Superposición del trazado inicial de Heian-kyo (Kyoto)
sobre la recreación por satélite de su extensión actual.
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Japón es el Extremo Oriente, un espacio geográfico singular.
Su peculiar territorio fue el soporte sobre el que se forjó una cultura de gran
originalidad que se manifiesta en múltiples expresiones. Filosofía y religión,
arte y jardinería, ceremonia y gastronomía, laboriosidad y tecnología son
algunos de los peculiares ingredientes de una civilización sorprendente y
admirable.
La vinculación de Japón con China fue intensa en épocas
antiguas, pero en un momento dado (fijado en torno al año 522) las islas
emprendieron su vuelo independiente. Poco a poco, fue fraguando la cultura
japonesa, cuya idiosincrasia, refinamiento y sofisticación se fue destilando en
las ciudades que habían ido fundándose desde entonces.
Aquellas ciudades iniciales estaban muy influidas por la
impronta china pero fueron evolucionando con marcados matices propios. Hoy, una
ciudad como Tokio nos asombra al
encabezar el ranking de ciudades más pobladas del mundo (su área metropolitana alberga
33,8 millones de personas). Pero si
queremos profundizar en los rasgos de las ciudades niponas debemos fijarnos en
su antigua capital, Kyoto, un lugar
que representa la quintaesencia de lo
japonés.
Aproximación
al espacio geográfico japonés
La visión “oficial”
del mundo, la que despliega la superficie terrestre en mapas que centran el
océano Atlántico y dividen el océano Pacífico en dos, sitúa a Japón, en el
límite Este, como uno de los lugares que primero ve amanecer. El país del “sol
naciente” o “extremo oriente” son denominaciones derivadas de esa imagen del
mundo que convierte a Japón en el paradigma de lo oriental.
Japón
es un archipiélago formado por más de mil islas, pero con cuatro principales
que reúnen el 97% de la superficie total del país. El 3%
restante se encuentra repartido en islas de escasa entidad.
Las cuatro islas mayores, Hokkaido, Honsu, Shikoku y Kyushu forman el Japón más representativo,
aunque cuentan con un diferente peso específico en la formación de la esencia
cultural de esas tierras.
Japón con sus cuatro islas principales. Debajo la
analogía visual con la banana que pintó Andy Warhol para el disco de The Velvet
Underground & Nico.
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Podemos hacer una analogía visual: Las cuatro islas
principales de Japón se agrupan
recordando la forma de una “banana”. Siguiendo con esta
analogía, podríamos imaginar que Hokkaido
es el pedúnculo que uniría la banana al árbol, Honsu el grueso de la fruta, y las más pequeñas Shikoku y Kyushu aparecerían como “mordiscos” desprendidos de la punta del
cuerpo central. Con esta imagen puede explicarse al papel que cada isla tuvo en
la conformación del espíritu japonés.
Hokkaido, el tallo, nunca ha tenido un rol
significativo. De hecho, durante mucho tiempo estuvo habitada por una raza (los
ainu) distinta de la japonesa. Su
latitud la convierte en una zona “siberiana”, alejada del clima templado de las
otras islas. Esta marginación se aprecia igualmente en el devenir histórico del
país, ya que Hokkaido ha estado fuera
de las grandes cuestiones que han marcado el destino de Japón. Solamente en los
últimos tiempos comienza a integrarse con el resto.
De la misma forma, ni Shikoku, que es casi una isla salvaje,
ni Kyushu han
resultado vitales en la historia del país. Aunque en la actualidad, Kyushu, tradicionalmente alejada de
los acontecimientos principales, comienza a tomar parte activa en el desarrollo
de Japón.
Japón político con sus regiones y ciudades
principales.
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Honsu representa la verdadera esencia japonesa. Es el
“cuerpo central” de la analogía frutal. Es la isla japonesa por excelencia, el
territorio donde fue fraguando su original cultura. No obstante, en la
geografía particular de Honsu, una
isla marcadamente longitudinal, aparecen
varios territorios bien diferenciados y de distinta consideración histórica.
El centro de la isla se
encuentra ocupado por una importante cadena montañosa transversal que discurre
de mar a mar, dividiendo la isla en dos partes. Entre estas
cordilleras (Alpes japoneses) destaca un punto, el monte Fuji (Fujiyama) la cota más alta de las islas.
