El Zócalo, la gran Plaza Mayor creada en la época virreinal,
sigue siendo el principal icono urbano de la Ciudad de México.
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Tras habernos
aproximado al México prehispánico, abordamos en este artículo la siguiente etapa urbana de la capital
mexicana: la ciudad virreinal española.
Los imperios
solían encontrarse con un dilema al conquistar nuevos territorios: mantener la
primacía de determinadas ciudades o descabezar los territorios para fundar
nuevas urbes de referencia. Era muy habitual apostar por lo segundo para
manifestar nítidamente el comienzo de una nueva época, pero la decisión de
Hernán Cortés, el conquistador del territorio mexicano, fue la contraria. Cortés decidió reutilizar las estructuras
preexistentes, empezando por la ciudad capital, Tenochtitlán, aunque había quedado muy dañada en la batalla.
Este
ejercicio de “reciclaje urbano”, que
propició la continuidad histórica, fue posible, en buena parte, por la
congruencia de los modelos azteca y español. A partir de esa sintonía
elemental, fundamentada en la trama ortogonal, se produciría una hibridación (mestizaje) de culturas que
daría origen al México Virreinal (o
México Novohispano), una ciudad que acabaría fascinando a
propios y extraños.