Hay ciudades que quedan marcadas para siempre por haber servido de escenario para algún gran hecho que se inscribe en la historia con mayúsculas. Las grandes capitales, dada la proliferación de acontecimientos sobresalientes que acogen, no suelen verse determinadas por tales señalamientos, pero el resto nunca logra separarse de un hito histórico muy relevante, convirtiéndose en algo fundamental para la construcción de su identidad.
Jena, la ciudad alemana fue el epicentro
a finales del siglo XVIII de un seísmo cultural de primer orden: la aparición
del Romanticismo. En aquella Jena ilustrada y universitaria se reunieron
figuras señeras de la cultura alemana como Goethe, Schiller, Fichte o Hegel. Con
ellos coincidió un grupo de entusiastas jóvenes rebeldes que formaron el Círculo
de Jena (los hermanos Schlegel y sus parejas, Novalis, Tieck o Schelling) y
alumbraron el primer romanticismo alemán (Frühromantik).