Bombay y Calcuta
son dos ciudades excesivas desde muchos puntos de vista. Situadas en cabeza de
las más pobladas de la India, se encuentran sobrepasadas por las circunstancias,
siendo emblemas de la desigualdad social y de la pobreza extrema, de la
congestión urbana y la falta de vivienda, con infraestructuras que no funcionan
o problemas de contaminación y salubridad. Pero, pese a todo, siguen siendo el
destino esperanzado de millones de personas y continúan ejerciendo una
atracción magnética en los visitantes que se ven seducidos por su singular
exotismo.
Las dos han
cambiado de nombre oficial: Bombay es ahora Mumbai y Calcuta, Kolkata, y son
capitales de sus respectivos estados (Maharashtra
y Bengala Occidental). Además,
comparten otras muchas cuestiones, más allá de su problemática realidad, como
haber sido gestadas durante del imperialismo británico, su vocación portuaria,
o su particular forma de crecimiento contra el agua. Pero también presentan
notables diferencias derivadas de sus circunstancias históricas y de la
distancia que las separa (algo más de 2.000 kilómetros), que las ubica en
entornos paisajísticos, culturales o lingüísticos muy distintos. Su comparación
permite acercarnos a la complejidad del subcontinente indio.
El Subcontinente Indio: una
aproximación geomorfológica.
El denominado
“subcontinente indio” es una extensa región geográfica, de unos cuatro millones
y medio de metros cuadrados, situada en el sur de Asia. Su nítida delimitación es
consecuencia de la evolución geológica de la placa tectónica Índica en la que se encuentra. Esta antigua placa, que
se desgajó del supercontinente primigenio Gondwana, colisionó en su devenir con
la placa Euroasiática, creando la meseta del Tíbet y la cordillera del Himalaya,
y se fusionó, hace unos 50 millones años, con la placa australiana adyacente
bajo el océano, formando la actual placa Indo-australiana.
Así pues, es un territorio muy bien definido físicamente:
por el sur, aparece el Océano Índico, con un trazado costero muy peculiar
debido a la gran península indostaní que surge entre las desembocaduras de los
ríos Indo y Ganges; por el oeste, emergen los contrafuertes de la meseta
irano-afgana (tras el valle del Indo); por el norte, se eleva la cordillera del
Himalaya (tras el valle del rio Ganges); y, por el este, se cierra con los
profundos valles y las junglas de Birmania.
Mapa físico del subcontinente indio.
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Su extensión y
condiciones ofrecen una yuxtaposición de
territorios con climas, paisajes y recursos muy distintos, que han
comportado condiciones de vida muy diversas a lo largo de la historia para sus
habitantes. En consecuencia, surgieron diferentes
civilizaciones, manifestadas en una variedad de etnias, culturas, religiones
o lenguas, que convivirían en un espacio que facilitó una intensa interacción
entre pueblos, con habituales enfrentamientos que llevarían a una basculación
entre la unidad y la fragmentación política. No obstante, a pesar de la
rotundidad de sus fronteras naturales (el gran océano, las elevadas montañas o
las intrincadas selvas), ese territorio no estuvo aislado del exterior y
sufriría invasiones e influencias que resultarían trascendentales para su
evolución sociocultural.
Podemos abstraer la forma geográfica del
subcontinente asimilándola a un deltoide cóncavo (un cuadrilátero no
regular, cuyos lados contiguos son iguales dos a dos, como una cometa). Sus ejes
se orientarían siguiendo los puntos cardinales. El “triángulo” superior tendría
sus lados en las cadenas montañosas que cierran el subcontinente
septentrionalmente, precedidas por los valles fluviales. Correspondería aproximadamente
a lo que se conoce como llanura indo-gangética. El “triángulo” inferior es
propiamente la península indostaní (protagonizada por la central Meseta del
Decán), con sus dos lados apuntando hacia el sur (acompañados por las
cordilleras de los Ghats occidentales y orientales) y uniéndose en el vértice
meridional junto al cual se encuentra la isla de Sri Lanka (la antigua Ceylan).