Esta región, denominada Chubu, forma
un territorio homogéneo (aludido en ocasiones como la “Suiza japonesa”) que
supuso una frontera natural condicionante de la evolución de las dos mitades
insulares.
Al noreste de esta región aparece
una de las pocas extensiones relativamente llanas de Japón y que envuelve una bahía natural, en la que se
ubica la ciudad de Tokio. Es la
región de Kanto
Al norte de ambas se
encuentra la región de Tohoku, y de
la misma forma que le sucedió a la isla contigua de Hokkaido, quedó bastante al margen del desarrollo de los
acontecimientos históricos.
Al sur de la región montañosa de Chubu se encuentra el auténtico corazón del Japón histórico, la
región de Kinki. Es el otro territorio que presenta ciertas planicies. Aquí se
comenzará a forjar el espíritu japonés, especialmente en la península de Kansai, donde Kyoto surgirá como la gran ciudad-capital representativa de la
cultura japonesa.
Por último, en el suroeste se
encuentra la región de Chugoku,
vertebrada por una cordillera central que la divide longitudinalmente en dos
zonas (una norte y otra sur). Chugoku
fue la puerta de entrada de las influencias chinas en Japón.
Aproximación
sinóptica
a la historia de Japón
Hace varios miles de años las
islas japonesas formaron una unidad con el continente enlazándose con él por
sus extremos. Entonces, el mar de Japón era un lago interior. La evolución de
las placas terrestres fue separando el conjunto japonés de la “tierra madre”
china y la gran actividad volcánica de la zona acabó de configurar el rosario
de islas que integran el país actual. Esta evolución geológica ofrece un
paralelismo con la realidad histórica ya que Japón surgirá como entidad
cultural a partir de la base que le proporcionará China.
Los historiadores sitúan la
frontera temporal entre los periodos prehistóricos y la época histórica en el
momento en el que aparecen documentos escritos sobre la cultura analizada. Esto
sucederá en Japón con la primera gran oleada de influencia china, que llevó a
las islas el budismo y la escritura. Los expertos sitúan esta fecha entre los
años 538 y 552 de nuestra era. A partir de entonces nace una cultura que
interpretó el carácter chino a través de la óptica personalísima de las islas. La historia de Japón suele dividirse en diferentes eras que no coinciden
con los períodos que estructuran nuestra historia occidental.
El primer periodo
(552-1185)
El primer periodo arranca en el año 552, el año de la introducción
de la cultura china en Japón. Con esta influencia llegó el budismo, la
escritura y el arte.
La primera gran oleada de influencia china dio final a la
época de los túmulos, una especie de “prehistoria” japonesa. El primer periodo incluye las épocas ASUKA (552-710), NARA
(710-794) y HEIAN (794-1185). Durante estos siglos se fueron conformando las instituciones políticas y sociales de Japón,
particularmente la figura imperial.
La última era, la HEIAN comenzó cuando el emperador Kammu
decidió trasladar la capital a Heian-kyo (la actual Kioto) en 794. Esta
larga época tendrá un punto de inflexión en el año 894 cuando, poco antes de la
caída de la dinastía Tang en China, Japón
rompe sus relaciones con este país iniciando un desarrollo autónomo de la
cultura nipona.
A finales del siglo XII, las luchas internas
en la corte, consolidaron al clan emergente de los Minamoto sobre el de los
Taira, que había dominado la corte imperial hasta entonces. Este cambio fue muy
significativo ya que Yoritomo Minamoto impuso un gobierno militar independiente
del emperador y fundó en 1185 su nueva ciudad fuerte, Kamakura. Aunque Kyoto
continuó siendo la capital oficial, este título e incluso el papel del
emperador, pasaron a ser más ceremoniales que efectivos.
El segundo periodo
(1185-1573)
En 1185 se inicia el segundo periodo caracterizado por el poder de
los soghunes frente al emperador, que
queda relegado a un papel meramente institucional. En este periodo se desarrolla
básicamente un sistema feudal, con muchas similitudes a la Edad Media
occidental. Se divide en dos épocas: KAMAKURA (1185-1336)
y MUROMACHI (1336-1573).
