Hay rutas que marcaron épocas y están sólidamente
implantadas en nuestro acervo cultural. Algunas tuvieron un carácter comercial, otras
encauzaban peregrinaciones religiosas o incluso vertebraron y comunicaron
territorios. Algunas han perdido su función y otras continúan en servicio. En
todos los casos, la importancia adquirida las elevó a la categoría de mito. Estas largas rutas legendarias, se hacían
por etapas y por eso estaban jalonadas por ciudades, que se engarzaban al
recorrido como perlas en un collar.
Una de estas
rutas transcurrió por Norteamérica, entre Chicago y Los Ángeles. Es la Ruta
66, cuya trascendencia fue tal que llegó a ser calificada como la “calle
mayor” (main street) de los Estados
Unidos. Construida entre 1926 y 1938, recorre casi 4.000 kilómetros por
ocho Estados. Se convirtió, durante la Gran Depresión de la década de 1930, en
el camino hacia la “tierra prometida” que representaba California y, en la
década de 1960, encauzó los sueños de la generación beat que ansiaba la libertad que disfrutaba la costa oeste. El
trazado histórico iría siendo sustituido por modernas autopistas, pero aún es
posible recorrer buena parte de sus antiguos tramos, que ofrecen a quienes los
recorren (sea por turismo, por nostalgia, por mitomanía o por cualquier otra
razón), un encuentro con una parte esencial de Norteamérica, con su historia,
con sus paisajes, con sus leyendas, incluso con algunos de sus mitos
colectivos.
Abordaremos
la Ruta 66 en dos artículos. En este
primero recorreremos desde Chicago hasta Oklahoma
City (pasando por Saint Louis, Springfield Missouri, y Tulsa). En el segundo,
completaremos el recorrido para llegar al destino: Los Ángeles.