El downtown de Chicago en primer término, destacando sobre
la inmensa cuadrícula de su trazado.
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Hay ciudades que destacan más allá de los datos de población
o ratios económicos que las han encumbrado a los puestos altos de las
jerarquías urbanas. Estas ciudades han logrado instalarse en un “Olimpo urbano”
que alberga a las urbes determinantes en el devenir histórico de nuestra
sociedad. Chicago es, sin duda, una de
estas ciudades especiales.
Chicago es
una ciudad relativamente joven (fue fundada en 1833), pero en su corta historia
ha acumulado méritos suficientes para ingresar en ese selecto club de ciudades
singulares. Para el acervo occidental, la sola evocación de la palabra “Chicago”
es capaz de sugerir múltiples escenarios: la ciudad del Jazz, el legendario
territorio de los gánsteres, el lugar donde nacieron los rascacielos, etc.
Pero, además, para muchos, representa la aplicación a la gran ciudad del
espíritu estadounidense y la concreción materialista del sueño americano.
También es una muestra increíble de resiliencia urbana, sobreponiéndose a las
desgracias y a los problemas con soluciones asombrosas, y es una ciudad
brillante e innovadora que se ha convertido en un referente cultural
internacional, especialmente en el campo de la arquitectura y de las ciencias
sociales.
Hay ciudades que destacan más allá de los datos de
población o ratios económicos que las han encumbrado a los puestos altos de las
jerarquías urbanas. Estas ciudades han logrado instalarse en un “Olimpo urbano”
que alberga a las urbes determinantes en el devenir histórico de nuestra
sociedad. Chicago es, sin duda, una de
estas ciudades especiales.
Chicago es
una ciudad relativamente joven (fue fundada en 1833), pero en su corta historia
ha acumulado méritos suficientes para ingresar en ese selecto club de ciudades
singulares. Chicago, apodada la “segunda ciudad” (Second City), (aunque en la actualidad sea la tercera en población,
tras Nueva York y Los Ángeles) ronda los tres millones de habitantes. El
calificativo fue cierto en su momento ya que llegó a alcanzar los 3,6 millones
a mediados del siglo XX, pero desde la Segunda Guerra Mundial, el área central
se ha estancado en favor de un área metropolitana que, en su conjunto, alcanza casi
los diez millones de personas. Sus datos económicos también avalan su elevada
jerarquía no solo en los Estados Unidos sino internacionalmente.
Pero Chicago
es mucho más que lo que indican los datos demográficos o sus favorables índices
económicos. Para el acervo
occidental, la sola evocación de la palabra “Chicago” es capaz de sugerir
múltiples escenarios: la ciudad del Jazz, el legendario territorio de los gánsteres,
el lugar donde nacieron los rascacielos, etc. Pero, además, para muchos,
representa la aplicación a la gran ciudad del espíritu estadounidense y la
concreción materialista del sueño americano. También es una muestra increíble
de resiliencia urbana, sobreponiéndose a las desgracias y a los problemas con
soluciones asombrosas, y es una ciudad brillante e innovadora que se ha
convertido en un referente cultural internacional, especialmente en el campo de
la arquitectura y de las ciencias sociales.
Chicago, ¿la gran
ciudad que representa el genuino sabor americano?
Es muy
conocido el eslogan publicitario que una marca de tabaco utilizaba para
identificarse con el “genuino sabor americano”. Pero más allá de su efectividad
promocional, que se reflejaba en imágenes vaqueras y de extensas praderas, o en
el mundo del cine y de las novedades musicales nacidas allí (jazz, rock, etc.),
el espíritu estadounidense no es fácil de precisar. Porque, aunque la identidad
prefiere expresiones nítidas y homogéneas, posiblemente el rasgo más
definitorio para Norteamérica sea su diversidad, desde luego de paisajes
(montañas, desiertos y grandes praderas), pero también social, porque el país
fue consolidándose gracias a comunidades de orígenes muy variados y que
conservaron, en muchos casos, sus tradiciones.
