Hitos recordatorios de los trifinios analizados:
arriba, de la denominada “Triple Frontera” Sudamericana y debajo del “Dreiländereck”
europeo.
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Nuestro
planeta está surcado por unas líneas invisibles que delimitan los territorios
políticos (aunque en ocasiones aprovechen accidentes geográficos o se materialicen
con muros o vallados para indicar las fronteras con rotundidad). A veces, esas
líneas convergen en puntos que se convierten en vértices muy singulares porque en ellos se congregan más de dos estados.
Uno
de estos casos son los denominados trifinios, puntos en los que
confluyen tres países distintos. Habitualmente se localizan en espacios naturales,
pero hay ejemplos que aparecen en áreas urbanizadas, en las que la reunión de tres ciudades de naciones
diferentes genera situaciones muy particulares, superando las habituales
relaciones producidas entre parejas urbanas fronterizas.
Vamos
a aproximarnos a dos casos concretos y muy distintos por su contexto,
geográfico, cultural y socioeconómico. El primero se encuentra en Sudamérica:
la denominada “Triple Frontera” que, señalada por dos ríos, el Paraná y el Iguazú, separa Argentina, Brasil y Paraguay. El segundo caso está
en Europa y es algo más complejo porque la separación no es tan nítida como en
el anterior. En este trifinio, que en
alemán recibe el nombre de Dreiländereck (“esquina de los tres
países”), se reúnen Francia, Alemania y Suiza en una conurbación presidida por
la ciudad más importante: la suiza Basilea que linda sin solución de
continuidad con sus vecinas francesas y germanas.
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Los trifinios, un caso particular entre las
ciudades fronterizas.
Nuestro
planeta está surcado por unas líneas invisibles que delimitan los territorios
políticos (aunque en ocasiones aprovechen accidentes geográficos o se
materialicen con muros o vallados para indicar las fronteras con rotundidad). A
veces, esas líneas convergen en puntos que se convierten en vértices muy singulares porque en ellos se
congregan más de dos estados.
Los trifinios reunen tres países en único putno. En el
mapa se resalta la “Triple Frontera” Sudamericana, donde confluyen Argentina,
Brasil y Paraguay.
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Uno
de estos casos son los denominados trifinios, puntos en los que confluyen
tres países distintos. Habitualmente se localizan en espacios naturales, pero
hay ejemplos que aparecen en áreas urbanizadas, en los que se reúnen tres ciudades
de naciones diferentes.
En los Pirineos, el pico Medecourbe/Medacorba es un
trifinio donde se encuentran España, Francia y Andorra.
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La confluencia en un mismo lugar de
tres ciudades pertenecientes a tres estados distintos, crea circunstancias
paradójicas, porque a pesar de compartir condiciones geográficas o incluso
históricas, pueden presentar notables divergencias por responder a
circunstancias políticas y regulaciones administrativas diversas, superando las habituales
relaciones y discrepancias producidas entre parejas urbanas fronterizas. Por eso, analizar los trifinios urbanos es un ejercicio
interesante que ayuda a descubrir el
peso específico de los diferentes factores que influyen en la creación y
desarrollo de ciudades, además de corroborar las referidas peculiaridades socioeconómicas
(flujos demográficos, usos y funciones, etc.) que acompañan a las ciudades
limítrofes.
En
general, la gestión de las fronteras urbanas no es una tarea sencilla y su
dificultad aumenta si la urbanización se produce en continuidad, sin accidentes
naturales (o vallados) que señalen con nitidez la demarcación. En los trifinios, las relaciones entre las
ciudades son las clásicas derivadas de las
ventajas y desventajas de los bordes políticos (fiscales, comerciales,
etc.), aunque ofrecen una mayor variedad y complejidad al “jugar a tres bandas”
en lugar de dos.
Una
primera cuestión que suele acompañar a la mayoría de las ciudades fronterizas
se basa en la fiscalidad que cada país pueda tener y que, en el caso
de existir contrastes considerables, genera intensos flujos comerciales. En
este caso, alguna de las ciudades del trifinio
resulta extraordinariamente atractiva para las compras, recibiendo numerosos
visitantes con ese objetivo y llevando a la ciudad a organizarse para
satisfacerlos. Paralelamente, esta circunstancia tributaria también puede
provocar un tráfico de contrabando en dirección al país de precios más
elevados.
