El espacio
interior de la Alhambra muestra la sofisticación de los revestimientos nazaríes
(Mirador de Daraxa).
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La
arquitectura configura espacios que son delimitados (elementalmente) por planos
y que se materializan en suelos, paredes y techos. En algunos casos, la
experiencia de la arquitectura puede ir más allá del aprecio de los valores espaciales
fundamentales (como la luz, escala, proporción, ritmo, texturas o colores) al
verse intensificada por imágenes específicas o inscripciones explícitas, que proporcionan
nuevas claves para su comprensión. En este sentido, la Alhambra es un prodigio.
Tras habernos
aproximado al contexto (histórico, natural y urbano) y a la propuesta arquitectónica de la Alhambra, en este tercer artículo abordaremos el maravilloso revestimiento ornamental de sus muros
interiores. Sus zócalos cerámicos fueron el soporte de soberbios ejercicios geométricos y sus yeserías superiores
permitieron sofisticados juegos simbólicos
que incorporaban caligrafías con mensajes concretos. En la Alhambra,
Matemática, Poesía y Dibujo fueron invocados para hacer “hablar” a las paredes, buscando una
comunicación con el espectador.
Revestir el espacio
interior de la arquitectura (suelos, paredes y techos)
Hay una
expresión popular que dice “si las
paredes hablaran…”. Con ello, se alude al testimonio que los muros podrían
ofrecer si fueran capaces de narrar los acontecimientos que se producen junto a
ellos. Pero, los paramentos arquitectónicos no graban las situaciones humanas
que acogen y no pueden declarar sobre las mismas, aunque sí pueden ser
“lienzos” en los que reseñar múltiples informaciones que atraviesen el tiempo.
La
arquitectura configura espacios que son delimitados (elementalmente) por planos
y que se materializan en suelos, paredes y techos. A partir de esta definición
genérica, la arquitectura se enfrenta a una decisión en la que entran en juego cuestiones
de índole constructiva. ¿Debe expresarse
la tectónica de la superficie mostrando los materiales que la conforman? En
muchos casos, la diversidad de materiales que construyen el espacio ha recomendado
un revestimiento que proporcionara una lectura más unitaria del mismo. Se opta así por plantear una epidermis que oculte el sistema constructivo,
abriéndose opciones para seleccionar el recubrimiento idóneo. En un planteamiento
muy básico, se puede escoger entre materiales continuos (por ejemplo,
enfoscados de yeso o morteros de cemento) y discontinuos, compuestos por piezas
que ocultarán la base (tanto en pavimentos, con baldosas cerámicas, madera, linóleos,
etc.; paramentos verticales, con pinturas, alicatados, panelados, etc.; o
techos, con escayolas, falsos techos, etc.)
Revestimiento de muros
interiores en la Alhambra: yeserías y mosaicos.
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La decisión
sobre las características del espacio no acaba allí porque, después debe afrontarse el “acabado” de esas
superficies, abriéndose opciones ornamentales, con una casuística que es tan amplia como la creatividad de sus autores. No
obstante, a lo largo del siglo XX, la ornamentación de la arquitectura quedó
descalificada, atribuyéndole un perjuicio grave a la comprensión del espacio
esencial. El Estilo Internacional
promovido por el Movimiento Moderno la
convirtió en un ejercicio proscrito. Pero estas ideas no se aplicaban en la
arquitectura anterior al funcionalismo
y la ornamentación (de pavimentos, muros interiores o techos) era una dimensión
más de la experiencia interior de la arquitectura que complementaba los valores
espaciales fundamentales como la luz, escala, proporción, ritmo, texturas o
colores.
La
ornamentación responde a estilos, estéticas y materiales, decide entre opciones
abstractas o figurativas, pero también se traza según su propósito, es decir, según
sea un fin en sí misma o un medio para otras metas. Un caso particular de esto último es el que plantea como objetivo la
transmisión de mensajes explícitos, a través de imágenes específicas o de inscripciones
que proporcionan nuevas claves de comprensión del espacio. Es decir, la “piel”
del espacio queda “tatuada” con señales informativas, convirtiéndose en un
canal de comunicación entre los creadores y los usuarios futuros del espacio, a
los que “solamente” se les exige el conocimiento del código.