La época KAMAKURA se extenderá hasta 1333,
año en el que el emperador Godaigo consigue derrocar a los shogunes y restaura el poder imperial. Pero solamente tres años
después, en 1336, el shogun Ashikaga
Takauji instauró un nuevo gobierno militar fijando su cuartel general en el barrio
Muromachi, al noroeste de Kyoto, iniciando la época conocida como MUROMACHI.
En la primera mitad del siglo XVI fue
debilitándose el poder de los soghunes Ashikaga
y en general el de la corte imperial. Esta situación condujo a la paulatina
desintegración del país en innumerables pequeños territorios gobernados por los
daimio (príncipes). El punto
culminante de la disgregación se dio en 1573, cuando fue expulsado Ashikaga
Yoshiaki, el último shogun Ashikaga
dando fin a esta época.
Kyoto en 1696
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El tercer periodo
(1573-1867)
Con el fin de los Ashikaga se logró reinstaurar un Japón unido ya
que tres de los daimio sometieron a
los restantes. Esta breve época es conocida como MOMOYAMA (1573-1603).
El proceso de unificación culminó verdaderamente
con el nombramiento de uno de esos daimio,
Tokugawa Ieyasu, como nuevo shogun. Éste
fijó su cuartel general en Edo, la
actual Tokio, dando comienzo a la
larga época EDO (1603-1867). (Kyoto continuaría siendo la capital
oficial y residencia del emperador). El sistema político de los shogunes Tokugawa se caracterizó por el aislamiento del exterior.
La política de aislamiento japonesa terminó
en 1854 con la firma del pacto de amistad entre Japón y Estados Unidos (que
obligó a los japoneses a asumirlo). Este pacto provocó una revolución, iniciada
por los jóvenes tradicionalistas samurai
que veían en él una cesión ante los extranjeros. Las revueltas desembocaron finalmente
en un golpe de estado que derrocó el régimen del shogunato traspasando el poder al emperador. El nuevo emperador
Meiji Tenno, en 1867, dio comienzo a la época MEIJI.
El cuarto periodo (1867-presente)
El último periodo se caracteriza por la apertura a las influencias occidentales y
por el esfuerzo de conjugar los procesos de modernización con la salvaguarda de
las tradiciones.
Un nuevo Japón emergió en la época MEIJI. Se abolió el sistema de
clases (desapareció el feudalismo y con él, samurais,
daimios y shogunes) y el nuevo estado se fundamentó en el principio jurídico
de la igualdad entre ciudadanos. Se trasladó la capital y la residencia del
emperador a Tokio. La época MEIJI duró hasta 1912. Entre este año y 1926 la era
TAISHO significó un acercamiento a la democracia, pero fue abortado con el
advenimiento de la era SHOWA que se extendería hasta 1989. Esta era fue una
época de fuerte base nacionalista y llena de claroscuros. Japón inició una
política expansionista que terminó con la Segunda Guerra Mundial (sufriendo las
dramáticas consecuencias de la derrota) pero también abordó la reforma política
con la Constitución que entró en vigor en 1947 (que relegaba al emperador a un
papel institucional) y logró el “milagro” económico de las décadas de 1960 y
70, que situaría a Japón como segunda potencia mundial.
En 1989, con el actual emperador Akihito, se
inauguró la época presente, la HEISEI.
Hacia
la definición de un espacio urbano propio
Con la
época histórica se inició la fundación de ciudades que, frente a las aldeas
rurales preexistentes, se convirtieron en el motor de la nueva civilización.
Durante el primer periodo se fundarán y abandonarán diversas capitales
hasta consolidarse Kyoto. Estas
ciudades se encontraban situadas a poca distancia unas de otras, dentro de la
planicie central de Kansai y tendrían
en común la influencia de la planificación urbana china, civilización mucho más
avanzada en esa época. Esto se refleja en el seguimiento riguroso de su modelo reticular
y de todas sus claves geománticas. No obstante, la “copia” evolucionará hacia
una sofisticación no alcanzada por las ciudades chinas.
El modelo urbano chino
Las primeras ciudades japonesas responden con
bastante fidelidad al modelo proporcionado por la gran capital china de la
época, Chang’an, que ya fue analizada
en este blog (Chang’an, el modelo de planificación delas antiguas ciudades chinas).
