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27 sept 2014

Ciudades Imaginarias: Las “ciudades metafísicas” de Giorgio de Chirico y las “ciudades invisibles” de Italo Calvino.

La ciudad es una compleja mezcla entre lo objetivo y lo subjetivo. Es una noción difusa en la que se mezclan realidades y fantasías, se combinan sensaciones y pensamientos, se conjugan percepciones propias y ajenas, y que se nos ofrece con múltiples apariencias. Las ciudades reales son interpretadas individualmente, sumando a las impresiones directas un impreciso imaginario colectivo que se nutre de urbes ficticias, teóricas, inventadas o imaginadas. Todas estas diferentes ciudades mentales conviven con nosotros, formando un magma que condiciona nuestra comprensión del entorno.
Las Ciudades Metafísicas de Giorgio De Chirico o las Ciudades Invisibles de Italo Calvino forman parte de ese acervo cultural urbano. Tanto el pintor como el escritor eran buscadores de esencias y los dos recalaron en la ciudad para obtenerlas, aunque fuera en una ciudad irreal, onírica y poética. Ambos crearon ciudades mentales que se convertían en alegorías vitales, porque los ambientes de De Chirico o las poéticas descripciones de Calvino son territorios donde indagar acerca de nuestra alma.

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Hay ciudades ficticias que pretenden emular lo real de forma más o menos verosímil (el cine sabe bastante de ellas). Hay ciudades teóricas, formuladas o dibujadas como espacios ideales que aspiran a ser modelos de actuación (los arquitectos conocen unas cuantas). Hay ciudades inventadas, y también territorios y regiones, que proponen mundos paralelos (los escritores y los ilustradores saben de ellos). Hay ciudades imaginadas, que pueden convertirse en metáforas que exploran nuestra mente (artistas y filósofos han concebido mucho ejemplos).
Esas fantasías urbanas tienen mucha consistencia y se convierten en referentes para evaluar nuestras percepciones sensoriales. La ascendencia de estas ilusiones es tal, que incluso las ciudades reales pierden parte de su aparente certidumbre para ser interpretadas en nuestra mente bajo su influjo y son reelaboradas individualmente para crear nuestra “visión particular” de cada una de ellas. Todos nosotros tenemos una versión propia de cada espacio, que componemos como resultado de una amalgama de sensaciones percibidas, recuerdos más o menos distorsionados, pensamientos propios o ajenos, iconografías dibujadas, fotografiadas o filmadas, etc. Las ciudades ilusorias y las reales se mezclan en nuestra memoria y, en ocasiones, nos resulta difícil distinguir nuestra propia experiencia de las emulaciones adquiridas.

Vamos a acercarnos a dos experiencias creadoras de ciudades imaginadas. El pintor Giorgio de Chirico (1888-1978) y el escritor Italo Calvino (1923-1985) eran buscadores de esencias. Y los dos recalaron en la ciudad para convertirla en un vehículo de expresión, en un medio que nos dirige hacia un determinado fin significativo. Ambos crearon ciudades irreales, oníricas y poéticas, que se convertían en una alegoría del ser humano. Por eso, los ambientes de las ciudades metafísicas de De Chirico, elaboradas sobre todo entre 1909 y 1914, o las poéticas descripciones de las ciudades invisibles de Calvino, publicadas en 1972, son territorios donde indagar acerca de nuestra alma.
“Plaza de Italia”. Giorgio de Chirico, 1912.
En sus escenarios fantásticos, De Chirico pasó de la unidad a la diversidad. Sus composiciones estáticas, clásicas, se deshacen en fragmentos inquietantes, que reflejaban la tensión del tiempo que vivió. Sus ciudades metafísicas parecen querer transmitirnos un espacio ordenado y un tiempo detenido, pero acaban quebrantadas por las incertidumbres y contrastes, que caracterizaron a sus coetáneos.
Las ciudades invisibles de Italo Calvino. Portada de ediciones españolas.
Por su parte, Calvino, recorrió el camino inverso, fue de la diversidad a la unidad. Las cincuenta y cinco ciudades invisibles presentadas por Marco Polo a Kublai Kan son, en el fondo, facetas de una misma realidad, un magma que se solidifica en nuestra mente y nos proporciona un código oculto de interpretación de la realidad urbana que nos envuelve (y de nosotros mismos).

