El Ágora ateniense y el Foro romano como arquetipos
espaciales: la representación ciudadana frente a la representación del poder.
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La existencia
de un espacio común y compartido es consustancial a los asentamientos humanos. Desde
una óptica simbólica, pueden identificarse dos
visiones diferentes acerca de la configuración de esos lugares que
denominamos plazas. La primera, expresa
la formación del espacio a partir de la voluntad del colectivo, como producto del requerimiento de un lugar
de encuentro y relación para múltiples actividades cívicas (comerciales,
políticas, festivas, etc.). En muchos de estos casos, las plazas se generaron a
partir de la reserva de suelo consensuada, ocupando una posición relativamente
central y pudiendo estar acompañadas de edificios de la comunidad (un
ayuntamiento por ejemplo). La segunda óptica, entiende la formación de ese
espacio como una dotación ofrecida por
el líder del grupo (político, religioso, etc.) a sus subordinados. Las plazas
que seguían esta línea, solían vincularse a la existencia de grandes edificios
que recordaban la presencia del poder y la autoridad.
El Ágora de
Atenas y los Foros romanos son en la actualidad unas ruinas que difícilmente
logran transmitir lo que fueron en sus momentos de esplendor. Afortunadamente,
las investigaciones arqueológicas y los numerosos escritos que los
describieron, nos permiten intuir su antigua formalización. Su origen funcional
fue similar (primero necrópolis y después mercado) pero su evolución “política”
fue muy diferente. En su apogeo representaron visiones antagónicas, puesto que
mientras el Ágora ateniense personificó
el espacio ciudadano, los Foros romanos encarnaron la representación del poder.
Por esta razón, ágora y foro (aunque los términos puedan
utilizarse como sinónimos) se han convertido
en arquetipos de esas dos formas de entender las plazas públicas.
El Ágora de Atenas.
La palabra ágora tiene una etimología muy
expresiva. Procede de una raíz griega que significa la “acción de reunir” y que
inicialmente se aplicaba a rebaños y finalmente a personas. Pronto comenzó a
designar ese espacio común en el que se compartían tanto pastos como
actividades festivas, ceremoniales, etc.
No obstante,
el origen del lugar ateniense que sería conocido como ágora nos remite a una necrópolis con presencia de viviendas a su
alrededor, como han descubierto las excavaciones arqueológicas. Esta
caracterización lejana (se calcula que pudo cumplir esta función entre los años
1600 y 700 a.C.) se transformaría radicalmente con la consolidación del sistema
democrático de gobierno. Hubo otras ágoras previas en Atenas, pero todas
perdieron su papel cuando el ágora
principal acabó por atraer las actividades comunitarias y centralizó (se estima
que hacia el siglo VI a.C.) la vida ciudadana de la polis. En su favor jugó, entre otras cosas, su estratégica
posición en el cruce de caminos que llevaban hacia el puerto de El Pireo y
hacia la Acrópolis (la via Panatenaica ó de las Panateneas).
Hipótesis gráfica de Atenas en su época clásica.
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El ágora
ateniense era el espacio donde acontecía la vida comunitaria y donde se
escenificaba la democracia, una de las grandes aportaciones de la Grecia
clásica a la civilización occidental. No obstante, la democracia ateniense no
era un derecho universal. Las investigaciones demográficas suponen que el
número de “ciudadanos” (con derecho a voto) de la región de Atenas (el Ática)
hacia el siglo IV a.C. se situaría en torno a los 20.000 o 30.000, es decir, un
porcentaje que oscilaría entre el 15 al 20 % de la población total estimada
entre 150.000 y 250.000 personas. No obstante, el ágora tenía una vida intensa y polifuncional. Como evoca Richard Sennet “En el ágora tenían lugar muchas
actividades al mismo tiempo, y la gente iba de un lado a otro y se agrupaba en
corrillos para hablar de distintas cosas a la vez. Por regla general ninguna
voz dominaba el conjunto. (…) En las actividades simultáneas y cambiantes del
ágora, el parloteo de las voces dispersaba fácilmente las palabras y la masa de
cuerpo en movimiento sólo experimentaba fragmentos de significado continuado.
(…) Aunque la vida del ágora estaba abierta a todos los ciudadanos, ricos y
pobres, la mayoría de los acontecimientos ceremoniales y políticos que se
producían en la misma estaban vedados a la inmensa población de esclavos y
extranjeros (metecos) que sostenían la economía de la antigua ciudad”. (SENNETT, Richard.