El lado occidental es litoral del Mar Arábigo, mientras que el lado oriental lo
es del Golfo de Bengala (ambos mares forman parte del Océano Índico, pero
cuentan con la individualidad necesaria para ser identificados con un nombre
propio).
A la izquierda Mar Arábigo y a la derecha, Golfo de
Bengala, dos mares con personalidad propia dentro del Océano Índico.
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El Subcontinente Indio: un esquema
histórico y político.
La historia del
subcontinente indio puede estructurarse en tres periodos bien diferenciados:
• El primero engloba la India histórica, con las llamadas tres civilizaciones “clásicas”:
la indoaria o védica (del 1400 a.C. al siglo VI d.C.); la medieval o hinduista
(entre los siglos VII y XII); y, finalmente, la islámica-hindú (del siglo XIII
al XVIII).
Aunque la primera
noticia de civilización en el subcontinente corresponde a la cultura del valle del río Indo (también llamada
civilización de Harappa y Mohenjo-Daro, desarrollada entre el 3000 y el 1300 a.C.),
la historia india comienza propiamente con la implantación de la cultura
védica, gestada por invasores arios procedentes de Asia Central. Estos
acabarían controlando el norte del territorio, sobre todo el valle del Ganges,
donde crearon diversos pequeños reinos o ciudades-estado (entre las que
destacaría Magadha). Fue la época en
la que nacieron el hinduismo, el budismo y el jainismo.
Tras las turbulencias
provocadas por las sucesivas invasiones de los persas de Ciro y de los
macedonios de Alejandro Magno, acabaría forjándose el primer gran imperio hindú
que logró unificar casi todo el subcontinente: el Imperio Maurya (322-185 a.C.). El declive de la dinastía Maurya
abriría un tiempo prolongado de fragmentación política hasta que, siglos
después, surgiría otro destacado estado centralizado, el Imperio Gupta (320-550).
La presencia islámica
en el noroeste del subcontinente comenzó poco después de la muerte del profeta,
pero no sería hasta principios del siglo XIII cuando se comenzó a forjar un
estado musulmán que dominaría la llanura indo-gangética: el Sultanato de Delhi (1206-1526). La
paulatina decadencia del sultanato permitiría su descomposición política en un
mosaico de estados y reinos. Esta situación inestable acabaría con la
imposición de la autoridad del que se convertiría en el mayor estado islámico
implantado en el subcontinente, que llegó a controlar la práctica totalidad del
territorio: el Imperio Mogol. El
imperio empezó a declinar a finales del siglo XVII hostigado por las
sublevaciones internas de sijs, pastunes afganos y, sobre todo, de los
hindúes marathas, que llegarían a
crear una confederación que controlaría el Decán durante varios siglos. La
punta meridional peninsular se mantuvo durante largos periodos al margen de las
organizaciones políticas septentrionales.
Mapas históricos del subcontinente indio: arriba,
Imperio Maurya y debajo Imperio Mogol.
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• El segundo periodo abarca el periodo colonial que comienza con la
llegada de los europeos (portugueses, franceses, holandeses e ingleses),
quienes aprovecharan la decadencia del Imperio Mogol para tomar posiciones en
la región. Particularmente los británicos que acabaron monopolizando la
“colonización” india. Este periodo tiene dos etapas bien diferenciadas.
La primera fase se desarrollaría
entre mediados del siglo XVIII y 1857, solapando la progresiva decadencia
mogola con la paulatina implantación británica derivada de la acción de la Compañía Británica de las Indias Orientales
(East India Company, EIC), una empresa privada (aunque con
vinculaciones privilegiadas con el estado) que gobernaba los territorios que
se iban dominando.
La segunda fase arranca en 1857 con
una nueva fórmula de administración colonial. La grave revuelta de los cipayos
llevó a Inglaterra a eliminar el gobierno de la EIC (la compañía acabaría
siendo disuelta en 1874) estableciendo la administración
directa de la Corona británica a través de la figura de un virrey residente
en Calcuta y de la Secretaría de la India en Londres. Esta fase fue la del
apogeo imperial británico, aunque desde finales del siglo XIX tendría que
lidiar con los nacionalismos (musulmán e hindú, principalmente) que
presionarían con fuerza por la emancipación, sobre todo a partir de 1920.
