30 may 2015

El complejo de Edipo de Buenos Aires: la ciudad postcolonial (1810-1930).

La gran Avenida 9 de Julio o la Diagonal Norte, son algunas de las transformaciones realizadas en Buenos Aires que se contraponían al modelo colonial.
Uno de los tópicos habituales relaciona a los argentinos (y particularmente a los porteños) con el psicoanálisis. Este es un lugar común, no exento de humor, que aprovechamos para caracterizar la etapa postcolonial de Buenos Aires, en la que la ciudad intentó desvincularse de sus raíces españolas.
En el comienzo de su andadura autónoma, la ciudad pretendió desligarse del modelo hispano, planteando transformaciones radicales a su trazado en cuadrícula, que fue considerado como un “pecado original”. Este rechazo dirigió su mirada hacia nuevos referentes y, particularmente, hacia la capital francesa. Buenos Aires quiso ser París y, para ello, debía “eliminar al padre”. La fascinación por la ville lumière se concretó en nuevos ejes, vías diagonales o plazas (aunque muchas propuestas no se llevaron a cabo) y fue fuente de inspiración para la arquitectura.
En una entrega anterior sobre la capital argentina nos acercamos a las circunstancias de su fundación e “infancia”, que corresponderían con su época colonial, concluida en 1810. En esta segunda entrega, nos aproximaremos a su evolución tras la emancipación, recorriendo el camino hasta la creación de la gran metrópoli del sur iberoamericano, consolidada hacia 1930. Dividiremos el periodo en dos etapas separadas por el año 1880, fecha en la que la ciudad se asentó como capital federal de la emergente República Argentina.

23 may 2015

Simulaciones de identidad urbana. El caso de Bogotá: desde la Santafé virreinal “virtual” a la “Atenas sudamericana”.

La Bogotá histórica se debatía entre el deseo y la realidad. La calle Décima, en su acceso occidental a la Plaza Bolívar, expresa la modestia de las mansiones coloniales de la “esplendorosa” corte virreinal. Al fondo el Capitolio Nacional de Colombia, edificado entre 1848 y 1926.
La identidad es un tema controvertido. Más aún cuando nos referimos a identidades urbanas, que son composiciones colectivas, muchas veces dudosas. En ocasiones, la proyección que una ciudad hace de sí misma, es un mensaje interesado que busca ofrecer una determinada imagen que encubra una realidad contraria. Son las identidades simuladas, que crean relatos de ficción o inventan mitos con el objeto de transmitir una idea favorable, tanto al exterior como a sus propios habitantes. No obstante, hay casos en los que la leyenda fija un horizonte al que aspirar y, en ciertos lugares, han logrado acercar la realidad al sueño.
Encontramos un ejemplo en la Bogotá histórica, que mostró una sorprendente capacidad para disfrazar su imagen real. Este es un rasgo singular de la ciudad, ya que supo crear máscaras esplendorosas que ocultaban una precaria realidad. Porque la Santafé colonial (su nombre inicial), capital de un virreinato, y también la posterior Bogotá del siglo XIX, fue una ciudad de simulaciones, elaborando una “realidad” paralela que disfrazaba la pobreza de su materialidad física. La capital virreinal incorporó una capa imaginada (“virtual”) que le proporcionó un aura mítica de gran ciudad, que también se expresaría en la cuestionada etiqueta decimonónica de “Atenas sudamericana”. 
Comenzaremos reflexionando sobre las identidades simuladas para continuar con una breve aproximación al Virreinato de Nueva Granada y a la realidad física de su capital, Santafé, llegando hasta la Bogotá de finales del siglo XIX. Analizaremos después  la fantasía que “fabricó” el simulacro, utilizando la cultura y sus manifestaciones para proyectar una imagen resplandeciente que camuflaba la verdad.

16 may 2015

Ciudades medievales: Barcelona, “ciudad condal” y Madrid “poblachón manchego”.

Arquitectura medieval de Barcelona y Madrid. A la izquierda, el mirador del rey Martí integrado en el conjunto del Palau Reial Maior de Barcelona. A la derecha la torre mudéjar de la iglesia de San Nicolás en Madrid, edificada a mediados del siglo XIV (el campanario y el chapitel fueron añadidos en el siglo XVII).
La Edad Media fue muy dispar para ambas ciudades. La triunfante Barcelona medieval contrastaba con el humilde “poblachón manchego” que era Madrid (según lo definió Ramón de Mesonero Romanos).
La capital catalana asistió a una transformación espectacular, que la llevaría desde la reducida “ciudad condal”  hasta la deslumbrante sede de la Corona de Aragón, convirtiéndose en una de las principales urbes mediterráneas. En esa época, trascendió sus fronteras romanas ampliando, en dos ocasiones, su recinto, con lo que quedaría configurado el casco antiguo actual. Por su parte, Madrid, conquistado por los ejércitos cristianos en 1083, construyó su segunda muralla (la cristiana, que consolidaría la medina musulmana) y creció modestamente hasta llegar a la denominada “Cerca del Arrabal”, levantada al final del Medievo. Al concluir la Edad Media, Barcelona triplicaba la superficie madrileña y cuadruplicaba la población de la ciudad castellana.
No obstante, a pesar de su diferencia de estatus, las dos ciudades coincidieron en la estrategia de desarrollo urbano, que consistió en el surgimiento de arrabales extramuros que acababan siendo incorporados con las sucesivas ampliaciones de los recintos amurallados.

2 may 2015

Las ciudades y sus medidas antropomórficas (el caso norteamericano).

El hombre de Vitrubio, estudio de las proporciones humanas realizado por Leonardo da Vinci hacia 1490.
Además de ser una necesidad pragmática, medir ordena el mundo. En sus inicios, los hombres determinaron las dimensiones de su entorno y de los objetos cotidianos a partir de la comparación con su propio cuerpo. Dedos, pies o pasos daban constancia de las magnitudes de las cosas o de las distancias, pero también se calculaba la superficie de los terrenos en función del esfuerzo necesario para su labranza. Estos procedimientos conllevaron el problema de su particularidad, que mejoró cuando evolucionaron desde la medición individual hacia un sistema estandarizado. No obstante, esta generalización todavía adolecía de un gran localismo, causando variedades regionales que dificultaban los acuerdos entre los pueblos. El consenso internacional llegaría tras la Revolución Francesa, cuando se adoptó mayoritariamente el abstracto sistema métrico. Pero unos pocos países mantuvieron el antiguo modo antropomórfico (Estados Unidos entre ellos, con pulgadas, pies, yardas, acres o millas).
Las magnitudes de una ciudad están referidas al sistema de medición que las creó. Por eso, las longitudes y superficies de sus espacios, así como sus relaciones, sus proporciones o su simbolismo, deben ser examinadas desde el conocimiento de esa modalidad de cálculo. Por lo tanto, para analizar la planificación de la ciudad norteamericana de colonización, debemos profundizar en el sistema de unidades anglosajón.