En este
sentido, la Alhambra es un prodigio. La
Alhambra nos recuerda que suelos, muros y techos pueden convertirse en planos
expresivos capaces de enriquecer la experiencia espacial. No vamos a
profundizar en la pavimentación, ya que la mayoría de los suelos originales del
conjunto han sido sustituidos. Tampoco entraremos en detalle sobre los techos,
en los que espléndidos juegos de tracería con madera (remarcando o no las
claves constructivas de las cubiertas) y, sobre todo, los magníficos puzles en 3D
que muestran las cúpulas de mocárabes,
merecen un estudio aparte (sobre estos últimos, recomendamos los trabajos de investigación de Gaspar Aranda Pastor y la Universidad de Granada, que
tuvieron el privilegio de analizar con detalle muestras reales de esas
complejas construcciones).
Interior del Salón del Trono (o
de Embajadores) de la Torre de Comares de la Alhambra.
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En este
artículo nos centraremos en el
revestimiento de las paredes interiores de la Alhambra, por lo general
divididos en dos partes, con una inferior alicatada (ofreciendo superficies
duras, más resistentes al desgaste cotidiano) y otra superior enlucida (donde
la versatilidad del yeso permite la aparición de trabajos de gran dificultad).
El zócalo alicatado fue el soporte para realizar soberbios ejercicios matemáticos que todavía sorprenden a los
científicos actuales, mientras que las yeserías superiores, permitieron sofisticados juegos simbólicos que
conjugaban caligrafías con ornamentaciones abstractas de gran belleza. Aunque
hay una frecuente asociación entre superficie material y la ornamentación que
recibe (por ejemplo, los mosaicos con lo geométrico o las yeserías con las
inscripciones), esta no es exclusiva. Destacan también las celosías que separan
sin separar del todo y que se convirtieron en otra maravilla de la artesanía
nazarí, con espectaculares entrelazados que, en algún caso, encuentran eco en
mosaicos que actúan como un reflejo especular.
En la
Alhambra floreció un arte hispano árabe que cerraría el ciclo del arte musulmán
en la península ibérica y que alcanzó su máximo esplendor en el siglo XIV. Allí
y entonces, Matemática, Poesía y Dibujo fueron invocados para ofrecer los tres tipos principales de decoración de los
muros de la Alhambra: los motivos geométricos, los epigramas y los temas
vegetales, que hacen “hablar” a las paredes, buscando comunicar con
el espectador.
[Al
final del artículo incluimos un apéndice en el que se exponen brevemente las
consideraciones matemáticas de base para la realización de los magníficos y
sorprendentes mosaicos y frisos geométricos de la Alhambra].
Las paredes
interiores de la Alhambra (1. Mosaicos y geometría)
En el arte
islámico, la geometría (impulsada por la ausencia de figuración) busca la
representación del universo, abstrayendo la realidad del cosmos o de la naturaleza.
De esta forma, la multiplicidad y la repetición se convierten en el camino
hacia la unidad, hacia la conexión con Allah.
La geometría
está presente en los zócalos cerámicos y también en las yeserías, pero es quizá
en los azulejos que recubren la parte inferior de las paredes donde se expresa
con mayor espectacularidad. Hay algún caso en el que los mosaicos son sencillas
repeticiones de módulos cuadrados que combinan los colores típicos: blanco,
rojo, amarillo, azul, verde, negro (el cuadrado es el símbolo divino en el
islam, frente al triángulo de la tradición cristiana). No obstante, esa
simplicidad puntual se supera ampliamente con las complejas composiciones que
parten también del cuadrado (por ejemplo, creando octógonos) y juegan con las
proyecciones de sus líneas, generando intrincadas
lacerías de una belleza apabullante.
Muestras diferentes de mosaicos
geométricos en la Alhambra.
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La fascinación no termina en esas
admirables superficies porque la Alhambra también muestra mosaicos compuestos
por una serie de piezas especiales que constituyen una “familia” propia: los polígonos nazaríes.
Pero tampoco
acaba allí el asombro que produce la geometría en la Alhambra. La Matemática demostró
en el siglo XIX que, para rellenar un
plano a través del movimiento de un motivo original, es decir utilizando
traslaciones, rotaciones y simetrías del mismo, solamente existen 17 opciones
diferentes. Sorprendentemente, los artistas nazaríes, con su aplicación e
intuición, propusieron, muchos siglos antes, todas las combinaciones (ni una
más, porque, aunque ellos no lo sabían, era imposible, pero ni una menos). Esto
aporta otra singularidad a la Alhambra, porque es el único monumento en el mundo en el que se han encontrado
representadas las 17 composiciones posibles.