• El tercer y último periodo arranca con la independencia respecto al imperio
británico, obtenida en 1948, tras la Segunda Guerra Mundial. La primera y
fundamental consecuencia de la desvinculación fue la división política del
subcontinente en diversos países. La aparición del nuevo mapa político,
determinado por cuestiones étnicas y religiosas, ocasionó gravísimos conflictos
internos (bélicos incluso) hasta que se logró un equilibrio que todavía no está
exento de tensiones. Los estados resultantes de la fragmentación son los
actuales India, Pakistán, Bangladesh,
Sri Lanka y Myanmar (Birmania). Para cada uno de esos territorios, que
tuvieron un pasado común, esto significó un nuevo punto de partida y una
evolución propia.
Mapas históricos del subcontinente indio: arriba, el
Raj Británico y debajo división política actual
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Bombay y Calcuta
son dos de las principales ciudades de la India, capitales de los estados Maharashtra y Bengala Occidental, respectivamente. Fundadas durante la
colonización británica, se encuentran separadas algo más de 2.000 kilómetros
(aproximadamente la distancia que separa Madrid y Berlín). Bombay se encuentra
en el litoral occidental indio, frente al Mar de Arabia, mientras que Calcuta
se ubica en la parte nororiental del país, cercana al Golfo de Bengala.
Bombay ya no es Bombay, sino Mumbai.
Calcuta ya no es Calcuta, sino Kolkata.
Comenzaremos
nuestra aproximación a las dos ciudades por una cuestión toponímica. La Unión
India lleva saldando cuentas con su pasado colonial desde el mismo momento en
que consiguió la independencia. Una de las cuestiones más llamativas en este
sentido es la que tiene que ver con el cambio
de nombres de ciudades (e incluso de algunos estados) que habían sido
asignados por los británicos. Impulsado por el nacionalismo hindú, parece que
la India no se cansa de cambiar topónimos, aunque no todo el mundo recibe con
agrado la variación alegando las dificultades identitarias y socioeconómicas
que genera.
Ya en 1947, Jubbulpore se transformó en Jabalpur y al año siguiente, Cawnpore se rebautizó como Kanpur. Los cambios de denominación
afectaron a muchas ciudades poco conocidas, pero también a las grandes urbes.
En 1956 le llegó el turno a una de las importantes: Benarés, que pasó a llamarse Varanasi.
En 1995, Bombay se convirtió en Mumbai. Un año después, sucedió algo
similar con la histórica Madrás, que
desde entonces se denomina Chennai y
con Cochín que se transformó en Kochi. En 2001, el turno le llegó a Calcuta,
ciudad que modificó su topónimo por el de Kolkata. La cosa no quedó ahí. Cinco
años después, en 2006, Pondicherry se
rebautizó como Puducherry; en 2008, Poona lo hizo como Pune en 2008; en 2014, Bangalore,
el “Silicon Valley” de la India, se
transformó en Bengaluru; o en 2016, Gurgaon se transformó en Gurugram. Y siguen los deseos de
transformación para el futuro.
En general, la
excusa para la permuta es recuperar los nombres originales que habían sido deformados
por la pronunciación y escritura inglesa dada durante el periodo de dominación
británica (aunque hay que recordar que algunas de esas ciudades fueron fundadas
por los europeos). No obstante, a pesar de la oficialización de los cambios,
muchos países extranjeros mantienen las denominaciones anteriores como
traducción de las nuevas e, incluso, en las propias ciudades indias, no todo el
mundo ha procedido al cambio. Por ejemplo, en Mumbai, la Corte Suprema del
estado sigue llevando el nombre de Bombay o el Mercado de Valores, que es la
principal Bolsa del país, sigue siendo identificado como “de Bombay”.
Bombay y Calcuta, dos cuerpos extraños (británicos)
en territorios con fuerte personalidad india.