Quizá por esa
razón, cuando el arquitecto de Chicago, Stanley Tigerman fue preguntado por la
idiosincrasia de su ciudad, la comparó con otras urbes norteamericanas
declarando que, mientras “Nueva York es
una urbe europea, mayormente judía en sus costumbres; San Francisco es
oriental; Los Ángeles es una ciudad artificial hecha de sueños; Boston, por
otro lado, es Inglaterra; pero, en cambio,
Chicago es la verdadera América con todas sus maravillosas contradicciones e
inseguridades”.
La afirmación
de Tigerman se basaba, principalmente, en la heterogénea sociedad de Chicago, y precisaba su afirmación diciendo
que la ciudad “tiene la mayor
concentración de polacos, ucranianos o lituanos fuera de sus propios países.
Las comunidades china, italiana, griega, irlandesa o hispana son enormes, la
población negra omnipresente y sin embrago, Chicago, es una ciudad
eminentemente segregada y racista convirtiéndose en una realidad
espléndidamente conflictiva.”
Pero, además,
la configuración física de Chicago también puede representar otros rasgos
característicos de Norteamérica. Primero, si nos fijamos en el paisaje, Chicago
se asienta sobre las extensas praderas de ese medio oeste, que tienden a
identificarse como el espíritu norteamericano más “esencial”. Pero, no
solamente es su paisaje (que, por otra parte, se encuentra tan antropizado que
resulta difícil de reconocer), porque Chicago cuenta con otros de los atributos
habituales de las ciudades en los Estados Unidos. Esto es así tanto por su planificación de cuadrícula infinita
como por el contraste volumétrico entre la concentración de las grandes alturas
del downtown y las extensiones
interminables de diminutas viviendas unifamiliares. Como veremos más adelante,
Chicago “inventó” a finales del siglo XIX los rascacielos, pero también propuso una forma característica para las
residencias individuales con sus influyentes “Casas de la Pradera”.
Chicago ¿la
concreción materialista del sueño americano?
Chicago tuvo
un nacimiento con poca intención urbana. De hecho,
cuando se planificó aquel territorio junto a los Grandes Lagos (siguiendo el
procedimiento dictado por la cuadrícula de la Land Ordinance de 1785) no se estaba pensando en la creación de una
ciudad sino en la venta de parcelas a colonos que deberían resolver sus
necesidades de forma individual.
Chicago en 1834 según el plano de J.S. Wright.
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La parcelación de terrenos tenía como objetivo
la recaudación para financiar la construcción del Illinois & Michigan Canal. Así, Chicago nació
como una “mercancía”, pero la previsión fue superada por el éxito de la
convocatoria y el asentamiento inicial comenzó a crecer de una forma imparable.
Además, las parcelas empezaron a ser adquiridas y ocupadas por personas no
vinculadas a las actividades agrícolas y, por lo tanto, carentes de la
autonomía que ofrece la agricultura (como sucedía en otras zonas de la pradera).
Los destinatarios de las parcelas fueron, en un número muy importante,
comerciantes que aprovechaban las posibilidades del lugar, obreros que estaban
construyendo el canal y otros que buscaban proveer de servicios a los anteriores. La ubicación
estratégica del Chicago la convertiría rápidamente en un centro de comunicaciones principal dentro de la red estadounidense y en
un centro comercial y de transporte de primer orden (que tuvo como gran
motor inicial la industria cárnica).
Trazado del I&M Canal desde el brazo sur del
Chicago River hasta su desembocadura en el Illinois River
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La
impresionante prosperidad de Chicago ofrecía atractivos irresistibles para los
inmigrantes. El escritor Eduardo Chamorro apunta que Chicago “es la única gran ciudad del mundo a la que
todos sus ciudadanos llegaron con la intención declarada de ganar dinero” e
insiste en la idea de que “hubo una época
en la que fue la ciudad prometida de la
tierra prometida”. Chicago comenzó a crecer de forma vertiginosa, hasta el punto de que en su primer siglo de existencia alcanzaría
los tres millones de habitantes.
Una ciudad
inquebrantable (la resiliencia de Chicago).
