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El café Van Gogh en Arlés en una muestra de la
recuperación de los paisajes del pintor.
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Los procesos
de generación de identidad urbana son, a veces, imprevisibles. Desde luego,
todas las ciudades tienen un “mínimo común” que las iguala, pero hay algunas
que cuentan con cualidades particulares que les permiten sobresalir. Estos
rasgos singulares pueden tener expresiones muy diversas.
Una de ellas
es la cultura, que en ciertas ciudades se ha apoyado en la asociación con algún artista genial que vivió en ellas y les
transmitió parte de ese halo casi mágico que asignamos a los creadores.
Sobre esa base, y aprovechando también otras virtudes, esas ciudades han
logrado construir una imagen sofisticada y glamurosa muy apreciada.
En esta
línea, vamos a aproximarnos a tres casos
que tienen muchos puntos en común, tanto por su ubicación mediterránea, como
por sus atractivos entornos y, sobre todo, por ese halo cultural que las ha
convertido en lugares fascinantes para un turismo que busca algo más que playa
y sol. Se trata de tres parejas de ciudad/artista: en la Costa Brava española, Cadaqués y Salvador Dalí; en la costa
del Garraf, próxima a Barcelona, Sitges
y Santiago Rusiñol; y, en la Provenza francesa, Arlés y Vincent van Gogh.