Rossi, Venturi y Archigram protagonizarían la segunda oleada
revolucionaria (imágenes de viviendas en Berlín, Vanna Venturi House, y Plug-in-City, respectivamente)
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Durante la década de 1960, el
urbanismo asistió a una revisión en profundidad. En un primer artículo, profundizamos
en las primeras revoluciones urbanas que tuvieron al humanismo como eje vertebrador, y en el tercero,
lo haremos nos acercaremos a la nueva visión
científica que apostó por un planteamiento multidisciplinar de fuerte
impronta metodológica (con contribuciones como la Ekística de Doxiadis o el enfoque sistémico de George Chadwick).
En este segundo artículo nos aproximamos a la
revolución arquitectónica, que revisaría sus bases disciplinares y su relación
con la ciudad, manifestándose en tres direcciones con referencias temporales
(mirando hacia el pasado, hacia el presente o hacia el futuro). La arquitectura,
sería planteada desde una óptica
morfológica y, aunque se proclamaba su autonomía, se consideraba a la
ciudad como una guía, un contexto para su desarrollo. Destacarían las
aportaciones de Aldo Rossi, quien
miró al pasado para profundizar en la memoria urbana generando la noción de
Ciudad Análoga, o las de Robert Venturi,
centradas en un presente donde primaba la comunicación, aunque jugaba
irónicamente con los simbolismos del pasado. También serían remarcables las
utopías futuristas y tecnológicas del grupo británico Archigram.
Su influencia
fue muy importante. Durante las siguientes décadas convivirían un neorracionalismo clasicista, con el más ecléctico
y desinhibido postmodernismo y la
irrupción del high-tech.
Rossi, Venturi y
Archigram, tres miradas complementarias para una sola Arquitectura.
“¡Ya están aquí! ¡El Gran Circo de la Cultura de la
Arquitectura! Con artistas de todo el mundo: los temerarios Archigrams, los
Tendenza, bravísimos domadores de leones, los Radicales, famosos
contorsionistas, los Five Architects, reencarnación auténtica de los clowns de
los años treinta… y muchas cosas más.
La feliz banda ambulante da vueltas al mundo incansablemente.
Pone su carga en cualquier Congreso o Universidad y desarrolla su espectáculo
siempre viejo y siempre nuevo: Ciudades ideales, panaceas universales, consejos
paternalistas,… sin ninguna relación con lo que realmente se construye, pero el
Circo es como es: una saludable evasión”.
(Óscar Tusquets.
Manifiesto. 1977)
El próximo
año 2016 se cumplirá el cincuenta aniversario de dos textos trascendentales en
la historia arquitectónica y urbana de las últimas décadas. El primero, “L'architettura della città” (La Arquitectura de la Ciudad), fue
escrito por Aldo Rossi y, el segundo, "Complexity
and Contradiction in Architecture" (Complejidad y contradicción en Arquitectura), por Robert Venturi.
Los dos arquitectos contribuyeron a socavar definitivamente los cimientos de la
ortodoxia del Movimiento Moderno y, curiosamente, recibieron el premio Pritzker sucesivamente: Rossi en 1990 y
Venturi en 1991.
Rossi y Venturi, junto con el
colectivo Archigram, representaron las
puntas de lanza de una segunda oleada “revolucionaria” que tendría a la
arquitectura como protagonista. Todos coincidieron en su oposición al Estilo Internacional, rechazándolo
y buscando refundar la arquitectura a partir de la crítica realizada. No
obstante cada uno tendría una impronta
particular, que se manifestaría, principalmente, en sus distintas bases
temporales y en su diferente consideración sobre la disciplina; también en el
carácter de su obra o en su relación con la arquitectura y la ciudad y, quizá,
todo ello fuera una consecuencia del entorno histórico y cultural en el que se
desenvolvieron.
El Teatro del Mundo, la construcción flotante que creó
Rossi para la Bienal de Venecia de 1980.
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En su
trabajo, los arquitectos y urbanistas piensan en el futuro. La cuestión es
dónde encuentran las bases temporales
para asentar sus propuestas. En ciertos casos se indaga en el pasado, en
otros se requiere al presente, y algunos imaginan futuros posibles e intentan
anticiparlos. La revisión que sufrió la Arquitectura en la década de 1960 tuvo,
precisamente, esas tres direcciones
temporales abiertas para intentar descubrir unos fundamentos sobre los que
construir la nueva Arquitectura. Aldo
Rossi puso su centro de mira en el pasado, pero no en cualquier tiempo
anterior. Solamente le interesaba la historia que mostraba racionalidad, rigor
y método. Sobre esa tradición ilustrada, pura y esencialista, donde reinaba el
orden y la geometría, quiso Rossi refundar la Arquitectura. Por su parte,
Robert Venturi también miró inicialmente hacia atrás, pero para observar los
ejemplos más “impuros”, los que se dejaban contaminar por estilos diferentes.