Chicago se ha
enfrentado, a lo largo de su corta historia, a desgraciadas catástrofes y a
graves problemas (tanto sociales como técnicos), pero siempre ha sabido
convertir esas situaciones desfavorables en oportunidades. Chicago ha mostrado
una buena dosis de resiliencia y sus
ciudadanos han manifestado un espíritu inquebrantable para superar cualquier
contratiempo. En opinión del historiador Javier Mazorra, “nació para triunfar (…) nada ha sido capaz de asustar a Chicago, un
lugar donde cualquier desgracia ha podido ser transformada en un golpe de
suerte” e insiste diciendo que “esta
aguerrida ciudad ha visto como prosperaba y luego se hundía la industria
cárnica, ha sufrido los desmanes de Al Capone y de otros capos de la Mafia
durante la Ley Seca y ha presenciado las peores batallas campales provocadas
por enfrentamientos raciales. De todo ello ha salido airosa” y recuerda
como “en 1871 el peor de los incendios
imaginables se convirtió en una oportunidad para construir una nueva metrópoli
aún más esplendida”.
Aquel
pavoroso incendio de 1871 arrasó buena parte del casco urbano de aquellos
tiempos y la renovación obligada dio paso a una metrópoli renovada que marcaría
época, proponiendo una nueva
arquitectura, a la que nos referiremos en los siguientes apartados.
Pero Chicago
también afrontó arduos problemas técnicos. A mediados del siglo XIX, la ciudad,
en continua expansión, constató que el carácter plano y pantanoso del sitio,
con un nivel freático próximo a la superficie, dificultaba el establecimiento
de una red de saneamiento con pendientes eficaces. La solución fue
sorprendente: se decidió ¡el
levantamiento de los edificios! hasta alcanzar la cota que requería la red
de alcantarillado.
Grabado mostrando el proceso de levantamiento hidráulico
de edificios en Chicago.
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Un joven ingeniero, llamado George Pullman (quien, años
después, revolucionaría el transporte de pasajeros en
ferrocarril inventando los coches-cama y que llegó a construir su propia
ciudad, la Pullman Town) ideó en 1859 un sistema hidráulico
que permitió elevar los edificios construidos hasta la altura fijada para las
calles (el hotel
más grande de la época, el Tremont, fue alzado mientras continuaba abierto al
público y no sufrió ningún desperfecto).
Pero el problema de la evacuación de las aguas residuales siguió existiendo. Aquel territorio
estaba drenado por el modesto Chicago
River, un cauce que pronto dejó de ser visto como un rio para ser considerado una cloaca a
cielo abierto que recogía todos los desechos de la ciudad. El tóxico rio
desembocaba en el Lago
Michigan, contaminándolo gravemente y poniendo en riesgo a una población en
aumento (hay que tener en cuenta que el lago era la fuente del agua potable
para beber). La solución fue asombrosa: cambiar el sentido de las aguas de su río. Las aguas del rio ya no llegarían al
lago, sino que sería este quien las vertería en el cauce para dirigirlas hacia un sistema con mayor
capacidad de depuración (la cuenca del Mississippi, a través de los ríos Des Plaines e Illinois).
Complementariamente, este cambio del sentido fluvial (forzado con dragados y la
construcción de varios canales de apoyo) posibilitó la conexión de la región de
los Grandes Lagos con los territorios del Mississippi y el Golfo de México,
potenciando extraordinariamente el valor posicional de Chicago).
Esquema del cambio de sentido del Chicago River con sus
canales de apoyo. A la izquierda, la situación y sentidos previos de los ríos y,
a la derecha, estructura de la reversión.
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La reversión del sentido del Chicago River supuso la
conexión de los Grandes Lagos con la cuenca del Mississippi.
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Como puede
apreciarse, Chicago ha logrado superar todas las crisis a las que se ha
enfrentado y siempre ha salido fortalecida de cada situación (incluso
soportando abnegadamente un clima difícil, con una presencia casi permanente
del viento, hecho que le ha llevado a recibir el apelativo de Windy City, ciudad del viento).
Una ciudad brillante
e inspiradora.
Chicago,
sorprendió al mundo con su reconstrucción tras el Gran Incendio de 1871, y se
convirtió en el centro todas las miradas arquitectónicas y urbanas. En ese
contexto, la ciudad aprovechó la oportunidad que tuvo para celebrar el cuarto
centenario del descubrimiento de América poniendo en marcha la Exposición Universal conmemorativa, que
finalmente abriría sus puertas en 1893. En esa muestra se gestaron las influyentes
nociones de “Ciudad Bella”, “Ciudad Blanca”, y en general un retorno al
clasicismo “Beaux Arts” que tomaría
cuerpo con el “City Beautiful Movement”.
