Situada en el centro histórico de la
ciudad eterna, esta pequeña y recoleta plaza, antesala a la gran iglesia de Sant’Ignazio, despertó desde el primer
momento tanto admiración como críticas despiadadas. El arquitecto y tratadista
Francesco Milizia, contemporáneo a su construcción, se refirió a los edificios
como “casas ridículas en forma de cómoda” y hubo otros que atacaron su
arquitectura “blanda, de mantequilla”.
En cualquier caso, la Piazza no deja indiferente. El juego de contrastes
con la imponente iglesia de Sant’Ignazio,
supone un primer impacto (con sus diferentes escalas, materiales, texturas
o colores). Pero profundizar en la riqueza de sus planteamientos geométricos,
sus proporciones o en la fuerte carga simbólica de todo ello, permite apreciar
con mayor intensidad un lugar que es una muestra de la integración entre diseño
urbano y arquitectura para conseguir un fin común, una plaza con mensaje.
Y además, … es un espacio
delicioso.
En 1550, San Ignacio de Loyola
(1491-1556), el fundador de la Compañía de Jesús (jesuitas), impulsó la
creación del Collegio Romano, como
una institución docente, de formación completa, incluso universitaria. El
edificio definitivo se construyó en el Campo
Marzio, próximo a la Vía Corso, entre
1582 y 1584 (la atribución de su proyecto se debate entre Bartolomeo Ammannati
y el arquitecto jesuita Giuseppe Valeriano).
Dentro del complejo colegial se
encontraba la pequeña capilla de la Anunciación que servía como espacio para
las celebraciones litúrgicas conjuntas. Pero el incremento de alumnos la dejó
sin capacidad para acogerlos a todos. Por esta razón, en 1626, se decidió levantar
en su lugar una nueva iglesia de dimensiones mucho mayores.
Pocos años antes, en 1622, había
sido canonizado San Ignacio de Loyola, y a él sería dedicada esa nueva iglesia
(Sant'Ignazio di Loyola in Campo Marzio).
Con la construcción de la nueva iglesia,
se completaba la gran manzana que el Collegio
Romano ocupa en el centro histórico de Roma. La entrada principal a la
institución se produce por el sur, desde la Piazza
del Collegio Romano, pero el acceso al gran edificio eclesiástico que se
iba a levantar sería por el norte. Así pues, como una suerte de contrapeso espacial
a la plaza sur sería necesaria una nueva en el norte que cumpliría la misión de
antesala a la nueva iglesia.
El espacio reservado para ella sería remodelado entre 1727 y 1728 por
Filippo Raguzzini para crear la actual Piazza
Sant’Ignazio.
La Iglesia de Sant’Ignazio (tras el
modelo arquitectónico de la Iglesia del Gesù)
La iglesia de Sant’Ignazio fue comenzada en 1626 y la larga duración de sus obras
permitió la participación de varios arquitectos, todos pertenecientes a la
Orden (destacando entre ellos Horazio
Grassi).
Fachada de la Iglesia de Sant’Ignazio en Roma.
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Il Gesù estableció un nuevo tipo arquitectónico para las iglesias,
en sintonía con el espíritu de la Orden, que resultó muy influyente para el
futuro. Todo el espacio se focaliza hacia el lugar principal, el altar mayor,
evitando desviaciones de atención hacia otros lugares. Para ello, se eliminó el
nártex (el atrio o vestíbulo característico hasta entonces) para acceder directamente
al espacio central. También se suprimieron las naves laterales siendo
sustituidas por capillas laterales interconectadas, de esta forma la nave central
se convierte en un gran salón unitario. La planta de cruz latina queda potenciaba
por medio de una extraordinaria cúpula que focalizaba la atención en el cruce
de los dos ejes. La fachada fue otro de los aspectos claves del modelo.
La iglesia de Sant’Ignazio siguió las directrices marcada por Il Gesù, pero padeció problemas
constructivos y económicos que permitieron soluciones de gran originalidad. Una de sus singularidades es su “falsa
cúpula”, un soberbio ejercicio de “trampantojo” realizado por Andrea Pozzo,
cuya pintura sobre tela simula prodigiosamente una cúpula (desde el punto de
vista del gran “salón”).
La sorprendente falsa cúpula de la Iglesia de Sant’Ignazio,
pintada sobre una tela plana por Andrea Pozzo.
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La Plaza de Sant’Ignazio un espacio con
mensaje.
Filippo Raguzzini (1680-1771) fue uno de los arquitectos más
dotados y originales del barroco romano. En la ciudad eterna reconstruyó varias
iglesias (San Sisto Vecchio, 1725; della Madonna della Quercia, 1727; San Filipo Neri, 1728; ó della Madonna del Divino Amore, 1744) y
proyectó el Ospedale San Gallicano
entre 1724 y 1726. También intervino en la definición final de la escalinata de
la Trinità dei Monti, en la Plaza de
España, construida por Francesco de Sanctis entre 1723 y 1726. Pero la obra que
más reconocimiento le produjo fue su planteamiento escenográfico para la Piazza Sant’Ignazio que desarrolló entre
los años 1727 y 1728. Tras estos intensos años de actividad, Raguzzini se
convirtió en arquitecto municipal de Roma.
Un análisis formal de los espacios
siempre es una interpretación que parte de las intenciones que con mayor o
menor evidencia ha dejado el autor. Los comentarios sobre la Piazza Sant’Ignazio son, por lo tanto,
una narrativa propia, conjeturada desde esas huellas percibidas.