La primera civilización china se asentó en las
llanuras fluviales del río Amarillo. En ese territorio comenzó hacia el 2.500 a.C.
a tomar forma la cultura oriental por excelencia. No se tienen muchas
referencias de los centros urbanos de las dinastías antiguas (Shang, 1776-1122 a C.; Chou, 1122-255 a.C. y tras las
revoluciones e incursiones bárbaras de mediados del siglo III a.C., las
dinastías Ch’in, 221-206 a.C. y Han, 206 a.C.-220 d.C.). La fundación de
Chang’an en los primeros años de la
dinastía Han marca un hito en el
desarrollo urbano chino.
La caída de la dinastía Han fue seguida por casi cinco siglos de inestabilidad que
terminaron con la reunificación del país bajo la nueva dinastía Sui (581-618 d.C.). En este tiempo se creó, cerca de la Chang’an
de los Han, una nueva ciudad con el
mismo nombre (aunque inicialmente se la denominó Tahsing) que se convertiría en la referencia de planificación
urbana para el resto de Oriente. Chang’an
llegó, con la siguiente dinastía (T’ang,
618-907), a convertirse en la mayor ciudad de la época. La decadencia de Chang’an llegó con el florecimiento de
Pekín (Beijin) a donde se trasladó la
capital de china (dinastías Yuan,
1279-1368; Ming, 1368-1644, Ch’ing, 1644-1911 y por último la
república hasta el presente)
En la trama de la ciudad, el palacio se
ubica siempre al norte de la ciudad, equidistante entre el este y el oeste,
mirando al mediodía. De él parte la gran avenida (rigurosamente
norte-sur) que divide la ciudad en dos, una avenida procesional, que conecta el
acceso a la ciudad y la atraviesa espectacularmente con la perspectiva final
del palacio. El punto focal y el eje dan la base estructural al resto de
la trama que será una retícula ortogonal con unas reglas muy precisas.
Las primeras capitales japonesas
Desde la fundación de la primera capital hasta
la consolidación de Kyoto como ciudad
principal, hubo una sucesión de ciudades que fueron fundadas con este objeto:
Naniwa-kyō (Osaka),
capital durante el siglo IV, entre
645-655 y 744; Asuka-kyō (Asuka), entre 592-645, 655-667 y 672-694;
Ōmi-kyō (Ōtsu), entre 667-672; Fujiwara-kyō
(Kashihara), entre 694-710; Heijō-kyō (Nara), entre 710-740 y 745-784; Kuni-kyō
(Kamo), entre 740–745; Shigaraki no miya (Kōka) en 745; Nagaoka-kyō
(Nagaokakyō) entre 784-794, y
finalmente Heian-kyō (Kyoto) entre 794-1868. En esa fecha la
capital se trasladó a Tokio.
Capitales históricas de Japón en la región de Kansai.
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Analizando la ordenación de estas primeras
capitales japonesas es indudable la
influencia directa del plano de Chang’an.
No obstante, pueden, también, constatarse matices diferenciales derivados de la
interpretación japonesa. Por ejemplo, las manzanas chinas eran rectangulares,
con sus lados mayores orientados en dirección este-oeste mientras que en Japón
serán habitualmente cuadradas. Esta adaptación se deriva del sistema de
división territorial existente en Japón que estaba basado en la parcelación que
se efectuaba para el cultivo del arroz: el sistema jori. Así el modelo de
manzana china (bo), será transformado en el sistema jo-bo
japonés.
Este planteamiento se aprecia en las primeras
ciudades-capitales y concretamente en Heijo-kyo
(Nara) que consistía en una retícula ortogonal cuyas dimensiones eran 8
manzanas de anchura (este-oeste) y 9 de longitud (norte-sur). Cada manzana bo tenía unas dimensiones según el
sistema de medida japonés, el shaku
(de longitud similar al pie). Cada una de estas bo eran divididas en 16 cho
iguales. Y estas eran repartidas para suelo residencial conforme a un criterio
muy clasista, donde los nobles recibían un cho
con derecho a calle, mientras que los solares de los plebeyos podían llegar a
ser incluso de 1/32 por cabeza.