Su objetivo era fundamentar una Srquitectura híbrida, mestiza. Finalmente
(sobre todo tras su “encuentro” con la ciudad de Las Vegas), Venturi
fijaría su mirada en el presente, porque era al mundo contemporáneo,
complejo y contradictorio, a quien se dirigía. Finalmente, la línea propuesta
por Archigram
sería explícitamente futurista. Ni el pasado ni el presente podían
condicionar una visión utópica que apostaba abiertamente por la tecnología. El
futuro no existe sino que se construye, y por eso, las utopías de Archigram sugerían una senda que debía
conducir hacia la realidad de ese porvenir soñado. Hay que recordar que esa
década fue una de las más optimistas respecto a las tecnologías. Los avances y
descubrimientos parecían no tener fin. El hombre pisó la Luna en 1969 y los
retos de máquinas inteligentes o de ciudades caminantes parecían posibles.
Robert Venturi. Vanna Venturi House (Filadelfia)
construida en 1962 para su madre.
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Sus enfoques disciplinares fueron
también diversos. En
una época en la que el estructuralismo
estaba revolucionando los métodos
científicos (de las ciencias humanas), la Arquitectura también buscó
reconsiderarse como disciplina y, bajo el influjo de la nueva corriente de
pensamiento, sería consideraba un “lenguaje”, un sistema de signos. En esta
visión semiótica, Rossi estaba interesado principalmente en la estructura y en las leyes
internas, en la “gramática”
arquitectónica podríamos decir. Profundizó en ello de forma científica y
rigurosa, rescatando el concepto de tipo arquitectónico como vocabulario básico
y construyendo con esfuerzo un imaginario formal propio a partir de sus
reflexiones. Venturi estaba más
interesado en el acto de comunicación en
sí que en las reglas, de hecho le atraían las excepciones y las digresiones
estilísticas, lo que le llevó a enfocar su crítica de una manera iconoclasta y
ecléctica. Fue el menos propositivo de los tres. Su creatividad se limitó a un encomiable
ejercicio combinatorio. Si Rossi buscaba
lo eterno y Venturi apostaba por lo efímero, Archigram exploró la efervescencia, porque, Archigram
apuntó al resultado final, sin preocuparse de reglas (que inventaban ellos)
ni de consideraciones estilísticas (concebidas también por ellos). Para el
grupo, la arquitectura y la ciudad eran artículos de consumo y debían responder
a las necesidades del “cliente” o al menos, provocarlo y seducirlo. Creativos y
divertidos, idearon mundos alternativos que derrochaban imaginación (aunque sin
profundizar demasiado en los detalles) y lograron transmitirlos eficazmente,
para lo cual adoptaron las técnicas del cómic o del collage con impactantes
resultados.
También difieren en el carácter de su trabajo. Mientras
Rossi y Venturi compaginaron su
producción teórica con una importante obra construida que pretendía
expresar su pensamiento, la principal realización de Archigram fue la revista homónima desde la que presentaban sus
ideas. Sus proyectos, dibujos o textos, realizados tanto individualmente como
de manera colectiva, quedaron mayoritariamente fijados en dicha publicación. De
ahí que la producción de los británicos
fuera exclusivamente en papel.
Su relación entre la arquitectura y la ciudad
también los separa. Rossi partiría de la
ciudad. La ciudad era el gran escenario que daba sentido a la Arquitectura
y por eso, su reflexión se originaba en ella para marcar el nuevo rumbo. En
cambio, Venturi llegaría a la ciudad
en una evolución que arrancaría desde consideraciones muy personales y
centradas en la Arquitectura, para evolucionar (junto a Scott Brown, compañera
profesional y personal) hacia una crítica más impersonal que encontró en Las
Vegas, su ciudad-paradigma, el espacio donde se cumplían buena parte de sus
aspiraciones y pronósticos. Por último, Archigram, ni partió ni llegó, porque
siempre estuvo en la ciudad. Las propuestas de los británicos eran ciudad
desde el primer momento. Nunca abordaron la arquitectura como algo
independiente de la ciudad y por eso crearon urbes fantasiosas y adjetivadas (“enchufables”,
“caminantes”, “instantáneas”, “consumibles”, etc.).
Archigram, arriba imagen de la Plug-in-City de Peter
Cook. Debajo, las Capsule House propuestas por Warren Chalk.
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La
orientación de cada uno de los posicionamientos no puede desvincularse del entorno histórico y cultural de los autores.
Rossi era italiano y cargaba con una tradición palpable en cada esquina de
las ciudades del viejo continente. El peso de la historia y, algo tan europeo
como la búsqueda de esencias y fundamentos, estaban en la base de su
pensamiento. Por su parte, Venturi era
estadounidense, mucho más libre de
tradiciones, tanto por la relativa juventud del entorno que le rodeaba como por
el carácter rebelde, autosuficiente, del espíritu norteamericano. Venturi miró
hacia la tradición europea con ironía, reutilizando símbolos con los que pretendía,
sobre todo, recuperar el acto comunicativo de la Arquitectura. Finalmente los Archigram
eran británicos, y convivieron con
un entorno fascinante (el Londres de los
sesenta) donde el pop (arte, moda, música, etc.) determinaba cualquier
manifestación cultural. Eran herederos de una tradición atraída desde siempre
por la tecnología, allí nació la Revolución Industrial o se levantaron hitos
tan importantes como el Crystal Palace
de Joseph Paxton. Y, además, asumían otro rasgo muy british: el delicado equilibrio entre la individualidad y lo colectivo,
que se expresaba en las células autosuficientes encajadas en superestructuras
soportantes (entre cuyas rendijas sonaban The
Beatles o The Kinks).
