“Excesivo” es
un adjetivo controvertido. Indica que algo va más allá de lo normal, de lo
razonable, de lo equilibrado. Pero aplicarlo requiere una referencia con la que
comparar y no siempre hay un acuerdo generalizado para establecerla. Sobre
todo, con los excedentes moderados, porque cuando son exagerados sí suele
suscitarse la unanimidad.
Esto puede
ser trasladable a la ciudad y entonces hablaríamos de “ciudades excesivas”,
denominación que tampoco queda exenta de polémicas. Habitualmente los excesos
suelen referirse a cantidades de población que superan lo recomendable, pero
hay otros. En este artículo abordaremos dos casos muy conocidos. En el primero,
Lagos, la antigua capital de Nigeria, nos acercaremos a una ciudad
desbordada demográficamente y caracterizada por la “informalidad” (en
sentido urbanístico). En el segundo, la superación de la moderación
presenta claves económicas en una ostentación desmedida, que ha generado
una especie de planificada monumentalidad de “nuevo rico”. Para ello,
acudiremos a Dubái, la capital del emirato homónimo que forma parte de
los Emiratos Árabes Unidos.