Su peculiar estructura urbana y sus espacios públicos hacen
de Savannah una de las joyas de la planificación norteamericana. En la imagen,
Madison Square y ortofoto parcial del barrio histórico.
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La fundación
de Savannah, en Georgia, la última de
las Trece Colonias de la Norteamérica
británica, significó una singularidad maravillosa en las estrategias de
planificación urbana de la primera mitad del siglo XVIII. La ciudad no fue
creada como un proyecto completo y acabado desde su origen, ni tampoco como un
trazado extensible sin límite, sino que surgió
a partir de una “célula”, que iría replicándose conforme fuera necesario.
Ese módulo original combinaba las necesidades residenciales con una notable
presencia de edificios comunitarios y espacio público, y su repetición crearía una espectacular estructura de plazas que
hicieron de la ciudad un ejemplo de espacio “humanizado”.
Desgraciadamente,
Savannah quedó orillada respecto a las grandes corrientes del desarrollo
norteamericano y su influencia fue escasa, ya que se impondrían los criterios
pragmáticos y la eficacia de la Land Ordinance de 1785. El olvido de las lecciones de
Savannah tuvo consecuencias y las ciudades de colonización estadounidense
sufrieron graves carencias de espacio público.
Apunte sobre la
colonización británica de Norteamérica: las “Trece Colonias”.
Con el
descubrimiento de América, realizado en 1492 por Cristóbal Colón, España se
lanzó a la colonización de aquellas tierras desconocidas. Durante el siglo XVI,
a partir del dominio de buena parte del sur y del centro del “nuevo”
continente, se fue forjando el Imperio Español. Los territorios más
septentrionales quedaron fuera de su control, aunque, en 1523, fue enviado el
explorador Lucas Vázquez de Ayllón en la búsqueda del deseado “paso del
noroeste” que debía favorecer la conexión con las Indias. Con esa misión, que
resultaría infructuosa, fue rastreando la costa norteamericana hasta que llegó
a una gran bahía en la que finalizaría su expedición. Ese gran estuario era la
actual Bahía de Chesapeake y, aunque
hubo varios intentos de colonizar la zona, la presencia española no se
consolidó en esas latitudes.
El gran
Imperio Español del siglo XVI comenzaría a perder el liderazgo internacional a
finales de la centuria, acuciado por problemas como la derrota de la Armada
Invencible o las guerras en Flandes. La muerte del rey Felipe II, en 1598,
marcaría el inicio de su decadencia, cuestión que fue aprovechada por sus
principales competidores, Francia, Inglaterra y los Países Bajos, para
colonizar la costa atlántica americana situada al norte de la Florida española.
Inglaterra insistiría
en la localización del “paso del noroeste” enviando con ese fin a marinos como
Francis Drake, John Davis o Humphrey Gilbert. Aunque tampoco lo encontraron,
este último, dio un paso más y convenció, en 1583, a la reina Isabel I de
Inglaterra para que le permitiese implantar una colonia en aquellas tierras que
se intuían muy provechosas. Lo obtuvo, pero murió en el intento y sería su
hermanastro Sir Walter Raleigh, muy bien posicionado en la Corte, quien
continuaría con el empeño (aunque él no llegó a viajar a Norteamérica). Su
intención era ubicar esa colonia lo más al sur posible para disfrutar de un
mejor clima, aunque sin entrar en conflicto con los españoles, que todavía eran
poderosos. Con esa intención, sus colonos se establecieron en 1584 en la isla
de Roanoke (asignando a todo su
entorno el nombre de Virginia, en
honor a Isabel I, que era conocida con el sobrenombre de “reina virgen”). Ese modesto
asentamiento se enfrentaría a muchos problemas y acabaría fracasando, aunque mantendría
su recuerdo como la primera presencia británica en el Nuevo Mundo.
Pero la
decepción no reduciría su espíritu colonizador, y nuevos colonos, trasladados
por la denominada Compañía de Londres, que era una de las que había obtenido
los permisos exploratorios, llegaron en 1607 a Virginia. Avanzarían aguas
arriba de la bahía de Chesapeake y fundarían
Jamestown, núcleo que, esta vez sí,
consolidaría la presencia inglesa en Norteamérica.