Aldo Rossi y la Arquitectura
de la Ciudad: el método, los tipos y la memoria.
Aldo Rossi
(1931-1997) fue uno de los arquitectos más importantes del último tercio del
siglo XX, con una producción teórica de influencia trascendental y una obra construida de gran personalidad
que lo situaría a la cabeza de la “Tendenza”
italiana y lo llevaría a recibir el premio Pritzker
en 1990.
Rossi sería
uno de esos pocos casos de arquitectos que entrelazan una teoría sólida e
influyente con una obra reconocible y reconocida. El pensamiento y la acción
discurrieron en paralelo y marcaron su carrera, interactuando e influyéndose.
Su indiscutible originalidad, tanto intelectual como arquitectónica, no
procedía de una posición rupturista, sino todo lo contrario, Aldo Rossi supone
la culminación de un proceso iniciado en Italia por la generación anterior, con
maestros tan relevantes como Giuseppe Samonà (1898-1983), Ernesto Nathan Rogers
(1909-1969), Saverio Muratori (1910-1973), o Ludovico Quaroni (1911-1987). El
contacto con esta tradición comenzó antes de terminar sus estudios, con la
colaboración, desde 1955, con la revista Casabella,
entonces dirigida por Ernesto Nathan Rogers.
La doble
vertiente teórica/universitaria y profesional de Rossi lo acompañó desde el
principio. Respecto de su actividad
docente, tras graduarse en el Politécnico de Milán en 1959, comenzó asistiendo
a Ludovico Quaroni en Arezzo (1963) y posteriormente a Carlo Aymonino en
Venecia (1964), siendo nombrado profesor en Milán en 1965. Entre 1971 y 1975
ocuparía la cátedra de Proyectos del Politécnico de Zurich. En 1975 volvió a
Venecia a la cátedra de Composición arquitectónica. En la década de 1980 fue
profesor visitante en universidades como la Cooper
Union de Nueva York o la Cornell
University de Ithaca (Nueva York), siendo además, reclamado
desde todas las partes del mundo para dar conferencias.
Imagen del bloque residencial proyectado por Aldo Rossi
en el barrio Gallaratese de Milán.
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Su contacto
con la realidad profesional comenzó
antes de concluir su carrera, con la oportunidad de trabajar (desde 1956) como
colaborador en el estudio de Ignazio Gardella y luego en el de Marco Zanusso.
No obstante, inicialmente centraría sus esfuerzos en el campo teórico y
docente, pero al ser llamado por Carlo Aymonino para trabajar en el barrio Gallaratese de Milán, su trayectoria profesional
comenzaría a adquirir una relevancia que iría creciendo vertiginosamente hasta
ser reconocida con el premio Pritzker.
Ese primer proyecto importante (el complejo residencial Monte Amiata en el barrio Gallaratese
milanés, que se desarrolló entre 1967 y 1974) era un conjunto de cinco edificios de los cuales Aymonino
proyectó cuatro, reservando uno para Rossi. En 1971, Rossi sorprendería al
mundo arquitectónico con su proyecto para el cementerio de San Cataldo de
Módena, que resultó victorioso en un concurso. Las poderosas e hipnóticas
imágenes de la propuesta comenzarían a calar, tanto en la profesión como en
varias generaciones de estudiantes. Tras esta obra (que se encuentra inacabada)
seguirían otras muchas que afirmarían la originalidad de Rossi e influirían en
muchos de sus coetáneos.
Aldo Rossi. Cementerio de San Cataldo en Módena
(Italia). Arriba planta de la actuación y debajo su estado inconcluso actual.
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La
publicación en 1966 de su libro, “L'architettura
della città” (La Arquitectura de la
Ciudad) supuso un hito en el
pensamiento arquitectónico del último tercio del siglo XX. Su
posicionamiento se presentó como una alternativa al Movimiento Moderno, al que
tacharía de “funcionalismo ingenuo”. En aquellos años, la evidente decadencia
del Movimiento Moderno estaba moviendo a los arquitectos más activos a intentar
reformular la arquitectura.
En este
sentido, Rossi formó parte y lideró un grupo de arquitectos italianos que
serían identificados por la etiqueta “Tendenza”
y que alcanzaron mucha difusión al exponer su obra en la Trienal de Milán de
1973 bajo el lema “La Architettura razionale”
(la arquitectura racional). Su ideario, como veremos, propugnaba una
arquitectura esencialista, despojada de elementos superfluos, trabajada desde
la noción de “tipo”, buscando esos valores eternos que debían sobrepasar la
idea de “autor”. En el grupo participaron otros arquitectos notables como
Giorgio Grassi (1935), Vittorio Gregotti (1927), Carlo Aymonino (1926-2010),
Fabio Reinhardt (1942) o Bruno Reichlin (1941) entre otros. En su entorno
también trabajaron otras figuras como Giancarlo De Carlo (1919-2005), destacado
miembro del TEAM X, Gae Aulenti (1927-2012), Giotto
Stoppino (1926-2011), Guido Canella (1931-2009) o Paolo Portoghesi (1931).
