Pirámides hacia el cielo (Gran Pirámide de Keops en
Egipto) y pirámides hacia el infierno (Chand Baori en la India)
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Los humanos siempre han querido acercarse al cielo, pero,
hasta la invención de máquinas voladoras, los intentos de aproximación no
podían ir más allá de la ascensión a cumbres o del levantamiento de
construcciones en altura. En la antigüedad, las pirámides asumieron este papel
y, como si fueran montañas artificiales, se convirtieron en el lugar para la
conexión trascendente con la divinidad y la eternidad.
Pero la forma piramidal no albergó únicamente tumbas y
templos, sino que también adoptó una posición invertida para hundirse en el
suelo y ofrecer funciones y significados más mundanos, relacionados con los
recursos ofrecidos por la “madre” Tierra (sobre todo los relacionados con el
agua, como en los baori, los espectaculares aljibes del norte de la
India).
En ambos casos, normal o traspuesta, la pirámide es una de
las construcciones arquitectónicas más asombrosas de la antigüedad, tanto por
cuestiones técnicas como por la poderosa carga simbólica que recibieron. Buena
parte de sus significados se basan en las peculiaridades geométricas del
poliedro, pero también en su “relación” con el cielo y el infierno, lo divino y
lo humano, o la vida y la muerte, sin olvidar otras connotaciones de poder y de
orden social, e incluso esotéricas.