Bastante más
al norte de estos primeros asentamientos recalarían nuevos colonos británicos,
empujados por la problemática religiosa existente en su país. Esa costa
septentrional ya había sido explorada por navegantes británicos y holandeses,
habiendo recibido el nombre genérico de Nueva
Inglaterra antes de ser ocupada. Allí llegó el Mayflower, el barco que en 1620 condujo a un grupo de puritanos
(los “Padres Peregrinos”) que huían de Inglaterra con la esperanza puesta en el
Nuevo Mundo. A su llegada fundarían Plymouth
(en recuerdo del puerto inglés del que habían partido), que, pocos años
después, en 1626, sería seguida con la de Salem.
En 1630, nuevas oleadas de puritanos desembarcarían en la región constituyendo
la colonia de Massachusetts con la ciudad de Boston como núcleo principal.
Massachusetts acabaría siendo la colonia hegemónica
de Nueva Inglaterra (en 1691
absorbería a la vecina colonia de
Plymouth). En esos años, la actividad en la región sería incesante e irían surgiendo
nuevas colonias, como cuando, en 1622, las exploraciones hacia el norte,
dirigidas por Ferdinando Gorges y John Mason, permitieron descubrir un territorio
que sería bautizado como Maine. No
obstante, en 1629, estos dos colonizadores acabarían dividiendo sus tierras
entre ellos. Mason rebautizaría su sector como New Hampshire que se
convertiría en una nueva colonia independiente (confirmada en 1679). Mientras
tanto, el resto, que conservaría el nombre de Maine y quedaría en poder de Gorges, acabaría siendo vendido por
sus herederos a la colonia de Massachusetts.
Los colonos
de Massachusetts en su afán por
ocupar toda Nueva Inglaterra se
lanzarían a buscar nuevas tierras y en 1632 rastrearían el rio Connecticut donde en 1635 fundarían los
asentamientos de Windsor, Hatford y Wethersfield que acabarían conformando la nueva colonia de Connecticut.
En 1638, nuevos inmigrantes de Inglaterra se instalaron al oeste del rio Connecticut fundando la colonia de New Haven (inicialmente autónoma, aunque
se uniría en 1665 a Connecticut)
Las disputas
religiosas en Inglaterra continuarían perturbando la convivencia en las islas.
Por ello, un noble, George Calvert, Lord Baltimore, concibió la idea de implantar
una colonia en el Nuevo Mundo que acogiera a los católicos británicos que
estaban sufriendo grandes problemas. Aunque moriría antes de conseguirlo, su
hijo Cecil Calvert obtendría el permiso en 1633 y en ese mismo año, su hermano
menor, Leonard Calvert viajaría junto a algo más de 200 colonos (católicos,
aunque también protestantes) en dirección al norte de la desembocadura del rio Potomac que seguía “vacante”. En 1634
fundarían Maryland, bautizada en honor a la Virgen María y a la esposa
católica del rey Carlos I, fundando una primera población que recibiría el
nombre de Saint Mary’s City.
En 1636,
Roger Williams, que había sido expulsado de Massachusetts
por sus creencias religiosas fundó Providence
en la Bahía Narragansett, declarando
el lugar como un espacio con libertad de culto. En 1663, el rey Carlos II otorgaría la carta constitutiva
a la colonia que pasaría a ser conocida como Rhode Island.
Colonias europeas en la América atlántica septentrional
hacia 1650.
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A mediados
del siglo XVII ya eran cinco las naciones europeas que poseían colonias en la
costa norteamericana. Por supuesto, España, que contaba con Florida, integrada
en el Virreinato de Nueva España;
pero también, Inglaterra con una doble instalación, una en la parte
septentrional (con las colonias establecidas en Nueva Inglaterra) y otra en la meridional, en la bahía de Chesapeake (Virginia y Maryland); Francia, con Nueva Francia siguiendo el curso del rio San Lorenzo; los Países Bajos con Nueva Holanda a lo largo del rio Hudson, donde en 1625, habían establecido un asentamiento en la
isla de Manhattan al que denominaron Nueva
Amsterdam; y Suecia, con su colonia Nueva
Suecia en el rio Delaware, donde
en 1638 habían levantado Fort Kristina.