Los polígonos nazaríes.
Sabemos que
los polígonos regulares que completan un plano repitiéndose a sí mismos son
solamente tres, y que hay hasta ocho combinaciones entre ellos con el mismo
efecto (ver apéndice de este artículo).
Los constructores de la Alhambra eran perfectamente conocedores de esta ley geométrica.
Los mosaicos que recubren los zócalos de los muros lo demuestran. En ellos, los
artistas nazaríes utilizaron algunas de esas piezas regulares, mayoritariamente
el cuadrado, como hemos comentado, aunque, su gran contribución fue el diseño
de nuevas piezas que evolucionando desde la forma básica (básicamente el
cuadrado y el triángulo equilátero), constituyeron una “familia” propia.
Son mosaicos irregulares, creados según el
principio de conservación del área, aunque no de la forma. El procedimiento
es sencillo: partiendo de un polígono, se extrae superficie interior desde un
lado y se suma a otro (con una rotación) para proponer después ensamblajes
variados que permiten colmatar el plano. Las piezas del mosaico final suelen
presentar juegos de colores que ayudan a identificar las teselas. Veamos alguno
de los más conocidos:
El avión
Partiendo del
cuadrado, se dibujan triángulos
rectángulos interiores, escalenos (30⁰/60⁰/90⁰) e iguales sobre dos lados
contiguos, que actúan como hipotenusa. Los vértices no compartidos ejercen de
pivote para un giro de 270⁰, hasta que cada hipotenusa coincide con el lado
adyacente. La figura resultante es conocida como el “avión”.
Hay una
versión del “avión” que se construye de la misma manera, pero el sector
trasladado no es un triángulo rectángulo puro, porque los dos catetos están
curvados. El resultado es similar, pero mientras la primera forma es
rectilínea, esta segunda queda delimitada por curvas.
El pez volador
La base se
encuentra también en el cuadrado. En
uno de sus vértices se definen dos pequeños triángulos interiores (adosados a
cada lado y reunidos en dicho vértice) que son girados 90⁰ respecto al vértice
contiguo. El resultado final ha sido equiparado a un “pez volador”.
Polígonos nazaríes. A la
izquierda construcción del “avión” y muestra de la Alhambra. A la derecho,
muestra del “pez volador” y su construcción geométrica.
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El hueso
Nuevamente,
tomando un cuadrado como base se
dibujan en su interior dos trapecios iguales, en dos lados opuestos. Estos
trapecios tienen dicho lado como base mayor, sus dos lados menores son diagonales
a 45⁰ y la base menor, es paralela a la otra por la mitad. Estas dos
construcciones son giradas 360⁰ respecto a uno de sus vértices para aparecer
adosadas a los lados libres como un complemento exterior. La figura resultante
se asemeja a un “hueso”.
La pajarita
Partiendo
esta vez del triángulo equilátero,
sobre la mitad de cada lado, de forma alterna, se dibuja un arco (de manera que
el lado parcial escogido actúa como cuerda del segmento circular). Los tres
segmentos circulares giran 180⁰ pivotando sobre el punto central de cada lado
del triángulo (que es extremo del segmento) hasta que la cuerda coincide con el
lado que se había respetado. La figura resultante es conocida como la “pajarita”. En ciertos casos, las
“pajaritas” albergan en su interior un hexágono “sólido” o estrellado
(conformado por dos triángulos equiláteros cruzados).
El pétalo
En este caso,
la figura de partida es un rombo (dos triángulos
equiláteros). Sobre los lados de uno de los vértices agudos se dibuja un
arco interior. El segmento circular resultante, de forma similar a lo explicado
en la “pajarita”, gira 240⁰ grados hasta adosarse como un complemento exterior
al lado contiguo (haciendo coincidir la cuerda del segmento, el antiguo lado,
con el lado receptor). El resultado final recuerda un “pétalo”.
No son los
únicos polígonos nazaríes, aunque sí los más frecuentes y característicos que
conforman paños alicatados completos en la Alhambra. También encontramos frisos
cerámicos (habitualmente separando el mosaico de la yesería) que disponen de
motivos particulares.
Polígonos nazaríes. El “hueso”,
la “pajarita” y el “pétalo” con su respective polígono base y su
transformación.
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La Alhambra y las 17 combinaciones
para “rellenar” un plano.