Hasta el periodo
colonial, India era un territorio rural, y sus ciudades eran poco más que un
mercado o un lugar sagrado de peregrinación. No sería hasta el desarrollo
industrial, traído por los británicos, cuando puede comenzarse a hablar de una incipiente
cultura urbana india. De hecho, las áreas de Bombay y Calcuta estaban discretamente
ocupadas hasta la llegada de los europeos. Bombay era una de las pequeñas islas
que conformaban un archipiélago habitado por pescadores, mientras que Calcuta
no existía más allá de unos modestos asentamientos de campesinos esforzados por
extraer la máxima fertilidad al delta del Ganges.
La historia de las
dos ciudades arrancaría con la aparición de la Compañía Británica de las Indias Orientales, que llegó a un acuerdo
con el Imperio Mogol para establecer una primera factoría comercial en Madrás
(1640) al sureste de la península, a la que seguirían Bombay (1661) y Calcuta
(1690). Estas tres ciudades serían durante tiempo la única representación de
los británicos en el subcontinente, hasta que estos comenzaron a avanzar sobre
el territorio dominándolo por completo.
Por eso, Bombay y
Calcuta comparten el “pecado original” de haber nacido como colonias
extranjeras en un entorno hindú, lo que ocasionó que, las dos ciudades se desarrollaron, inicialmente, como cuerpos extraños
dentro de sus respectivos entornos. Entornos que fueron muy diferentes
entre sí, por cultura y costumbres, por paisaje, e incluso por idioma, porque Bombay
nacería en territorio maratha,
mientras que Calcuta fue fundada en Bengala.
Bombay y Calcuta están separadas unos 2.000
kilómetros. A la izquierda estado de Maharashtra y a la derecha estado de
Bengala.
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Los marathas eran un pueblo guerrero,
ardiente defensor del hinduismo frente al islamismo y que contaban con una
lengua propia, el marathi (que sigue
siendo oficial en el estado). Su territorio original corresponde
aproximadamente con el actual estado indio de Maharashtra, que se encuentra al oeste de la Meseta del Decán, en
el litoral del Mar Arábigo (y del que Bombay es capital). Los marathas se rebelaron en el siglo XVII contra
el Imperio Mogol constituyendo el Imperio
Maratha que dominó el centro peninsular (gobernando desde Poona/Pune, su capital histórica)
Por su parte, Bengala es un territorio histórico situado
en el noreste del subcontinente indio, en la parte final del curso del río
Ganges y su delta. La importancia estratégica de la zona queda demostrada por
ser el lugar donde se consolidaron el antiguo reino de Magadha o el Imperio
Maurya, siendo, además, el primer territorio dominado por los británicos, más
allá de sus ciudades iniciales. Con la independencia
y la división de la India británica, Bengala fue segregada en dos: por una
parte, quedaría Bengala Occidental, hindú,
dentro de la Unión India, con Calcuta como capital; y, por otra, la región de Bengala Oriental, musulmana, rebautizada
en 1955, como Pakistán Oriental e
independizada en 1971 del Pakistán
Occidental, pasando a llamarse Bangladesh
(que significa “país de Bengala”). A pesar de estas diferencias políticas, las
dos zonas de Bengala, comparten mucho, cultural y sociológicamente, además de
un idioma propio (el bengalí) que es oficial en ambos territorios.
Ganando terrenos para urbanizar: Bombay
frente al mar y Calcuta frente a las marismas.
Las dos ciudades
nacieron con vocación comercial y portuaria. Bombay es una ciudad marítima,
situada en la costa occidental de la península; mientras que Calcuta es
interior, aunque cercana a la bahía bengalí. La elección de ambos sitios buscó
las favorables condiciones para establecer un puerto y desarrollar el comercio
ultramarino, pero comenzó a presentar problemas cuando la prosperidad de las
dos colonias exigió el crecimiento de sus trazados urbanos iniciales. Entonces
de evidenció que el espacio disponible resultaba
escaso y ante esa dificultad, se optó, en ambos casos, por una solución drástica: se crearían nuevos
terrenos para urbanizar, ganándoselos al agua. En Bombay se consiguió rellenando
de tierra el mar y en Calcuta desecando las marismas del entorno.
