La Villa Lante
diseñada por Vignola en Bagnaia, es una de las cumbres del jardín renacentista italiano.
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A lo largo del siglo XV (el Quattrocento
italiano) se iría consolidando, en diversas ciudades italianas, un nuevo
sistema de pensamiento que cambió la manera de entender el mundo. Se dejaba
atrás el periodo medieval (que era rechazado) y se aspiró a un “renacimiento”
desde la antigüedad clásica. La filosofía que animó esa transformación fue el Humanismo, que situó al hombre en el
centro del universo.
El paisaje no
quedo al margen de esta revolución cultural y el jardín se convirtió en uno de
los espacios protagonistas, llegando a crearse un nuevo modelo. El jardín del Renacimiento italiano sería
un reflejo de esa filosofía humanista. Estaba pensado para el hombre (como un lugar para pasear, conversar, meditar y alimentar el
intelecto) y se concebía
como una parte de la arquitectura, dotándolo de un carácter racional.
El siglo XVI
(el Cinquecento) fue el gran siglo del
estilo del jardín renacentista italiano, que inició el denominado Periodo Clásico de la jardinería, que se
completaría con el jardín formalista francés y el jardín paisajista inglés.
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Hacia una nueva
relación entre el ser humano y la naturaleza.
El renacimiento cultural que fue consolidándose a lo largo del
siglo XV en diversas ciudades italianas, alumbraría una nueva forma de entender
el mundo para las sociedades occidentales. Esa “resurrección” pretendía ser
regenerativa, olvidando el pasado reciente (la Edad Media, que era rechazada
como un periodo oscuro y negativo), para reconducir la evolución a partir de
una base calificada de positiva (la Antigüedad clásica). El Renacimiento
sería el umbral de la modernidad.
La irrupción de las ideas renacentistas se produjo de forma
gradual, a través de la interacción de muchas y complejas corrientes. Por
eso, el Renacimiento es un periodo lleno de matices que impiden determinar con
nitidez el momento de ruptura con la época medieval. No obstante, surgió en una zona geográfica muy
determinada: entre la Italia septentrional (de Génova a Venecia) y la central (Roma)
pasando por la región toscana (Florencia). En las ciudades mencionadas fue
brotando esa nueva concepción del mundo que modificaría radicalmente el
pensamiento, el arte o la ciencia. La península italiana reunía las condiciones
para ello. Contaba con una vida urbana pujante en sus ciudades-estado, que se
encontraban menos condicionadas por el absolutismo de los reyes o de la Iglesia
que otras urbes europeas. Además, estaban constituidas por sociedades más
igualitarias que en otras zonas del continente, cuestión que permitió progresos
sociales inauditos y favoreció el desarrolló una “clase” intelectual impensable
desde la óptica medieval. Fueron estos “pensadores” los que impulsaron la
reconsideración del papel del hombre en el mundo y buscarían nuevas guías
(mirando a su pasado glorioso, a una Roma y una Grecia idealizadas) en un
deseado retorno a la pureza de los orígenes. La filosofía que animó esa
transformación fue el Humanismo, que
situó al hombre en el centro del universo (antropocentrismo),
desplazando a dios de ese lugar (teocentrismo).
El arranque renacentista se apoyó en los esfuerzos de diversos
autores anteriores, entre los que destacarían Petrarca (1304-1374) que fomentó la vuelta a los clásicos (clasicismo) o Bocaccio (1313-1375) quien defendería el retorno a la naturaleza (naturalismo). El paisaje no quedó al margen de esta
revolución cultural. Clasicismo y Naturalismo
confluirían en el mundo de la jardinería, creando una nueva relación entre el
ser humano y la naturaleza que fructificó en la reconfiguración radical
del jardín. El jardín se
convirtió en uno de los espacios protagonistas de la nueva filosofía humanista.
Aunque las bases estilísticas de partida se apoyaron en la
jardinería romana e islámica (y también, a pesar de todo, en la medieval), el
carácter de los nuevos jardines fue muy innovador. La pérdida de su carácter
sagrado o la consideración como obra de arte destinada al hombre abría una
senda inédita.