Las Ciudades Metafísicas de Giorgio de Chirico.
Las circunstancias familiares del joven De Chirico le permitieron conocer algunas de las ciudades clásicas, que influyeron enormemente en su visión del mundo. Italiano, aunque nacido en Grecia, estudió en Atenas, en Florencia y en Múnich, forjando en ellas un espíritu reflexivo que se expresaría en su pintura. A estas estancias pudo sumar otras nuevas en urbes que también dejarían una fuerte impronta en el incipiente artista. Su actividad le haría recalar primero en Milán, luego de nuevo en Florencia y finalmente en París, el lugar donde De Chirico acabaría de dar forma al estilo que lo encumbraría.
Las vanguardias, que estaban triunfando en aquel París de principios del siglo XX, no satisfacían a un joven pintor que buscaba otra cosa en su pintura. Por eso, De Chirico fue alejándose de las tendencias punteras para refugiarse en un clasicismo personal que acabaría creando una obra absolutamente original y personalísima. Entre 1909 y 1914, principalmente, su pintura se plasmaría en obras que han sido consideradas precursoras del surrealismo que emergería en el París de la década de 1920. Esos primeros cuadros, que él llamó inicialmente enigmas, significarían el inició de un camino que, años después, el mismo pintor definiría como arte metafísico.
La actividad de De Chirico estaba fuertemente relacionada e influida por la filosofía. En particular por la Metafísica, en la que se indaga sobre lo que se encuentra más allá de nuestra realidad física, abstrayendo y profundizando en la esencia del Ser, en los fundamentos de todo lo conocido. En consecuencia, la obra de De Chirico era especulativa y para trasladar su pensamiento utilizaría como medio sus “ciudades metafísicas”.
 “Plaza con estatua de Ariadna”. Giorgio de Chirico, 1913.
Las ciudades de De Chirico no muestran espacios para ser utilizados, ni para ser comprendidos con las claves urbanas habituales. Todo lo contrario, rechazan la vida cotidiana y no aceptan al transeúnte. Son escenarios simbólicos. Las ciudades creadas por Giorgio De Chirico son vehículos de expresión que, para conseguir transmitir su mensaje al espectador, actúan como un experto cazador. En ellas se ofrecen silencio y soledad, que invitan a una contemplación serena de la obra. Cada escena envuelve un misterio que retiene al espectador para atraparlo finalmente. Porque ese magnetismo que inmoviliza, permite ir descubriendo las contradicciones y mensajes que, al igual que trampas expectantes, se encuentran en los cuadros.
“El Enigma de un día”. Giorgio de Chirico, 1914.
En su pintura metafísica, De Chirico concebiría una idea particular de la arquitectura y de la ciudad, manifestada en un uso heterodoxo de la perspectiva y de la escala, que no eran únicas en cada escena, y otorgando un sentido muy especial a los elementos que las poblaban. Los frecuentes anacronismos presentes en sus obras, en la que pueden convivir trenes y chimeneas de fábricas con estatuas de arcaicos dioses o antiguos templos, crean contradicciones temporales que convierten a los espacios en lugares incongruentes. De Chirico era consciente de que lo que no encaja, despierta la curiosidad del ser humano y a partir de ella nace la interrogación y a la búsqueda de respuestas, en un proceso que nos incita a la reflexión. Ese es el objetivo de su pintura. Porque descontextualizar es enfrentar algo consigo mismo, lo que permite averiguar su valor intrínseco.
“Las musas inquietantes”. Giorgio de Chirico, 1916.
De Chirico fue elaborando un vocabulario propio que incluía columnas, estatuas, arcos, edificios porticados, sombras rotundas, plazas o torres, elementos todos con un fuerte valor icónico y significativo con el que crearía una ciudad que arraigaría en nuestra imaginación. Las ciudades metafísicas de Giorgio De Chirico son estados mentales que el pintor logró proyectar en el imaginario colectivo de la sociedad. Son ciudades oníricas en las que los elementos aparentemente reales que las conforman, trascienden su existencia para intentar mostrar lo que está “más allá”. Lo cotidiano se convertía en la puerta de entrada hacia un mundo trascendente. Los objetos y las arquitecturas aparecen ajenos a su cometido utilitario y reclaman, únicamente, la mirada inquisitoria del espectador sobre ellos. De esta manera, despojados de su cotidianeidad, apartados de su propia historia, sustraídos de su devenir, se llenan de eternidad y logran transmitir su mensaje simbólico.
Las visiones frontales o sesgadas, las arquitecturas clásicas forzadas por tensas perspectivas, los violentos contraluces con rotundas sombras, los extravagantes (y a veces extemporáneos) contrastes entre objetos, las referencias al tiempo detenido, son parte de la sintaxis del lenguaje de estas ciudades inmóviles. También cuentan los elementos ausentes que, aunque fuera de plano se revelan, por ejemplo, por una sombra.
Paradójicamente la estaticidad de sus obras transmite inquietud. No hay movimiento aparente y el tiempo se detiene, pero las obras emiten zozobra y obsesión por el tiempo. No hay que olvidar que en aquellos años previos a la Primera Guerra Mundial, y también durante la misma, De Chirico es el cronista de la irracionalidad de una época que caminaba hacia el abismo. Las turbulencias de su contexto refuerzan ese sentimiento de nostalgia, de melancolía hacia un pasado perdido e irrecuperable, que se encuentra presente en sus cuadros.
“Melancolía”. Giorgio de Chirico, 1916.
Hay una palabra italiana, spaesamento, que quiere expresar la sensación de desconcierto y de alienación sentida por aquellos que se encuentran en un lugar o en un ambiente nuevo y desconocido. Puede ser equiparable a la mirada del viajero que llega por primera vez a un sitio del que no ha tenido noticia previa. Sus ojos captan cosas, pero desvinculadas de sus relaciones, porque se ignoran. Quizá éste sea el acercamiento más puro y, en ese sentido, más similar al que los filósofos se plantean en sus derivas metafísicas. Esa mirada descontaminada, que se esfuerza por entender, es la actitud que De Chirico esperaba ante sus obras, y poder así extraer nítidamente de ellas conjeturas sobre lo indefinido y sobre el lado oculto de las cosas.