El pilar
fundamental en la construcción teórica de Rossi es la consideración de la autonomía de la Arquitectura como disciplina,
independiente de otras manifestaciones artísticas, con su propio discurso y sus
propios recursos y leyes formales. Para Rossi, la arquitectura era un proceso
lógico y racional, que debía fundamentarse en sí misma, porque fuera de la
disciplina solo existía la arbitrariedad, cuestión que él rechazaba con
contundencia. El reto para Rossi era constituir un cuerpo teórico para la
arquitectura que integrara la propia actividad y las experiencias acumuladas, que
permitiera el estudio ordenado de los problemas y que sistematizara la
enseñanza.
Aldo Rossi. Edificio residencial en Berlín para la IBA
de 1987.
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En este
proceso quedaría implicada la ciudad, porque para Rossi la ciudad es arquitectura y la “urbanística” debía reconvertirse en
una “ciencia urbana” para su estudio siguiendo la metodología arquitectónica.
Pero las nuevas leyes disciplinares debían considerar una dimensión
cualitativa, tradicionalmente olvidada por el racionalismo moderno, y que
resultaba fundamental para comprender el hecho urbano. Rossi concebía la ciudad
de una forma muy diferente a como lo había hecho el racionalismo corbusierano.
Para Rossi la ciudad era la suma de épocas, de estilos y no era posible la
ruptura total con el pasado como pretendía el Movimiento Moderno. La
arquitectura debía integrarse en ese continuo multiforme en lugar de negarlo
porque la cultura es una cuestión de continuidades. Su entendimiento del tejido urbano como
dialéctica entre “áreas residencia” y “elementos primarios”, prepararía el
planteamiento de tipologías formales y el recurso a la memoria,
respectivamente. Así la Forma
y la Memoria se convirtieron en dos
vectores principales.
Sobre estos
aspectos, José Ramón Alonso Pereira, en su Introducción
a la Historia de la Arquitectura refiriéndose al pensamiento de Aldo Rossi,
comenta que “Es la ciudad la que da
sentido a las arquitecturas concretas, y estas cobran carácter y razón de ser
en términos de ciudad. Mientras el Movimiento Moderno se centra en la
descripción de las funciones urbanas y en los métodos que operan sobre ellas, Rossi
recupera el tema de la forma urbana, y ligado a él, el de las preexistencias en
la historia. Por otro lado, concede un valor definitorio a los elementos
primarios frente a los tejidos, invirtiendo el sentido que tenía la vivienda
dentro del pensamiento urbano racionalista. Rossi concibe la ciudad como
arquitectura, lo que, al analizar la estructura de los hechos urbanos, lleva a la
recuperación del concepto de tipo, entendiendo éste como el momento analítico
de la arquitectura. La tipología edificatoria determina la forma urbana y los
elementos de la ciudad: los tejidos o áreas residenciales y los elementos
primarios o monumentos. Su línea metodológica se basa en la tensión entre
tejido y monumento, que determina la dialéctica entre permanencia y cambio, y
con ello la relación entre ciudad, arquitectura e historia, mientras reabre el
debate entre tipología y metodología, y entre racionalismo y arquitectura”.
El monumento recuperaría la valoración perdida durante el funcionalismo y su
papel protagonista como objeto reconocible y comprensible para la sociedad, actuando
como condensador y portador de significados colectivos y, también, como
elemento articulador de la estructura de la ciudad.
Dibujos de Aldo Rossi.
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Rossi fue uno de los grandes
renovadores formales de la arquitectura de finales del siglo XX. Sus edificios (y también sus
croquis, dibujos o diseños) mostraban la voluntad decidida de búsqueda de lo
esencial, con una delicada mezcla de geometría, poesía y memoria. Aldo Rossi
creó imágenes con una identidad muy poderosa que tenían una clara vinculación
con las oníricas escenas arquitectónicas de la pintura metafísica de Giorgio de Chirico (1888-1978).
La revisión
rossiana (y de la Tendenza) de la
ciudad reivindicó muchos de los temas olvidados por el Movimiento Moderno y
particularmente todas aquellas arquitecturas anónimas que conforman la ciudad
histórica. Rossi propondría formas primigenias que transmitieran valores
permanentes y, por eso, su arquitectura
buscaría asentarse sobre la noción de
tipo, persiguiendo la creación de unos principios invariables, para lo cual
vuelve su mirada hacia los inicios de la arquitectura y su interpretación
clásica (y sobre todo neoclásica/ilustrada). De su análisis surge el concepto
de tipo como el gran recurso compositivo de la arquitectura y de la ciudad. El
tipo (el arquetipo, en un sentido más conceptual) es el alma que recorre la
historia de la arquitectura y de la ciudad y descubrirlo y utilizarlo es la
única manera de garantizar la correcta evolución, siendo además posible conseguir
innovación y tradición al mismo tiempo. El tipo huye de la “arquitectura de
autor” en la que estaba cayendo el estilo internacional. El tipo permanece
despojándose de las particularidades, manteniéndose constante a lo largo de la
historia.
Nuevamente Alonso
Pereira comenta que “sus obras se basan en una premisa
fundamental: siendo finalidad de la obra arquitectónica la búsqueda de lo
esencial, la forma es un elemento comprometedor que ha de manifestarse lo más
simplemente posible. El ideal sería hacer una arquitectura sin forma, pero como
ello no es posible, debe tenderse a la reducción formal, a la manifestación
mínima. Planteada como «no forma», la arquitectura de Rossi y de la Tendenza organiza la arquitectura desde la tipología, como una arquitectura
anónima, como obra de arte colectiva”. Pero las personales y rotundas
formas arquitectónicas de Rossi se llegaron a convertir en una “maniera”, un estilo fácil de copiar, que
inspiró a numerosos arquitectos (y estudiantes de arquitectura) de la época.