Los jardines de la
Villa d’Este, diseñados por Pirro Ligorio son una de las expresiones más
espectaculares del jardín italiano.
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Criterios esenciales
de diseño del Jardín Renacentista italiano.
Los jardines
irían perdiendo su anterior condición sagrada para situarse al servicio del hombre, concretándose en espacios para pasear, conversar, meditar y alimentar el intelecto.
Con ello, se asistió a la
progresiva emancipación de los esquemas
medievales, manifestada también en la evolución desde el utilitarismo
propio de la Edad Media hacia planteamientos de carácter esteticista.
Las villas
suburbanas, construidas en el entorno de las grandes ciudades por la
aristocracia y las clases acomodadas, gozaron de gran éxito y supusieron un
gran impulso para la implantación del nuevo estilo de paisaje. Se entendía que los
jardines de esas villas dignificaban a su propietario y, por eso, estos
promovieron esplendorosas realizaciones que formaban parte del proyecto
integral de sus villas. El jardín era una proyección exterior de los interiores
arquitectónicos. Su diseño buscó en la geometría, la proporción, la simetría y
otros recursos compositivos (como la perspectiva), el camino para el nuevo
orden racional (y, por lo
tanto, antinatural). La búsqueda del rigor y perfección en el conjunto o la necesaria
implicación entre la casa y el jardín llevó a que fueran los arquitectos quienes asumieran el diseño de jardines como
competencia exclusiva, evitando las arbitrariedades del dueño o la falta de
criterio de los jardineros. Así, los jardines se concibieron como una parte de la
arquitectura dando, además, comienzo a los “jardines de autor”.
Los emplazamientos escogidos para esas
villas y sus jardines eran habitualmente laderas de colinas que permitían la consecución de
vistas lejanas y favorecían espectaculares juegos compositivos. Si lo exigía la
pendiente, se planteaban aterrazamientos
con muros de contención para las diferentes plataformas (que buscaban una
cierta integración con el entorno) y se conectaban mediante paseos, posibilitando
así los recorridos para la meditación y la contemplación.
Los jardines
se estructuraban en diferentes recintos
que ofrecían una gran diversidad espacial (pudiendo encontrar desde superficies
abiertas organizadas por parterres, hasta laberintos vegetales o, incluso,
recónditos “giardinos segretos” que
ejercían de sanctasanctórum para el
recogimiento de sus propietarios). No obstante, su composición era unitaria y se sometía a las trazas arquitectónicas
generales, que también se imponían a todos los elementos, incluidos los
vegetales. Aunque dentro de esta rigidez general era habitual buscar contrastes entre zonas abiertas
(con parterres bajos) y zonas cerradas (boscosas), entre naturaleza sometida
(por la composición y la poda escultórica -topiaria-)
y la naturaleza libre (aparentemente), o entre lugares de expresión objetiva
(por la geometría o las proporciones) y lugares llenos de subjetividad (como
las grutas). Aunque la misión principal de los jardines renacentistas era
facilitar el paseo, la conversación o la meditación, también fueron escenarios
para fiestas (muchas de ellas de disfraces) y representación de comedias, por
lo que igualmente dispusieron de espacios que propiciaban ese tipo de
reuniones.
Geometría subyacente
de la Villa Médici en Fiesole.
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La estructura general del jardín se
ordenaba por medio de ejes que apuntaban perspectivas y que, muchas veces,
quedaban configurados por parterres delimitados por setos recortados o por elementos
puntuales que remarcaban la composición.
Detalle de los
jardines aterrazados de la Villa Médici en Fiesole.
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Las plantas seleccionadas eran principalmente perennes y se redefinían
en muchos casos a través de la topiaria.