Los mosaicos
de la Alhambra son un ejercicio matemático sorprendente. Como hemos adelantado,
la ciencia ha confirmado que solamente existen 17 casos posibles para rellenar un plano a partir del movimiento
(traslaciones, giros y simetrías) de un motivo dado (ver apéndice de este artículo). El matemático ruso Evgraf Fedorov
se encargó de esa demostración en 1891 (Teorema de Fedorov) pero, casi cinco
siglos antes, los constructores de la Alhambra habían llegado a la misma
conclusión. Los diecisiete modelos posibles, que conocemos desde el
descubrimiento de los rayos X y de la Teoría de Grupos Cristalográficos Planos,
se encuentran presentes en los mosaicos de la Alhambra.
A partir del
enunciado de esa ley, los investigadores matemáticos pusieron a prueba muchos
de los monumentos en los que la decoración periódica del plano es relevante.
Así en 1964, László Fejes Tóth, en su obra “Regular
Figures”, comentaba, aunque sin pruebas, su convicción de que en la
Alhambra estaban representados todos los modelos posibles; pero, por el
contrario, en 1984, Branko Grünbaum y Geoffrey Colin Shephard afirmaban, en su
libro “Tilings and patterns”, que
solamente habían encontrado trece variantes. Con estas dudas como base, Rafael
Pérez Gómez, doctor en Matemáticas y profesor titular del Departamento de
Matemática Aplicada de la Universidad de Granada (que imparte clases en la
Escuela de Arquitectura de Granada), se dedicó a buscar e identificar ejemplos
de cada uno de los diferentes tipos, pudiendo confirmar que los artistas nazaríes habían realizado, al
menos un ejemplo de cada tipo (el último en descubrirse fue el damero
triangular, p3m1, situado en la Sala
de las Dos Hermanas). Pérez Gómez presentó sus conclusiones en su comunicación
“Un matemático visita la Alhambra”,
dentro de la Semana Europea para la
Ciencia y la Tecnología en su edición de 2004, que se celebró en Granada.
Siguiendo sus
explicaciones veamos un ejemplo que utiliza el polígono nazarí “avión” como
base (las figuras referenciadas en el texto pueden verse en la ilustración adjunta,
extraída del trabajo citado).
“…se construyó el Palacio de Comares,
a cuya decoración geométrica corresponde el mosaico que voy a analizar. Se trata
del alicatado que se encuentra en el interior de las tacas enfrentadas del
pasillo que comunica la Sala de la Barca con el Salón del Trono (…).
¿Qué puedo ver como matemático en él?
La figura 8 reproduce su diseño básico -es decir, las líneas por las que se
unen las teselas-. Podemos observar que hay una tesela básica (la unidad), ver
figura 9, en la cual se encuentra el diseño mínimo necesario para reproducir el
mosaico completo (la multiplicidad) sometiéndola a las transformaciones de un
grupo cristalográfico plano, de tipo p4g, cuyos generadores pueden ser una
rotación, de amplitud π/2 y centro C, y una reflexión a cuyo eje, L, no
pertenezca C. La región unidad está formada por 8 teselas básicas y puede verse
en la figura 10. Tanto la tesela básica como la región generatriz no son
únicas. Las figuras 11 y 12 muestran otra tesela básica y la correspondiente
región generatriz, respectivamente. Sin embargo, todas las teselas básicas
tienen igual área”.
Imagen procedente del trabajo
“Un matemático visita la Alhambra” de Rafael Pérez Gómez, en la que se analizan
posibles movimientos a partir del “avión” nazarí.
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Las paredes
interiores de la Alhambra (2. Epigrafías y otros motivos)
Escribir en
las paredes es una tentación inmemorial. La afición humana a grabar mensajes en
los muros es directamente proporcional a la importancia del lugar. Estas
“firmas” espontáneas adoptan diferentes procedimientos, desde las rudimentarias
inscripciones populares (del tipo “yo estuve aquí”), realizadas con algún
objeto punzante, hasta los recurrentes grafitis que inundan nuestras ciudades.
No obstante,
esas inscripciones también pueden ser premeditadas e integrarse en la
arquitectura, un hecho frecuente en determinadas construcciones monumentales, particularmente
en las islámicas. En la arquitectura musulmana, los paramentos verticales, y
más concretamente sus revestimientos interiores, son elaborados con esmero, en
una expresión obsesiva del “miedo al vacío” (horror vacui) definido por los historiadores del arte. La
ornamentación abstracta de esos muros, parte de la prohibición de
representaciones figurativas y se fundamente en la convicción de que los “mantras”,
en este caso elementos gráficos seriados y repetitivos, favorecen la
meditación. En esos complejos recubrimientos murarios, el islam introduce textos explícitos que contienen mensajes de carácter
diverso.