Las Ciudades Invisibles de Italo Calvino.
Italo Calvino “construyó” muchas ciudades, que se situaban fuera del espacio y del tiempo. Fueron ciudades imaginadas, ciudades que evocan mundos, levantadas con los materiales etéreos de sus reflexiones hasta formar un fantástico “atlas” de lectura imprescindible. Las cincuenta y cinco ciudades invisibles, actúan como una única ciudad poliédrica que resulta una alegoría de la vida.
Le città invisibili apreció en Italia en 1972. En 1974, Las ciudades Invisibles se publicó por primera vez en España, por la editorial Minotauro (con traducción de Aurora Bernárdez). Calvino, en su obra, da voz a Marco Polo, quien relata a Kublai Kan, emperador de los tártaros, las ciudades que ha conocido en sus viajes. Entre los dos se establece un diálogo acerca de las características de los lugares visitados que complementa las descripciones sobre cada ciudad. En palabras de Calvino, “lo que el libro evoca no es sólo una idea atemporal de la ciudad, sino que desarrolla, de manera unas veces implícita y otras explícita, una discusión sobre la ciudad moderna”.
Las ciudades invisibles de Italo Calvino. Portada de ediciones italianas.
Calvino concibió el libro de una forma fragmentaria, como explicó en una conferencia sobre esta obra impartida en 1983 a los estudiantes de la Graduate Writing División de la Columbia University de Nueva York (incorporada como nota preliminar en algunas ediciones del libro). Estuvo escribiendo breves textos, de forma casi impulsiva, que fue agrupando por series temáticas hasta reunir un número suficiente como para pensar en confeccionar un libro con aquellos materiales. Pero para Calvino los libros requieren un principio y un final, un itinerario, necesario incluso en un conjunto tan disperso como el que estaba preparando. Por ello, cada capítulo está precedido y seguido de un texto (en cursiva) en el que Marco Polo y un melancólico Kublai Kan, conversan y reflexionan.
Nuevamente Calvino nos orienta acerca de sus intenciones: “A este emperador melancólico que ha comprendido que su ilimitado poder poco cuenta en un mundo que marcha hacia la ruina, un viajero imaginario le habla de ciudades imposibles” y “Lo que le importa a mi Marco Polo es descubrir las razones secretas que han llevado a los hombres a vivir en las ciudades, razones que puedan valer más allá de todas las crisis. Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos. Mi libro se abre y se cierra con las imágenes de ciudades felices que cobran forma y se desvanecen continuamente, escondidas en las ciudades infelices”.
Las ciudades invisibles de Italo Calvino. Portada de ediciones inglesas.
La obra, como si fuera una ciudad real, dispone de un Plan, aunque adopte apariencias laberínticas. Calvino (o Marco Polo) presenta cincuenta y cinco ciudades, que agrupa en once categorías temáticas que incluyen cinco urbes cada una. Pero luego descompone esta clasificación para reagruparlas, sin un orden aparente, en nueve capítulos, de los cuales (el primero y el último) ofrecen diez casos cada uno, mientras que los otros siete presentan cinco. Calvino se encontraba entonces en lo que los críticos literarios han denominado su “etapa combinatoria”. Su obra de aquellos años reflejaba las influencias recibidas desde que, en 1967, fijo su residencia en París y entró en contacto con el grupo OuLiPo (acrónimo de Ouvroir de Littérature Potentielle, Taller de Literatura Potencial) que experimentaba la relación entre matemáticas y literatura. Estos autores introdujeron en su creación literaria la combinatoria, o nociones como algoritmo o fractal.