Bombay era una de
las siete islas que conformaban un archipiélago especial porque cinco de ellas (Bombay,
Parel, Mazagaon, Mahim y Worli) conformaban una especie de
“círculo” que encerraba una suerte de “mar interior abierto” entre ellas; mientras
que las otras dos (Colaba y Little Colaba) eran una prolongación de
uno de los extremos de la isla Bombay (que tenía una peculiar forma de “H”),
favoreciendo la creación de una bahía meridional (Back Bay).
Bombay comenzó su
historia urbana en 1534 cuando el emperador mogol firmó un acuerdo con los
portugueses, que instalaron allí una de sus colonias ultramarinas. Pero entre
1661 y 1665 las islas pasarían al control británico, iniciando una nueva
andadura. La situación de Bombay
respecto al resto del archipiélago, articulando los dos espacios marinos (el
pseudo lago interior y la bahía sur), haría que fuera esa isla la elegida por
los británicos para instalar en ella su factoría. En su litoral oriental,
aprovechando la existencia de una pequeña cala que actuaría como puerto, se
construiría la instalación comercial, con las residencias asociadas, así como
el fuerte militar que debía proteger todo el conjunto. Estas islas acabarían
siendo reunidas en una única masa terrestre en 1784 gracias al relleno del “lago”
interno y la conexión del espolón meridional. Con esta ganancia de tierra,
Bombay, que sería el nombre adoptado para el conjunto, se convertía en una isla
mucho mayor, capaz de acoger el crecimiento que la prosperidad de la colonia
requería entonces. La ganancia de terrenos al
mar continuaría en años futuros con la anexión de otra isla, Trombay, y con la conversión de la
Bombay unificada en una península al ser conectada con el continente.
Por su parte,
Calcuta comenzaría su desarrollo urbano impulsada por la compañía británica,
que se instalaría junto tres pequeños asentamientos ubicados en la ribera
oriental del río Hugli (Sutanuti, Gobindapur y Kalikata, que parece ser que sirvió de base para la denominación de
la colonia). Calcuta se encontraba a unos 150 kilómetros del litoral costero
bengalí pero la navegabilidad del rio Hugli permitió crear un gran puerto que,
durante décadas fue el más importante de la zona (hasta que Bombay le arrebató
la primacía). En esa posición se fundó la nueva colonia británica en 1690. En
1698, la instalación se dotaría de un fuerte militar (Fort William) que protegería el nuevo asentamiento que se estaba
consolidando.
La decisión de
implantar la capital del Raj Británico
en Calcuta, en 1772, supuso que la ciudad bengalí se viera presionada de manera
muy importante por la inmigración que se dirigía hacia ella. Calcuta necesitaba
crecer, pero sus alrededores estaban constituidos por terrenos pantanosos poco
aptos para la urbanización y bastante insalubres. Por eso, se tomó una decisión
trascendental para la evolución urbana: la desecación de las amplias zonas de
marisma que rodeaban a aquella Calcuta original. Con esos terrenos ganados al
agua se dispondría de espacio para edificar, se podrían trazar infraestructuras
básicas y se mejoraría la salud general de los habitantes.
Bombay y Calcuta históricas, entre la
bipolaridad y la fusión.
El inicio británico
de las dos ciudades, no impediría que su evolución estuviera muy influida por
la idiosincrasia hindú, dado que la minoría inglesa gobernante no podía
abstraerse de la mayoría abrumadora de la población. Esto provocaría una fuerte bipolaridad arquitectónica y urbana, que se expresaría tanto en
la doble imagen como en unas fusiones estilísticas sorprendentes. El
alejamiento de la metrópoli permitió a los arquitectos disponer de una gran
libertad y falta de prejuicios estilísticos en su trabajo.
El ascenso de
Calcuta a capital aceleró su crecimiento y la dotó de monumentales edificios
institucionales. Estas actuaciones acentuarían su división interna en dos
realidades contrapuestas: la zona británica, la “ciudad blanca”, una retícula
ortogonal orientada según los puntos cardinales con edificios “europeos”; y la
zona para los nativos, la “ciudad negra”, que tendría una evolución muy azarosa
dentro de los procedimientos tradicionales indios.