Pero esta
situación comenzaría a cambiar poco después de 1650. Nueva Suecia caería en 1655 bajo control de los Países Bajos y, en
1664, los ingleses comenzarían una ofensiva bélica que acabaría con el dominio
holandés en la zona. La antigua Nueva
Suecia pasaría a denominarse colonia Delaware y Nueva Holanda cambiaría su nombre por el de Nueva York. Con ello, los
ingleses conectarían sus dos principales establecimientos.
En ese mismo
año 1664, Carlos II, en agradecimiento a los servicios prestados por los nobles
realistas John Berkeley y George
Carteret, les concedió una parte de Nueva
Holanda, que ellos rebautizaron como Nueva Jersey (aunque cada uno
gestionaría un sector: Jersey Oriental y Jersey Occidental que, no obstante, se
reunirían de nuevo en 1702). Años después, en 1681, y también como un
experimento social, nacería Pensilvania con el impulso de
William Penn, quien fundaría Filadelfia.
Mientras las
colonias del centro y norte de la costa se iban consolidando, la situación en
las meridionales era diferente. Cuando en 1660, el rey Carlos II de Inglaterra
accedió al trono, no había presencia permanente de europeos entre la Virginia
británica y la Florida española. Carlos II, como compensación a un grupo de
nobles que le habían ayudado a alcanzar el poder, les autorizaría para crear
una nueva colonia en aquellos terrenos “vacantes”. En honor al monarca, la
colonia se bautizaría como Carolina,
y su ciudad principal, fundada en 1670, como Charles Town (que acabaría transformada en Charleston).
Pero Carolina era una colonia demasiado
extensa y presentaba grandes diferencias entre los grupos asentados en el norte
(con cultivos de tabaco y pequeños granjeros) respecto a los establecidos en el
sur (con cultivos de arroz y grandes plantaciones de propietario único). Esa
diversidad generó problemas de gobierno que acabarían en 1710, con la división
en dos de la colonia: Carolina del Norte y Carolina
del Sur.
Pero la parte
meridional de Carolina del Sur seguía siendo un territorio poco explorado y en
1730, bajo el reinado de Jorge II, se hicieron planes para colonizar esa zona.
Finalmente, esos asentamientos serían segregados de Carolina del Sur y constituirían una nueva colonia en 1733 (la
decimotercera y última). Sería denominada Georgia, también en honor al
monarca. Uno de los promotores de Georgia
fue James Oglethorpe quien embarcó en 1732 junto a un centenar de colonos para
fundar el primer asentamiento de la nueva colonia, Savannah, junto al rio del mismo nombre.
Las Trece Colonias británicas que declararían su
independencia para constituir los Estados Unidos de América.
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Savannah, una utopía
ilustrada que se desvanecería.
Como sucedió
en otras colonias británicas norteamericanas, en Georgia, también la motivación tuvo un marcado carácter
filantrópico. Su principal promotor, James Oglethorpe (1696-1785) fue un
representante típico de la Ilustración británica que pretendió construir una
utopía en el “nuevo mundo”.
Oglethorpe
era un militar curtido en diversas batallas cuando en 1722 fue elegido miembro
del Parlamento. Allí centraría su trabajo en una comisión que investigaba la
situación en las prisiones de Gran Bretaña y, en particular, el estado de los
que cumplían condena por deudas económicas. Oglethorpe pudo comprobar la
desgracia de aquellas personas que, en muchos casos, se habían visto encerradas
como consecuencia de la miseria y el desamparo y carecían de posibilidades de
rehacer su vida al cumplir la pena impuesta. Pensó que merecían una segunda
oportunidad y concibió la idea de fundar una colonia con ese fin en aquellas
tierras de esperanza situadas más allá del Atlántico (algo parecido a
anteriores colonias que nacieron como refugio de creencias religiosas).