El desarrollo de la obra, es decir la redistribución de las ciudades a lo largo del libro es simétrica. Si se compara el índice seguido desde el principio, con el mismo desde el final en sentido inverso, se aprecia como van coincidiendo las categorías de las ciudades por parejas: memoria/ocultas, deseo/continuas, signos/cielo, tenues/muertos, cambios/nombres y ojos, que es el pivote impar que se relaciona consigo misma. Esas dualidades también sugieren conexiones entre los temas tratados en cada grupo. Estos juegos combinatorios han dado mucho que pensar a los críticos encontrando alguna explicación que sorprendió al propio Calvino.
Las ciudades invisibles de Italo Calvino. Portada de ediciones francesas.
Las once categorías en las que se agrupan las descripciones urbanas son:
Categoría                                              Temas clave                                                                                           
Las ciudades y la memoria             Ciudades en las que afloran los recuerdos y el transcurso del tiempo en sus habitantes.
Las ciudades y el deseo                  Ciudades que albergan las motivaciones y aspiraciones personales.
Las ciudades y los signos                Ciudades que muestran el contenido simbólico del espacio.
Las ciudades tenues                         Ciudades que exploran sutiles relaciones internas o nociones etéreas como la felicidad.
Las ciudades y los cambios            Ciudades donde se producen encuentros entre las personas que propician intercambios de ideas, aprendizaje (y también de mercancías)
Las ciudades y los ojos                    Ciudades determinadas por los puntos de vista adoptados, en las que surgen espejismos o adoptan extravagantes disposiciones y donde importa, sobre todo, la mirada.
Las ciudades y el nombre               Ciudades que juegan con la identidad, con el mito y con la metamorfosis.
Las ciudades continuas                   Ciudades que se muestran diversas y similares en un ejercicio de identidad confusa.
Las ciudades y los muertos            Ciudades desaparecidas, relación entre los vivos y los muertos, necrópolis y reflexiones sobre la renovación de sus habitantes.
Las ciudades y el cielo                     Ciudades que reflexionan sobre su proyecto y su proceso de construcción.
Las ciudades ocultas                         Ciudades que exploran su propia evolución urbana y sus diferencias dentro de la unidad.

Las ciudades invisibles de Italo Calvino. Portada de ediciones francesas.
Las ciudades invisibles es una obra poética y evocadora que descubre muchos de los grandes temas esenciales de la ciudad, con especial atención a su dimensión simbólica. Calvino pensaba que “tal vez estamos acercándonos a un momento de crisis de la vida urbana y las ciudades invisibles son un sueño que nace del corazón de las ciudades invivibles”. Por eso afirmó: “creo haber escrito algo como un último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más difícil vivirlas como ciudades”.

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