Nicosia, ciudad dividida.
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Puede
resultar paradójico que en un mundo globalizado, donde las barreras parecen
haber desaparecido gracias a las nuevas tecnologías (de la información, de la
comunicación o del transporte), al comercio, al deporte y a otras muchas manifestaciones culturales
unificadoras, los conflictos de identidad surjan cada vez con más fuerza.
Frente a nociones como convivencia, movilidad, adaptabilidad,
internacionalidad, se ven potenciadas otras como separación, raíces,
intransigencia o nacionalismo.
Por esto, los
conflictos entre comunidades humanas que
comparten un mismo espacio, pueden parecer anacrónicos, pero son reales y
siguen muy presentes en nuestro tiempo. Las razones suelen ser complejas pero
entre sus ingredientes hay cuestiones étnicas, religiosas, intereses económicos
o también cuestiones geopolíticas, principalmente.
Territorios y
ciudades se ven divididos por la imposibilidad de convivencia entre los grupos
humanos que los habitan. Nos interesan las ciudades divididas, urbes que ven distribuida
y segregada su superficie entre las comunidades irreconciliables en disputa. No
son pocas las ciudades que han padecido o siguen padeciendo estas
circunstancias. Baste pensar en Jerusalén, Beirut, Belfast, Mostar, Vukovar o
Berlín, entre otras.
Vamos a
aproximarnos a una de estas ciudades divididas: Nicosia, la capital (doble) de Chipre, en la que, a pesar de la
relativa relajación de las tensiones entre grecochipriotas y turcochipriotas,
la línea fronteriza que la parte en dos sigue vigente.