Carne y Piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental. Traducción
César Vidal. Alianza Editorial, Madrid, 1997. 1ª ed. 1994. Pág. 56)
El espacio del ágora queda determinado
físicamente por la colina del Areópago
al sur y el promontorio Kolonos Agoraios
al oeste, así como por la referencia visual de la Acrópolis al sureste. Entre estas elevaciones discurría la importante via de las Panateneas, eje fundamental
en la Atenas antigua y recorrido ceremonial de acceso a la Acrópolis. Esta vía dividía
diagonalmente el cuadrilátero que determinaba aproximadamente el ágora.
Plano del ágora de Atenas hacia el año 500 a.C. (según
Tavlos)
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El primer
edificio del ágora fue el Altar de los
Doce Dioses, levantado hacia el año 520 a.C. Situado en la esquina
noroeste, el Altar era un santuario que cumplía también función de asilo (que
era una de las estrategias antiguas para aumentar la población de una ciudad al
ofrecer protección a los fugitivos de otros lugares) y se convirtió en una
especie de “kilómetro cero” desde el que se medían las distancias.
Con el fin de
la época de las tiranías se consolidó la democracia ateniense y el ágora
emergió como el centro principal de la ciudad. Su definición fue paulatina,
levantándose las primeras construcciones
al pie de Kolonos Agoraios, estableciendo
la fachada occidental de la gran plaza (en este montículo se erigiría hacia
el año 428 a.C. el imponente Templo de Efesto, Hephaisteion, que se conserva casi intacto). Allí se construyó,
entre el 509 y el 507 a. C., el Bouleuterion, el edificio sede del
Consejo de la ciudad. En él se reunían todos los días los quinientos hombres
elegidos para organizar los asuntos ciudadanos (detrás de éste, se construiría
un nuevo Bouleuterion entre los años
415 y 406 a.C., destinándose el antiguo a archivo por lo que cambió su nombre
por el de Metroon). Contigua se
construyó la Tholos, (465 a. C.) que
era la sede de los cincuenta pritanos (funcionarios de la Boulé) y también, la Stoa
Basileos ó Stoa Real (finales del
siglo VI a.C. y V a.C.), la más antigua de todas, que se encontraba junto a la
entrada al ágora por la Vía Panatenaica.
Pórticos de la Stoa de Atalos.
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El espacio
iría definiendo sus límites con la creación de una de las tipologías más características del ágora griega, las stoas,
unos edificios porticados de planta rectangular con una gran dominante
longitudinal. Su objetivo era proteger de las inclemencias del tiempo, tanto de
la lluvia como del excesivo calor mediterráneo. Se situaban en los límites del
espacio, acotándolo, con los pórticos abiertos hacia el espacio público
interior, y cerrados hacia el entorno del ágora. En su interior se paseaba, se
hablaba o se realizaban negocios entre otras muchas actividades sociales. El
Ágora de Atenas contó con varias stoas:
además de la mencionada Stoa Basileos,
durante el periodo clásico se construyeron en el norte la Stoa Poikilé (también llamada Pécile)
(475-450 a.C.) famosa por ser el lugar donde Zenón de Citio impartía sus
enseñanzas (y debido a ello, su filosofía recibió el nombre de estoicismo); la Stoa de Zeus (450-400 a.C.) junto a la Basileos; o la conocida como Stoa
Sur I (425-400 a.C.). Siglos después se levantarían las stoas helenísticas: la Stoa Sur II (mediados del siglo II a.C.),
Stoa Media (180-140 a.C.) y la Stoa de Atalos (159-138 a.C.) que
cerraría el espacio por el lado este.
Estado actual del ágora ateniense (al fondo la
reconstrucción de la Stoa de Atalos).
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Otros
edificios irían completando la multifuncionalidad del ágora como la Heliea (el tribunal supremo ateniense) o
la Ceca (casa de la moneda) que se
encontraban a ambos lados de la Stoa Sur
I.
El gran espacio central reunía a la
asamblea (ecclésia) de ciudadanos para tomar las decisiones de la polis
(las que le correspondían). Por eso era fundamental mantener su capacidad,
impidiendo construcciones en él (salvo ligeras construcciones temporales
desmontables). La esquina noreste disponía de un espacio cuadrado acotado por
un peristilo que hacía las veces de tribunal (y que sería demolido para la
construcción de la Stoa de Atalos).
