Londres en 1887, en pleno apogeo victoriano.
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Cuando en
1837 Victoria I subió al trono, el Imperio británico inició un periodo en el
que alcanzaría su esplendor. Su largo reinado (hasta 1901) acabaría
proporcionando el nombre a aquella singular época (victoriana). El país,
que se encontraba ya fuertemente industrializado, lideraba política y
económicamente el mundo, pero albergaba fuertes contrastes internos (algo que
también sucedía en sus colonias), expresados con mayúsculas en Londres. El
escritor Charles Dickens retrataría sin piedad las desigualdades de la capital
imperial, proporcionando otro calificativo para la ciudad, dickensiana, que
daría luz a la miseria obrera que complementaba la pompa victoriana.
En aquella hegemónica, contradictoria y efervescente ciudad recalaría,
en 1849, un exiliado Karl Marx de 31 años. Allí, con el Soho y Camden como
escenarios principales, el filósofo alemán pasaría el resto de su vida. Una
vida que sería muy dura, con la pobreza y la tragedia como inseparable compañía,
aunque esto no le impediría consolidar su ideario y activismo político, hechos que
lo acabarían convirtiendo en uno de los pensadores más influyentes de la
historia (aunque su obra fue muchas veces distorsionada).
El artículo consta de dos partes. En esta primera abordamos
el Londres de Marx,
la peculiar capital victoriana/dickensiana, mientras que en la segunda nos
acercaremos al Marx de Londres,
apuntando rasgos de su pensamiento y de su controvertido legado.