Estos textos
adoptan formas caligráficas ornamentales que, además de transmitir mensajes, se
convierten en un juego compositivo y decorativo de gran calidad y belleza. El
contenido refleja en muchas ocasiones textos sagrados del Corán, aunque también
pueden hacer referencia a la vida y las gestas del sultán promotor, informar de
cuestiones referentes a la propia arquitectura que alberga los escritos, o ser
poesías para el disfrute o la reflexión del lector. En cualquier caso, las
inscripciones eran un instrumento de propaganda y de difusión ideológica por parte
del poder. Su encaje en la decoración general se ajusta a diversas formas,
encontrándose en largas bandas en la yesería o en medallones circulares,
principalmente.
Yesería en la Alhambra con
epigrafía, lacerías y atauriques.
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La Alhambra
se convierte en un ejemplo de todo esto, hasta el punto de que sus paredes son
consideradas como las páginas de un
libro en las que sus creadores dejaron escritos numerosos y variados mensajes.
Esta idea, que presenta a la Alhambra como la edición más espectacular del
mundo, se ha repetido en numerosas ocasiones y sirve de base para argumentar
que sus paredes hablan, quieren decirnos
algo, comunicarnos datos, informaciones, experiencias, transmitidas por
emisores ya desaparecidos.
La escritura
en la Alhambra está vinculada a los denominados “poetas funcionarios” entre los que destaca la producción de tres
que realizaron su obra en la época de los grandes sultanes. Fueron Ibn Yayyab (1261-1348), Ibn al-Jatib (1313-1375) e Ibn Zamrak (1333-1393), cada uno de los
cuales fue discípulo del anterior. La obra general de estos autores ha sido
traducida, analizada y evaluada por diversos especialistas que también, como
parte de la misma, han dedicado su atención a la transcripción de los mensajes
de la Alhambra. Es particularmente relevante la obra de Emilio García Gómez,
arabista y traductor que dedicó dos de sus últimos trabajos al análisis de la
Alhambra: “Poemas árabes en los muros y
fuentes de la Alhambra” (Instituto Egipcio de Estudios Islámicos. Madrid, 1985) y “Un foco de antigua luz sobre la Alhambra” (Instituto Egipcio de
Estudios Islámicos. Madrid, 1988) aunque su interés venía de lejos ya que su discurso de ingreso en la
Real Academia de Historia en 1943 versó sobre “Ibn Zamrak, el poeta de la Alhambra”.
Detalle de epigrafía en la
Alhambra, acompañada de atauriques rellenando el espacio.
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Los escritos
de la Alhambra tienen contenidos muy diversos. Quizá el mensaje más repetido en
la Alhambra sea “Solo Dios es vencedor”
que fue escogido por Muhammad I como el lema de la dinastía nazarí (aunque no
es una frase del Corán), pero entre ellos hay poemarios, alabanzas al sultán correspondiente, reseñando su gobierno o
las gestas realizadas durante su mandato, textos sagrados del Corán y también
información sobre cuestiones relacionadas con el espacio concreto donde se
encuentran, sobre su función o circunstancias de construcción. Estos datos
han sido fundamentales para comprender adecuadamente el conjunto de la
Alhambra. Hay que considerar que, en la arquitectura islámica, la relación
entre forma y función no es exclusiva, ya que un mismo espacio puede albergar
diferentes funciones y una misma función puede adoptar distintas formas
arquitectónicas. Así, por ejemplo, las inscripciones de la Sala de las Dos Hermanas han permitido entender su misión original.
Los textos fueron escritos por Ibn al-Jatib en 1362 informando de su cronología
y explicando que la función de la sala era servir de mexuar del sultán, un mexuar
representativo frente a otro más administrativo contiguo que ha desaparecido
(hay que recordar que en esa fecha el Patio
de los Leones todavía no existía).
Hay una
disciplina específica para estudiar e interpretar esas inscripciones antiguas
que dejaron nuestros ancestros. Es la
Epigrafía, cuya misión consiste en descifrar aquellos textos dejados para
la posteridad y poder así completar nuestra comprensión de la historia.