Esa
vocación mercantil, tan característica de algunas ciudades de frontera,
acostumbra a verse acompañada por la presencia de población procedente de otros
lugares de tradición comercial (por ejemplo, chinos, hindúes, árabes, etc.) lo
cual modifica la base demográfica original para ofrecer una gran multietnicidad y, en consecuencia, una multiculturalidad que, no obstante, ya
contaba con una base surgida al mezclar las costumbres de los diferentes lados
de los pasos fronterizos.
También
pueden existir diferencias en cuanto a
la legislación sobre diversas cuestiones polémicas, como por ejemplo
respecto al juego u otras ofertas de carácter lúdico, lo cual ocasiona
repetidos movimientos de personas que buscan esa permisividad, inexistente en
sus lugares de origen.
La
proximidad puede favorecer sinergias simbióticas. Por ejemplo, cuando una de
las ciudades cuenta con mayores capacidades y puede impulsar a las demás. Puede
darse este caso cuando alguna de las
ciudades presenta un desarrollo económico superior al del resto. La
centralidad atractiva que conlleva ese liderazgo suele reflejarse en un
incremento sustancial de precios en el mercado inmobiliario. En estos casos, las
otras ciudades, más baratas, actúan como “dormitorio” de una numerosa población
que atraviesa diariamente las fronteras para trabajar en la ciudad principal.
Esta dinámica, habitual en muchas ciudades entre su centro y su periferia, se complica
al generar flujos de carácter transnacional, más complejos administrativamente.
También
las ciudades fronterizas pueden presentar diferencias
en cuanto a sus trazados urbanos que, más allá de los condicionantes
físicos, pueden ser fruto de culturas diferentes o simplemente de regulaciones
urbanísticas distintas.
Vamos
a aproximarnos a dos casos concretos y muy distintos por su contexto,
geográfico, cultural y socioeconómico. El primero se encuentra en Sudamérica, en
la denominada “Triple Frontera”, que
separa Argentina, Brasil y Paraguay, por medio de dos ríos, el Paraná y el Iguazú, que al encontrarse definen tres sectores ocupados por
sendas ciudades: Puerto Iguazú
(Argentina), Foz do Iguazú (Brasil) y
Ciudad del Este (Paraguay). El
segundo caso está en Europa y es algo más complejo porque la separación no
queda delimitada de una manera tan rotunda como en el anterior. En este trifinio, que en alemán recibe el nombre
de Dreiländereck
(“esquina de los tres países”), se reúnen Francia, Alemania y Suiza en una
conurbación presidida por la ciudad más importante: la suiza Basilea (Bâle en francés y Basel en alemán) que linda sin solución de continuidad con Saint-Louis en Francia o Weil am Rhein en Alemania, entre otras.
La “Triple Frontera”
Sudamericana.
El
río Paraná es uno de los grandes
cauces sudamericanos (su cuenca es la segunda más extensa por detrás de la del
río Amazonas) y en su desembocadura crea uno de los lugares más destacados del
litoral Atlántico: el Río de la Plata.
Uno
de sus afluentes más conocidos es el río Iguazú,
famoso por el espectacular conjunto de
cataratas que separa su curso superior del inferior (y que fueron
seleccionadas como una de las “siete maravillas naturales” del mundo en un
concurso que se celebró en 2011).
Cataratas del Iguazú. La margen derecha de su cauce (en
la izquierda de la imagen) corresponde a Brasil mientras que la izquierda es
argentina.
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El
encuentro de ambos ríos, que ejercen de frontera política durante parte de su
recorrido, origina un trifinio que cuenta
con un nombre propio, la “Triple
Frontera”: al oeste del Paraná
queda Paraguay; al este del Paraná y
norte del Iguazú se encuentra Brasil;
y al sur del Iguazu, Argentina. La reunión
de los dos ríos es muy peculiar porque durante varios kilómetros, el Paraná suele mostrar las aguas de los
dos cauces discurriendo en paralelo sin mezclarse: las del Paraná, que son claras y verdosas, y las procedentes del Iguazú, que son oscuras y rojizas, (y acaban
por teñir a las anteriores).
En ese punto tan singular existen tres
ciudades, cada una perteneciente a uno de los países reunidos en el trifinio: Puerto Iguazú, en Argentina; Foz
do Iguazu, en Brasil; y la conurbación formada por Ciudad del Este y Presidente
Franco, en Paraguay.