Entre las especies preferidas se encontraban el boj o los cipreses, que aparecían
como “esculturas verdes”. El mundo vegetal se acompañaba con otros muchos
elementos como la piedra (presente
en revestimientos de los grandes muros, en escalinatas, balaustradas, grandes
mesas, etc.) o el agua (que nunca
aparecía de forma natural sino reconvertida en estanques laminados, fuentes,
etc.). Igualmente se distribuían por todo el jardín piezas artísticas que proporcionaban un contenido erudito y
simbólico (esculturas, grandes jarrones o vasijas, etc.) así como elementos arquitectónicos, que iban
desde pequeñas edificaciones hasta pérgolas o cenadores e incluso lugares tan
sorprendentes como las grutas.
Esquema temporal del
periodo de apogeo del modelo de jardín renacentista italiano. El naranja
intenso refleja el momento de mayor esplendor.
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La evolución del Jardín Italiano.
Durante el
siglo XV (el Quattrocento italiano),
los jardines asistirían a la progresiva emancipación
de los esquemas medievales, comenzando a aparecer en los tratados sobre
arquitectura como un espacio principal. Por ejemplo, Leon Battista Alberti
(1404-1472), en su De re aedificatoria (1452,
publicado en 1485) trató acerca de su localización y sugirió criterios
compositivos. Esta inclusión situaría definitivamente al jardín dentro del ámbito de la arquitectura. También Francesco
de Giorgio Martini (1439-1502) en su Trattato
di architettura civile e militare (1482) propuso consejos generales sobre
la realización de jardines, llegando, en la Hypnerotomachia
Poliphili (1499) de Francesco Colonna (1433-1527), a describirse el “jardín
ideal”. Partiendo de las consideraciones teóricas, el Quattrocento iría fijando las reglas estilísticas que definirían el
modelo con algunas realizaciones clave como:
Italia Villa Medici. Fiesole (Florencia)
(Michelozzo,
1451-1457)
Italia Villa Medici. Poggio a Caiano
(Florencia)
(Giuliano
da Sangallo, 1480-1485)
Uno de los 17 lunetos
que pinto Giusto Utens para los Médici en Artimino, reflejando sus diferentes
villas. En la imagen la villa de Poggio a Caiano, diseñada por Giuliano da Sangallo
en 1480.
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No obstante, el periodo de apogeo del paisajismo
renacentista llegaría en el siglo
XVI (el Cinquecento italiano), cuyas
características generales han sido reseñadas anteriormente. Las geniales
aportaciones de diferentes artistas se vieron representadas en el que, quizá,
fuera el más grande creador de jardines de la época: Giacomo da Vignola (1507-1573). Algunos de los ejemplos destacados
pueden ser los siguientes:
Italia Villa Giulia. Roma
(Vignola
y Ammannati, 1550-…)
Italia Jardines Farnesio, en el Palatino. Roma
(Vignola)
Italia Villa Madama. Roma
Italia Villa Medici Castello. Castello
(Florencia-Toscana)
(Niccolo
Tribolo, 1538-…)
(Vignola
y Ghinucci, 1568-…)
Italia Jardines Farnesio. Caprarola
(Viterbo-Lazio)
(Vignola,
1559-...)
Italia Villa d´ Este. Tívoli (Roma-Lazio)
(Pirro
Ligorio, 1559-…)
Italia Villa de Pratolino (actual Parco
Demidoff). Vaglia-Pratolino (Florencia-Toscana) (Buontalenti, 1568-1581)
Italia Bosco Sacro de la Villa Orsini. Bomarzo
(Viterbo-Lazio)
(Pirro
Ligorio, mediados s.XVI)
Italia Jardín Botánico de Padua (Giardino dei
Semplici). Padova (Veneto)
(1545-…)
Los jardines de la
Villa d’Este, diseñados por Pirro Ligorio son una de las expresiones más
espectaculares del jardín italiano.
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Jardines de la Villa
d’Este, en Tivoli.
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Jardines de la Villa
d’Este, en Tivoli.