El plano de Heian-kyo (Kyoto)
El emperador Kammu decidió
en 794 fundar una nueva capital. El
solar escogido para Kyoto reúne unas características geográficas excepcionales.
Situado en el extremo septentrional de la llanura de Yamato, queda rodeado de montañas por tres de sus lados (norte,
este y oeste) y se abre hacia el sur. Se encuentra en las proximidades del lago
Biwa y es atravesado por el río Kamo por el este y el Katsura por el oeste. La presencia de bosques
y agua, así como la protección natural y las buenas comunicaciones, hacían del
solar el sitio adecuado para la fundación de la nueva capital del imperio.
Plano inicial de Heian-kyo (Kyoto) con su entorno
próximo.
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Trazado original de Heian-kyo (Kyoto)
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Nuevamente fue el plano de Chang’an el que inspiró el planteamiento inicial de Kyoto, pero adaptado a través de las
experiencias anteriores en suelo japonés y especialmente de Heijo-kyo (Nara).
El esquema básico sitúa el Palacio
Imperial al norte, desde donde partía la gran avenida central que lo conectaba con
la puerta principal de la ciudad ubicada en el sur y dividía la ciudad en dos
mitades. El recinto tenía unas dimensiones de 5,2 kilómetros de largo
(norte-sur) y 4,5 kilómetros de ancho.
En
el interior se desarrollaba la cuadrícula, siguiendo el criterio jo-bo propio de la planificación
japonesa. Las
manzanas (bo) eran cuadradas y se
separaban por las vías principales. Como se ha comentado anteriormente, las bo se dividían a su vez en 16 cuadrados
menores (denominados cho, cuatro por cada
lado). Estos cho estaban separados
por calles interiores, aunque tenían continuidad a lo largo de toda la ciudad.
Por otra parte, cada cho podía
subdividirse hasta en 32 ko, que era
la unidad mínima para construir una casa.
Las viviendas eran de madera, de una o
dos plantas. Las calles eran una prolongación de los interiores y la actividad
comercial se desarrollaba en ellas, particularmente en las zonas donde se
construyeron las kyo-machiya, que
eran viviendas-locales comerciales que generaban largos malls.
Maqueta del Kyoto de la época Muromachi, donde se aprecia la edificación residencial característica |
Pero la realidad hizo que el plano se desarrollará de forma muy
diferente en sus dos mitades. La mitad occidental, Ukyo, se encontraba sobre terrenos bajos y húmedos. En cambio, en la
mitad oriental, Sakyo, los terrenos eran
más altos y secos. Por esto, mientras Sakyo
se iba poblando densamente y presentaba la ocupación de casi todas sus parcelas
(salvo las del sur), Ukyo se
encontraba prácticamente deshabitada. Esta predilección por la zona oriental facilitó
el salto sobre el río Kamo y la
urbanización de su margen izquierda, que quedaba fuera del trazado inicial
(teniendo en cuenta que, además, se podían eludir las rígidas normas de la
ciudad planificada).
Trazado inicial de Kyoto con el área ocupada por la
ciudad en 1920 que salta al este del rio Kamo.
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Kyoto en 1914
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En el siglo XII, Heian-kyo (Kyoto) tenía
una población de cien mil habitantes, tamaño que la convertía en una de las
grandes ciudades del mundo. La actual Kyoto es una ciudad que se aproxima al
millón y medio de habitantes ocupando la totalidad del valle y que forma parte
de una extensa área metropolitana junto a Kobe
y Osaka (poblada por casi veinte
millones de personas).
Área Metropolitana de Kobe-Osaka-Kyoto.
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Preservada de los bombardeos de la
Segunda Guerra Mundial, Kyoto alberga
un patrimonio histórico-artístico espectacular, destacando el número y
singularidad de palacios y jardines. De hecho, la ciudad cuenta con diecisiete monumentos históricos declarados
Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Calle de Kyoto con el Templo del Oeste (Tō-ji ó
Kyō-ō-gokoku-ji) como fondo de perspectiva.
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Muchas gracias por este excelente post.
ResponderEliminarLa verdad es que he estado leyendo mucho sobre la Cultura Japonesa y es algo que me ha llevado a adentrarne y tener unas ganas impresionantes de visitar esa region.
ojala algun dia...