En una de las mitades en las que dividía el espacio la vía de las Panateneas se
ubicaba el espacio denominado orchestra
en el que se desarrollaban,
complementariamente, contenidos lúdicos como carreras o danzas, por
ejemplo.
No obstante,
a su importancia política debía sumarse
el carácter sagrado del espacio, reflejado en los numerosos santuarios y templos,
como los dedicados a Zeus, Hefestos o Apolo. También la vía de las Panateneas participaba de ese
espíritu al servir de recorrido para las ceremonias procesionales que se
dirigían hacia la Acrópolis. La sacralización del recinto del ágora estaba
señalada por unos pequeños mojones de piedra (horos) que no podían ser rebasados por quienes se habían “manchado
de impiedad”.
El ágora contaba también con una
intensa vida comercial.
La concurrida vía de las Panateneas potenciaba
el lugar como mercado y junto a ella y las stoas,
fueron apareciendo pequeñas construcciones de madera o tenderetes de tela que
daban cobijo a los mercaderes y artesanos.
Plano del ágora de Atenas hacia el año 200 (durante el
dominio romano) (según Tavlos)
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Pero la herencia de los antiguos
griegos no fue bien tratada por la historia posterior y el ágora ateniense, el
gran espacio simbólico, sufriría transformaciones que la dejarían
irreconocible.
En el siglo
II a.C., tras la batalla de Corinto del año 146 a.C., Grecia quedó integrada en
la República Romana (y luego en el Imperio). Los romanos transformaron la esencia ciudadana del ágora, poblando su
espacio central con edificaciones que representaban el poder de los dioses, de
los emperadores y del propio Imperio. Así fueron construyéndose en el espacio
central el Odeón de Agripa, el Altar de Zeus Agoraios, o la Biblioteca de Panteno.
Cuatro siglos
después, en el año 267, se produjo un
hecho que desencadenaría el declive definitivo del ágora ateniense: los
hérulos saquearon y asolaron Atenas. Aunque fueron rechazados por las legiones
romanas y la ciudad se reconstruyó, el ágora salió mal parada. Atenas levantó
unas nuevas murallas protectoras (las últimas romanas) que definían un recinto menor, que dejaba fuera al ágora.
El antiguo centro de la ciudad quedaba como un espacio extramuros, totalmente
desamparado. Además, muchos de los materiales de los edificios afectados por
los ataques sirvieron para construir aquel muro defensivo. Los romanos crearían
otra ágora (la denominada “ágora romana”) que se convirtió en el nuevo centro
intramuros.
Durante los
siglos IV y V, en los últimos tiempos del Imperio Romano, se levantaron en esos
terrenos varias villas (se han encontrado restos de las mismas), pero las
diferentes incursiones bárbaras (como las de los visigodos de Alarico en el año
395, los vándalos en el 470 o los eslavos en el 582) arrasarían la zona, que
sería finalmente abandonada en el siglo VII.
Hubo que
esperar varios siglos para que Atenas, encerrada hasta entonces en el interior
del último recinto romano, viera crecer arrabales fuera de las murallas. Fue
durante el periodo bizantino, a partir del siglo X, cuando el solar del ágora
se comenzó a transformar en un barrio de viviendas modestas (en esa época se
construyó, la Iglesia de los Santos Apóstoles). Con el Imperio Otomano se
consolidaría ese barrio residencial extramuros.
La
independencia griega lograda en 1834 prepararía un nuevo futuro para el Ágora,
que resultaría agridulce. Por una parte comenzaría un tímido movimiento
arqueológico de recuperación que logró rescatar, por ejemplo, el Pórtico de los Gigantes o la Stoa Atalos, descubiertos en las
excavaciones realizadas por la Sociedad Arqueológica de Atenas entre
1859 y 1902. Pero por otra parte, este interés no pudo evitar que el trazado
del ferrocarril entre El Pireo y Atenas en 1890 arrasara con buena parte del
norte del ágora.
Imagen de la zona norte del ágora de Atenas, con el
corte producido por el ferrocarril junto al testero septentrional de la Stoa de
Atalos.