Raguzzini habilitó inicialmente un espacio rectangular, de proporciones 3:4
para desarrollar dentro de él un juego geométrico y simbólico basado en esa
misma proporción, con la participación de elipses como figuras principales. La
elección de esa proporción y de las formas elípticas no fue casual, tuvo una
clara intención simbólica.
La proporción 3:4 forma parte de
los descubrimientos armónicos realizados por Pitágoras en sus investigaciones
sobre la relación entre música y matemáticas. Pitágoras definió el unísono, el diapasón (1:2, la actual octava),
el diapente (2:3, hoy intervalo de quinta) o el diatésaron (3:4, denominado intervalo de cuarta en la
actualidad).
Esta última proporción, que es la
que aquí nos interesa, trascendería la escena musical. Esto sucedió, por
ejemplo en las matemáticas (solamente hay que recordar la repercusión de la proporción 3:4 en el
triángulo de Pitágoras) pero adquirió sus esencias más relevantes a través de
sus derivaciones simbólicas y religiosas (por ejemplo cuando la palabra diatésaron fue escogida por Taciano en
la segunda mitad del siglo II para titular su armonía de los cuatro
Evangelios).
Esta proporción, también conocida
como “cuadrado más un tercio”, nos acompaña también en la actualidad, por ejemplo
en las pantallas de televisión que han guardado la relación 4:3 entre sus lados
(aunque ahora triunfa más el formato panorámico 16:9)
En los tiempos del barroco, la
armonía “a través del cuatro”, que es lo que significa originariamente la
palabra diatésaron, tuvo un gran eco
simbólico y particularmente dentro de la órbita religiosa (y jesuita en
particular).
Raguzzini la utilizó en un intento de reconciliar la naturaleza (con sus cuatro elementos
clásicos, agua, tierra, aire y fuego) con
la divinidad católica (en sus tres apariencias, Padre, Hijo y Espíritu Santo).
La proporción 3:4 por lo tanto muestra esa aspiración de unidad entre el mundo
real y el espiritual.
A partir de ese rectángulo inicial
comienza un juego con unas figuras
geométricas poco habituales en los espacios urbanos antes del barroco: las
elipses. El barroco puso en primer plano estos “círculos deformados” como
expresión de tensión. Y Raguzzini adoptó estas delicadas formas geométricas
para expresar otra idea: la intensa tensión entre los dos mundos. Raguzzini se apoyó nuevamente en la
proporción 3:4 para definir las dimensiones de los ejes de las elipses que
configurarían la forma de la plaza.
Planta de la Piazza Sant’Ignazio e interpretación geométrica
de su trazado: Un rectángulo de proporciones 3:4 que alberga diferentes elipses
cuyos ejes guardan la misma proporción.
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Esas elipses “esculpen”
los edificios que conforman la plaza. Su presencia se manifiesta
singularmente en las esquinas de las construcciones laterales. También en la
fachada del edificio que se enfrenta a la iglesia o en la formalización de los
dos inmuebles que se retranquean tras los tres principales.
El conjunto consta de tres
edificios que conforman la plaza, junto a la gran fachada del templo que ocupa
el cuarto lado. Entre éstos destaca el central, que se enfrenta a la iglesia y que
actualmente está ocupado por la sección
de los carabinieri que vigila el
patrimonio cultural italiano. Las esquinas abiertas permiten ver otros dos inmuebles
retranqueados (uno exento y otro unido por la planta baja al lateral de la
plaza) que muestran las concavidades resultantes de las elipses directrices. Los
edificios aislados presentan arriesgadas plantas triangulares que van
deformándose según las exigencias del guión.
Raguzzini realizó un ejercicio de estilo geométrico con
un marcado interés simbólico. Todo el conjunto proyectado muestra una sintonía
que refuerza, por contraste, la presencia de la gran masa de la iglesia.
Las diferencias de
escala, de color, de textura, o las mismas concavidades, pretenden mostrar el
contraste entre la escala divina (grandiosa, noble, pétrea, monocroma) y la escala humana (doméstica, humilde, enfoscada, colorista). Las
modulaciones de los huecos de los edificios, la seriación de sus contraventanas
o balcones de hierro forjado y las prominentes cornisas, forman parte del telón
de fondo de la escena de un teatro, en la que se representa la gran obra del
mundo, que aspira a la unidad entre lo
divino y lo humano, entre lo trascendente y lo real. Ese es el mensaje de la Piazza
Sant’Ignazio.
La pequeña plaza sorprende al visitante que intuye que, tras esos extraños edificios, puede esconderse una motivación que trasciende las meras apariencias. La Piazza Sant’Ignazio es un espacio con intención, con mensaje, lo cual no impide que también pueda ser disfrutada desde su más estricta sensualidad.
Quiero
agradecer a Eduardo Pascau, arquitecto y amigo, su colaboración al realizar las
fotografías que ilustran este artículo.
Hola,
ResponderEliminarMaravillosa entrada, me gustaría saber la bibliografía que has empleado para hacerla!
Saludos.
La iglesia sorprendente por dentro, en la utilización de la pintura para figurar una gran cúpula que no lo es.
ResponderEliminarPero mi curiosidad fue los edificios de la plaza que la rodean. Era como un juego de piezas que ocupan el espacio, nunca visto por mi, que gran soñador, que gran arquitecto urbanista.
Gracias por todos estos contenidos!!!
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