Arriba la ciudad ideal, pintura renacentista atribuida
a Luciano Laurana. Debajo, la ciudad análoga de Arduino Cantafora.
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Aldo Rossi
elaboraría el concepto de Città Analoga (Ciudad Análoga). Este
planteamiento surgió a finales de la
década y fue presentado en la Trienal milanesa de 1973, acompañado de la
pintura de Arduino Cantafora, en la que, emulando algunas de las vistas de
ciudades ideales renacentistas (como la atribuida a Luciano Laurana), ofrecía
una amalgama de “afinidades electivas”, edificios seleccionados que pretendían orientar
una nueva realidad. Rossi había seguido reflexionando sobre la arquitectura y
la ciudad y se había topado con algunos problemas al incorporar a su método
racional-tipológico, la noción de identidad. La Ciudad Análoga era su solución.
La “analogía” era una referencia que pretendía inspirar la futura construcción
de la ciudad y surgió como un procedimiento compositivo que sintetizaba el
análisis y el proyecto con bastante impronta surrealista. Según Rossi, la
analogía funcionaría adecuadamente dentro de comunidades que compartieras las
mismas bases culturales y memoria colectiva porque solo así resultaría
comprensible. Por eso, cada ciudad tiene su ciudad análoga, construida desde la
memoria (presente o ausente) en la que se compendian los elementos esenciales
(principalmente monumentales pero también tipificables) y que debe constituirse
como una guía identitaria para su evolución. No obstante, Rossi no renunciaba
al conocimiento facilitado por el análisis tipológico, sino que este era
complementado por una nueva capa de información suministrada por la memoria de
las ciudades. Se trataba de un método alternativo de construcción de la ciudad
que recurría a la imaginación, a la intuición y a las sintonías personales que
pretendía superar el procedimiento tipológico que hasta entonces había dirigido
los intereses de la Tendenza.
Aldo Rossi y su Ciudad Análoga de 1976.
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Aldo Rossi
publicaría en 1981 su Autobiografía
scientifica /Autobiografía científica) que recogía sus pensamiento y
anotaciones desde 1971. En ella dejó escrito que “Para alcanzar su grandeza, la
arquitectura debe ser olvidada o constituir tan sólo una imagen de referencia
confundida con los recuerdos”.
La influencia
de Rossi fue muy importante, tanto por las derivaciones que se produjeron a
partir de su teoría como por el seguimiento que tuvo su obra arquitectónica. La
reflexión disciplinar motivó a otros pensadores a explorar las posibilidades
del “proyecto clásico” arquitectónico
en aquel final del siglo XX. En la escala urbana, serían muy plausibles los
esfuerzos por aplicar en la ciudad el concepto de tipo, particularmente en la
recuperación de los centros históricos (el Plan
de Bolonia fue un ejemplo paradigmático y fue analizado en este blog en dos
artículos: el primero sobre el contexto y el segundo sobre el propio plan)
Desde un
punto de vista morfológico, y más allá de la amplia nómina de seguidores de las
formas rossianas, también hubo
quienes partiendo de bases similares evolucionarían de manera diferente. Entre
estos destacarían los hermanos Rob Krier (1938) y Leon Krier (1946), quienes
estando de acuerdo en los fundamentos, negaban el esencialismo y la tendencia a
la abstracción de Rossi para ensalzar la forma en sí misma, defendiendo la
recuperación de las formas históricas (tanto arquitectónicas como urbanas) para
crear un “catálogo” de elementos, tipos básicos que podían ser reinterpretados
o combinados. Esta línea de trabajo sintonizaría con alguno de los
planteamientos de Robert Venturi.
Robert Venturi,
complejidades, contradicciones y los simbolismos olvidados del presente.
Robert
Venturi (1925) se graduó en Princeton en 1947 y comenzó a colaborar en los
estudios de Eero Saarinen y después de Louis Kahn. En 1954 obtuvo el Premio de
Roma que le permitió estudiar y recorrer Europa durante los dos años
siguientes. A su vuelta se convirtió en
profesor de la Universidad de Filadelfia, donde comenzaría como asistente de
Louis Kahn y en la que estuvo hasta 1965 fecha en la que se trasladó a Yale.
Durante esos primeros años de la década escribió el libro que publicaría en
1966 con el título "Complexity and
Contradiction in Architecture" (Complejidad
y contradicción en Arquitectura).
Este texto era
una interpretación muy personal de la Arquitectura que se convertía en un
manifiesto beligerante contra el Movimiento Moderno y, a la vez, en un libro de
historia (selectiva), una guía para “ver” la arquitectura a través de las
imágenes y comentarios que acompañan e ilustran las ideas de Venturi. Para
algunos críticos (Vincent Scully entre ellos) fue el libro más trascendental
desde “Vers une Architecture” de Le
Corbusier, aparecido en 1923. Venturi
cuestionaba el Estilo Internacional y
aspiraba a emancipar a la arquitectura del rigorismo funcionalista. Para ello,
ataca la ortodoxia racionalista con una variada amalgama de ejemplos históricos
destacando los casos procedentes del barroco y del manierismo. Venturi cargó
contra Ludwig Mies van der Rohe como paradigma de la modernidad rechazada,
creando un eslogan que tendría mucho éxito: frente a la conocida sentencia de
Mies, “Less is more” (menos es más), Venturi propondría “Less
is a bore” (menos es un aburrimiento). En su “viaje” por la historia, los
detalles arquitectónicos son revisados no por su valor intrínseco (como haría
Louis Kahn, que fue uno de sus maestros) sino por su valor comunicativo. Así
arcos o capitales se convierten en elementos de un lenguaje que es reivindicado.