Las
investigaciones arqueológicas han descubierto presencia humana en la zona desde
tiempos muy remotos, pero sería el explorador español Alvar Núñez Cabeza de
Vaca el primer europeo en llegar a las cataratas del Iguazú en 1542. No
obstante, el primer asentamiento no llegaría hasta 1881, en el sector brasileño,
promovido por colonos que buscaban la explotación de la yerba mate. En 1889 se
instalaría allí un destacamento militar que tendría como misión el control de
la frontera y la distribución de terrenos entre los colonos. Este primer
asentamiento recibiría el nombre de Colonia
Militar (hasta que en 1910 fue cambiado por el de
"Vila Iguassu"). En
1914, perdería su condición militar, constituyéndose como nuevo municipio. Así
nacería Foz do Iguazu (Boca del Iguazú) que iría prosperando impulsada
por el sector agrícola y particularmente por el turismo potenciado desde que en
1916 se pensara en proteger el maravilloso entorno natural (hecho que se consiguió
en 1939, con la creación del Parque Nacional del Iguazú, en su sector
brasileño), atrayendo a numerosos visitantes.
Foz do Iguazu (Brasil)
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También
en Argentina se pensaría en la protección y se completaría el parque con la
creación del Parque Nacional en el sector argentino en 1934. El poblamiento de
la zona se aceleró con ese hecho ya que Puerto Iguazú, que nació a finales
del siglo XIX como un pequeño poblado, comenzaría a tener cierta presencia a
partir de 1901, cuando se abrió un camino entre el asentamiento y las cataratas
a través de la selva. De hecho, ese año es el considerado como fundacional de
la ciudad. Desde entonces, su nombre fue Puerto
Aguirre, en homenaje a Victoria Aguirre, la benefactora que donó el dinero
necesario para crear esa infraestructura (aunque en 1943 recuperaría su
denominación original). En cualquier caso, la parte argentina es la que menos
peso tiene en el trifinio.
La
situación en Paraguay sería diferente. En 1929 se fundaría la ciudad Presidente
Franco como un puerto junto al rio Paraná
y al rio Monday, con la madera y la
yerba mate como mercancías principales. No obstante, la mayor ciudad de la región,
Ciudad
de Este, fue fundada en 1957 con el nombre original de “Puerto Flor de Lis”, que sería cambiado
por el de “Puerto Presidente Stroessner”
hasta recibir su denominación definitiva en 1989. Ciudad del Este nacería con voluntad de ciudad ordenada, con
especial atención a los criterios de las “ciudades-jardín”, pero las
circunstancias de su evolución económica y demográfica hicieron que la planificación
fuera desbordada por la espontaneidad de un crecimiento impetuoso.
Ciudad del Este (Paraguay)
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En
la actualidad, las tres ciudades son diferentes: Ciudad el Este es la mayor con unos 300.000 habitantes y lidera la región,
ejerciendo de capital del departamento paraguayo de Alto Paraná y siendo la
segunda ciudad de Paraguay, por detrás de la capital Asunción; Foz do Iguazu, pertenece al estado brasileño
de Paraná y alcanza los 250.000 habitantes; finalmente, Puerto Iguazú, que pertenece a la provincia argentina de Misiones y
cuenta con algo más de 80.000 habitantes. La aglomeración urbana internacional
ronda los 650.000 habitantes.
El Puente de la Amistad cruza el rio Paraná para unir Foz
do Iguazu en Brasil (a la derecha de la imagen) con Ciudad del Este en Paraguay (a la izquierda).
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Dos
puentes ejercen de conexiones internacionales: el puente Tancredo Neves sobre el Iguazú,
conectando Puerto Iguazú con Foz do Iguazu, y el puente de la Amistad, sobre el Paraná, uniendo Foz do Iguazu con Ciudad del
Este. Y dos aeropuertos, también internacionales, (en Brasil y Argentina),
que focalizan los viajes exteriores, porque el gran elemento atractor de la
zona es el turismo vinculado a las Cataratas del Iguazú (y a la selva protegida
por el Parque Nacional que lleva el nombre del río). No obstante, la
construcción, entre 1975 y 1982, de la Represa Hidroeléctrica de Itaipú, en el
rio Paraná, por parte de los
gobiernos paraguayo y brasileño (calificada como la “mayor productora de
energía del planeta”) influiría en la economía de la zona, que también mantiene
entre sus motores económicos la producción agropecuaria. Es particularmente
reseñable la circunstancia de Ciudad del
Este que, más allá de participar en los sectores económicos anteriores, destaca,
sobre todo, por el turismo comercial (especialmente para la población
brasileña), el sector que sustenta fundamentalmente su prosperidad.