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Las
investigaciones arqueológicas se fortalecerían con la fundación en 1881 de la American School of Classical Studies at
Athens (ASCSA, Escuela Americana de Estudios Clásicos de Atenas) impulsada
por nueve universidades y varios empresarios estadounidenses. Sus excavaciones
en el ágora de Atenas comenzaron en 1931, para lo cual se derribaron las
numerosas viviendas que ocupaban la zona y hoy, el antiguo centro ateniense es
un yacimiento arqueológico. Presidiéndolo se encuentra la Stoa de Atalos, reconstruida entre
1953 a 1956 con la financiación de la Fundación Rockefeller y bajo la dirección
especializada del arquitecto John (Yannis) Travlos. El edificio alberga hoy el Museo
del Ágora de Atenas.
Plano de conjunto de los Foros de Roma.
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Los Foros de Roma.
El Foro (Forum) era el espacio público principal
de las ciudades romanas, reflejando el complejo conjunto espacial y monumental
que se había construido en la capital. Aunque Roma dispondría de otros foros
distribuidos por la ciudad, los principales fueron los seis que se ubicaron en
su centro:
- El Foro Romano (Foro antiguo, iniciado hacia el 750 a.C.)
- El Foro de Julio César (inaugurado el año 46 a.C.)
- El Foro de Augusto (inaugurado el año 2 a.C.)
- El Foro de la Paz (inaugurado el año 75)
- El Foro de Nerva (inaugurado en el año 97)
- El Foro de Trajano (inaugurado en el año 112)
Al antiguo
Foro Romano (Forum Vetus), conformado
durante más de mil años, se le sumaron los cinco Foros Imperiales (aunque Julio
César no llegó a ostentar ese título), construidos en un plazo relativamente
breve, de ciento cincuenta años entre el final de la época republicana y los
primeros tiempos del Imperio. Estas cinco
grandes plazas públicas, promovidas desde el poder, no respondieron a una
planificación conjunta pero ofrecieron una buena articulación y homogeneidad de
conjunto. A la función inicial de mercado, lugar de encuentro y reunión
política, incorporaron una nueva misión:
la representación del poder (de los emperadores y del Estado).
Ubicación del antiguo foro de Roma entre las colinas
fundacionales.
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Antiguo Foro Romano.
El solar inicial
de los Foros fue una zona pantanosa en el final del valle que formaban las
colinas fundacionales romanas. Allí desaguaban varios de los barrancos que
descendían de ellas para dirigirse después al río Tíber. Las marismas
comenzaron a ser drenadas con la construcción de la Cloaca Máxima y, aunque inicialmente era un simple canal abierto,
permitió desecar esa superficie y habilitarla como espacio ciudadano. Ese lugar
se convirtió en el espacio común de las tribus que poblaban las colinas y
sirvió de nexo entre todas cuando se unificó la Roma arcaica. El lugar, que
había cumplido funciones de necrópolis, se pavimentó y comenzó a edificarse
hacia el año 750 a.C. El Foro Antiguo era un espacio irregular y sin una forma
bien definida que, a lo largo de los siglos, fue matizándose hasta aproximarse
a un rectángulo alargado, gracias a las construcciones que se fueron levantando
en su perímetro, enmarcando la via Sacra.
En los lados
largos del Foro, desde tiempos remotos, se ubicaban una sucesión de locales
para el mercado, reservando el espacio central. Esos puestos comerciales se
consolidarían con la construcción de las tabernae
veteres (tiendas antiguas) en el lado sur y las tabernae novae (tiendas nuevas) en el lado norte.
Los edificios religiosos
complementaron el uso comercial. Entre las tabernae veteres y
el final de la ladera de la colina Capitolina se construyó el Templo de Saturno hacia el año 500 a.C.
(también denominado Aerarium, erario,
porque se custodiaba allí el tesoro de Roma, hasta que fue trasladado a un
edificio vecino diseñado para tal fin). Igualmente se conservaban en él los
archivos oficiales hasta que su volumen obligó a la construcción de un edificio
específico para ello, el Tabularium,
en la vaguada intermedia del Capitolio. Hacia el año 367 a.C. se levantó el Templo de la Concordia que selló el
acuerdo entre patricios y romanos de los primeros tiempos de la república (este
templo sería ampliado por Tiberio entre los años 7 a. C. y 10 d. C.). En el
lado suroriental, hacia el año 490 a.C., se levantó el Templo de Cástor y Polux dedicado a los Dioscuros (aunque también
se le conocía como Aedes Castorum).
