15 ago 2018

Aproximación al espacio religioso musulmán (mezquitas y külliyes otomanos en Bursa, Edirne y Estambul) [y 2]


La mezquita imperial de Selim en Edirne está considerada la obra maestra de Sinán.
Nos estamos aproximando al espacio religioso musulmán, en su versión otomana, en dos artículos. En la primera parte, nos referimos a cuestiones generales, así como a las primeras mezquitas y külliyes de Bursa y Edirne, capitales históricas del imperio.
En esta segunda, nos acercamos a Estambul, una ciudad que se transformó de cristiana en musulmana, asistiendo a la creación del modelo clásico de mezquita imperial otomana (y de los conjuntos asistenciales y culturales que la acompañaban), sobre todo con la obra de Mimar Sinán, uno de los grandes arquitectos de la historia.
Coetáneo de Miguel Ángel o de Palladio, Sinán miró a la fascinante Hagia Sophia (Santa Sofía) como inspiración y sublimó la cúpula como aspiración. El resultado fue la construcción de espacios asombrosos como la mezquita de Sehzade o la de Suleimán, ambas en Estambul, la mezquita de Selim en Edirne, y también la Mezquita Azul, obra de uno de sus discípulos, considerada la última gran mezquita del periodo clásico otomano.

9 ago 2018

Aproximación al espacio religioso musulmán (mezquitas y külliyes otomanos en Bursa, Edirne y Estambul) [1]


El complejo religioso y asistencial promovido por el sultán Bayaceto II (Sultan II Bayezid Külliyesi) en Edirne es una espléndida muestra de las külliyes otomanas.
De los “cinco pilares del islam”, oración y caridad son los preceptos básicos que requieren una configuración espacial de apoyo y, en consecuencia, generan expresiones arquitectónicas y urbanas.
En las primeras construcciones religiosas se buscó compatibilizar ambas exigencias y las primeras mezquitas sumaron a su función de culto otros usos asistenciales. Pero la complejidad creciente de la sociedad hizo necesaria la creación de espacios específicos para cada función y surgieron grandes complejos de edificios (külliye) que, contando con la mezquita como núcleo, incorporaron instituciones de beneficencia, comedores, albergues, clínicas o también escuelas coránicas, estableciendo unos “centros sociales” fundamentales en la ciudad islámica.
En sus más de 600 años de existencia (1299-1922), el Imperio Otomano alcanzó un gran poder y ascendencia sobre el resto del mundo musulmán. Su influencia en la evolución del espacio religioso fue trascendente. Nos aproximaremos a ello visitando sus tres capitales principales: Bursa, Edirne y, sobre todo, Estambul, donde Mimar Sinán establecería el modelo clásico de mezquita imperial a partir de su admirada Hagia Sophia.
Lo haremos en dos partes, en esta primera nos referiremos a cuestiones generales y a las obras de Bursa y Edirne. Dejaremos Estambul para el segundo artículo.

1 ago 2018

Ciudades de fábula: Samarcanda e Isfahán, entre la realidad y el mito.


Isfahán y Samarcanda son ciudades reales, pero mantienen buena parte del halo legendario que las hizo célebres. En la imagen, la gran plaza Meidan Emam de Isfahán.
La mera evocación de los nombres de ciertas ciudades excita la imaginación. Más aún si durante siglos, esas ciudades constituyeron escenarios lejanos y desconocidos, propicios para la creación de leyendas. Desde la antigüedad hasta nuestra era contemporánea, esas ciudades han fascinado a partir de relatos, dibujos u objetos exóticos.
Samarcanda e Isfahán son dos de esos casos de ciudades que si bien, son reales y no se pueden separar de su cotidianeidad, disfrutan, sobre todo para los visitantes, de una aureola mítica, gestada por la antigua Ruta de la Seda, nutrida por narraciones como las de las Mil y Una Noches, o magnificada por obras como las características cúpulas azules bulbosas, los esplendidos jardines o los impresionantes espacios urbanos que albergan.
Son dos ciudades diferentes y, en cierto modo iguales; dos ciudades identificadas con culturas distintas (lo mongol, lo túrquico, lo persa) y paisajes contrapuestos, pero que serían reunidas por la religión (el islam). El credo musulmán actuaría como manto unificador en la construcción de estas dos ciudades, separadas por poco más de 2.000 kilómetros, que fueron capitales de imperios y que hoy son urbes modernas pujantes, aunque celosas guardianas de sus historias de fábula.