Venturi establece la noción de “inflexión” como “medio de distinguir las partes diferentes al tiempo que se insinúa la
continuidad; lleva implícito el arte del fragmento”, en sus propias
palabras. Para Venturi la arquitectura es un conjunto complejo cuya integración
que se logra gracias a la “inflexión” de las partes, es decir, consiguiendo que
cada una de ellas tenga en cuenta a las demás. En esta línea va definiendo
diferentes tipos de elementos como el elemento ambiguo, el elemento de doble
función, el elemento convencional usado en un nuevo contexto o el elemento
contradictorio.
Una de las “estructuras fantasma” de Venturi en el
complejo museístico que diseño en Filadelfia en 1976 (Franklin Court).
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En Complejidad y Contradicción en Arquitectura,
Venturi incluyó un “suave manifiesto a
favor de una arquitectura equívoca” que declaraba “Los arquitectos no pueden permitir
que sean intimidados por el lenguaje puritano moral de la arquitectura moderna.
Prefiero los elementos híbridos a los «puros», los comprometidos a los
«limpios», los distorsionados a los «rectos», los ambiguos a los «articulados»,
los tergiversados que a la vez son impersonales, a los aburridos que a la vez
son «interesantes», los convencionales a los «diseñados», los integradores a
los «excluyentes», los redundantes a los sencillos, los reminiscentes que a la
vez son innovadores, los irregulares y equívocos a los directos y claros.
Defiendo la vitalidad confusa frente a la unidad transparente. Acepto la falta
de lógica y proclamo la dualidad. Defiendo la riqueza de significados; la
función implícita a la vez que la explícita. Prefiero “esto y lo otro” a “o
esto o lo otro”, el blanco y el negro, y algunas veces el gris, al negro o al
blanco. Una arquitectura válida evoca muchos niveles de significado y se centra
en muchos puntos: su espacio y sus elementos se leen y funcionan de varias
manera a la vez”. El
libro se convirtió en un manifiesto de la posmodernidad que llegaría después.
Tras sus
primeras obras (publicadísimas y expuestas como orígenes del posmodernismo), la Vanna Venturi House (1962),
encargo de su madre ante el escaso trabajo profesional del hijo, y la Guild House (1960-63), Venturi
constituiría, en 1964, una firma profesional con John Rauch a la que se
incorporaría Denise Scott Brown en 1967.
Robert Venturi. Guild House
(Filadelfia).
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La evolución
del pensamiento de Venturi no puede separarse de la aparición en su vida de Denise Scott Brown, compañera
profesional y sentimental. Scott Brown había nacido en 1931 en Sudáfrica,
completado su formación en Londres (en la Architectural
Association School of Architecture) y realizado un máster en planificación
urbana en Filadelfia, entre 1958 y 1960, fecha en la que conoció a Robert
Venturi, profesor de esa Universidad. Scott Brown, que había enviudado de su
primer marido, ejerció de profesora en Filadelfia hasta 1965, año en el que se
trasladó a la Universidad de California, Los Angeles, (UCLA). Sería en 1966
cuando invitó a Robert Venturi a visitar Las Vegas, viaje que resultaría
trascendental en la vida de Venturi, tanto desde un punto de vista personal (se
casaron en 1967) como profesional porque supondría un descubrimiento que ratificaría las intuiciones de su primer libro y le
haría evolucionar hacia el mundo de la ciudad. La investigación propia
sobre Las Vegas, se apoyaría en los trabajos realizados con alumnos de la School of Architecture and Planning de
Yale durante un curso dirigido por ellos entre 1968 y 1970. El proceso culminaría
con la publicación en 1972 de otro de sus libros de referencia, esta vez
escrito en colaboración con Denise Scott-Brown y Steven Izenour: “Learning from Las Vegas: the Forgotten
Symbolism of Architectural Form” (Aprendiendo
de Las Vegas. El simbolismo olvidado de la forma arquitectónica), que sería
revisado en 1977 con ese título.
Venturi ante Las Vegas en su primer viaje realizado en
1966.
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El encuentro
con Las Vegas provocó la evolución del pensamiento de Venturi, que en su primer
libro se mostraba muy personal, casi egocéntrico en sus comentarios críticos, y
centrado en la Arquitectura. La deriva de la reflexión iría hacia análisis más
compartidos y hacia el ámbito de la ciudad. No obstante su ideario se mantenía,
e incluso se refrendaba porque Venturi encontró en Las Vegas, la confirmación
de muchas de las intuiciones vertidas en su primer libro. Venturi evolucionaría
desde el eclecticismo historicista hacia
el pop más desinhibido y así lo iría reflejando su obra (su fachada para la
“strada novissima” de la Bienal de
Venecia de 1980 reúne esas dos visiones posmodernas).