Por el lado suroeste, a los pies del Palatino, el Foro estaba limitado por la Regia, el lugar donde se reunía el
pontífice máximo (la mayor autoridad religiosa en Roma) con su colegio de
pontífices y que incluía un pequeño espacio dedicado a Marte. Junto a la Regia se encontraba el Templo de Vesta (un edificio circular,
un Tholos) y la Casa delle Vestali (en
la que residían las sacerdotisas vírgenes consagradas a Vesta, la diosa del
hogar)
Esquema de la distribución del antiguo Foro romano
(durante el periodo republicano y el periodo imperial)
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El espacio comenzó a adquirir
jerarquía como centro político con la construcción del Comitium.
El Comitium era un espacio circular
al aire libre, contiguo al Foro pero independiente del mismo, en el que se
celebraban las asambleas generales. Se complementaba con otros edificios importantes
en la política romana: al norte la Curia
Hostilia, el lugar de reunión del Senado; al oeste, la Basilica Porcia, construida en el 184 a.C. como espacio para la
administración de justicia y como lugar de encuentro y negocios, y que quedó
destruida con el incendio del 52 a.C. para no ser reconstruida (en el año 121 a.C.
se levantaría la vecina Basílica Opimia
que desaparecería con la ampliación del Templo
de la Concordia); a su lado la prisión, Carcere
Mamertino óTullianum, que se
encuentra actualmente bajo la Iglesia de
San Giuseppe dei Falegnami (San José de los Carpinteros); o la Rostra Vetera (la tribuna antigua) la
tribuna de oradores, destinada principalmente a los magistrados.
Las tabernae serían complementadas por la construcción de basílicas, edificios de usos múltiples que
sirvieron como lugar para reunión de los magistrados que impartían justicia y
también para mercado y negocios variados. A la Basílica Porcia se le sumaron la Basílica Fulvia-Aemilia (179 a.C.) junto a las tabernae norte y la Basílica
Sempronia (169 a.C.) junto a las del sur. Pero estos dos edificios
acabarían desapareciendo para ser sustituidos respectivamente por la Basílica Paulli (55 a.C.) y la Basílica Julia (construida en una
primera ocasión en el año 46 a.C. y reconstruida finalmente en el año 12 tras
un incendio). La Basílica Julia era
una construcción enorme (109 x 48 metros) destinada a alojar los tribunales
civiles. De menores dimensiones, aunque importantes, era la Basílica Paulli (70 x 29 metros) que
estaba rodeada de tiendas y delante de la cual se levantó el Pórtico de Gayo y Lucio, una
construcción de dos pisos que daba acceso a locales comerciales.
Superposición del plano del Foro romano antiguo sobre
la ortofoto actual de google earth.
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El Foro fue
transformándose paulatinamente conforme la República romana iba ampliando sus
territorios y obteniendo botines de conquista. Los generales victoriosos que se
incorporaban a la vida política promovieron costosos proyectos para rememorar
sus gestas. Hasta el siglo I a.C. el Foro tuvo una disposición bastante
estable. Entonces Julio César ordenó su
transformación debido a la congestión que sufría. Los trabajos consistieron
en la remodelación del antiguo Foro y en la construcción de uno nuevo contiguo.
Para ello se demolió el Comitium y se
construyeron los nuevos Rostra y la Curia Julia. César convirtió el foro en un monumento a su personalidad y desde
entonces, todos los emperadores, desde Augusto a Constantino, fueron
incorporando contenidos para su mayor gloria personal. La construcción del Foro de Julio César obligaría a la
demolición de la Basílica Porcia y de
la Curia Hostilia (afectadas por el
incendio del año 52 a.C.). Esta sería sustituida por la Curia Julia, que se construyó a su lado (y que acabaría convertida
en la iglesia de San Adriano, hoy
desacralizada, mientras que el “solar vacante” de la Curia Hostilia sería ocupado por la Iglesia de San Lucas y Santa Martina)
En el año 29
a.C. se construyó el Templo del Divino
Julio César en el extremo opuesto a los Rostra,
creando un eje longitudinal que comenzaría a dar una nueva forma al foro. El antiguo
Foro continuaría recibiendo edificaciones incrustadas en los espacios libres
disponibles como el Templo de los Divinos
Vespasiano y Tito (entre los templos de Saturno y la Concordia en el año
80), el Templo de la Divina Faustina
(frente a la Regia) o el Arco de Septimio
Severo que se levantó sobre la via Sacra
en el 203.