La situación
política resultó favorable para sus objetivos. La reina Ana había muerto en
1714 sin herederos y el Parlamento ofreció a la corona a Jorge de Hannover,
bisnieto de Jacobo I, que reinaría con el nombre de Jorge I. Educado en
Alemania, no tuvo demasiado interés en los asuntos británicos e inauguró un
sistema político en el que el gobierno efectivo quedaba en manos del Primer
Ministro, cuestión que continuaría su hijo y sucesor Jorge II. Los gobiernos de
este periodo administraban las colonias con menos apasionamiento y sentido
patrimonial que los monarcas anteriores, con más pragmatismo y eficacia,
buscando los máximos réditos en las nuevas instalaciones. Por eso, la propuesta
de Oglethorpe fue recibida con buena disposición. En opinión del gobierno, la
colonización de la desocupada zona meridional de Carolina del Sur con ex presidiarios podría solucionar dos
problemas a la vez: por un lado, desaparecían de Inglaterra personas
desahuciadas y, por otro, se consolidaban las posiciones británicas frente a la
Florida española.
Así, en 1732
el rey concedió la carta para constituir una nueva colonia, segregando de Carolina del Sur el área entre los ríos Savannah y Altamaha, que sería bautizada como Georgia en honor al monarca. Oglethorpe, que sería su primer
gobernador, estableció los principios humanitarios que debían regir la nueva
colonia, prohibiendo, por ejemplo, la esclavitud o la venta de bebidas
alcohólicas e intentando impedir la creación de grandes latifundios. Pero estos
valores pronto se fueron desvaneciendo por la presión ejercida desde el resto
de colonias sureñas y por la propia población de la colonia. Georgia acabaría funcionando como las
demás colonias (la esclavitud se restituiría en 1750).
Mapa físico de la costa este norteamericana. El punto
rojo indica la ubicación de Savannah.
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Savannah sería su primer asentamiento y se ubicaría en la orilla sur del rio
del mismo nombre (que formaba parte de la frontera entre Georgia y Carolina del Sur).
La nueva ciudad debería ser el escenario donde implantar los valores rectores
de la colonia ideal. La elección del sitio fue meticulosa, escogiendo un solar
que estaba a unos quince kilómetros de la costa, sobre un terreno levemente
elevado respecto al nivel de las aguas, poblado por espesos bosques de pinos y
previsiblemente saludable.
El
planteamiento urbano realizado por Oglethorpe sería muy particular ya que concibió la ciudad a partir de una
“célula” que contendría todo lo necesario (viviendas, edificios cívicos y
espacios públicos) y se repetiría cuantas veces fuera conveniente en
función de las exigencias futuras. La disposición modular, evitaba la
existencia de un centro principal, monumentalizado con grandes edificios institucionales
que representaran al poder centralizado. Por el contrario, se apostaba por una propuesta polinuclear, cuya estrategia
resultaría más “democrática” por ser más cercana a los ciudadanos, los verdaderos
protagonistas de la nueva ciudad. Oglethorpe, en su primer plan, delimitó
cuatro de esas unidades modulares que contendrían 160 viviendas en total para
dar cobijo a los primeros colonos.
Vista de Savannah en 1734 con el trazado de las cuatro
“células” originales en el claro del bosque abierto junto al rio (el Plan
Oglethorpe de 1733)
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Detalle de las parcelas residenciales en la imagen del
Savannah en 1734.
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Savannah: la ciudad
“celular”.
La retícula ortogonal es una de las
tramas más utilizadas en la planificación urbana a lo largo de la historia. La aparente simplicidad de su
planteamiento básico esconde una variedad enorme de morfologías y estrategias
planificadoras. Desde los “dameros” más o menos cuadrados, hasta las propuestas
más desequilibradamente rectangulares, estas tramas permiten una gran diversidad
formal, con distintas proporciones y dimensiones entre manzanas, calles,
plazas, etc. También las estrategias urbanizadoras pueden responden a criterios
muy diferentes: desde la propuesta de modelos completos y cerrados hasta la
disposición de trazados ilimitados.
Savannah, mostraría una alternativa de
planificación: la consideración de la ciudad como un organismo compuesto por
células repetitivas.
Esa analogía, tan utilizada como referencia en la ciudad funcionalista del siglo
XX, no era habitual a comienzos del siglo XVIII y significó una singularidad maravillosa
en las estrategias de planificación urbana de aquella época. La responsabilidad
de esta fórmula de desarrollo recae en la adecuada caracterización de la
“célula” y en la articulación entre las repeticiones.
Célula básica (ward) del Plan Oglethorpe
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Plano de Savannah en 1818.