Fue una espectacular presentación internacional
de la ciudad.
Imagen de la Exposición Universal de Chicago de 1893
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Años después, durante la década de 1920, Chicago consolidaría
su posición entre las ciudades principales de los Estados Unidos. La
prosperidad que alcanzó el país tras la Primera Guerra Mundial caracterizaría
los denominados “felices años veinte”, en los que la bonanza económica alimentó
una incipiente industria del entretenimiento. Aunque, paradójicamente, esos
años fueron los de la “prohibición” sobre las bebidas alcohólicas y, en ellos,
proliferarían los gánsteres quienes, burlando la “ley seca”, controlarían el
ocio y el juego. Esto se produjo en grado máximo en Chicago, donde siniestros
personajes como Al Capone se hicieron muy populares. Aquel periodo tuvo una
banda sonora particular: el Jazz, que enfervorizó a la población
y fue animado por los músicos que habían emigrado desde Nueva Orleans. También la
arquitectura aportaría una imagen renovada al “escenario” urbano con la
aparición del Art-Déco. El nuevo
estilo llegó al Chicago de la Jazz Age causando furor entre la clase acomodada y la ciudad volvería a situarse en
posiciones de vanguardia gracias a la construcción de grandes edificios que se
encuentran entre sus iconos más significativos.
Chicago consolidaría su posición de ciudad avanzada en
la ciencia y en la industria aplicada con nuevas propuestas como las
concretadas en otra Exposición Universal, esta vez celebrada en 1933 con el
lema “un siglo de progreso” (que rememoraba los primeros cien años de Chicago).
Una ciudad innovadora
(arquitectura y ciencias sociales)
Como venimos
anticipando, uno de los principales alicientes de Chicago es su arquitectura. En este sentido, Helmut
Jahn, arquitecto alemán afincado en Chicago, comenta que “cuando llegué a Chicago en 1966 para estudiar en el IIT, vine porque
veía a Chicago como la capital mundial de la arquitectura. Había gente de todas
las partes de mundo (alemanes, italianos, suecos, asiáticos y otros muchos
jóvenes ambiciosos estudiando y trabajando en Chicago). Una razón, desde luego
era la historia de Chicago. Estábamos fascinados por el Gran Incendio de
Chicago, la Exposición Universal Colombina, los primeros rascacielos y muchas
cosas más. No es exagerado decir que los arquitectos jóvenes veían una visita a
Chicago como algo de la misma importancia que una peregrinación a Roma o Atenas
(…) ¿Qué más podía pedir un joven arquitecto? Nada”. En la misma línea
Tigerman apunta que “arquitectónicamente,
esta ciudad es imbatible”.
En Chicago
nació una tipología que transformaría las ciudades: los rascacielos.
Con estos edificios,
comenzó a la colonización de la altura, en lo que se convertiría en una de las
estrategias urbanas habituales a partir de entonces. El Gran Incendio de
Chicago de 1871 fue una desgracia que se convirtió en una gran oportunidad. En
esas circunstancias adversas, Chicago tuvo la suerte de contar con una
generación de brillantes e innovadores arquitectos que propusieron nuevas
técnicas y tipologías edificatorias, creando un estilo propio. Aquellos
primeros rascacielos serían el comienzo de una metamorfosis espectacular en las
ciudades. Este pequeño grupo de profesionales, reconocidos por la
historiografía como la “Primera Escuela de Chicago” (Chicago School), serán los responsables
de introducir a Chicago por la puerta grande de la arquitectura moderna.
Pero, además,
tras la Segunda Guerra mundial y hasta mediados de la década de 1970, Chicago volvería a marcar una nueva
pauta arquitectónica. Con el magisterio de Ludwig
Mies van der Rohe, que había emigrado desde la Alemania nazi, se
elaboraron nuevos conceptos espaciales y estructurales, se sofisticaron
tecnologías y se desarrollaron modelos arquitectónicos innovadores que se
convertirían en la imagen más representativa de la modernidad. Su abstracción estilística derivó
en las “cajas” de acero y cristal, materializadas en rascacielos o en
pabellones, que se propagarían por todo el mundo, hasta convertirse en un
emblema de la ciudad moderna. Las obras realizadas por Mies van der Rohe y sus
discípulos (como Skidmore, Owings &
Merrill), muestran una coherencia que permite agruparlos como “Segunda Escuela de Chicago”. Una de ellas, la actual Willis Tower (originalmente Sears
Tower) fue, con sus 442 metros de altura, desde su inauguración en 1973, el
edificio más alto del mundo durante 20 años.