Precisamente esta circunstancia ha llevado a la multietnicidad de sus
habitantes, con una importante presencia de población china, árabe, hindú,
coreana, etc. Así pues, turismo,
comercio y la producción de energía eléctrica definen la economía de la “Triple
Frontera”, aunque su incidencia sea distinta para cada una de las ciudades
que la componen.
Una “ciudad” en tres países
europeos (Basilea y sus vecinos).
El
río Rin (Rhein) es una frontera inmemorial y como tal ha sido escenario de
grandes conflictos. Formó parte del limes
que separaba el Imperio Romano de las tierras de los bárbaros del norte y desde
entonces ha sido una complicada charnela entre los ámbitos francés y germano.
De hecho, en la actualidad una buena parte del recorrido fluvial sigue
delimitando los estados de Alemania, Suiza y Francia.
El
tramo denominado Alto Rin (Hochrhein) discurre
de este a oeste cumpliendo el papel de frontera entre Suiza y Alemania. Este
tramo concluye al llegar a Basilea, donde el rio realiza un giro radical en
dirección norte, iniciando un recorrido bautizado como Rin Superior (Oberrhein), siendo en este caso la
delimitación entre Francia (en su margen izquierda, con la histórica región de
Alsacia) y Alemania (en la ribera derecha, con la Selva Negra en el estado de
Baden-Wurtemberg), hasta llegar a la altura de Karlsruhe. El pivote del giro es Basilea, un punto singular donde se produce un trifinio al reunir a los tres países.
El
entorno de Basilea estuvo habitado con carácter permanente desde el siglo VI a.C.
En ese punto, a orillas del Rin, se
asentaron varios pueblos celtas que mantuvieron el dominio sobre la zona hasta
la llegada de los romanos, quienes en el año 44 a.C. fundaron Augusta
Raurica, como puesto fronterizo, a unos diez kilómetros al este de la
actual Basilea. Hoy Augusta Raurica es
un sitio arqueológico, pero en su
época de esplendor (entre el siglo I y III) fue un próspero centro de comercio
que se estima que llegó a alcanzar los 20.000 habitantes. Augusta Raurica se convertiría incluso en sede episcopal (un
documento del año 346 se refiere a la presencia de un obispo en la ciudad). Las
excavaciones han sacado a la luz edificaciones notables, como un anfiteatro, el
foro principal y varios secundarios, o diversos templos, baños, así como un
teatro, el mayor al norte de los Alpes. Pero los problemas en la frontera del
Imperio, recurrentes desde el año 300, llevaron al declive de la población y aunque
los romanos buscaron mantener esa estratégica posición levantando un fuerte
militar (Castrum Rauracense) junto al
Rin, la fortificación no resistiría el empuje de las tribus germánicas que
comenzarían a invadir el Imperio.
Augusta Raurica: recreación de la antigua ciudad romana
y Teatro existente en el sitio arqueológico.
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La
decadencia romana impulsó a los pueblos germánicos a cruzar el limes hacia finales del siglo V, y los
francos en particular lograrían instaurar, con el tiempo, un reino que iría
ampliándose con la dinastía merovingia pero que alcanzaría su plenitud con la
carolingia a partir del siglo VIII, llegando a dominar la mayor parte de
Europa. Pero el colapso del Imperio Carolingio, que a partir del año 843 fue segregado,
y la consolidación del feudalismo convertiría el antiguo territorio imperial en
un conjunto de minúsculos estados independientes, sobre todo en la región
oriental. Dos de esos territorios se constituyeron en el entorno del Rin y de
la actual Basilea: el Ducado de Alamania,
constituido en el año 915, aunque a partir de 1079 sería conocido como Ducado
de Suabia, y el Ducado de Borgoña.
Durante la Edad Media, Basilea pugnaría por su autonomía
frente a los grandes ducados contiguos como Suabia o Borgoña.