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El módulo
original de Savannah combinaba magistralmente las necesidades residenciales con
una notable presencia de edificios comunitarios (como iglesias, escuelas o
bancos) y espacio público. Además, la repetición a partir del primer
establecimiento iría creando “franjas” que se articularían por medio de amplias
vías con paseos centrales ajardinados. El conjunto expresa la gran lección de Savannah que, más allá de su peculiar desarrollo
urbanístico, se encuentra en los espacios públicos propuestos.
Análisis dimensional del Ward de Savannah
El Ward
es la “célula” que se replica para formar Savannah. Sus dimensiones se fijaron siguiendo
el sistema de medidas anglosajón, delimitando un cuadrado de 675 pies de lado (205,7 metros), que posteriormente
se subdividiría en diversos espacios privados y públicos.
Estudio dimensional del Ward típico de Savannah (dibujo
de Chris Teeter, basado en la figura 16 “Ward Design Specifications” del libro
“The Oglethorpe Plan” publicado por Thomas D. Wilson en 2012)
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Los lotes
privados residenciales formaron rectángulos de 300 x 90 pies (91,4 x 27,4
metros) albergando cinco solares de 60 x 90 pies (18,3 x 27,4 metros), es decir
de 501,4 metros cuadrados cada uno. Cada célula dispone de cuatro bloques
dobles (Tything blocks), ubicados en paralelo, en el norte y sur del
cuadrado, separados longitudinalmente (de este a oeste) por un callejón (Lane)
de 22 pies y medio (22 pies y 6 pulgadas, 6,85 metros). También quedaban
separados por las calles principales norte-sur (Broad Street), de 75 pies
(23,8 metros). Resultaba así un total de 40 parcelas para viviendas.
Complementariamente,
en la franja central, se ubicaban cuatro parcelas para los edificios
comunitarios (Trustee lots) con unas dimensiones de 180 x 60 pies (54,9 x
18,3 metros). Estos rectángulos quedaban separados por las calles centrales que
discurrían de este a oeste (Center Street) de 75 pies (23,8
metros). Las calles normales (Street), que separaban las parcelas
residenciales de los edificios públicos eran de 37 pies con 6 pulgadas (11,4 metros)
En el centro aparecía
la plaza (Square) con unas
dimensiones de 315 x 270 pies (96 x 82,3 metros). Estos espacios solían actuar
como eventuales mercados y sobre todo como lugar de reunión y esparcimiento de
los vecinos del Ward.
La separación
entre los Wards era variable, yendo
desde los 45 pies (13,7 metros) de las vías norte-sur a los 75 pies (23,8
metros) de las calles este-oeste que subían hasta los 150 pies (45,7 metros) den
el caso de los bulevares con paseo central, que discurrían en la misma
dirección.
En cualquier
caso, estas dimensiones típicas del modelo variaban en su aplicación real (y
especialmente en el caso de las “células” extremas de la primera franja
proyectada). En el conjunto, las plazas varían sus dimensiones entre los 100 y
300 pies.
Plazas en Savannah: arriba, Reynolds Square y debajo, Orleans Square.
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El desarrollo “celular” urbano: el
“organismo” Savannah.
El plan
inicial de Oglethorpe, de 1733, repetía cuatro veces el módulo matriz, quedando
separadas esas cuatro “células” por otras dos calles que se cruzaban (Whitaker Street y Broughton Street). Estas “células” originales son las que contienen
las plazas Johnson Square, Wright Square, Ellis Square y Telfair Square.
Replicación de las células (wards) para conformar el
Distrito histórico de Savannah (el cuadrado verde corresponde al Colonial Park
Cemetery)
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En 1734 y
1742 se incorporaron las Lower New Square y Upper
New Square (actuales Reynolds Square
y Oglethorpe Square), contando
entonces la ciudad con seis módulos. Una peculiaridad fue el planteamiento del
cementerio, inicialmente alejado del núcleo original, pero que acabaría siendo absorbido
por el crecimiento de la ciudad (Colonial
Park Cemetery).
Plano con indicación de las 24 plazas históricas de
Savannah (los recuadros negros mayores indican el Colonial Park Cemetery y el Forsyth
Park).