Complementariamente, también en Chicago se abriría
un nuevo camino para la arquitectura residencial. Con la referencia de la obra original
de Henry H. Richardson, una generación de arquitectos jóvenes y apasionados
(entre los que destacaría con luz propia Frank
Lloyd Wright) compartieron ideas para conseguir un objetivo común: la
creación de un estilo arquitectónico propiamente americano. El paisaje de la pradera inspiró a los
arquitectos que alumbraron las “Casas de la
Pradera” (Prairie Houses), en las
que proponían
formas sencillas, con predominio de líneas horizontales, caracterizadas por
espacios interiores fluidos, llenos de luz natural, que influirían notablemente en la
figuración de los suburbios norteamericanos del siglo XX.
Incluso,
desde un punto de vista más organizativo, Chicago fue una de las primeras
ciudades en sistematizar la
incorporación de la naturaleza dentro de la estructura urbana. El
resultado es que Chicago presenta una colección de obras de tal relevancia (que
siguen aumentando) que convierten a la ciudad en un “museo” de arquitectura visitado con devoción.
Primer plan de sistematización de las áreas verdes de
Chicago.
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Pero el magisterio de Chicago no se limita a la
arquitectura. De hecho, la
denominación “Escuela de Chicago” es compartida por otras disciplinas que
tienen como referencia importantes logros alcanzados en la ciudad. Por ejemplo,
desde la economía también se
reconoce una “Escuela de Chicago” como una corriente de pensamiento partidaria
del libre mercado, opuesta a las teorías keynesianas, que se formuló en la
Universidad de Chicago a mediados del siglo XX y que dio representantes tan
notables como Milton Friedman, Premio Nobel de economía en 1976, o George
Stigler, que consiguió el mismo galardón en 1982. Otra muestra relevante surge
desde la sociología, que también
identifica una “Escuela de Chicago” en su ámbito. Las aportaciones realizadas
por ella en las décadas de 1920 y 1930 abrirían nuevos caminos en las
metodologías de investigación de la sociología urbana, poniendo el foco en el
entorno al combinar la teoría con los trabajos etnográficos de campo.
Aquella
ciudad que fue denostada en sus orígenes por otras más antiguas (como Nueva
York, Filadelfia o Boston, que veían a Chicago como un lugar de ambiciosos “criadores
de cerdos”, en referencia a la poderosa industria cárnica de sus inicios), acabaría
convirtiéndose en una referencia cultural de primer orden (sus prestigiosas universidades
tienen el orgullo de haber recibido 85 premios Nobel). Pero esta fascinante
ciudad también presume de sus numerosos y extraordinarios museos (sobre todo de
arte y ciencia), de su maravillosa Orquesta Sinfónica, o, en otro orden de
cosas, de sus kilométricas playas recuperadas, de sus extensos parques (con innovadoras
creaciones como el Millenium Park) o de sus “paraísos” comerciales y de
ocio.
Millennium Park en Chicago.
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Desde luego, más allá de lo expuesto en este artículo, Chicago atesora otros muchos atractivos y valores.
Las guías turísticas intentan presentarlos, pero no llegan a descubrir todo lo
que esconde esta fascinante ciudad. En definitiva, Chicago, como apuntaba Frank
Sinatra en una de las canciones que dedicó a la ciudad, “is my kind of town”.
Nota: Las citas de
Stanley Tigerman, Javier Mazorra y Eduardo Chamorro proceden del libro
“Ciudades del Mundo”. Ed Unidad Editorial, Madrid 1993.
Que excelente informacion, es un placer leer este blog y ver sus imagenes..!!!
ResponderEliminarLas citas de Tigerman están muy bien elegidas. Gracias por la síntesis.Excelentes notas. Si quiero citarlos como fuente en una nota ¿como debería hacerlo? gracias.
ResponderEliminarhola interesante tema
ResponderEliminarinteresante
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