Ferraz, Alvarez Mendizábal y Martín de los Heros (la calle Tutor no sería prolongada y en su lugar
surgiría la minúscula placita de Emilio
Jiménez Millas). Este remate del
Ensanche crearía las manzanas que delimitarían el lado noroccidental de la Plaza de España (aunque para que
fueran definitivas, habría que esperar a la remodelación del inicio de la calle
de la Princesa y la solución de su encuentro
con la plaza).
La
arquitectura de esta fachada de la plaza (números del 14 al 18, junto al solar
de la calle Ferraz 2) se irá
conformando paulatinamente. Las dos esquinas de este frente contarán con
edificios muy significativos de la arquitectura madrileña. En la esquina occidental
(con la calle Ferraz y accediendo
desde ella) se levantaría un edificio de viviendas de estilo modernista
proyectado por Federico Arias Rey en 1911 (que es uno de los escasos ejemplos
de este estilo en la capital) y en la esquina oriental, junto a la reciente
prolongación de la calle Princesa se
construiría, a finales de la década de 1950, la Torre de Madrid, según el proyecto de los hermanos Otamendi.
El espacio central de
la plaza: el intento fallido de un proyecto unitario y el parking subterráneo.
La necesidad
de finalizar adecuadamente el Ensanche de
Argüelles por el sur, ayudó a la decisión sobre el derribo del Cuartel de San Gil, que se realizó en
1905. Sobre el inmenso solar resultante tras la demolición del edificio militar
se decidió levantar una gran plaza que
fue presentada en 1910, según el diseño del arquitecto municipal Jesús
Carrasco Muñoz. No obstante, no se llevó
a cabo, salvo sus delimitaciones interiores (que fueron respetadas
aproximadamente) y la definitiva alineación de las manzanas del remate sur del Ensanche de Argüelles. Estas manzanas se
alinearon con la antigua calle José
Cañizares que discurría por detrás del cuartel y que sería prolongada hasta
la entonces calle de Leganitos (habilitando
los números 14 al 17 de la plaza). Es
curioso observar como el proyecto de Carrasco se refiere a la Plaza de España como algo separado de la
Plaza de San Marcial, que convierte
en una calle muy ancha, aproximadamente coincidente con el final de la Cuesta de San Vicente.
Proyecto de 1910 de Jesús Carrasco Muñoz para la Plaza
de España y su entorno, que finalmente no se realizaría (aunque la alineación
de la isla interior si se mantendría).
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El proyecto
era muy ambicioso ya que actuaba no solo sobre la plaza sino también sobre su área
de influencia. Por ejemplo, proponía una nueva vía, denominada Avenida Reina Victoria (no debe
confundirse con la actual calle de ese nombre ubicada en otro lugar de la
ciudad) que uniría la plaza con la estación ferroviaria del Norte situada en
las proximidades del rio Manzanares.
Esta calle, en fuerte pendiente, se proyectaba con una anchura de treinta
metros y requería la realización de un importante túnel para salvar la Montaña
del Príncipe Pío.
El proyecto
también proponía el carácter para las edificaciones que debían conformar las
fachadas de la plaza (excepto la sureste que ya estaba consolidada). Carrasco
propuso la construcción de diferentes edificios para dar frente e identidad a
la plaza (la Capitanía General, el Gran Hotel España, la Presidencia del
Consejo de ministros, el edificio de la Tenencia de Alcaldía, las Escuelas
Municipales, etc.). Uno de los elementos más llamativos de la propuesta era el edificio
que salvaba el desnivel entre la cota propuesta para la plaza y la entonces
calle de Leganitos. La construcción
era una gran galería abierta de la que emergían torres centrales y laterales en
una arquitectura de gran eclecticismo y de inspiración patriótica.
El mobiliario
de la plaza se concretaba en varias marquesinas y templetes y un monumento dedicado a Cervantes, la
única propuesta de Carrasco que se llevó a la realidad (además de las
alineaciones comentadas). El Monumento
a Cervantes sería comenzado durante la dictadura de Primo de Rivera y
finalizado tras la Guerra Civil. Fue proyectado por los arquitectos Rafael
Martínez Zapatero y Pedro Muguruza junto con el escultor Lorenzo Coullaut
Valera.
A pesar del
rechazo a su proyecto de plaza, indirectamente, Jesús Carrasco Muñoz dejaría
una obra en ese lugar, ya que entre 1923 y 1928 se construiría entre la calle Ferraz y la Cuesta de San Vicente, el ecléctico Templo de Santa Teresa y convento de Padres Carmelitas, proyectado
por este arquitecto.
Aún quedaría
un último ajuste sobre la “isla” interior: la construcción del gran aparcamiento subterráneo que ocupa
aproximadamente la mitad norte de la plaza y que fue inaugurado en 1968 para
albergar 800 vehículos. La construcción de este parking supuso la redefinición
de los parterres y arbolados de la plaza, que fueron planteados de nuevo
durante esos años. La finalización de la concesión de este aparcamiento, en el
año 2016, ha activado los deseos municipales de remodelación del espacio
interior de la plaza (como veremos en el último artículo de la serie).
La definición de la
fachada noreste de la plaza (la apertura de la Gran Vía, la conexión con
la calle Princesa y el “Edificio España”).
El proyecto de la Gran Vía fue trascendental para la Plaza de España. Su trazado estaba motivado por el
deseo de conectar el Ensanche de
Salamanca, en la parte oriental de la capital, con el de Chamberí y Argüelles, en la zona occidental. Con ese objetivo se crearía la Gran Vía, una arteria de primer nivel
para el tráfico urbano que supondría una transformación muy importante para la ciudad
y muy particularmente para la plaza. Además, complementariamente, se realizaría
la conexión con el eje de la calle Princesa,
que acabaría colocando a la Plaza de
España como uno de los principales accesos rodados al centro de Madrid.