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El siglo XVII mantendría los procedimientos fijados
en la centuria anterior, pero dotaría a los jardines de mayores efectos pintorescos y escenográficos. Pero, con el avance
de los años, se asistiría a la
decadencia del jardín italiano. La muerte de Vignola, en 1573, había
supuesto la pérdida de la fuerza creadora que había protagonizado las
realizaciones más importantes del modelo. Además, el propio cansancio producido
por la repetición de fórmulas fue empujando a los artistas a buscar nuevos
rumbos. Complementariamente, otras naciones vecinas (particularmente Francia),
que comenzaron un periodo de esplendor, produjeron (y exportaron) nuevas modas,
que acabarían por arrinconar a las italianas. A pesar de todo, fueron muchos
los jardines que siguieron el canon durante esos cien años, con algunas
muestras de elevada calidad.
Italia Villa Borghese (Villa Pinciana)
Roma
(Giovanni
Vasanzio, 1605-1619)
Italia Villa Doria-Pamphili, Roma
(Alessandro
Algardi, 1644-…)
Italia Villa Ludovisi, Roma
(Domenico
Zamperi, 1621-1623)
Italia Villa Sacchetti, Roma
(Pietro
da Cortona, 1625-…)
Italia Villa Aldobrandini, Frascati,
(Roma-Lazio)
(Della
Porta, Maderno y Fontana, 1602-…)
Italia Villa Ludovisi (Villa Torlonia), Frascati,
(Roma-Lazio)
(autor
desconocido, 1621-1623)
Italia Ampliación
del jardín de Bóboli, (Florencia)
(Giulio
y Alfonso Parigi, 1621-1623)
Italia Villa Gamberaia, Settignano
(Florencia)
(autor
desconocido, 1610-1624)
Italia Villa Garzoni, Collodi (Toscana)
(autor
desconocido, 1652-…)
Italia Isola Bella, Lago Mayor
(Castelli
y Fontana, 1622-1671)
Jardines de la Villa
Gamberaia, muestra del siglo XVII, en Settignano, junto a Florencia.
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Jardines de Isola
Bella en el Lago Mayor en el norte de Italia.
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Los tres modelos del
Jardín Clásico.
Con el Jardín
Italiano del Renacimiento se inició el denominado Periodo Clásico de la
jardinería, que alumbraría tres
modelos con una clara impronta europea (arrancando en Italia para continuar
en Francia -jardín formalista francés-,
durante el siglo XVII, y llegando finalmente a Inglaterra -jardín paisajista inglés-, a lo largo del siglo XVIII). Son tres
estilos muy diferentes, aunque comparten la filosofía de base que llevó a
transformar el carácter del espacio de sagrado a profano o la elevación del
jardín a la categoría de arte.
Esquema temporal y
geográfico de los tres modelos de la jardinería clásica.
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Las ideas del
jardín italiano tendrían una influencia trascendental en el segundo de los
paradigmas, el Jardín Francés, ya que este surge como una revisión del modelo italiano adaptado a la
especificidad del paisaje galo. No obstante, adquiriría una personalidad propia,
expresada en grandes conjuntos formales que pretendían subordinar la naturaleza
a la razón humana, apoyándose en grandes perspectivas, geometrías
espectaculares, o elaboradas topiarias.
La tercera
referencia será el Jardín Paisajista inglés, nacido
como reacción al formalismo francés y que también pretendía alejarse de la
densidad culturalista y simbólica de los jardines italianos. La jardinería
inglesa reivindicaría el valor del paisaje por sí mismo, caracterizado por la
libertad dispositiva de la naturaleza (aunque era más aparente que real), así
como por la primacía de las percepciones humanas individuales.
Excelente !
ResponderEliminarMuy bueno el artículo, aunque algunas afirmaciones respecto al teocentrismo y antropocentrismo están perimidas.
ResponderEliminarMe gustaria saber cuales fueron las mejores escuelas ITALIANAS
ResponderEliminarde jardineria, gracias
Excelente reseña, gracias por su contribución
ResponderEliminarMuy bien explicado.
ResponderEliminarEl lenguaje secreto de las rosas que se han perdido en un jardín. Los labios ajenos que únicamente desean tomar té. Olvidar el hastío que trae la realidad. La sodomía está entre Dios y en mi esta tu cuerpo, mis labios en tu cintura distinto polo a descifrar.
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