Desentrañar
los mensajes de la Alhambra se convirtió en una tarea desde el siglo XVI,
aunque desarrollada con más o menos acierto, hasta que el estudio de las
inscripciones dio un giro a partir de la segunda mitad del XIX, cuando ilustres
arabistas como Emilio Lafuente se enfrentaron al tema. El Patronato de la Alhambra está realizando
en los últimos años un proyecto de Investigación junto con la Escuela de
Estudios Árabes del CSIC para inventariar el contenido epigráfico de la
Alhambra. El ingente trabajo se está ejecutando por fases. Se ha editado el
primer libro/DVD-ROM correspondiente al conjunto de Comares, que recoge 3.116
inscripciones: “Corpus Epigráfico de la
Alhambra. N°1. Palacio de Comares” (Ed. Patronato de la Alhambra y Generalife;
Escuela de Estudios Árabes (CSIC), 2008). Otro trabajo de gran interés es el de José Miguel Puerta
Vílchez “Leer la Alhambra. Guía visual de
la Alhambra a través de sus inscripciones” (Ed. Patronato de la Alhambra y
Edilux, con la colaboración de la Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes, 2012).
Yesería de la Alhambra con identificación
de sus motivos más habituales (incirpciones, atauriques y lacerías)
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Generalmente,
la caligrafía de los textos se ve
acompañada por otros motivos que la completan, formando composiciones muy
elaboradas. Estos motivos representan formas
vegetales variadas (hojas de acanto, piñas, palmas, flores, etc.) y adoptan
complejos entrelazados que han llegado a convertirse en una referencia
artística (los “arabescos”). Estos
motivos vegetales (también denominados atauriques) abstraen la realidad y
fuerzan su geometrización. Pero más allá de complementar las inscripciones
textuales, en la mayoría de las ocasiones su presencia es autónoma formando
frisos lineales o rellenando superficies más extensas. En procedimiento
frecuente es el de la creación de un molde modular que se repite a lo largo de
la superficie (cuestión que entronca con la tradición descrita en los
“ejercicios matemáticos”)
Ornamentación de muros con motivos
vegetales (atauriques) en la Alhambra.
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La complejidad de la Alhambra permite
múltiples lecturas. Desde arquitectónicas hasta literarias o matemáticas, entre
otras, como hemos visto. Y después de muchas décadas de estudio y
profundización en los más diversos campos, la Alhambra todavía sigue ofreciendo
sorprendentes descubrimientos a sus investigadores. Y, por supuesto, el
evocador conjunto continúa inspirando a artistas que lo reconocen como una
inagotable fuente que nutre su arte.
Uno de los
grandes admiradores de los mosaicos de la Alhambra fue el artista holandés M.C.
Escher, quien visitó los palacios granadinos dos veces, en 1922 y en 1936, como
fuente de inspiración para su conocidísima obra.
El conocido mosaico-puzzle de
los lagartos de M.C. Escher y la construcción del elemento base a partir de
transformaciones que conservan el área de la pieza.
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Apéndice: Ejercicios matemáticos para revestir/teselar planos.
La
Arquitectura y las Matemáticas tienen muchos puntos de encuentro. Uno de ellos
es el estudio del revestimiento de superficies por medio de piezas que siguen
un patrón. No obstante, las matemáticas se abstraen y consideran planos
teóricos donde experimentar, mientras que la arquitectura aplica sus resultados
a la práctica de pavimentos, alicatados o techos.
La Matemática
estudia las opciones para rellenar una superficie plana con piezas que se
repiten periódicamente y que cumplen la condición de que no deben solaparse ni
dejar hueco entre ellas. El conjunto formado recibe el nombre de mosaico y las piezas se denominan teselas (por eso se dice “teselar un
plano”)
Así pues, la
pregunta inicial es: ¿Podemos recubrir
una superficie utilizando un único elemento reiterado? Responder a esta
pregunta nos dirige, en primer lugar, hacia el mundo de los polígonos regulares
(lados y ángulos iguales). Solo existen tres
polígonos regulares capaces de satisfacer esa condición por sí mismos: el
triángulo equilátero, el cuadrado y el hexágono (es necesario que en cada
vértice en el que se encuentran las piezas, los ángulos sumen exactamente 360⁰,
cosa que solamente sucede con esas tres figuras, que ofrecen ángulos de 60⁰,
90⁰ y 120⁰ respectivamente). Forman los denominados mosaicos regulares, cuyas
líneas de separación crean tramas regulares y homogéneas, sean triangulares,
cuadradas o hexagonales. Cualquier otro polígono regular (pentágono, octógono,
etc.) no sirve para revestir completamente por sí mismo (sus ángulos nunca
sumarían 360⁰ exactamente). Para referirse a los mosaicos formados por
polígonos regulares suele utilizarse el denominado símbolo de Schläfli, una sucesión de números, cada uno de los
cuales identifica el número de lados de los polígonos que coinciden en cada
vértice de la trama. Así tenemos:
· M1: 3, 3, 3,
3, 3, 3 = 36 (en cada vértice coinciden seis triángulos equiláteros,
60⁰ x 6 = 360⁰)
· M2: 4, 4, 4, 4
= 44 (en cada vértice coinciden cuatro cuadrados, 90⁰ x 4 = 360⁰)
· M3: 6, 6, 6 =
63 (en cada vértice coinciden tres hexágonos, 120⁰ x 3 = 360⁰)
(un caso particular que también
completa el plano, surge a partir del cuadrado, utilizando paralelogramos para
la formación de los mosaicos)
Los tres mosaicos regulares
posibles.