Mapa del centro histórico de Calcuta, con Fort William
en el parque Maidan y la trama ortogonal británica intentando imponerse (plano
de 1913 reflejando las densidades de tráfico de las vías)
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La
fascinante arquitectura de Calcuta muestra, por una parte, la aplicación despreocupada del eclecticismo
europeo, con ejemplos como el Raj
Bhavan (1799-1803, Charles Wyatt), la antigua residencia del Virrey
británico y actual del gobernador del estado de Bengala Occidental, que se
inspiró descaradamente en el palacio neoclásico de Kedleston Hall en Derbyshire (Reino Unido); el Tribunal Supremo (High Court), que tuvo como modelo
directo la medieval Lonja de Paños de Ypres (Bélgica); el Ayuntamiento (Town Hall, 1813, John Garstin), que se
proyectó siguiendo el estilo dórico grecorromano; el Writers' Building (el “edificio de escritores”, 1777, Thomas Lyon),
con su peculiar fusión entre el neoclasicismo griego, el ladrillo medieval y la
arquitectura del hierro decimonónica; el Museo Indio, un edificio renacentista;
o el edificio General de Correos (1864-1868, Walter B. Grenville), que vuelve
al neoclásico con una cúpula icónica.
Muestras del eclecticismo arquitectónico en Calcuta:
arriba el Tribunal Supremo; en el centro, el ayuntamiento; y, debajo el
Writers' Building
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Por
otra parte, sobresalen las fusiones sorprendentes
con muestras como la Catedral anglicana de San Pablo (1839-1847, William Nairn
Forbes y C. K. Robinson), un edificio neogótico con elementos hindúes; la
columna-minarete Shaheed Minar (antiguo
Ochterlony Monument), que mezcla
influencias egipcias (en la base), sirias (columna) y turcas (remate); el Victoria Memorial (1906-1921, William
Emerson) que combina el clasicismo occidental con la arquitectura del periodo mogol;
la Nakhoda Masjid, la principal
mezquita de Calcuta (1926, Kutchi Memon Jamat) que imita al mausoleo del
emperador mogol Akbar en Sikandra, Agra; el Birla
Planetarium, que recuerda a la stupa budista de Sanchi; o el Beluṛ Maṭh, sede del Ramakrishna Math and Mission, que reinterpreta
los palacios del noroeste de la India.
En
el caso de la Bombay histórica (aproximadamente el conocido como “barrio del
fuerte”, en referencia a la fortaleza existente en el siglo XVII), sucedió algo
parecido, aunque de una forma menos intensa y más tardía, por su menor rango.
Mapa con la fortaleza británica de Bombay, que es hoy
el “barrio del fuerte”.
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Quizá por eso la Bombay “británica” recibió una formidable muestra del denominado estilo Indo-Gótico (Indo-Gothic, o Indo-Saracenic Revival) que se desarrolló a finales del siglo XIX,
levantando edificios menos vinculados a la ortodoxia europea y más influidos
por la arquitectura indo-islámica (principalmente mogola) que se combinó con el
neogótico victoriano. Entre los edificios destacados hay que relacionar en
primer lugar la estación de tren Victoria
Terminus (1878-1887, Frederick William Stevens, hoy denominada Chhatrapati Shivaji). También el palacio
(hoy hotel) Taj Mahal Palace, la
Universidad (proyectada por Gilbert Scott), el Elphistone College, el Oriental
Building, o el ayuntamiento (Brihan
Mumbai Municipal Corporation Building). Otros de los iconos de la ciudad son
la peculiar “puerta de entrada” a la India, la Gateway of India, inaugurada en 1924, y la catedral de Santo Tomás
(iniciada en 1676).
Muestras de la fusión arquitectónica del Indo-Gótico
en Bombay: arriba la estación Victoria Terminus, debajo el hotel Taj Mahal
Palace
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De las diferencias históricas a la
actual igualdad por la desigualdad.