En el año
283, el Foro sufrió un grave incendio, que llevó a una remodelación promovida
por el emperador Diocleciano. La reconstrucción de la Basílica Julia y la construcción de unos nuevos Rostra en la parte oriental o la
sucesión de las siete grandes columnas honoríficas redefinieron los límites del
antiguo Foro. La Columna de Focas
sería la última incorporación al Foro antiguo.
Maqueta de los Foros Imperiales.
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Foro de Julio César.
Julio César
fue el inductor de la transformación del Foro original como un espacio de
representación del poder, cuestión que quedó clara en la ampliación que
promovió. Su actuación contaba con una doble intención. El objetivo declarado
era la necesidad de ampliar el espacio para los negocios, ya que el Foro
antiguo estaba al límite de su capacidad. Pero había otro propósito oculto, el
deseo de Julio César de exhibir su autoridad de forma permanente, incluso
cuando él se encontrara ausente de la capital imperial. Por eso, remodeló el
Foro antiguo pero, sobre todo, ordenó una ampliación que se realizó por el
oeste, al pie de la colina del Capitolio. El nuevo espacio sería conocido como
el Foro de Julio César y fue
concluido en el año 46 a.C.
Se formalizó como
un espacio rectangular con unas dimensiones aproximadas de 124 metros de longitud
por 45 metros de anchura. El final del foro (en su lado corto) se construyó un
pequeño templo dedicado a Venus Genetrix
que era considerada una “antepasada” de la familia Julia. Su posición dominante
sobre el foro, era magnificada por el
planteamiento de dos grandes pórticos de doble crujía (de unos 16 metros
de anchura) que eran simétricos y definían los laterales mayores de la plaza.
El primer intercolumnio actuaba como espacio de paso mientras que en el segundo
se ubicaban los “locales comerciales” (las tabernae).
Una estatua ecuestre de Julio César presidiendo
el espacio, evidenciaba las intenciones del mandatario.
Foro de Augusto.
Octavio Augusto
había prometido erigir un templo en honor a Marte si ganaba la batalla con la
que deseaba vengar la muerte de su padre adoptivo, Julio César. Su victoria
puso en marcha el proyecto adquiriendo para ello terrenos junto al Foro. Pero
la operación fue más allá de la construcción del edificio y acabó creando un
gran espacio público con un programa de usos más amplio.
El nuevo foro
fue terminado hacia el año 2 a.C. Era un gran espacio rectangular de unos 125
metros por 90, cuya directriz era perpendicular a la del precedente Foro de Julio
César. El espacio se delimitó con unos muros muy elevados (de hasta 30 metros)
que pretendían ejercer de cortafuegos en caso necesario, ya que contiguo se
encontraba el humilde barrio de Subura
en el que los incendios eran habituales. Por otra parte, los altos muros también
escondían la pobreza y miseria de ese barrio que perjudicaba al lujo y a la
magnificencia del espacio imperial. Delante de esos muros se erigía una columnata
que los acompañaba hasta el fondo, desde donde el Templo de Marte presidía todo el espacio. A ambos lados del templo
se construyeron dos salas semicirculares (las exedrae) que excedían la planta rectangular y reunían una muestra
de estatuas conmemorativas.
Superposición del plano de los Foros imperiales sobre
la ortofoto actual de google earth (excepto el Foro de la Paz)
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Foro del Paz (Templo de
la Paz).
El Foro de la Paz fue diferente al resto. Construido por
Vespasiano e inaugurado el año 75, en ocasiones no se le considera un verdadero
foro refiriéndose a él como Templo de la Paz. En aquel lugar existía un mercado
(marcellum) que había sufrido un
incendio en el año 64.
El recinto es un rectángulo de unos 135 por 100 metros,
circunvalado a lo largo de tres lados por pórticos de columnas que preparaban
el acceso al gran templo que dominaba el lugar. Parece que el espacio central
no estaba pavimentado apareciendo como un lugar ajardinado en el que se
ubicaban estatuas. Al final de los pórticos se abrían varias salas, una de las
cuales albergaba el impresionante mapa de mármol que cartografiaba la Roma
antigua, el conocido como Forma Urbis
Romae que había sido realizado en tiempos del emperador Septimio Severo,
entre los años 203 y 211 (la pared que lo sostenía es hoy parte de la fachada
de la basílica de San Cosme y San Damián).
Este Foro dio cobijo también a una biblioteca pública.
Foro de Nerva.
Entre los
foros de Julio César, de Augusto y de La Paz se construyó el Foro de Nerva.