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La pregunta
anterior alcanza una nueva dimensión cuando se acepta la utilización de varias piezas diferentes (aunque igualmente
regulares). El número de opciones se amplía hasta las únicas ocho posibilidades de combinación que
descubrió Kepler. Esos mosaicos reciben el nombre de mosaicos semirregulares uniformes.
En cada vértice de la trama que se constituye se deben reunir siempre las
mismas figuras y en el mismo orden. La identificación de los ocho casos es la
siguiente:
· M4: 4, 6, 12
(en cada vértice coinciden un cuadrado, un hexágono y un dodecágono)
· M5: 4, 8, 8 =
4, 82 (en cada vértice coinciden un cuadrado y dos octógonos)
· M6: 3, 12, 12
= 3, 122 (un triángulo equilátero y dos dodecágonos)
· M7: 3, 6, 3, 6
(dos cuadrados y dos hexágonos alternos)
· M8: 3, 4, 6, 4
(triángulo equilátero, cuadrado, hexágono y finalmente otro cuadrado)
· M9: 3, 3, 3,
3, 6 = 34, 6 (cuatro triángulos equiláteros seguidos y un hexágono
final)
· M10: 3, 3, 4,
3, 4 =32, 4, 3, 4 (dos triángulos equiláteros, seguidos de un
cuadrado, otro triángulo y, de nuevo, un cuadrado final)
· M’10: 3, 3, 3,
4, 4 = 33, 42 (en cada vértice coinciden tres triángulos
equiláteros seguidos y posteriormente dos cuadrados)
Representación de los ocho
mosaicos semirregulares posibles.
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El mundo del mosaico irregular se adentra en un
mundo de posibilidades infinitas que, en algunos casos muy concretos, se
aproxima a la formulación matemática. Esto sucede cuando las piezas que lo
componen son originadas a partir de transformaciones de los tres polígonos
regulares citados. El proceso de generación para ello, supone sustracciones y
adiciones de superficies que cambian de posición mediante giros, aunque manteniendo
el área total del elemento inicial, como hicieron los polígonos nazaríes.
Cualquier otra opción, incluso también esta misma, tiene que ver más con la
creatividad artística que con la Matemática (otro ejemplo muy conocido es la ya
mencionada obra de M.C. Escher).
Más allá de
estas composiciones “estáticas”, aparecen las combinaciones “dinámicas” que
surgen a partir del movimiento de
motivos en el plano hasta completar
la superficie de trabajo. Existen tres movimientos en el plano que son
isométricos (es decir, conservan las dimensiones originales de la pieza):
1. Traslación. La
pieza incorporada es igual que la preexistente, y para ocupar su posición
solamente ha sufrido un desplazamiento (sin ningún tipo de giro).
2. Rotación (giro).
La nueva pieza, igual a la preexistente encuentra su posición gracias a un giro
lo cual implica la existencia de un centro fijo en un punto determinado y la concreción
de un ángulo de rotación concreto.
3. Reflexión
(simetría). La nueva pieza es similar a la preexistente, aunque es una
imagen especular de la misma, producida gracias a un eje de simetría
determinado.