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Basilea
había nacido cerca de Augusta Raurica,
en el recodo que realiza el Rin, teniendo noticias de ese asentamiento desde
mediados del siglo IV. Pronto adquiriría cierta notoriedad, al acoger al
obispado que se trasladó desde Augusta
Raurica a Basilea por disponer de mejores condiciones para su protección en
esa época tan turbulenta. La categoría adquirida por Basilea como ciudad episcopal permitió consolidarla como cabeza de
un pequeño territorio autónomo que, desde el año 999, sería gobernado por los
príncipes-obispos dentro del Sacro Imperio Romano Germánico.
Basilea
aumentaría su protagonismo en la región a partir de 1225, fecha de construcción
del puente que uniría las dos orillas
del Rin y que sería el acto más transcendental para la evolución de la ciudad.
El puente (que fue de madera hasta su sustitución por el actual Mittlere Rheinbrücke, construido en
piedra entre 1903 y 1906) tuvo una gran relevancia por ser el primero que hubo
de carácter permanente sobre el Rin, siendo, además, durante mucho tiempo, el
único existente entre el Lago Constanza y el mar del Norte. Al ser el único
punto en el que se podía atravesar el Rin con mercancías sin necesidad de hacer
trasbordos entre sistemas de transporte, supuso un extraordinario impulso para
el desarrollo económico de la ciudad. En consecuencia, Basilea reforzaría en
1230 las primeras y modestas murallas que había levantado hacia el año 1080
(son las conocidas por la historia como “interiores”).
El
ducado de Suabia se desintegraría en 1268 en varios territorios, vinculados
sobre todo a las cuatro dinastías que dominarían el sur del ámbito germánico (los
Habsburgo, los Wittelsbach, los Baden y los Wurtemberg). Uno de los ellos sería
el Margraviato de Baden que, aunque tenía entidad desde 1112 dentro del ducado,
tras la disolución de este aumentaría su rango dentro del Sacro Imperio Romano-Germánico.
Otro sería Alsacia, dominada entonces por los Habsburgo. La próspera Basilea
pugnaría por mantener su autonomía y su territorio dentro de la compleja red
política que caracterizaba a esa región del Rin en aquella época e iría
construyendo alguno de sus edificios más representativos, como la Catedral (Münster).
Plano indicando la posición de las murallas históricas
de Basilea. En la margen derecha del río Rin (norte) la Pequeña Basilea y en la
margen izquierda (sur) el núcleo original (Gran Basilea)
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La
segunda mitad del siglo XIV sería muy
agitada para Basilea. La peste de 1348 y el terremoto de 1356 dejarían a la
ciudad arruinada, aunque lograría reponerse. No obstante, el principado
episcopal quedaría muy tocado y vería cómo parte de su territorio pasaba a ser
dominado por los Habsburgo, mientras que la ciudad comenzaría a ser gobernada,
desde 1392, por la burguesía, una clase social que se había consolidado gracias
al floreciente comercio (el obispado y su diócesis se mantendría, aunque
centrados en los asuntos religiosos). Entre 1362 y 1398 se construiría una segunda muralla con el objetivo de
absorber el crecimiento meridional de la ciudad. Este nuevo recinto (identificado
históricamente como “murallas exteriores”) acabaría incorporando a la “Pequeña
Basilea” (Kleinbasel), en la orilla
derecha del Rin, que fue comprada por el municipio en 1392 al obispado.
Entonces la Basilea original, la situada en la orilla izquierda del rio,
comenzaría a ser conocida como “Gran Basilea” (Grossbasel) y, aunque serían unificadas administrativamente,
mantendrían cierta rivalidad (que se manifiesta expresivamente durante los
Carnavales de la ciudad).
Otro
hecho importante para la ciudad fue la
creación, en 1460, de su Universidad. La institución ganaría mucho
prestigio, acogiendo a ilustres pensadores y la ciudad se convertiría en un
centro del Humanismo renacentista, en el que la imprenta tendría uno de los
lugares de mayor productividad.
El
siglo XVI comenzaría con la adhesión de
Basilea a la Antigua Confederación Suiza. Esta federación había nacido en
1291 y las incorporaciones que iba aceptando generaron malestar dentro de la
Casa de Habsburgo, que había dominado esas tierras. La tensión entre ambos
aumentaría considerablemente cuando los Habsburgo comenzaron, en 1438, a dirigir
el Sacro Imperio Romano Germánico. Las hostilidades se rompieron finalmente en
1499 con el estallido de la Guerra de Suabia, que tendría como resultado la victoria
suiza y el reconocimiento para la federación de una independencia dentro del
Imperio, que si bien no era oficial sí resultó efectiva. Basilea fue el lugar
escogido para firmar la paz y la ciudad acabaría, dos años después, en 1501,
ingresando en la Confederación Helvética como un cantón urbano independiente.
