Los especialistas discrepan sobre la esencia de la arquitectura gótica. Denostada
desde el Renacimiento y rehabilitada (incluso reinventada) por el romanticismo
del siglo XIX, sus emblemáticas catedrales, algunas levantadas hace casi mil
años, mantienen la fascinación que suscitaron entonces. Pero la admiración
popular no evita que el gótico sea un
estilo controvertido.
Su polémica denominación,
peyorativa en origen, o el cuestionamiento de su perfección constructiva
son parte de un debate que también discute sobre si fue una revolución o una evolución, o acerca de
su concepción como respuesta a una visión metafísica. Incluso hay
discrepancias iconográficas o sobre el lenguaje expresivo que lo
caracteriza.
Ni la “estática” de las
fuerzas ni la “estética” de sus ideas y formas parecen ser suficientes para
explicar un estilo complejo cuya
adecuada comprensión parece requerir la integración de todos esos acercamientos
dispares.