La distinción de
Calcuta como capital del Raj ocasionó su hegemonía política y económica en la
colonia británica (porque, además, su puerto era el más importante). Esta
situación se mantuvo hasta 1911, fecha en la que la congestión y la
conflictividad reinante en Calcuta recomendaron a los británicos el traslado
del gobierno a Delhi, donde se crearía Nueva Delhi para acoger los usos trasladados. Pero, a pesar de la pérdida del
poder, Calcuta conservaría el liderazgo económico y la pompa institucional,
adquiridos durante el casi siglo y medio anterior, en una especie de inercia
sostenida por la actividad portuaria y la riqueza de la región de Bengala.
Mancha urbana de Calcuta en el año 2000 (en el centro,
en gris, la Calcuta británica)
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Pero todo cambiaría
tras la independencia de la India. La creación de Bangladesh fue un golpe muy
duro para Calcuta. La escisión de Bengala hizo perder a la ciudad buena parte
de su hinterland, lo que originaría un
declive que iría apagando sus lumbreras económicas, comenzando por el puerto
(que padecería graves problemas de sedimentación no resueltos) y siguiendo por
la desaparición de muchas industrias. Calcuta, que ya había sido despojada por
Delhi del lustre capitalino, cedería en la década de 1950 el testigo económico
a la floreciente Bombay.
Extensión de la mancha urbana actual de Bombay/Mumbai.
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Hasta entonces,
Bombay, se había mantenido en un discreto segundo plano, aunque su puerto iba
ganando actividad paulatinamente, incrementando la relevancia de la ciudad. Así,
en esos primeros años de la incipiente Unión India, Bombay superaría a Calcuta
y emergería como la indiscutible referencia económica del país, apoyada en su
floreciente puerto, convertido en número uno del país, y en una boyante y
variada industria (incluyendo, por ejemplo, la prolífica cinematografía de Bollywood).
Desde luego, la
historia y las circunstancias de las dos ciudades, así como sus distintos
periodos de apogeo, les han proporcionado notables diferencias en el pasado y,
aunque en la actualidad se mantenga la disparidad (porque Bombay transmite
hiperactividad mientras que Calcuta parece estancada), ambas cuentan con una dramática similitud: la profunda desigualdad de
sus sociedades, con minorías muy enriquecidas y una inmensa mayoría en la
extrema pobreza. Así, las dos ciudades se igualan por debajo, compartiendo la negativa
imagen de una población instalada en la indigencia, malviviendo en los
extensísimos asentamientos espontáneos de infravivienda que se han convertido
en una desdichada seña de identidad actual.
El contraste radical entre los rascacielos y los slums
muestra la desigualdad existente en ambas sociedades (arriba Bombay, debajo
Calcuta)
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Sus cifras de
población (con su imparable aumento) son asombrosas, cuestión que agrava el
problema. Durante muchos años, las dos ciudades han liderado el ranking de
ciudades más pobladas de la India, aunque los últimos datos parecen indicar que
la aglomeración de Delhi se ha puesto en cabeza. En la actualidad, la ciudad de
Bombay cuenta con más de 12,5 millones de habitantes, que son 20,5 al sumar su
área metropolitana; y Calcuta computa 4,5 millones, que ascienden a 24,5 al
incluir su área metropolitana.
Arriba, infravivienda en Bombay; debajo, en Calcuta.
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Calcuta, la antigua
y próspera capital, mutada en una ciudad decadente, es hoy un símbolo de la
miseria urbana y parece no encontrar la puerta de salida. Pero tampoco Bombay
parece hallar soluciones, aunque intenta proyectar una imagen positiva con sus
rascacielos y su hiper dinamismo. Por eso, Bombay/Mumbai es un caso de estudio
particular acerca del futuro de las grandes ciudades de los países emergentes:
desbordadas por una población en constante aumento; congestionadas; con una
miseria aparentemente imparable; con una endémica escasez de vivienda; con unas
infraestructuras insuficientes; con una grave contaminación atmosférica y
acústica, etc. Pero, a pesar de todo, siguen siendo el destino de millones de
personas esperanzadas.
Muy interesante artículo. La ciudad planetaria es una ameba gigante imparable!!
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