Los enfoques sistémicos abstraen la realidad para
convertirla en una estructura modelizable.
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Durante la década de 1960, el
urbanismo asistió a una revisión en profundidad. En un primer artículo,
profundizamos en las primeras revoluciones urbanas que tuvieron al humanismo como eje vertebrador, y en el
segundo, lo hicimos con la revolución arquitectónica, que, desde
una óptica morfológica, revisaría sus
bases disciplinares y su relación con la ciudad (a través de las aportaciones
de Aldo Rossi, Robert Venturi o las utopías de Archigram)
En este
tercer y último artículo nos aproximaremos a los intentos de lograr una visión científica sobre la ciudad y los
territorios. El racionalismo del Movimiento Moderno se consideraba ingenuo,
subjetivo y poco riguroso. Por eso se pretendió fundar una verdadera “ciencia
urbana” que dirigiera la evolución de las ciudades, entidades cada vez más
complejas. El estructuralismo, que
emergió aquellos años, sobre todo en el pensamiento francés, y la naciente Teoría General de Sistemas fundamentaron
unos planteamientos que se apoyarían en otros campos como la sociología, la
antropología, la economía o incluso la biología. La interdisciplinaridad, la metodología
y los procesos de trabajo se convirtieron en protagonistas obviando los
aspectos morfológicos. Entre las contribuciones más relevantes se encontrarían la
Ekística
de Constantinos Doxiadis o el enfoque
sistémico de George F. Chadwick.
Décadas
después, la extraordinaria repercusión en la ciudad producida por la irrupción de
las TICs y de Internet está volviendo
a situar en primera línea alguna de las contribuciones de la teoría sistémica y
de sus modelos.