La occidentalización de Belgrado tuvo una expresión
fundamental en la regularización del trazado urbano.
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Tras analizar
el ejemplo de la “cristianización” de Zaragoza ocurrida en la Edad Media, nos
aproximaremos al caso de Belgrado que, en otro tiempo más reciente (siglos
XVIII y XIX) y, por lo tanto, con otros mecanismos urbanísticos, buscó un
objetivo similar: borrar la huella de su
pasado musulmán. Belgrado, bajo el dominio del Imperio Otomano, había
olvidado la regularidad de sus trazas romanas y se había transformado en una
ciudad oriental, presentando los rasgos típicos del modelo urbano islámico.
Pero con los interrumpidos intentos austriacos y, sobre todo, tras la
independencia conseguida, Belgrado puso en marcha un ansiado cambio radical de identidad para aparecer
como una ciudad occidental europea.
No obstante, la herencia nunca desaparece del todo. Es
recurrente la metáfora que relaciona la ciudad con los palimpsestos, aquellos antiguos manuscritos que reutilizaban
pergaminos anteriores que, aunque hubieran sido borrados, todavía conservaban
rastros de las tintas previas. La ciudad no es una hoja en blanco y ofrece la
posibilidad de indagar en su memoria, aunque en ciertos momentos, una
determinada sociedad haya hecho esfuerzos por eliminar cualquier rastro
anterior indeseado.