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Esta primera
parte de Savannah se vería aumentada sucesivamente por el sur, pero ahora las
tiras celulares quedarían separadas por bulevares con un paseo central
ajardinado y con un arbolado imponente. Así nacería Oglethorpe Avenue, y después se trazarían sucesivamente Liberty Street, Charlton Street, Jones Street
y Gaston Street.
Calles del distrito histórico de Savannah.
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Así, otras
seis nuevas células fueron incorporadas en la década de 1790 (las denominadas Washington, Franklin, Warren, Columbia, Greene y Liberty). No
serían las últimas porque durante la primera mitad del siglo XIX se ampliaría
la ciudad con otros doce distritos para completar el total de 24 que se
incluyen en el downtown de Savannah
(hoy, como veremos, se conservan 22). En 1851, la ciudad se expandió hacia el
sur con la creación de Forsyth Park y
la trama urbana continuaría, aunque ya no seguiría la estrategia celular.
Por el norte,
junto al rio Savannah, la ciudad se
remataría de una forma especial: las células originales quedaban separadas del
rio por Bay Street y Emmet Park, un parque longitudinal
delimitado por el norte por la alineación de bloques portuarios que se adaptaban
a las ligeras sinuosidades fluviales.
Edificaciones en el frente fluvial de Savannah (Barnard
Street con W River Street)
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Los espacios urbanos de Savannah y sus
lecciones.
Las
veinticuatro plazas históricas de Savannah son: Calhoun, Chatham, Chippewa,
Columbia, Crawford, Elbert, Ellis, Franklin, Greene, Johnson, Lafayette,
Liberty, Madison, Monterey, Oglethorpe, Orleans, Pulaski, Reynolds, Telfair,
Troup, Warren, Washington, Whitefield y Wright. Tres de ellas fueron
transformadas: Liberty, Elbert y Ellis; y, aunque las dos primeras
desaparecían como plazas, engullidas por la red de circulación, la última fue
recuperada, para quedar, en la actualidad, un total de veintidós plazas
históricas.
Calles y plazas del distrito histórico de Savannah.
Arriba, Jones Street y debajo Bull Street desde Johnson Square (al fondo el Moon
River Brewing Company, que fue el primer hotel de la ciudad)
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La gran lección urbana de Savannah se
encuentra en sus espacios públicos, particularmente en sus plazas históricas y
en sus paseos arbolados.
Algunas de las enseñanzas de Savannah nos marcan objetivos importantes para
diseñar los espacios urbanos:
- Escala humana. La Savannah histórica ofrece espacios, tanto en sus plazas, en sus calles y paseos, como en la arquitectura que las define, con dimensiones y proporciones asumibles y comprensibles para los ciudadanos. Las longitudes de sus manzanas, la anchura de sus vías o la proporción de las diferentes secciones transversales (anchura/altura), así como la riqueza en el detalle de su arquitectura, pavimentaciones, mobiliario, etc. manifiestan que han sido diseñadas desde la perspectiva humana.
- Personalidad/Identidad. Cada plaza cuenta con su propia personalidad, y más allá de sus denominaciones particulares, que recuerdan acontecimientos y personas ilustres, resultan identificables por su diseño. Es destacable la particularidad del hito central (desde estatuas conmemorativas a fuentes) y, sobre todo, la sorprendente vegetación que presentan, presidida por los robles de Virginia (Quercus virginiana), una especie propia de la zona sureste norteamericana, que forma techos (canopies), y de cuyas ramas cuelgan los Spanish moss (musgo español, Tillandsia usneoides, una planta epífita), proporcionando un ambiente muy característico a toda la ciudad.
- Variedad. De lo anterior puede deducirse que una retícula ortogonal no tiene por qué resultar monótona. Es cierto que la disposición de Savannah se aleja de los dameros repetitivos, pero sus células, a pesar compartir el mismo esquema formal, presentan un diseño muy diferente. Las perspectivas abiertas por las calles axiales, el arte urbano que incorporan, la diversidad arquitectónica o las particularidades del ajardinamiento potencian la diversidad desde la unidad.
- Legibilidad. Relacionada con la personalidad y variedad de cada plaza, se produce otra importante consecuencia para la ciudad, ya que facilitan la orientación (way finding) dentro de la retícula urbana.
