El Art Nouveau está muy presente en Bruselas. Imagen de
la Avenue de la Jonction, en Saint-Gilles, con la Casa Hannon haciendo esquina.
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Entre 1880 y
1890, Bruselas se convirtió en un centro principal del arte contemporáneo. Era
la capital del país más industrializado de Europa y había conseguido consolidar
una clase burguesa amante del arte y deseosa de novedades. Exposiciones,
conciertos o publicaciones llevaron a la ciudad a posiciones de vanguardia,
incluso superando en algunos aspectos a París. En ese caldo de cultivo
emergería una visión del mundo diferente, en la que los artistas y arquitectos,
opuestos al academicismo imperante, crearon un estilo innovador, apoyándose en
los avances tecnológicos y aspirando a la “obra de arte total”.
Bruselas, con
el Art Nouveau, se situó a la cabeza
definiendo el nuevo rumbo, pero ese espíritu también fructificó en otros
lugares recibiendo nombres diferentes, como el Jugendstil germano, el Modern
Style británico, la Sezession
vienesa, el Liberty italiano o el Modernismo catalán. No obstante, fue un
movimiento muy contestado y tuvo una vida efímera, aunque imprescindible para
entender los inicios de la modernidad del siglo XX.