Su ubicación era peculiar, tanto por la falta de espacio (de hecho es un Foro
muy alargado y estrecho) como por asentarse sobre el inicio de una vía
importante en la antigua Roma, el Argileto (Argiletum),
que unía el Foro con el popular barrio de la Subura que se encaramaba por las
laderas de las colinas del Quirinal y del Viminal (y que seguía aproximadamente
el trazado de la Cloaca Máxima). El
Foro no eliminó la calle sino que la transformó y se convirtió en un “vestíbulo”
monumental para el resto de los foros. Por la circunstancia de servir de paso,
se le denominó también Forum Transitorium.
Por el sur contaba con un acceso al Foro Romano; por el norte, habilitaba un
acceso monumental al modesto barrio de Subura, la Porticus absidiata; y por los laterales, se abrían dos entradas a
cada uno de los foros contiguos (de Julio
César, de Augusto y de La Paz).
Su promotor
fue el emperador Domiciano, el último de la dinastía Flavia, que gobernó desde
el año 81 al 96. Domiciano comenzó el nuevo foro en el año 85, pero sería su
sucesor, el emperador Nerva (primero de
la dinastía Antonina) quien lo finalizaría e inauguraría en el año 97.
Como los
anteriores foros, el espacio, cuyas dimensiones aproximadas eran 117 x 39
metros, se delimitó por medio de unos grandes muros que protegían el interior
de eventuales incendios exteriores. Estos muros estaban forrados de mármol por
su cara interior y los lados largos contaban con una columnata previa (de las
que solamente se conservan dos). El Foro estaba presidido desde su extremo
septentrional por un templo dedicado a la diosa Minerva, tras el cual se
encontraba la mencionada Porticus
absidiata.
Recreación del Foro de Trajano.
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Foro de Trajano.
El último de
los foros debió ser el más impresionante de todos, tanto por su dimensión (tenía
una superficie del doble que los anteriores) como por la magnificencia de sus
construcciones. Es quizás la obra magistral del diseño cívico romano, tanto por
sus cualidades arquitectónicas (consolidando la axialidad y la simetría como
recursos característicos) como por sus alardes ingenieriles (las obras y los
movimientos de tierras fueron muy complejos). El Foro se ubicó sobre el lugar
que ocupaba el promontorio que unía el Capitolio con el Quirinal. La intención
de que el Foro estuviera al mismo nivel de cota que el resto exigía la
desaparición de esa “colina” intermedia e implicó un trabajo colosal.
El arquitecto
que proyectó el foro fue Apolodoro de Damasco. El espacio ofrecía varias plazas,
una grandiosa junto al Foro de Augusto y otra, mucho menor, que se dividía en
varios patios y columnatas para conectar con el Campo de Marte. La plaza
principal (de 115 x 100 metros) contaba con unos propileos como acceso
monumental, una doble columnata lateral y dos grandes exedras. También
destacaban varias edificaciones como la Basílica
Ulpia, el Templo de Trajano o las
dos bibliotecas. El gran hito lo constituía la fabulosa Columna Trajana, de 38 metros de altura, que todavía se mantiene en
pie en su sitio. Una de las exedras de la plaza, que se excavó en las laderas
del Quirinal, forzó la forma del Mercado
de Trajano. Este espacio complementario al Foro y aceptablemente conservado
en la actualidad, es una de las primeras muestras de “centro comercial”.
Foto aérea del conjunto de los Foros de Roma.
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La historia
tras la caída del Imperio Romano no fue indulgente con la ciudad, que vio como
sus colinas y espacios principales,
incluidos los Foros, fueron abandonados, porque la Roma medieval se desarrolló
sobre el Campo de Marte, al otro lado de la colina capitolina. Los monumentales
Foros sirvieron de cantera para las nuevas construcciones. Poco a poco serían
expoliados y convertidos en ruinas y, aunque durante el Renacimiento recibieron
cierta atención, nunca recuperarían ni su función ni su esplendor. Quedaron
como un patrimonio arqueológico no siempre bien entendido y expuesto a sufrir
agresiones y mutilaciones. Por ejemplo, el Templo
de Minerva del Foro de Nerva, que había llegado bien conservado al siglo
XVII, fue desmontado en 1606 por orden del Papa Pablo VI para construir la
fuente dell'Acqua Paola en el Gianicolo y la Capilla Borghese en Santa Maria Maggiore. Otro ejemplo más reciente lo encontramos en
los urbanistas del régimen de Mussolini, que trazaron en 1932 la Via dei Fori Imperiali, arrasando con
buena parte de los Foros Imperiales.