- Pertenencia. Esta característica no es fácil de conseguir. Que los espacios urbanos formen parte inseparable de la vida de los ciudadanos es algo que solo se origina a partir de las experiencias vitales que se producen en ellos. Para lograrlo, además de la necesaria identidad, los espacios deben ser escenarios adecuados para albergar las vivencias de las personas. Las plazas de Savannah han logrado convertirse en una parte importante del sentimiento comunitario de los vecinos, quienes se reúnen en ellas, juegan, pasean, celebran fiestas o mercadillos (incluso llegan a casarse en ellas, entre otras muchas actividades individuales o colectivas). Las plazas también llaman al reposo, con sus bancos bajo los doseles arbóreos y las refrescantes fuentes, e invitan a meditaciones, como reflejaba la famosa escena de la película Forrest Gump rodada en un banco de Chippewa Square.
- Memoria. Los espacios públicos también tienen como misión el enlace intergeneracional, no solo por las experiencias compartidas entre quienes coinciden en el tiempo, sino también por rememorar los logros de las generaciones anteriores. En Savannah, cada espacio recuerda la historia de la ciudad, gracias a sus denominaciones y a la presencia de estatuas de personajes ilustres o placas conmemorativas, todo ello para expresar el orgullo ciudadano por la herencia recibida.
- Peatonabilidad. Las ciudades “humanizadas” privilegian el tránsito peatonal sobre el rodado. El distrito histórico de Savannah no es un espacio peatonalizado, pero la estructura de su trazado y las conexiones de la red de espacios públicos favorecen la continuidad del flujo de los peatones. En este sentido es importante comprobar como las plazas interrumpen los ejes rodados en un claro ejemplo de prioridad peatonal. Estas interrupciones fueron una de las innovaciones del diseño urbano de Savannah. Serán las calles exteriores, las que separan los módulos, las que presenten la continuidad requerida por los vehículos y, por eso, esas vías liminares acogen el grueso del tráfico rodado de la ciudad. En el interior de cada Ward, los espacios ofrecen coexistencia de tráficos, pero con una clara vocación de beneficiar al ciudadano que pasea.
Evolución de un Ward en 1742, 1888 y 2014 (Ward de
Oglethorpe Square)
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Savannah en 1910 (Wright Square y Bull Street)
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No obstante,
la Savannah histórica sufrió alteraciones. No solamente por las sustituciones arquitectónicas
que modificarían el paisaje urbano, sino por transformaciones en los propios
espacios públicos. Como ya se ha apuntado anteriormente, en la década de 1930
alguna de las plazas históricas (concretamente Liberty y Elbert) fueron traumáticamente
modificadas (perdiendo su papel de plazas) para alojar una gran vía rodada que
continuaba la US 17 hacia el centro. En la década de 1950, Ellis Square fue transformada para acoger un aparcamiento (aunque
se logaría recuperar). Estos “atentados” contra la integridad del modelo
histórico pusieron en marcha diversas asociaciones en favor de la conservación
de la ciudad que lograron frenar ese tipo de actuaciones y mantener el espíritu
original de Savannah. Aunque la ciudad se extendería notablemente y lo haría
olvidando su estrategia de urbanización original, el sector histórico ha logrado conservar las principales esencias que
hacen de Savannah una de las joyas de la planificación norteamericana.
En amarillo, el Distrito histórico de Savannah en el
contexto de la ciudad (el amarillo más intenso indica las cuatro “células”
originales)
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espléndido artículo, aunque a efectos de citas e investigacion se echan en falta referencias y bibliografía.
ResponderEliminarQuerido y admirado Bernardo, muchas gracias por tu comentario. La carencia de referencias se debe al carácter divulgativo de los artículos y a que muchas de las reflexiones/opiniones vertidas en ellos son propias. Solamente en ciertas ocasiones (pocas) se hace referencia a fuentes con el objetivo de estimular la profundización en el conocimiento del tema tratado. Recibe un fuerte abrazo.
ResponderEliminarAdmirado Sr. Blasco:Es casi inconcebible que Savannah, no haya sido un modelo a replicar en el nuevo mundo. Su traza magnifica ha hecho de ella quizá la mas bella y amable de sus ciudades. sigue siendo una ciudad moderna con infinitas posibilidades de interpretación.Gracias por divulgarla y estimular su estudio.
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