Porque en la plaza se recogería el tráfico procedente del noroeste (de la carretera
nacional VI que enlaza con A Coruña y que accedía por la calle Princesa) y del suroeste (de la carretera
nacional V que dirige a Extremadura y Portugal a través de la Cuesta de San Vicente).
Pero esta
situación tardo en producirse. En un primer momento, con la conclusión del
tercer y último tramo en 1932, la Gran
Vía llegaba a la Plaza de España (aunque
más exactamente lo hacía a la pequeña Plaza
de Leganitos que todavía subsistía al norte del gran espacio) y se topaba con
un obstáculo edificado, la casa palacio de los duques de Pastrana que estaba
ocupada por el Colegio del Sagrado Corazón. Además, por el otro lado, la calle Princesa, ni siquiera llegaba hasta la
plaza. De hecho, estaban conectadas con dificultad debido a una loma que las
separaba. La remodelación del encuentro de
la calle Princesa con la plaza
consistió en la eliminación de esa loma.
Imagen de las obras de conexión entre la calle Princesa
y la Gran Vía en la que se aprecia la importante obra de nivelación que exigió
ese enlace.
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Con esa
reforma se habilitaron dos grandes
solares sobre los que se levantarían los dos grandes hitos de la Plaza: el Edificio España (1948-1953) y la Torre de Madrid (1957-1960).
La remodelación del suroeste
de la plaza y el paso elevado para el tráfico.
La Cuesta de San Vicente adquirió
relevancia urbana tras la construcción de la estación ferroviaria de Príncipe Pio (Estación del Norte) entre 1859 y 1861. La Estación se ubicó en la
parte baja de la ladera, cerca del rio Manzanares,
y desde allí se urbanizó la nueva calle sobre el antiguo barranco de San Vicente. Su pronunciada pendiente le
había proporcionado el nombre de “cuesta”. Por esta nueva vía, que accedía a la Plaza de España por su esquina sur, llegaba
el incesante flujo de viajeros, a los que se irían añadiendo, paulatinamente,
el transporte público y los automóviles. Con ello, la plaza se transformó en uno
de los accesos principales a la ciudad.
La plaza se
encontraba entonces conformada con nitidez en tres de sus lados, pero el cuarto
(el suroeste, por donde conectaba la Cuesta
de San Vicente) tendría problemas de definición, que se agravarían a causa
del intenso tráfico rodado que iba a soportar la zona (sobre todo con la
conexión con la carretera Nacional V). A los numerosos vehículos que accedían
por la cuesta se les sumaba el creciente tráfico del eje de las calles Ferraz y Bailén que se cruzaban en la esquina sur de la Plaza.
Aunque la
primera intervención relevante para esa zona no la motivó el tráfico, sino el
derribo de las Reales Caballerizas
situadas en esa esquina. El Palacio Real había contado antiguamente con un
edificio para ese fin, pero su inadecuación provocó su eliminación y la
construcción de unas nuevas caballerizas entre 1782 y 1789 por orden de Carlos
III. Este proyecto, redactado por Francisco Sabatini ocupaba el solar
triangular de la punta norte de los terrenos del Palacio, entre la “calle nueva que va al Palacio” (actual
calle Bailén) y el “camino que sube al Palacio Nuevo”
(actual Cuesta de San Vicente). El
edificio era una construcción enorme que fue demolida en tiempos de la Segunda
República (cuando el Palacio fue incautado y convertido en “Palacio Nacional”).
Sobre el solar vacío, que fue cedido al Ayuntamiento de Madrid, se proyectaron en
1934 unos jardines (los “Jardines de
Sabatini”). Aunque la Guerra Civil retrasaría su realización.
El cruce
entre ambas arterias (Cuesta de San
Vicente con Ferraz/Bailén) se
convirtió en uno de los puntos negros más congestionados de la circulación
urbana. Por eso, en 1966, dentro de una
estrategia de remodelación general del tráfico madrileño, se aprobó la
construcción de siete pasos elevados en la ciudad. Entre ellos se
encontraba la conexión entre la Cuesta de
San Vicente (entonces denominada calle de Onésimo Redondo), la calle Bailén
y la calle Ferraz (otras de las
actuaciones de esa decisión fueron, por ejemplo, la creación del scalextric de la Glorieta de Carlos V en Atocha que sería desmontada veinte años
después, o los puentes entre las calles Raimundo Fernandez Villaverde y Joaquín Costa y entre Juan Bravo y Eduardo Dato, ambos sobre el
Paseo de la Castellana). El paso elevado que unía directamente el tráfico
rodado entre las calles Bailén y Ferraz aliviaría el de la Cuesta de San Vicente que discurriría
por debajo de las anteriores. La remodelación viaria sería inaugurada
finalmente en 1972.
La fachada
suroeste de la plaza (números del 9 al
13) quedaría en una posición comprometida, por el alejamiento y separación
que las vías rodadas (en dos niveles) provocaban. Allí se había levantado el ya
comentado Templo de Santa Teresa y Convento de Padres Carmelitas
presentando una alineación irregular respecto a la ortogonalidad de la plaza. A
su vera acabaron construyéndose varios
edificios convencionales de viviendas (en la década de 1940 y uno último en
el año 2000), que pretendían responder a la alineación “oficial” de la plaza,
pero que presentan varios quiebros que dificultan esa interpretación.
Los espacios y los edificios
referidos a lo largo de este primer artículo sobre la Plaza de España serán
analizados en la siguiente entrega.
Muy interesante artículo, Genial. Muchas Gracias! :)
ResponderEliminarInteresante historia de madrid.
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