Ágora versus Foro, espacio
ciudadano frente a espacio del poder.
La existencia
de un espacio común y compartido es consustancial a los asentamientos humanos. De
ahí se deriva la morfología de plaza, inseparable del hecho urbano y que debe
entenderse como un espacio abierto, de carácter público e identificable con la
noción de “estancia”. A la plaza concurren los ciudadanos para realizar en ella
actividades muy variadas.
Grecia y Roma
se encuentran en la base de nuestra cultura occidental, aportando cada una sus
visiones particulares del mundo, y aunque son civilizaciones complejas, su
época clásica muestra con claridad las diferencias entre ambas. En este
sentido, los principales espacios públicos de sus capitales, el ágora en el
caso de Atenas y los foros en el de Roma, aunque tuvieron orígenes funcionales
similares (primero necrópolis y posteriormente vinculados al comercio) han
acabado representando dos concepciones diferentes, que las han convertido en
arquetipos.
Desde una
óptica simbólica, pueden identificarse dos
visiones diferentes acerca de la configuración de esos lugares que
denominamos plazas.
Recreación del ágora ateniense y estado actual de la
zona.
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La primera, expresa la formación del espacio a partir
de la voluntad del colectivo, como producto
del requerimiento de un lugar de encuentro y relación para múltiples
actividades cívicas (comerciales, políticas, festivas, etc.). En muchos de
estos casos, las plazas se generaron a partir de la reserva de suelo
consensuada, ocupando una posición relativamente central y pudiendo estar
acompañadas de edificios de la comunidad (un ayuntamiento por ejemplo). La
democracia griega tuvo en su plaza pública el soporte para las instituciones
que garantizaban la participación de los ciudadanos en las decisiones
políticas, por eso el Ágora ateniense expresa
la fuerza ciudadana, ofreciendo un modelo participativo (relativamente) que
fomentaba la interacción entre personas activas y cuya formalización física no
era lo más relevante
Recreación del foro romano y estado actual de la zona.
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La segunda
óptica, entiende la formación de ese espacio como una dotación ofrecida por el líder del grupo (político, religioso,
etc.) a sus subordinados. Las plazas que seguían esta línea, solían vincularse
a la existencia de grandes edificios que recordaban la presencia del poder y la
autoridad. Los Foros de Roma acabaron convirtiéndose en el espacio ceremonial
en el que el poder expresaba su dominio y por eso los Foros representan el espacio del poder (de un Estado o de un
gobernante). Se forjó un modelo que pretendía espectadores pasivos ante los
rituales del poder y cuya configuración material era fundamental para asegurar
el espectáculo.
El profesor
Juan Carlos Pérgolis apunta otras diferencias, puesto que “Es común establecer un paralelo entre el conjunto ágora-stoa de las
ciudades griegas y los foros de las ciudades romanas: ambos constituyen los
puntos de mayor significación cívica del asentamiento y se estructuran en
relación con edificios singulares y espacios abiertos de uso público. Sin
embargo, la mayor complejidad de la sociedad romana se traduce en una mayor
articulación del espacio urbano y si el
ágora nos refiere la identidad de plaza, el sistema de foros –especialmente los
de Roma- expresan el significado mucho más complejo de centro de la ciudad,
en el que se integran numerosas plazas y espacios abiertos con edificios
monumentales. El ágora griega establece una tipología formal, el foro romano
concreta el simbolismo de la plaza como punto central en los significados de
una arquitectura y una sociedad esencialmente urbanas. Mientras el ágora griega contribuía a dar al
ciudadano conciencia de sí mismo, el foro de los romanos daba conciencia de sí
mismo al Estado.” (PÉRGOLIS VALSECCHI, Juan Carlos. La plaza: el centro de la ciudad. Ed. Stoa Libris, Bogotá, 2002.
pág. 22)
Hoy, ambos
nos observan desde su ruina, y difícilmente logran transmitir lo que fueron en
sus momentos de esplendor. Afortunadamente, las investigaciones arqueológicas y
los numerosos escritos que los describieron, han posibilitado la realización de
reconstrucciones virtuales que nos permiten intuir lo que llegaron a ser.
que fantástico articulo de ciudad eterna de roma
ResponderEliminarUna compilación de datos bien narrados, excelente, muchas gracias
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