La
reforma protestante iniciada en 1517, a la que Basilea se adscribiría, también tendría
repercusiones ya que el episcopado católico cambiaría su sede (hoy se encuentra
en Soleura/Solothurn, aunque que
conserva el nombre de Diócesis de Basilea por motivos históricos).
Basilea en 1642 según el grabado de Matthäus Merian.
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Basilea
se mantendría encerrada dentro de sus murallas hasta el año 1859, lo cual le permitiría
conservar el espíritu medieval que todavía mantiene en su centro histórico. El
derribo de los muros y la llegada de la industrialización en la región hacia
1880, cambiarían drásticamente las condiciones del entorno: la población de Basilea
pasaría de los 28.000 habitantes de 1850 a los 110.000 de 1900, y comenzarían a
surgir nuevos núcleos en la parte francesa y alemana impulsados por el
desarrollo de la región. Por ejemplo, la pequeña aldea alsaciana de Huningue,
una posesión de los Habsburgo que pasó a dominio francés tras el Tratado de Westfalia
de 1648 y que había sido fortificada por el rey Luis XIV para defender la
frontera con suizos y alemanes (con una fortaleza diseñada por Vauban y hoy
desaparecida), comenzó a expandirse hasta reunirse con Basilea. Algo parecido
ocurrió con Saint-Louis, una ciudad
surgida en 1684 como consecuencia de la mencionada fortificación y que tuvo un crecimiento
acelerado con la industrialización. En la otra orilla del Rin sucedería algo
similar. Pequeñas aldeas como Weil am Rhein o Lörrach, que fueron
agrícolas hasta el siglo XIX, se verían favorecidas por el potencial de Basilea
convirtiéndose en lugares claves para el transporte (estación de mercancías y
puerto) y la localización industrial, creciendo considerablemente.
Hoy
Basilea es un centro cultural, comercial y financiero que se extiende en
continuidad con las poblaciones vecinas de Francia y Alemania, convirtiéndose
en el polo económico de la región. Las
localidades vecinas, tanto francesas como alemanas, ejercen un papel
subsidiario, muchas veces de ciudad-dormitorio
respecto al núcleo principal. Así las migraciones pendulares transfronterizas,
que fluyen entre las diversas ciudades, son muy importantes (se calcula que
30.000 franceses y 15.000 alemanes se trasladan a trabajar diariamente a
Basilea). Este hecho se vio muy favorecido desde que Suiza se integró en 2004
en el Espacio Schengen (que promueve
la libre circulación de personas entre los países europeos). Otro de los flujos
notables está provocado por cuestiones comerciales, ya que la diferencia de
precio en muchos productos anima a desplazamientos puntuales para efectuar
compras (principalmente de Suiza hacia Alemania).
Basilea
(en el sentido territorial amplio que proporciona el trifinio) está haciendo una apuesta muy importante por la nueva
arquitectura ya que en los últimos años se han construido obras muy reseñables promovidas
principalmente por algunas de las empresas punteras de la ciudad como Vitra,
Roche o Novartis, con obras de Gehry, Hadid, Moneo, Ando, Siza, Herzog & De
Meuron, etc. Además, se está produciendo una importante reflexión urbana que transformará
la ciudad, con barrios industriales renovados o con el proyecto de varias
torres que pautarán el skyline de la
ciudad (que reseñaremos en un artículo próximo).
Actualmente,
el municipio (estricto) de Basilea cuenta con una población de unos 175.000
habitantes (2016) pero la aglomeración urbana surgida a partir del trifinio, suma no solo las referidas Saint-Louis y Huningue en Alsacia (Francia), o Weil am Rhein y Lörrach en
Baden-Wurtemberg (Alemania) sino otros pequeños municipios que han quedado
integrados en la conurbación, elevando la población hasta 830.000 personas. La
intensidad de las relaciones entre las tres jurisdicciones ha llevado a crear
el denominado Eurodistrict trinational de
Bâle (ETB) o Trinationaler
Eurodistrict Basel (TEB) en alemán, para facilitarlas.
Eurodistrict trinational de Bâle (ETB) o Trinationaler
Eurodistrict Basel (TEB) indicado por las tramas rosas.
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