Roma. Campidoglio
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Espacio y Comunicación son dos nociones amplias
con convergencias diversas. Entre esa variedad relacional nos interesa la que se refiere a la capacidad del espacio para
transmitir mensajes a través de su propia configuración.
Esto implica, en primer lugar, la necesidad de superar la
condición funcional de la arquitectura y de los espacios urbanos para
considerarlos sistemas de signos, es decir, entidades dotadas de significado.
En este sentido, atribuimos a la expresión “espacio significativo” la
capacidad de convertirse en canal de expresión atemporal para transmitir
mensajes.
Así pues, nos
dirigimos hacia los procesos de comunicación y sobre ellos sustentaremos la
idea de “lectura” de la ciudad que, como en todo acto comunicativo, traslada
información desde unos emisores hasta unos receptores a través de un canal (los
espacios de la ciudad) y cuya revelación efectiva depende de un código de
interpretación, e incluso de un contexto que lo condiciona.
No obstante, la “lectura” de la ciudad adquiere matices
particulares. Es el caso, por ejemplo, de
las lecturas afectivas o poéticas que se originan desde claves individuales e
íntimas. Pero sobre todo, nos importa el acercamiento colectivo de carácter
sociocultural, la conexión a través de la cual podemos aspirar a conocer los deseos y los logros de las generaciones
anteriores y también a descubrir las esencias de nuestra propia
contemporaneidad. Estos mensajes forman parte del “corpus” cultural que
determina nuestra forma de ser y actuar. Por eso, aprender a “leer” la ciudad
es un objetivo esencial para conocernos a nosotros mismos.