Medina Azahara es una de
esas ciudades que nacieron para ser capital de un estado y no lograron alcanzar
su “mayoría de edad”.
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Las ciudades nacen con voluntad de
permanencia, pero no todas no logran superar circunstancias traumáticas y, tras
sufrir cataclismos, destrucciones bélicas, o quiebras diversas, son abandonadas.
Sin su “contenido”, es decir, sin los seres humanos que les dan la vida, las
ciudades mueren.
Entre las ciudades muertas, hay un grupo
muy particular porque desaparecieron poco después de nacer. Son ciudades que no
llegaron a la “mayoría de edad” y, entre estas, son especialmente interesantes
las nacidas para ser capital de un
estado y que no lograron sobrevivir tras perder prematuramente ese rango
distintivo.
Vamos a aproximarnos a tres de estas
ciudades que significaron el desvanecimiento del sueño urbano de sus fundadores.
Son, Akhetatón (o Amarna) la breve y circunstancial capital del Imperio Nuevo de
Egipto erigida por el faraón Akhenatón; Medina
Azahara, la efímera capital del Califato de Córdoba fundada por
Abderramán III, el primer califa; y Fatehpur Sikri, la fugaz capital del
Imperio Mogol de la India, que fue la ilusión frustrada del emperador Akbar.