Imagen del strip de Las Vegas en los años sesenta fotografiado
desde un coche, que formaba parte de la investigación urbana realizada.
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Venturi
separaría la arquitectura en dos ámbitos, uno interior, espacial, que debía
cumplir la función asignada y otro exterior, la fachada, como un ámbito urbano
destinado a otros cometidos vinculados con la significación y la comunicación,
que podía adoptar formas expresivas o incorporar anuncios o rótulos comerciales
para transmitir mensajes al colectivo ciudadano. Venturi intenta recuperar el
simbolismo perdido de la forma arquitectónica proponiendo escenografías que
actuarían en el espacio público como decorados comprensibles para las personas.
Las Vegas, y particularmente su eje principal, el strip, sería el paradigma de la comunicación atendiendo a las
diferentes formas de movilidad (como ir en coche o caminando) y la capacidad de
captación que ofrecen, o las diferencias entre el día y la noche. En Las Vegas
constataría como los antiguos ideales de orden y simplicidad eran contravenidos
por la realidad de un paisaje urbano caótico debido a la superposición de
imágenes, cargadas de referencias y simbolismos. En consecuencia, Venturi abogó
por un nuevo rumbo para la Arquitectura donde la pluralidad (también funcional)
y la ambigüedad de significados sintonizarían con la realidad de los
ciudadanos.
La comunicación arquitectónica puede alcanzar
caricaturas como la del Big Duck, el gran pato de Long Island comentado por
Venturi en su libro.
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Fue a partir
de entonces cuando en un extraordinario ejercicio de complejidad y
contradicción, Venturi reivindicó el Movimiento Moderno que él mismo había
ayudado a derribar. Pero lo hizo de una forma selectiva, fijándose en aquellos
primeros idealistas que asentaron las bases del racionalismo funcionalista. El
nuevo discurso de Venturi buscaba enlazar con aquellos esforzados pioneros,
aunque rechazando su “fundamentalismo” e intolerancia. Para Venturi la
continuidad se establecía desde las funciones de los edificios, pero asumiendo
las necesidades de la sociedad contemporánea, en las que la comunicación
comercial, la publicidad y los anuncios físicos eran fundamentales. Hasta el
punto de declarar que los anuncios eran para su generación lo que la industria
o el automóvil fueron para la de Le Corbusier. Así el pensamiento venturiano (y
de Scott Brown) se convierte en “funcionalista”, aunque solamente desde el
concepto, ya que seguiría rechazando el imaginario formal del moribundo “estilo
internacional”. La nueva inspiración formal de Venturi se encontraría en lo
cotidiano, en lo popular, reivindicando la arquitectura más modesta y vulgar
como expresión del sentir verdadero de los ciudadanos.
Archigram, la visión
tecnológica del futuro.
Los años
sesenta del pasado siglo asistieron a un espectacular avance tecnológico que alimentaría
un enorme optimismo acerca de sus posibilidades de futuro y culminaría con la
llegada del hombre a la Luna en 1969. En consecuencia, algunos arquitectos
soñaron con escenarios utópicos en los que se levantaban ciudades con
arquitecturas hipertecnológicas. Entre todos estos visionarios, destacarían,
por la espectacularidad de sus propuestas y su repercusión internacional, los
británicos Archigram, quienes
influirían en toda una serie de propuestas posteriores. Por ejemplo, en equipos
como los italianos Superstudio o Archizoom, grupos como los metabolistas japoneses o personajes
individuales como Yona Friedman (1923).
Superestructuras sobre París propuesta por Yona
Friedman (Ville Spatiale, 1960-1970)
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Portados de los números cuatro y ocho de la revista
Archigram.
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El grupo Archigram
nació en Londres en 1961 a raíz de la publicación de un panfleto homónimo en el
que un grupo de arquitectos exponían sus “revolucionarias” ideas (el término procedía
de la fusión de las palabras Architecture
y Telegram intentando expresar un “vehículo”
de comunicación arquitectónica). Alrededor de esta revista se articuló un
colectivo integrado por Peter Cook (1936), Warren Chalk (1927-1987), Ron Herron
(1930-1994), Dennis Crompton (1935), Michael Webb (1937) y David Greene (1937),
quienes irían publicando en ella su pensamiento y sus propuestas, logrando una
gran difusión. La publicación perduraría hasta 1974 fecha en la que apareció el
último número, el décimo (aunque ellos lo numeraron como “nueve y medio”, quizá
expresando la falta de motivación para continuar, teniendo en cuenta que el
número nueve había aparecido cuatro años antes). La desaparición de la revista
supuso la disolución del grupo. A partir de ese momento sus componentes
continuaron con su actividad individual, que fue fundamentalmente docente.
Las personas eran la energía de las estructuras. Imagen
del festival de Woodstock de 1969.
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Durante su
trayectoria, el grupo planteó una reflexión acerca de la relación entre la Arquitectura
y la Tecnología (en el contexto de la década de 1960, obviamente). Archigram creó un relato en el que
narraba, a través del lenguaje del cómic o del collage el advenimiento de una
nueva época que ensalzaba lo técnico. Así, la ciudad y la arquitectura
comenzaban una nueva relación con la
tecnología, imbricándose hasta constituir una entidad única. En sus
ciudades utópicas, Archigram
transmitía nociones muy innovadoras (algunas de las cuales fueron apareciendo
con el paso de los años) como la movilidad mecánica o el nomadismo social, como
lo intercambiable, lo “enchufable” o conectable (plug-in), o también las cuestiones derivadas del consumo, de la
obsolescencia, o de la importancia de la comunicación. Todo ello formó parte de
esa “fábula de la técnica” que fue la obra de Archigram, una visión optimista, irónica y divertida sobre el
futuro que disimulaba su feroz crítica hacia el funcionalismo anterior.
