Esquema con los diferentes sistemas de transporte
urbano colectivo de Nueva York a lo largo de su historia.
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Conforme Nueva York
iba creciendo, y lo hacía de una forma muy acelerada, comenzaron a aparecer los
problemas de desplazamiento dentro de la ciudad. Principalmente porque las distancias se hicieron muy grandes y por
la proliferación de vehículos de todo tipo que congestionaban las calles.
La gran mayoría de ciudadanos no contaban con vehículo
propio y surgió la necesidad de un transporte urbano colectivo que les permitiera
desplazarse con la mayor rapidez posible. Esto espoleó a los empresarios privados que vieron
una interesante oportunidad de negocio.
En la actualidad estamos acostumbrados a que el transporte
urbano sea gestionado (o concesionado) por el municipio, pero en muchos casos,
y Nueva York se encuentra entre ellos, las primeras propuestas fueron
realizadas por esa iniciativa privada. De hecho, en Nueva York, durante el siglo XIX y hasta casi mediados
del XX, la evolución del transporte en la ciudad fue consecuencia de una
competencia empresarial que pugnaba por conseguir cuota de mercado. Pero un
servicio tan esencial para el funcionamiento de la ciudad, no podía depender de
los vaivenes económicos a los que suelen verse sometidas las empresas privadas.
Y por eso, esas compañías acabarían siendo adquiridas por el municipio, pasando
así el sector público a encargarse de la gestión integral del transporte urbano.
Por Nueva York circularían en diferentes épocas, coches y
ferrocarriles tirados por caballos, tranvías eléctricos, máquinas de vapor o
vehículos a motor, y utilizarían la superficie, el subsuelo o lo harían
elevados por encima de las calles. Hoy
el metro subterráneo y los autobuses en superficie (y los renovados tranvías en
otros casos) protagonizan un transporte urbano colectivo que comenzó en
diligencias tiradas por caballos.