Los tres movimientos posibles
de un motivo en el plano (traslación, rotación y reflexión)
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A partir de
estos tres procedimientos se pueden realizar movimientos compuestos como la simetría con deslizamiento en la que en
primer lugar se produce una reflexión y acto seguido una traslación en la
dirección del eje de simetría
El caso de revestimiento superficial más sencillo es
el friso. Un friso es una banda larga utilizada frecuentemente en
decoración arquitectónica para marcar determinadas transiciones superficiales
diferenciando los planos. En matemáticas, un friso es “una región del espacio de longitud infinita, pero de anchura finita,
limitada por dos rectas paralelas, que se cubre a partir de la aplicación de
movimientos en el plano de una determinada figura”. Las matemáticas
demostraron que solo existen siete opciones de generación:
· p1 (friso de
las traslaciones): traslaciones del
motivo
· pm (friso de
las traslaciones y la simetría horizontal): traslaciones del motivo más
reflexión por eje horizontal.
· p/m (friso de
las traslaciones y la simetría vertical): traslaciones del motivo más reflexión
por eje vertical.
· pg (friso de
las traslaciones y del deslizamiento): traslaciones del motivo más reflexión
deslizada.
· p2 (friso de
las traslaciones y del giro de 180⁰): traslaciones del motivo más rotación de
180⁰
· p2m (friso de
las traslaciones, el giro de 180⁰ y las simetrías horizontales): traslaciones
del motivo más rotación de 180⁰ más reflexión (o bien doble reflexión, horizontal
y vertical).
· p2g (friso de
las traslaciones, la simetría vertical y el deslizamiento): traslaciones del
motivo más rotación de 180⁰ más reflexión deslizada.
Identificación de los siete
casos posibles de friso a partir de los movimientos de una motivo inicial.
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Cuando la
longitud es infinita y también lo es la anchura, las matemáticas hablan de construcción de mosaicos. En este caso
la ciencia descubrió que solamente existen 17 posibilidades:
· p1: Dos
traslaciones
· p2: Tres
simetrías centrales (o giros de 180º)
· p3: Dos giros
de 120º
· p4: Una
simetría central (o giro de 180º) y un giro de 90º
· p6: Una simetría
central y un giro de 120º
· pm: Dos
simetrías axiales y una traslación
· pmm: Cuatro
simetrías axiales en los lados de un rectángulo (por ejemplo, 2 horizontales y
2 verticales)
· pmg: Una
simetría axial y dos simetrías centrales
· cmm: Dos
simetrías axiales perpendiculares y una simetría central
· p31m: Una
simetría axial y un giro de 120º
· p3m1: Tres
simetrías axiales en los lados de un triángulo equilátero (ángulos 60-60-60)
· p4g: Una
simetría axial y un giro de 90º
· p4m: Tres
simetrías axiales en los lados de un triángulo de ángulos 45-45-90
· p6m: Tres
simetrías axiales en los lados de un triángulo de ángulos 30-60-90
· cm: Una
simetría axial y una simetría con deslizamiento perpendicular
· pg: Dos
simetrías con deslizamiento paralelas
· pgg: Dos
simetrías con deslizamiento perpendiculares
Identificación de los
diecisiete casos posibles de mosaico a partir de los movimientos de una motivo
inicial (esquemas realizados por la Sociedad Andaluza de Educación Matemática
Thales) (1 de 4)
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Identificación de los
diecisiete casos posibles de mosaico a partir de los movimientos de una motivo
inicial (esquemas realizados por la Sociedad Andaluza de Educación Matemática
Thales) (2 de 4)
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Identificación de los
diecisiete casos posibles de mosaico a partir de los movimientos de una motivo
inicial (esquemas realizados por la Sociedad Andaluza de Educación Matemática
Thales) (3 de 4)
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Identificación de los
diecisiete casos posibles de mosaico a partir de los movimientos de una motivo
inicial (esquemas realizados por la Sociedad Andaluza de Educación Matemática
Thales) (4 de 4)
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Ahora bien,
una cosa es la pieza que recubre el plano (la tesela) y otra el motivo
decorativo que se repite según el patrón establecido por los movimientos
posibles. Pueden coincidir o no. En ocasiones, motivo y tesela se corresponden
exactamente, pero en otros, son diferentes, bien porque el motivo se componga
de pequeñas teselas o bien porque la tesela tenga la misma forma, por ejemplo,
cuadrada, pero una grafía interior diferenciable, siendo los movimientos los
que generen la variedad.
excelente información
ResponderEliminarAunque estoy empezando a observar el mundo de las teselaciones y espero no atragantarme, este artículo es uno de los más completos que he visto, aúna o tiene un poco de cada parte, imagen, decoración, formación, explicación.. Enhorabuena al blogger.. Un abrazo
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