Archigram, imágenes de la Instant City de Peter Cook.
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Sus diseños
futuristas, dejaban traslucir una crítica profunda al Movimiento Moderno. La crítica de Archigram apuntaba a la incapacidad del el Movimiento Moderno para
reconocer y adaptarse a la nueva realidad que estaba cristalizando durante
aquellos años sesenta. La sociedad evolucionaba y había generado un nuevo
contexto social, económico y cultural. El consumo de masas, las tecnologías de
la comunicación y de la automatización, o la orientación hacia “lo
electrónico”, entre otros muchos aspectos, eran rasgos que Archigram advertía, mientras que el funcionalismo seguía anclado en la visión del periodo entreguerras.
Su crítica, tuvo poco texto y mucha imagen, en coherencia con esa sociedad
emergente.
Uno de sus temas
recurrentes fue la “máquina” y sus implicaciones. El racionalismo había sido
maquinista. Había ensalzado la máquina como el gran ídolo de la nueva sociedad,
pero su comprensión había sido objetual. La máquina era un artefacto, mecánico
y figurativo, cuyo funcionamiento sirvió como analogía para la construcción de
la arquitectura y de la ciudad. Archigram
también son admiradores de las máquinas,
pero su percepción es muy diferente. Las máquinas trascienden su ser
objetual para convertirse en entes abstractos que son vistos como sistemas y
procesos, y su cometido sobrepasa el ámbito de la producción para dirigirse
hacia el de la comunicación o la información. La metáfora de Archigram es la del tránsito de la
sociedad industrializada basada en las cadenas de montaje de Ford a la aldea
global de McLuhan gobernada por la entropía y la simultaneidad.
Para Archigram no hay una separación
entre Arquitectura y Ciudad, todo es lo mismo, todo es el resultado de una tecnología única que integra
diferentes escalas. El nuevo espacio sería un producto industrial conformado
por células (residenciales y también
destinadas al resto de usos sociales) y superestructuras
que las albergarían. Los nuevos materiales que se proponían (sobre todo
plásticos y aceros especiales) así como el diseño, tanto de las unidades como
de los conjuntos, responderían a las estrategias y dinámicas industriales. La imagen general tenía mucho que ver con esa
tecnología espacial que se estaba desarrollando durante aquellos años. En
consecuencia, los conceptos de módulo y de ensamblaje se convertirían en
directrices en cualquier escala, apareciendo también la noción de obsolescencia
(derivada del uso o de la modificación de costumbres) que conlleva lo
intercambiable y desechable.
Archigram, imagen de la Plug-in-City de Peter Cook
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Muchas de sus
propuestas formales ofrecían modelos de aglomeración siguiendo el espíritu de
las colmenas o de las estructuras vegetales. Entre los proyectos más reconocidos de
Archigram se encuentran "Plug-in-City" de Peter Cook y "Walking Cities" de Ron Herron, ambos
publicados en 1964, o la “Instant City”
propuesta por Cook en 1969.
En 1964,
Peter Cook publica su Plug-in-City, una superestructura inicialmente
vacía de contenido en la que se podían “enchufar” componentes estandarizados
que cumplirían las funciones urbanas (desde residencias hasta espacios para el
trabajo, el comercio o el ocio). De esta manera, la ciudad estaba abierta al
cambio (una idea que estaban desarrollando también algunos miembros del TEAM X)
y podría evolucionar con sus habitantes.
La estructura
soportaba las vías de transporte y un sofisticado sistema de trasporte vertical
(con grúas para las mercancías y escaleras mecánicas para las personas) complementaba
la movilidad urbana. Plug-in-city era
una gran maquinaria de funcionamiento unitario, alimentada por la energía de
las personas que la habitarían.
Archigram. Imagen de las Walking Cities de Ron Herron.
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También en
1964, Ron Herron publicó su Walking City. La “ciudad caminante”
estaba compuesta por unas gigantescas estructuras de aspecto robótico, móviles,
que se desplazaban por el mundo. Las unidades disponían de inteligencia propia
y eran capaces de ubicarse en función de las necesidades y las posibilidades
del entorno, con la facultad de conectarse entre sí para formar conjuntos más
amplios.
Con la
disolución de Archigram, sus
integrantes seguirían con su actividad individualmente, con una adscripción
principal a la docencia. Uno de sus miembros más destacados, Peter Cook,
impartiría clases en la Staedelschule
de Frankfurt y en la Bartlett School of
Architecture de Londres, aunque también construiría algunos edificios
impactantes como el Museo de Arte Contemporáneo de Graz en Austria (Kunsthaus Graz), diseñado en 2003 junto
a Colin Fournier. Por su parte, Ron Herron fue profesor de la Escuela de
Arquitectura de la University of East
London desde 1965 o Michael Webb recorrería diversas universidades norteamericanas.
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